domingo, 6 de diciembre de 2015

Padre Nuestro




JESUS NOS ENSEÑA A ORAR,
EL PADRE NUESTRO (Mt 6:9-13)

9 Así, pues, habéis de orar vosotros: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, 10 venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra. 11 El pan nuestro de cada día dánosle hoy, 12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, 13 y no nos pongas en tentación, mas líbranos del mal.


El Padre Nuestro, lo encontramos en los Evangelios de san Mateo 6  y Lucas 11, san Marcos 11 solo hace una breve alusión. Los contextos en que están relatados son distintos, Mateo lo hace después del Sermón del Monte, Marcos hace su alusión después de la  entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén y según Lucas, Jesús enseña esta oración a los apóstoles a petición de éstos, como el Bautista enseñaba a orar a sus discípulos.

San Lucas, trae esta oración en forma más breve. Buscando documentación sobre esta oración enseñada por Jesús, encontramos diversas conclusiones que aseguran cual es la versión original y cual es un ampliación de la otra. El hombre por lo general busca simplificar las cosas y seguramente los antiguos copista tendría más la tendencia a suprimir más que añadir. Por ahora, es mejor suponer que en lo importante, el núcleo es el mismo.

Esta oración, en su forma de ser, es judía, aunque tiene su originalidad particular, donde las expresiones tienen vinculado un sentido nuevo y trascendente. La oración tiene una introducción, Así, pues, habéis de orar vosotros tres deseos relativos a la gloria de Dios, Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre y cuatro peticiones relativas a los hombres venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos pongas en tentación, mas líbranos del mal.

San Agustín es el que ha distinguido en el Padre Nuestro introducción y siete peticiones, sin embargo, la sentencia hoy ordinaria es que consta de seis peticiones, ya que las dos últimas no son más que doble aspecto de una misma. Lo que también puede decirse de las tres primeras, que, conceptualmente, son una misma y así se puede llegar a opinar que la oración tiene solo cuatro peticiones.

Introducción

Toda oración, máxime de petición, debe comenzar dirigiendo a Dios alguna alabanza que le haga grato al que ora. Esta oración, estructurada en el medio ambiente judío, refleja, en esta introducción, la estructura ambiental de otras oraciones judías. Sin embargo, la característica de esta introducción es la sobriedad y densidad que encierra. No obstante, también otras oraciones rabínicas comienzan con un paralelo con ésta, aunque luego en el desarrollo no sean tan sobrias.

Así se lee otra oración: Padre nuestro, que estás en los cielos, hacednos misericordia por amor de vuestro gran nombre, que es invocado sobre nosotros, y cumplid en nuestro favor, ¡OH Yahvé, nuestro Dios! lo que está escrito. En esos días, yo os conduciré…

Pero en esta paralela a la introducción en el Padre Nuestro que oramos leva un contenido totalmente nuevo y trascendente. En el A.T., Dios aparece llamado varias veces Padre. Unas es Padre del pueblo elegido; otras se le llama Padre de cada uno de los israelitas, que son sus hijos sobre todo después del destierro babilónico; otras es el ser humano “justo,” que aparece como hijo de Dios; otras se lo dice de David y los suyos. Esta denominación, no frecuente en el A.T., vino a encontrar su auge en la Sinagoga, y de aquí pasó al pueblo. En el ambiente judío neo-testamentario esta expresión está divulgada. Dios es Padre de Israel. Sin embargo, este concepto no pasaba de ser metafórico, basado en las relaciones de especial providencia de Dios sobre su pueblo. Pero no pasó a un concepto de verdadera filiación sobrenatural.

Jesús, en cambio, cuando habla de su Padre, lo hace dirigiéndose a Él con una vinculación única. Dios es el Padre de Jesús, su Hijo unigénito.

Pero aquí, en esta oración, poniéndose en lugar de los que han de recitarla, no dice mi Padre, sino Padre nuestro, y cuyo determinativo último omite Lucas, y puede interpretarse a un estrecho nacionalismo o por preferencias de una oración que primitivamente comenzaban por sólo Padre (véanse Gal 4:6; Rom 8:15; Ef. 3:14; Mc 14:36; Lc 22:42).

¿Cuál es el intento de la expresión “Padre nuestro”? Marcos, lo usa una sola vez (Mc 11:25). El nuestro es característico de Mateo, que lo usa 20 veces en su evangelio. Otra pregunta: ¿Tiene aquí el verdadero sentido de paternidad y filiación divina de los cristianos?

El concepto de Reino orienta a esto. En los Evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) se describe éste en su aspecto exterior y social, sin embargo en San Juan tiene el sentido de “vida eterna.” Y en éste había de ingresarse y establecérse mediante el bautismo (Mt 28:11), que confiere la gracia -vida- al “nacer del agua y del Espíritu Santo” (Jn 3:5). Es así como un día se podrá ingresar en la fase celeste del mismo. “Venid, benditos de mi Padre, poseed el Reino que os está preparado desde el principio del mundo” (Mt 25:4).

Por eso, pidiéndose en el Padre Nuestro el establecimiento del reino y siendo cristianos los usuarios del mismo, y siendo hijos de Dios por participación de la gracia, sería por lo menos improbable que se diese a esta expresión un sentido metafórico, cuando en ella se incluía un sentido tan real, sobre todo a la hora de la composición del Evangelio.

Por último se sitúa a Dios en los cielos, Lucas omite esto, es propio de Mateo, que retransmite seguramente la fórmula aramaica primitiva. Que Dios está en todas partes, está abiertamente enseñado en la Escritura (Sal 139:7a-12). En los circuitos primitivos de cultura, máxime orientales, imaginativos, se sitúa a la divinidad en espacios y lugares concretos. Así aparece en los primeros libros bíblicos: Dios se pasea en el Edén (Gen 28:16). Pero entonces fue un gran progreso en el pensamiento religioso nombrar a Dios el Dios del cielo. Situado en el cielo es ya imaginativamente una elevación rica en contenido: era situarlo en una región trascendente y reconocer su alto dominio.

Este concepto y esta localización de Dios en los cielos estaba ya en la voz popular, ya en el siglo I por obra de la literatura rabínica. Al hablar de Dios como Padre se le hacía seguir de esta determinación: “que estás en los cielos”.

TRES DESEOS RELATIVOS A LA GLORIA DE DIOS

Primer deseo “Santificado sea tu nombre”

Este primer deseo es común en los dos Evangelios. Esta es una de las expresiones del Padre Nuestro que está formulada con una acusada terminología del A.T. y también con las fórmulas rabínicas de la piedad judía. En Efecto, el “Nombre,” de Dios, es un circunloquio (un rodeo) que está por su persona. Es efecto del respeto y escrúpulo judío para no pronunciar el nombre divino. Para ello buscaron otras fórmulas que indirectamente lo representasen. Y una de ellas es precisamente la palabra: nombre (Dt 12:4v).

Estando así unido Dios a su pueblo, este "nombre" puede ser profanado, sea porque el pueblo obra contra la ley de Yahvé, desobedeciéndole (Jer 34:16), entregándose a idolatrías (Lev 19:21) o de otras maneras. Pero también hay otra forma por la cual puede ser profanado este "nombre", y es que, ligado a este pueblo, que participa en alguna manera de la suerte del mismo. Humillado o vejado éste, queda también humillado o vejado el "nombre" de Yahvé, que está en él. No castigo a mi pueblo “por mí, por mí lo hago, puesto que, de lo contrario, sería profanado (mi nombre)” (Is 48:9.11; Ez 20:9, etc.).

En contraposición a esta profanación de su nombre, está el que éste puede ser santificado. Naturalmente, no se refiere a ninguna santificación esencial de Dios, sino a una santificado extrínseco. Y ésta aparece en el A.T. en un doble sentido:

- El pueblo escogido es el que “santifica” el nombre de Yahvé, sea alabándole, al contemplar sus intervenciones maravillosas (Is 29:23), sea guardando los mandamientos (Lev 22:31-32), sea fiándose totalmente de Él (Núm 20:20), de su providencia, etc.

- Dios mismo es el que “santifica” su “nombre,” pero correlativamente a esto, Dios ejerce una acción sobre su pueblo. Un pasaje de Ezequiel expresa muy precisamente este aspecto. Israel ha sido desterrado a Babilonia y allí no se comporta como conviene y profana el nombre de Yahvé. Pero éste anuncia la santificación del mismo al renovar al pueblo en virtud y aparecer así Él lleno de grandeza y majestad (Ez 36:20v).

En la evolución del pensamiento judío sobre la santificación del nombre de Dios hay un progreso.

A la vuelta del destierro babilónico y después de pasado un suficiente lapso de tiempo, los judíos vueltos de la cautividad se convencieron de que las profecías de los profetas de la cautividad no iban a tener un cumplimiento inmediato. Mas siendo palabra de Dios, habían de cumplirse. De ahí que proyectasen su cumplimiento para los tiempos escatológicos. Más aún, se concretó que esta plena santificación del nombre de Dios estaba reservada al Mesías. Esto es precisamente lo que se ve en las peticiones rabínicas, que se recitaban en los mismos días de Jesús.

De lo expuesto se ve cuál sea el sentido de esta petición. Se pueden distinguir en ella varios aspectos.

El concepto profético-rabínico general sobre la santificación del nombre de Dios se refiere a una gran intervención de Dios en el mundo para realizar esta gran obra. Así se lee: Santificado sea su gran nombre, “Glorificado y santificado sea el nombre del Señor, que debe renovar el mundo, Si vosotros santificáis mi nombre, yo también santificare mi nombre por vuestro medio.

Esta gran intervención de Dios es concretamente su obra mesiánica. En ella se santifica por excelencia el nombre de Dios.

Como esta oración se inserta en los evangelios, con el reino ya establecido, se comprende que en su momento histórico se pedía por el establecimiento del reino a venir, ello no obstante, esta oración tiene una perspectiva recitativa indefinida; su valor en labios ya cristianos pide la constante actualización y difusión del mismo geográfico-temporal, y su mayor penetración en las almas. Es su adaptación plenaria.

Conforme a los textos citados en esta petición se incluye la acción de una doble conjunción en la realización y actualización de esta obra: Dios y el ser humano. Cada uno, desde su puesto, contribuye a la santificación del Nombre de Dios.

Segundo deseo: “Venga tu reino”

El segundo deseo también es común en los dos Evangelios de Mateo y Lucas. Ya el concepto de este “reino,” aunque su naturaleza exacta permaneciese velada, estaba expresado en el A.T. Israel tiene una concepción de su estructura social, teocrática. Yahvé “reina” en su pueblo. Era una concepción análoga a la de los otros pueblos del Oriente bíblico. Pero en la historia de Israel, este concepto del reinado de Dios en su pueblo vino a cobrar una nueva perspectiva. El concepto de este grandioso e ideal reinado, que anunciaron los profetas, al verse, sobre todo al regreso de la Cautividad, que no se cumpliría inmediatamente, pero que, siendo palabra de Dios, había infaliblemente de cumplirse, se lo proyectó para una perspectiva más lejana. Y se lo concretó en la perspectiva escatológica: la era ideal que esperaba Israel. El Mesías sería el que instauraría esta era y este ideal reinado de Dios. Es la concepción que reflejan los escritos rabínicos. Se lee en sus plegarias: “Que el reino de Dios se manifieste o aparezca.” Y en otra: “y vos reinad sobre nosotros.”

Sin embargo, la descripción profética de este reinado no llevaba excesivas precisiones sobre su carácter “espiritual.” De ahí el lento proceso sobre su espiritualización, lo mismo que el haber dado lugar a malas interpretaciones, incluidos, antes de Pentecostés, los mismos discípulos (véase Lc 24:21; Act 1:6). Esta es la línea de concepción que va del A.T. a la literatura rabínica. Pero es Él, el que ha de dar el sentido exacto de esta petición.

El Evangelio no es otra cosa que el establecimiento del reino esperado. El preludio lo tiene Juan Bautista: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos llegó o se acerca” (Mt 3:2). Pero en él, hay dos grupos de textos sobre el tiempo en que se establecerá este reino: unos lo ponen como un hecho ya presente: “el reino de Dios está en medio de vosotros” (Véase Lc 17:20.21; 11:20); otros como una realidad futura (Véase Mt 4:17; 10:7; Lc 22.18; Mc 9:1; 11:10). Esta divergencia tiene una armonización perfecta en la persona de Cristo. En diversos pasajes evangélicos se identifica el reino con la persona misma de Cristo. En la entrada mesiánica en Jerusalén las multitudes le aclaman con un paralelismo, en el relato de Marcos, manifiestamente sinónimo: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene de David, nuestro padre!” (Mc 11:9.10). Otros pasajes, en cambio, aunque vienen a identificar el reinado con la persona o la presencia de la misma en determinados acontecimientos, le dan una proyección más distante por buscar, en realidad, una Epifanía que haga ver la realidad del reino instaurado, aunque no sea ella el momento mismo constitutivo. Hay algunos que no morirán hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino (Véase Mt 16:28; Mc 9:1; Mt c.24, par.; Mt 26:64, par.).

Ya esta identificación autoriza para que por el hecho de la presencia de Jesús en el mundo se dé por aparecido también el Reino de Dios. Con todo, si se tienen en cuenta todos los textos, hay que decir que esa aparición no es más que en esperanza, pues la venida terrestre de Cristo no era todavía un advenimiento majestuoso y triunfal, y por eso el reino de Dios, encarnado en la persona de Jesús y ligado a su suerte, esperaba la glorificación de Cristo para revelarse. Esto es lo que significan multitud de textos.  Acaso también se pudiera pensar en una interpretación de textos a la hora del kerigma o de la composición del Evangelio, respetando unas “fuentes” el sentido histórico y otras expresando ya, ante los hechos, su realización.

Nos preguntamos: ¿Cuál es, pues, aquí el sentido de esta petición del Padre Nuestro? Su valoración es analógica a la de la petición anterior. En su momento histórico se pedía por esa futura “santificación mesiánica del nombre de Dios.”

Si profundizamos conceptos de diferentes autores, entraríamos en un extenso trabajo Teológico Doctoral que no es el propósito de esta reflexión, por tanto nos quedamos en el concepto de reino, aunque enriquecido y precisado por Jesús, es el reino anunciado en el A.T. y esperado en los días de Cristo. Según la concepción de entonces, se admitía el reinado de Dios sobre el mundo, pero lo que sobre todo se esperaba y pedía era, conforme a los profetas, la universalidad del mismo. Es el sentido de adaptación que tiene por su inserción en los evangelios, con el reino ya establecido. Es un desenvolvimiento de contenido implícito en el concepto del reino.

Literariamente la formulación acusa más directamente, como es lógico en esta mentalidad, la acción de Dios en el establecimiento de su reino, que el apoyo del ser humano.

Tercer deseo: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así sobre la tierra” 

Este deseo es exclusivo del Evangelio de Mateo. Investigando por qué el de Lucas no lo incluye, nos quedamos con la idea de que no es una pérdida de la forma original y podría ser que Mateo la haya sumado a la oración. El “hágase tu voluntad” procedería de Getsemaní, y la expresión “en cielo sobre la tierra” sería de él, ya que es una de sus favoritas expresiones (Véase Mt 5:18.34; 11:25; 16:19; 18:18.19; 23:9, etc.). Se añadiría a esto que el Padre Nuestro ya comenzaba por esta expresión, lo que atraería la de Getsemaní. Con esta añadidura se lograría literariamente el número siete, recordando que este es el número bíblico y característico de Mateo. Así estructurada, podía resultar más práctica en el uso litúrgico. Mas no dejaría de extrañar que una fórmula de Cristo hubiese sido alterada así por Mateo. Según algunos, podría ser la fórmula usada en la liturgia y pasada al evangelio de Mateo. La misma formulación en sí de un querer abstracto no deja de extrañar. Sólo el contexto puede venir a concretarlo.

Como es lógico suponer, también cabe la pregunta ¿Acaso la liturgia agrupó a la oración primitiva de Jesús otras peticiones por oportunidad pastoral?

En todo caso, la “voluntad de Dios,” cuya realización aquí se pide, es aceptar que es Dios quien determina el plan que se ha de cumplir como tal. Si los seres humanos entran en él como beneficiarios o ejecutores, esa voluntad tiene un valor previo, inflexible e independiente. Es decir, se expresa una acción que sólo Dios puede realizar.

Pero también se agrega que debe cumplirse la voluntad de Dios “como en el cielo, así sobre la tierra,” Toda las determinaciones trascendentales dependen definitivamente de la voluntad de Dios, como es en este caso. Y se menciona en el cielo y la tierra, porque esta voluntad divina ha de ser sobre algo concreto. Y encuadrada en el contexto de las dos anteriores, ha de ser la gran voluntad divina en el establecimiento del reino. Si originariamente tuvo otro contexto, en éste parece ha de interpretársela de la instauración del reino mesiánico. Si es insertado por el evangelista o su “fuente,” se pide, como en las otras, con el reino establecido, su extensión y penetración: su valor moral, tan propio de la redacción de Mateo.

CUATRO PETICIONES RELATIVAS A LOS HOMBRES

Cuarta Petición:”El pan nuestro de cada día dánosle hoy”

Continuamos con la misma numeración, pero pasamos de la palabra deseo a petición, son sinónimos de aspiración o pretensión de algo, pero para mejor comprensión queremos que se distinga entre lo relativo a la gloria de Dios a las de pretensión de los hombres. Esta petición es común en Mateo y Lucas.

El pan cotidiano, se debe entender por el pan necesario, permanente, El pan, es el alimento del día, de mañana y del día siguiente. San Jerónimo dice que en el Evangelio según los hebreos, se lee: “Dadnos hoy nuestro pan de mañana”. Otros le dan una mayor amplitud, el del futuro, de todo el tiempo que yo viva (San Atanasio, San Cirilo).

Pero también Jesús dice: “No os inquietéis, pues, por el mañana.” (Mt 6:34). Otro antecedente  que podemos añadir está en función del Éxodo, donde se lee que el “maná” sólo se lo permitía tomar para “cada día” (Ex 16:4). Podría ser esta una confirmación, de fondo Mateano, sobre lo mismo. En el caso del relato de Lucas parece darle una situación más “ética,” de cotidiana vida cristiana.

Pero también cabe algo más, este “pan” del que aquí se habla es metafórico, y representa un alimento. Sin embargo nos surgen nuevas preguntas, este pan, es: ¿material o espiritual? Es sabido que varios Padres de la Iglesia, lo interpretaron espiritualmente, y hasta, concretamente, de la Eucaristía.

Es necesario para nosotros el Pan Espiritual, nos ayuda a defendernos del mal. Pero en su forma actual es metáfora por el alimento corporal de “cada día”. La expresión es tan específica que, sin una matización en contrario sólo se la puede interpretar del alimento diario, también don de Dios. ¿Por qué haya de pedirse el pan de cada día?, es por la dependencia que tenemos en todo de Dios.

Quinta petición: “Y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”

También esta es una petición común entre Mateo y Lucas, pero con alguna variante. Lucas pone: “y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe” (Lc 11) Mateo pone la palabra deuda por pecador, sin embargo Lucas en el primer hemistiquio, pone pecados por la palabra deudas, pero luego en el segundo vuelve a usar la palabra deuda a todo el que nos debe. El “a todo” es característico de Lucas, y el cambio que hace es para no desorientar a sus lectores con deudas pecuniarias.

Se pide que nos perdone “como nosotros perdonamos.” No se pide un perdón de igualdad, como tratando de decir que Dios nos perdone ya que nosotros perdonamos, porque el perdón de Dios sobrepasa siempre al de la criatura. También parecería sugerir que se exige primero nuestro perdón para que Dios perdone. Que el hombre haya de pedir perdón, perdonando él, no es más que el hombre tiene que amar a Dios, lo que es imitarle. Y el amor a Dios exige amarle como Él es y con lo que Él determina. Y la norma de la perfección cristiana la expuso Él: “Amad a vuestros enemigos.” “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Véase Lc 6:35-36; Mt 5:48;). Esta necesidad del perdón fue ilustrada por Jesús con la parábola del perdón, ¿Señor cuantas veces tengo que perdonar? (Mt 18:21-35).

Sexta y Séptima petición:”Y no nos pongas en tentación” “más líbranos de mal.”

Estás son dos peticiones en forma positivo-negativa, una refuerza la otra. La primera parte es común en Mateo y Lucas, pero Lucas no trae la segunda. Podemos suponer que Lucas ya la considera incluida en el hemistiquio primero. Esta es la opinión de San Agustín. Pero también pudo haber sido añadida por Mateo, como ya hemos dicho de sus preferencias estructurales por el número siete.

Para algunos puede ser chocante entender no nos lleve a la tentación, ¿pero se puede pensar que Dios nos introduzca en la tentación? Para suavizar esto se buscaron traducciones que la suavizasen. San Agustín decía: “Muchos, cuando rezan, dicen: 'No permitas que seamos puestos en tentación.” Y San Hilario testifica que se leía en algunos códices: “No nos abandones a una tentación que no podamos soportar.” La razón de esta frase insólita es un semitismo. Todo lo que de alguna manera se puede aplicar a Dios, frecuentemente, se lo aplican sin más; no distinguen a este propósito querer permitir, no impedir, consecuencias a seguirse, etc. (Ex 4:31v).

Una situación que explica lo anterior, en el caso de la tentación, es la que aparece en la Escritura con un triple matiz:

a) Tentación mala o pecado. Un grupo de textos la presenta como pecado, o mejor, hacen ver el peligro fulminante a que conducen ciertas tentaciones (Eclo 26:41). Tal es el caso de Getsemaní. Jesús manda orar para “no entrar en tentación” (Mt 26:41). Esta no era que su prendimiento no sucediese, sino que ellos tuviesen la fortaleza necesaria para no escandalizarse al ver al Mesías prendido.

b) Tentación “experimento.” Otro grupo de textos presenta la tentación, no como algo malo o peligroso, sino como ocasión de méritos y experimentación de la virtud. Clásico el caso de Abraham: “Dios lo tentó” Y de la prueba salió victorioso y obtuvo la promesa de una descendencia numerosa (Gen 22:1.16v). De ella dice el Eclesiástico: “En la tentación fue hallado fiel” (Eclo 44:21). O como se dice a Tobías: “Porque eras acepto a Dios, fue necesario que la tentación te probara” (Tob 12:13.14). En este sentido llama Cristo “tentaciones” (Lc 22:28) a sus tribulaciones y a las que compartieron con Él sus apóstoles.

c) Sentido “escatológico” de la tentación. También se propone un tercer aspecto posible en la tentación: su aspecto “escatológico.” Con la venida de Jesús al mundo se inaugura este gran período y con él la gran lucha entre Jesús y Satán (Véase: Jn 12:31; 16:15; 13:3; 6:70-71; 8:39-44; 1 Pe 5:8). La tentación, en este caso, sería la proveniente de Satanás, en esta hora “escatológica,” para boicotear o procurar destruir el reino del Mesías. Muchas veces, cuando Mateo habla de “tentación” (Véase Mt. 16:1; 19:3; 22:18.35; 26:41), habla de una prueba diabólica, que procede del exterior.

En los escritos talmúdicos aparece con el sentido amplio de prueba, preferentemente con este sentido.  Jesús, en esta petición, probablemente se ciñe a esta formulación en curso. Igualmente se limita a la formulación semita de atribuir a Dios como causa lo que sólo permite. “Nadie diga en la tentación: 'Soy tentado por Dios', porque Dios no tienta a nadie” (Sant 1:13.14).

Fuentes Bibliográficas

Los documentos utilizados para este estudio del Evangelio de San Mateo, son los que he recibido en mi preparación teológica sobre los Evangelios, y las fuentes Bibliográficas externas son: Estudios de los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P., con adaptaciones pedagógicas diversas.

El Maestro Jesús, (Publicado en mi página WEB), trabajo que he preparado para fines didáctico de Escuela de Formación

“Gratis lo hemos recibido y gratis lo damos”
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant





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