viernes, 28 de octubre de 2016

La beata sor María Serafina Micheli tuvo la visión de Lutero en el Infierno


Beata sor María Serafina del Sagrado Corazón de Jesús,
Fundadora del Instituto de las Hermanas de los Ángeles


En 1883 la beata Sor María Serafina Micheli (1849-1911), fundadora del Instituto de las Hermanas de los Ángeles, pasaba por Eisleben, ciudad de Sajonia, Alemania, lugar donde nació Lutero.

Ese día se celebraba el cuarto centenario del nacimiento del gran heresiarca (10 noviembre de 1483), que dividió a Europa y a la Iglesia, causando grandes guerras. Con motivo de la celebración las calles estaban adornadas y de los balcones colgaban banderas. Entre las autoridades presentes se esperaba, de un momento a otro, la llegada del emperador Guillermo I, que debía presidir las celebraciones.

La beata miraba el gran tumulto y agitación, pero no estaba interesada en saber por qué ocurría. Su interés era ir a una iglesia para orar y hacerle una visita a Jesús Sacramentado. Finalmente, halló una, pero las puertas estaban cerradas, pero se arrodilló en las escaleras de acceso para hacer sus oraciones. Por la oscuridad, no advirtió que estaba arrodillada delante de un templo protestante. Mientras oraba, se apareció el Ángel de la Guarda y le dijo: “Levántate, porque esta es una iglesia protestante”. Y añadió: “Yo quiero que veas el lugar donde Martín Lutero está condenado y la pena que paga en castigo de su orgullo”.

Entonces tuvo la visión de un horrible abismo de fuego, en el cual eran atormentadas una innumerable cantidad de almas. En el fondo vio a un hombre, Martín Lutero, que se distinguía entre los demás condenados pues estaba rodeado de demonios que lo obligaban a estar de rodillas y todos (los demonios), armados de martillos, mientras se esforzaba en vano, le clavaban en la cabeza un gran clavo.

La monja meditaba que, si las personas que participaban en la fiesta vieran esta escena dramática, ciertamente no rendirían honores, ni memoria, ni conmemoraciones ni celebraciones a tan funesto personaje.

Desde entonces, cuando se le presentaba la oportunidad, recordaba a sus hermanas de religión sobre el deber de vivir en la humildad y el abandono de sí. Estaba convencida firmemente que Martín Lutero estaba condenado en el infierno sobre todo por el primer pecado capital: La soberbia. El orgullo lo hizo caer en pecado mortal, y lo condujo a la rebelión abierta contra la Iglesia Católica. Su conducta, su posición para con la Iglesia y sus herejías fueron determinantes para engañar y conducir a muchas almas superficiales e incautas a la perdición eterna.

EL PADRE PÍO SOSTUVO QUE LUTERO ESTABA CONDENADO

Por su parte, el padre Stefano Manelli —fundador de los Franciscanos de la Inmaculada— ha recordado —en Il Settimanale di Padre Pio del 20 de enero de 2013, p.1— que lo mismo señalaba el Padre Pío sobre la condenación eterna de Martín Lutero. Explicó que el P. Pío advertía que aquellos que creen poder comunicarse directamente con Dios —como Lutero—, también están en camino al infierno. El final de Lutero fue horrible y angustioso, escribió el P. Manelli, y señaló —fundamentándose en lo dicho por el padre Pío— que quienes lo siguen se arriesgan a ir al infierno como Lutero, por no escuchar las enseñanzas de la Iglesia Católica.


NOTA: El verdadero ecumenismo es el que caritativamente busca solamente la conversión de los protestantes a la verdadera y única Iglesia de Cristo: la católica romana. Nada tiene que hacer un católico —¡sea quien sea!— en un homenaje a quien con sus herejías desgarró miles de almas de la verdadera Arca de Salvación.  Homenajearlo sería —aunque ello no se pretendiera—confirmar en el error a tantos errados, y tal acto constituiría un falso ecumenismo y una grave falta de caridad, aunque hipotéticamente se tuvieran las mejores —pero equivocadas— intenciones.


BREVE BIOGRAFÍA

Martirologio Romano: En Faicchio, Italia, Beata María Serafina del Sagrado Corazón de Jesús (en el siglo Clotilde Micheli), fundadora del Instituto de las Hermanas de los Ángeles. († 1911)

Fecha de beatificación: 28 de mayo de 2011, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.

Clotilde Micheli nació en Imer (Trento) el 11 de septiembre de 1849, de padres profundamente cristianos, como era costumbre entonces a los tres años, recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Príncipe-Obispo de Trento. Monseñor Tschiderer, a los 10 años recibió su Primera Comunión.

A partir de su juventud la vida de Clotilde Micheli parece una novela del siglo XIX, en realidad la Voluntad de Dios forjó esta alma predestinada, haciéndola vagar de un sitio al otro, a la búsqueda de cómo cumplir la revelación que le hizo la Virgen el 2 de agosto de 1867, mientras rezaba, como era su costumbre, en la iglesia de Imer, ella tenía casi 18 años.

La Virgen le manifestó la Voluntad de Dios de que fuera fundado un nuevo Instituto religioso, con el específico objetivo de adorar la Santísima Trinidad, con especial devoción a la Virgen y a los Ángeles, como modelos de oración y servicio.

Siguiendo el consejo de Constanza Plaza, una mujer sabia y prudente de Imer, Clotilde fue a Venecia buscando el asesoramiento espiritual de Monseñor Domenico Agostini, futuro patriarca de la ciudad lagunar, quien le aconsejó iniciar la obra pedida por Dios, invitándola a desarrollar la Regla.

Pero ella presa del miedo al fracaso, rompió lo escrito y regresó a Imer. En 1867 se mudó a Padua, donde vivió por nueve años hasta el 1876, bajo la guía espiritual de Monseñor Angelo Piacentini, profesor del Seminario local, tratando de entender mejor el llamado recibido. A la muerte del Piacentini en el 1876, Clotilde Micheli se fue a Castellavazzo (Belluno) donde el Arcipreste Gerolamo Barpi, conocidas las intenciones de la joven, puso a su disposición un antiguo convento para la nueva fundación.

En 1878 Clotilde hizo uso de un subterfugio, un matrimonio arreglado, teniendo éxito, huyó a Alemania a Epfendorf en Wurttemberg, donde sus padres se habían mudado hace poco por motivos laborales.

Permaneció en Alemania durante siete años, desde 1878 a 1885 trabajando como enfermera en el Hospital de las Hermanas Isabelinas y se destaca por su caridad y delicadeza con los enfermos. Después de la muerte de su madre en 1882 y de su padre en 1885, decidió abandonar Alemania y regresó a Imer su tierra natal.

Dos años más tarde, esta mujer inquieta de 38 años, junto con su prima Judith, realiza una peregrinación a pie a Roma, haciendo paradas en diversos santuarios marianos, con espíritu de penitencia y devoción, siempre dispuesta a comprobar nuevamente la voluntad de Dios sobre la Fundación planeada.

En agosto llegaron a Roma y son hospedadas por las Hermanas de la Caridad Hijas de la Inmaculada (Inmaculadinas), instituto fundado por María Fabiano; la fundadora al conocer más profundamente a Clotilde, la convenció de tomar el hábito del naciente instituto, prometiéndole dejarla libre si se viera realizado sus planes juveniles.

Clotilde tomó el nombre de sor Annunziata y permaneció entre las Inmaculadinas hasta principios de 1891, eventualmente ocupó el cargo de Superiora entre 1888 y 1891 en el convento de Sgurgola de Anagni.

En 1891 por invitación del Padre Francisco Fusco de Trani, franciscano conventual, viaja hacia el sur de Italia hacia Alife (Caserta), allí el padre planeaba ofrecer a Clotilde la creación de una fundación ideada por el Obispo Scotti, pero ella consideró que la propuesta del obispo no concordaba con el plan de Dios para ella.

Gracias al apoyo de una familia se muda a Caserta, y posteriormente a la vecina Casolia en compañía de dos jóvenes que se habían unido a ella. Después de varios meses, el obispo de Caserta Monseñor De Rossi, autorizó la imposición del hábito religioso al primer grupo de cinco hermanas el 28 de junio de 1891, acto en el que estuvo presente el Padre Fusco, la nueva institución tomó el nombre de Hermanas de los Ángeles, Adoradoras de la Santísima Trinidad.

La fundadora Clotilde Micheli tenía 42 años y tomó el nombre de sor María Serafina del Sagrado Corazón. Un año después un primer grupo de hermanas fue enviado a administrar un orfanato en Santa María Capua Vetere (Caserta), lugar que se convirtió en la primera casa del Instituto; a esta siguieron otras obras, todas destinadas a ayudar a los niños y jóvenes abandonados.

Pero para la madre de Serafina comenzó, a partir de finales de 1895, un período de sufrimiento físico, que después de una cirugía muy delicada, solicitada por el mismo obispo de Caserta, la debilitó dramáticamente. Mientras tanto, después de muchas vicisitudes se abrió en junio de 1899 la Casa de Faicchio (Benevento), que más tarde se convertiría en el Instituto de Formación de la Congregación. La Madre María Serafína se empeñó en llevar a cabo otras obras a un ritmo tan intenso que debilitó aún más, tanto así que se vio obligada a permanecer definitivamente en Faicchio.

Como casi todos los fundadores de congregaciones religiosas, tuvo que soportar mucho sufrimiento por incomprensiones, incluso dentro de su mismo Instituto, hasta que el 24 de marzo de 1911, consumida por el sufrimiento físico murió en la Casa de Faicchio, donde está enterrada.

Por la santidad de su vida, que aumentó después de su muerte, sus Hermanas de los Ángeles iniciaron la causa de su beatificación, con el permiso de la Santa Sede, el 9 de julio de 1990. Desde aquel lejano 1867 cuando con intervención de la Virgen recibió el llamado, su carisma la acompaño durante toda su vida y se extiende aún hoy en su Congregación como un don del Espíritu Santo: “Como los Ángeles adoraréis la Trinidad y estaréis sobre la tierra ellos están en los cielos”.



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