El Secreto Admirable del Santísimo Rosario
para Convertirse y Salvarse
PRESENTACIÓN
A lo largo de toda su experiencia cristiana y de la vida sacerdotal de Luis María, el Rosario fue un elemento fundamental para su santificación personal y su apostolado misionero. La gente de su tiempo le llamaba cariñosamente el Padre del gran rosario y uno de los títulos con que ha sido glorificado en el mundo entero es el de Apóstol y gran predicador de la Cruz y del Rosario.
En sus actividades misioneras, dedicadas preferencialmente a los pobres y sencillos del campo, para “renovar el espíritu del cristianismo entre los cristianos”, Montfort busca una forma de conseguir la perfección y descubre que “todo se reduce a encontrar un medio sencillo para alcanzar de Dios la gracia necesaria para hacernos santos. Y para encontrar la gracia hay que encontrar a María” (SM 6). Ese medio maravilloso y sencillo es el Rosario, que practicó y difundió en todas sus misiones: “He podido constatar una enorme diferencia de costumbres entre las poblaciones donde di misiones: unas por haber abandonado la práctica del rosario, volvieron a caer en las malas costumbres; otras, por haber perseverado en rezarlo, se mantuvieron en gracia de Dios y progresaron día a día en la virtud” (SAR 113).
A sus misioneros también les pide que establezcan con todas sus fuerzas la maravillosa devoción del rosario como camino de conversión, de santificación y de perseverancia tanto para ellos como para los fieles a cuya evangelización y renovación cristiana son enviados. “Este es uno de los mejores secretos venidos del cielo para irrigar los corazones con celestial rocío y hacer que produzcan los frutos de la Palabra de Dios, como lo demuestra la experiencia cotidiana” (RM 57).
Comparada con ASE, VD y SM, ésta, dedicada al conocimiento y difusión del santo Rosario, es la menos personal y original del autor porque en gran parte es una reducción del extenso libro de 400 páginas del dominico ANTONINO THOMAS, intitulado El rosal místico, cuya segunda edición fue publicada en 1683.
Los primeros números del opúsculo que Montfort organizó para servicio de la misión y renovación de la vida cristiana, revelan los destinatarios a quienes estaba dedicado: los sacerdotes, los pecadores, las personas místicas o de vida espiritual más avanzada, y los niños. Todos pueden aprovechar este admirable secreto de santidad. Niños son todos los que comienzan a recitar el rosario. Cuando habla de los pecadores, Luis María se considera el más grande de ellos. Al interrogante de que el rosario pudiese retardar el vuelo de las personas místicas, responde; “Si llegas a consultar a ciertas personas de oración, dado que no conocen por experiencia personal las excelencias del rosario, no sólo no lo aconsejarán a nadie, sino que alejarán de él a los demás, invitándolos para que se dediquen a la contemplación, como si el rosario y la contemplación fueran incompatibles; y como si tantos santos que han sido devotos del rosario no hubieran llegado a la más sublime contemplación” (SAR 149).
Los sacerdotes son quienes mejor pueden promover el rosario: “Qué felicidad la del sacerdote y director de almas a quien el Espíritu Santo haya revelado este secreto, desconocido de la mayoría de los hombres o sólo conocido superficialmente por ellos. No nos contentemos pues, queridos hermanos, con recomendar a los demás el rezo del rosario. Tenemos que rezarlo nosotros mismos” (SAR 1-2).
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