“Si el objetivo de la masonería es el de conducir a las almas
a la perdición, llevándolas al culto de falsas divinidades,
el fin de la masonería eclesiástica, en cambio,
es el de destruir a Cristo y a su Iglesia,
construyendo un nuevo ídolo,
es decir, un falso Cristo y una
falsa Iglesia”.
“Mi Iglesia será sacudida por el viento impetuoso de la
apostasía y de la incredulidad, mientras aquel que se opone a Cristo entrará en
su interior, llevando así a cumplimiento la abominación de la desolación que os
ha sido predicha por la Divina Escritura. Mi adversario se jactará un día de
cantar completa victoria sobre el mundo, sobre la Iglesia, sobre las almas”.
(La Virgen al padre Gobbi en 1972)
DONGO (COMO), 1 DE NOVIEMBRE DE 1989.
Fiesta
de Todos los Santos
LA
NUEVA JERUSALÉN
Hoy
es la fiesta de Todos los Santos y mañana recordáis a los que se han salvado
pero que aún se encuentran inmersos en los sufrimientos purificadores del
Purgatorio.
En
estos tiempos de la gran tribulación debéis vivir fuertemente la Comunión de
los Santos.
Soy
la Reina de todos los Santos.
Soy
la Capitana de un único ejército.
–Los
Ángeles del Señor han recibido de Mí el mandato de responder con fuerza y con
energía a todas las insidias que el Dragón, la bestia negra, la bestia
semejante a un cordero y los espíritus malignos, os tienden todos los días.
Qué
grande es hoy su poder celestial, porque son enviados por Mí para contrarrestar
la táctica de mi Adversario, que es la de alejar a muchos pobres hijos míos de
la adoración debida a nuestro Dios, mediante la difusión cada vez mayor del
culto satánico y de las misas negras.
A esta perversa y blasfema acción de los demonios, los Ángeles responden con su perenne, profundo e incesante acto de adoración y de glorificación al Señor.
A esta perversa y blasfema acción de los demonios, los Ángeles responden con su perenne, profundo e incesante acto de adoración y de glorificación al Señor.
–A
los peligros que en estos tiempos os tienden los malos, tratando de
esparcir en el camino por el que debéis andar obstáculos, dificultades y
astutas oposiciones, los Santos del
Paraíso responden con su poderosa asistencia e intercesión.
Las
tramas ocultas y oscuras, que la Masonería urde contra vosotros, para haceros caer en sus redes, son
descubiertas y destruidas por los Santos, quienes hacen descender desde el
Paraíso una fuerte Luz que os envuelve, para perfumar de fe, de esperanza, de
amor, de pureza y de santidad toda vuestra existencia.
La comunión de vida con
los Santos del Paraíso es el remedio que Yo os doy contra los peligros engañosos y muy
astutos que la bestia negra de la Masonería hoy os tiende.
–Contra
las dificultades, las burlas, las marginaciones que la bestia semejante a un
cordero utiliza contra vosotros, mis hijos predilectos, recurrid a una perenne comunión de oración con las almas santas del
Purgatorio.
Esta
comunión de oración con las almas purgantes da a ellas la luz y el alivio de
abreviar el tiempo de su purificación y os concede a vosotros la
seguridad y el valor para realizar en vuestra vida mi designio, que es el
de ayudaros a cumplir en todo momento la Divina Voluntad del Señor.
Hoy
os contemplo con alegría, reunidos juntos en el celestial jardín de mi Corazón
Inmaculado, viviendo esta estupenda
realidad de la Comunión de los Santos,
que os une, os ayuda, os compromete a todos a combatir por el pleno triunfo de Cristo, con el advenimiento
en el mundo de su glorioso reino de amor, de santidad, de justicia y de paz.
De
ese modo vosotros ya estáis contribuyendo a edificar la Nueva Jerusalén, la
Ciudad Santa, que debe descender del Cielo como una esposa adornada para su
esposo y formáis la morada de Dios entre los hombres, para que todos lleguen a
formar parte de su pueblo, donde cada lágrima será enjugada de sus ojos y allí
no habrá más muerte, ni luto, ni lamentos, ni afanes, porque las cosas de antes
habrán pasado.
RUBBIO (VICENZA), 8 DE DICIEMBRE DE 1989.
Fiesta
de la Inmaculada Concepción
UNA
CORONA DE DOCE ESTRELLAS
Hijos
predilectos, contemplad hoy el candor inmaculado de vuestra Madre Celeste.
Soy la Inmaculada
Concepción.
Soy la única criatura
exenta de toda mancha de pecado incluso del original.
Soy
toda hermosa: Toda Pulcra.
Dejaos envolver en mi
manto de belleza,
para que también vosotros seáis iluminados con mi candor de Cielo, con mi Luz
Inmaculada.
Soy toda hermosa por ser llamada a ser la Madre del Hijo de Dios y a formar el virginal vástago del que debe surgir la Flor Divina.
Soy toda hermosa por ser llamada a ser la Madre del Hijo de Dios y a formar el virginal vástago del que debe surgir la Flor Divina.
Por
eso mi designio se inserta en el misterio mismo de vuestra salvación.
Al principio soy anunciada como la enemiga de Satanás, la que obtendrá sobre él la completa victoria.
Al principio soy anunciada como la enemiga de Satanás, la que obtendrá sobre él la completa victoria.
“Pondré
enemistades entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la suya; Ella te aplastará la cabeza,
mientras tú tratarás de morder su talón”.
Al
final soy vista como la Mujer vestida
del Sol, que tiene la misión de combatir contra el Dragón Rojo y su
poderoso ejército, para vencerlo,
ligarlo y arrojarlo a su reino de
muerte, para que en el mundo pueda
reinar solamente Cristo.
Heme
aquí entonces presentada por la Sagrada Escritura con el fulgor de mi maternal
realeza: “y apareció en el Cielo otra señal: una Mujer vestida del sol, con
la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.
En
torno a mi cabeza hay, pues, una corona de doce estrellas.
La
corona es el signo de la realeza.
La
misma está compuesta por doce estrellas, porque se convierte en el símbolo de
mi materna y real presencia en el corazón mismo del pueblo de Dios.
Las doce estrellas
indican las doce tribus de Israel,
que componen el pueblo elegido, escogido
y llamado por el Señor para preparar la venida al mundo del Hijo de Dios,
del Redentor.
Puesto
que Yo soy llamada a ser la Madre del Mesías, mi designio es el de ser el
cumplimiento de las promesas, el brote virginal, el honor y la gloria de todo
el pueblo de Israel.
En
efecto, la Iglesia me exalta con estas palabras: “Tú eres la gloria de
Jerusalén; Tú eres la alegría de Israel; Tú eres el honor de nuestro pueblo”.
Por eso las tribus de Israel forman doce piedras preciosas de la diadema que circunda mi cabeza, para indicar la función de mi materna realeza.
Por eso las tribus de Israel forman doce piedras preciosas de la diadema que circunda mi cabeza, para indicar la función de mi materna realeza.
Las doce estrellas
significan también los doce Apóstoles
que son el fundamento sobre el cual Cristo ha fundado su Iglesia.
Me
he encontrado a menudo con ellos, para estimularlos a seguir y a creer en Jesús
durante los tres años de su pública misión.
En
su lugar, Yo estuve bajo la Cruz,
junto con Juan, en el momento de la crucifixión, de la agonía y de la muerte de
mi Hijo Jesús.
Con
ellos he participado de la alegría de su
resurrección; junto a ellos, recogidos en oración, he asistido al momento glorioso de Pentecostés.
Durante mi existencia terrena he permanecido junto a ellos con mi oración y mi presencia maternal para ayudarlos, formarlos, alentarlos e impulsarlos a beber el cáliz que había sido preparado para ellos por el Padre Celestial.
Durante mi existencia terrena he permanecido junto a ellos con mi oración y mi presencia maternal para ayudarlos, formarlos, alentarlos e impulsarlos a beber el cáliz que había sido preparado para ellos por el Padre Celestial.
Soy
así Madre y Reina de los Apóstoles que, en torno a mi cabeza, forman doce
estrellas luminosas de mi materna realeza.
Soy Madre y Reina de
toda la Iglesia.
Las
doce estrellas significan además una nueva realidad.
El
Apocalipsis, en efecto, me ve como un gran signo en el cielo: La Mujer vestida
del Sol, que combate al Dragón y a su poderoso ejército del mal.
Entonces, las estrellas
en torno a mi cabeza indican a aquellos que se consagran a mi Corazón
Inmaculado, forman parte de mi ejército victorioso, se dejan guiar por
Mí para combatir esta batalla y para obtener al final nuestra mayor
victoria.
Así,
todos mis predilectos y los hijos consagrados a mi Corazón Inmaculado, llamados
a ser hoy los apóstoles de los
últimos tiempos, son las estrellas más luminosas de mi real corona.
Las
doce estrellas, que forman la luminosa corona de mi materna realeza, están
constituidas por las doce tribus de Israel, por los Apóstoles y por los
Apóstoles de estos vuestros últimos tiempos.
Entonces, en la fiesta de mi Inmaculada Concepción, os llamo a todos vosotros a formar parte preciosa de mi corona y volveros las estrellas brillantes que difunden, por todas las partes del mundo, la luz, la gracia, la santidad, la belleza y la gloria de vuestra Madre Celeste.
Entonces, en la fiesta de mi Inmaculada Concepción, os llamo a todos vosotros a formar parte preciosa de mi corona y volveros las estrellas brillantes que difunden, por todas las partes del mundo, la luz, la gracia, la santidad, la belleza y la gloria de vuestra Madre Celeste.
DONGO (COMO), 24 DE DICIEMBRE DE 1989.
Noche
Buena
EL
TIEMPO SE HA CUMPLIDO
Hijos
predilectos, vivid Conmigo en acto de
oración incesante y de profundo recogimiento, estas horas de la Noche
Santa.
El
tiempo se ha cumplido.
Desde
cientos de años se ha venido esperando este acontecimiento: voces de profetas y
de enviados de Dios habían tenido encendida la antorcha de la esperanza y de la
espera.
El
curso del tiempo y de la historia confluían ambos hacia este extraordinario
momento.
En
esta Noche Santa todo tiene su cumplimiento.
Yo,
Virgen y Madre, doy a luz a mi Hijo Divino: mi castísimo esposo José está junto
a Mí y lleva en su persona la presencia de todos los pobres de Israel; la Gruta
rústica se vuelve regia por el Hijo de David, llamado a sentarse sobre su trono
real; los pastores acuden para ofrecer el homenaje de los sencillos y de los
pobres de espíritu; el coro de los ángeles canta y trae la luz inocente de los
niños, de los pequeños, de los puros de corazón.
Con
qué inefable amor y delicada ternura, Yo deposito sobre el pobre pesebre a mi
Hijo divino, el Primogénito del nuevo pueblo de Israel, el Unigénito Hijo del
Padre, el Mesías prometido y esperado
desde siglos.
En
esta Noche Santa las profecías se realizan, todo tiene su perfecto
cumplimiento.
El tiempo se ha cumplido. Vivid con amor, con confianza y con gran esperanza esta Navidad. Es la Navidad de 1989.
El tiempo se ha cumplido. Vivid con amor, con confianza y con gran esperanza esta Navidad. Es la Navidad de 1989.
Es
la Navidad de un año que ha sido muy importante.
Vividlo
Conmigo, Madre que cada día os engendra aquella vida que mi Niño os ha dado
con su venida entre vosotros.
Vividlo
con mi esposo José, en acto de humilde y dócil colaboración al designio
de vuestro Padre Celestial.
Vividlo
con los pastores que acuden festivos, con la alegría de ser vosotros también
testimonios del anuncio, que aún hoy sigue proclamando la paz y la salvación
a todos los hombres.
Vividlo
con los pequeños, los sencillos, los pobres, que hacen de trono real al dominio
de mi Hijo Jesús.
Vividlo
con los ángeles que cantan armonías divinas y ofrecen el amor a esta pobre
tierra, que nunca estuvo tan amenazada y golpeada.
Vivid
en espíritu de alegría profunda esta vuestra Navidad.
Puesto
que el tiempo se ha cumplido.
Ya
entráis en los acontecimientos que os preparan para su segunda Navidad.
Os aproximáis al
momento del glorioso retorno de Cristo.
No os dejéis, pues,
apoderar por el temor, ni por la tristeza, ni por una vana
curiosidad, ni por inútiles afanes.
Vivid con la simplicidad
de los pequeños,
todos los momentos de este nuevo Adviento en mi Corazón Inmaculado y poned
empeño en actuar con rapidez para abrir de par en par las puertas de los
hombres y de los pueblos al Cristo que viene.
Y
abrid el corazón a la esperanza para acoger con alegría el anuncio que hoy os
doy: se está cumpliendo el tiempo de
su glorioso retorno.
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