“María se ha de llamar nuestra electa y este nombre
ha de ser maravilloso y magnífico.
Los que le invocaren con
afecto devoto, recibirán copiosísimas gracias; los que le estimaren y
pronunciaren con reverencia, serán consolados y vivificados; y todos hallarán
en él remedio de sus dolencias, tesoros con que enriquecerse, luz para que los
encamine a la vida eterna.”
El nombre de María
María es el nombre que se usa en los evangelios para
referirse a la madre de Jesús de Nazaret. Para los cristianos católicos,
ortodoxos, anglicanos y otros grupos cristianos orientales, son más usadas las
expresiones «Santísima Virgen María», «Virgen María» y «Madre de Dios». En el
Islam se usa el nombre árabe Maryam.
Sabiendo la importancia que tiene el nombre para los
Israelitas, es innegable que el nombre de María le fue impuesto a la Santísima
Virgen por sus padres Joaquín y Ana; muy comúnmente se admite que este nombre
le fue sugerido por inspiración divina, es decir que, movidos ellos
interiormente por el Espíritu Santo prefirieron este nombre a todos los demás.
Una sola mujer encontramos en el A. T. que lleva este
nombre, es la hermana de Moisés, en tiempos de Jesús aparecen muchas mujeres
con el nombre de María.
Para los hebreos el nombre no era un simple apelativo,
estaba íntimamente ligado a la persona, por ello usaban nombres que
describirían la personalidad, el carácter, así es muy usada la expresión “su
nombre será tal” cuando se quería designar una misión o carácter especial al
niño por nacer.
María es un nombre conocido en el Antiguo Testamento
por haber sido nombre de la hermana de Moisés y Aarón, originalmente escrito
como Miryam, la versión de los Setenta lo menciona como Mariám , el cambio en
la primera vocal señala tal vez la pronunciación corriente, la del arameo, que
se hablaba en Palestina antes del nacimiento de Cristo. Al igual que con los
nombres de Moisés y Aarón, que fueron tomados con sumo respeto, el de María no
se usó más como nombre común, pero la actitud cambió con el tiempo y fueron
puestos como señal de esperanza por la era mesiánica. En el texto griego del
Nuevo Testamento, en la versión de los Setenta, el nombre usado era Mariám.
María sería probablemente la forma helenizada de la palabra.
¿Qué significados tiene según la etimología, ese
nombre cuyo misterioso sentido sólo Dios nos podría explicar?
Si, como algunos creen, deriva del idioma egipcio, su
raíz es mery, o meryt, que quiere decir muy amada. Según otros, la
significación sería Estrella del mar. Si el nombre de María proviene del
siríaco, la raíz es mar, que significa Señor.
El padre Lagrange opina que los hebreos debieron
utilizar el nombre de María con el significado de Señora, Princesa. Nada más
conforme a la noble misión de la humilde Virgen nazarena.
Otro tercer grupo de filólogos e intérpretes sostienen
que la palabra María es de origen estrictamente hebreo. Y sus diversas y
preciosas significaciones son las siguientes:
Primera. Mar amargo, de la raíz mar y jam. María fue un
verdadero mar de amargura, desde que en el templo, cuando la presentación de su
Hijo, vislumbró la silueta cárdena y dolorida del Calvario. Y un mar de
amargura desbordante en la pasión y muerte de Jesús.
Segunda. Rebeldía, de la raíz mar. Ella, la
omnipotencia suplicante, vence a las satánicas huestes. “El nombre de María
—escribe el padre Campana— es de una energía singular y tiene en sí una fuerza
divina para impetrar en favor nuestro la ayuda del cielo.”
Tercera. Estrella del mar. Le cantamos Ave, Maris
Stella! ¡Y con qué arrebatador encanto glosa y profundiza San Bernardo esta
expresiva metonimia!
Cuarta. Señora de mi linaje. Frase muy justa y apropiada a
la prerrogativa nobilísima de ser Madre de Dios, Reina de todo lo creado.
Quinta. Esperanza. Significado más alegórico que
etimológico, pero lleno de inefable consuelo. Porque Ella, Spes nostra, es el
camino de la felicidad, el arco iris que señala un pacto de armonía entre Dios
y los hombres. “Bienaventurado el que ama vuestro nombre, oh María —exclama San
Buenaventura—, porque es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la
hace reportar frutos de justicia.”
Sexta. Elevada, grande, de ram. San Agustín y San
Juan Crisóstomo coinciden en adjudicarle el excelso sentido de “Señora y
Maestra”.
Séptima. Iluminada, iluminadora. Está llena de luz.
Sostiene en sus brazos la luz del mundo. Es pura y diáfana. “El nombre de María
indica castidad”, dice San Pedro Crisólogo.
La veneración del nombre de María
Deliciosamente narra sor María Jesús de Agreda, en su
Mística Ciudad de Dios, la escena en la cual la Santísima Trinidad, en divino
consistorio, determina. dar a la “Niña Reina” un nombre. Y dice que los ángeles
oyeron la voz del Padre Eterno, que anunciaba:
“María se ha de llamar nuestra electa y este nombre ha
de ser maravilloso y magnífico. Los que le invocaren con afecto devoto,
recibirán copiosísimas gracias; los que le estimaren y pronunciaren con
reverencia, serán consolados y vivificados; y todos hallarán en él remedio de
sus dolencias, tesoros con que enriquecerse, luz para que los encamine a la
vida eterna”.
Y a ese nombre, suave y fuerte, respondió durante su
larga, humilde y fecunda vida, la humilde Virgen de Nazaret, la que es Madre de
Dios y Señora nuestra. Y ese nombre, “llave del cielo”, como dice San Efrén,
posee en medio de su aromática dulzura, un divino derecho de beligerancia y una
seguridad completa de victoria. Por eso su fiesta lleva esa impronta: Acies
ordinata.
La veneración que muchos santos tienen por esto nombre
nos lo reflejan en sus recomendaciones, por ejemplo, S. Pedro Canisio nos dice:
“Si hay entre los mortales algún nombre tan hermoso, preclaro y lleno de gracia
que merece ser escrito, leído, alabado, pintado y esculpido, es el de María, ya
que es digno de estar siempre ante los ojos, en los oídos y en las mentes de
todos los hombres y de ser pronunciado privada y públicamente con inmensa
reverencia”.
San Estanislao de Kostka escribía el nombre de María
al margen de la página de los cuadernos con esta jaculatoria: “¡Oh María, sedme
propicia!”
San Germán, patriarca de Constantinopla nos invita a
que pronunciemos frecuentemente el nombre de María: “Como la respiración es
indicio cierto de vida para nuestro cuerpo, así tu nombre Santísimo, proferido
incesantemente por los labios de tus siervos, es, no sólo indicio seguro, sino
también causa de vida, de alegría y de auxilio”.
Se nos recomienda que pronunciemos el nombre de María
como jaculatoria, San Bernardino de Siena dice que “por esto nombre se purifica
el corazón, se ilumina la mente, se inflama el alma, se ablanda el pecho, se
endulza el gusto y el afecto se hermosea”.
La Iglesia nos invita a que pensemos, veneremos y apreciemos este nombre
por eso el 12 de septiembre se celebra el Santísimo nombre de María.
María: El poder de su nombre
por San Alfonso María de Ligorio
Ricardo de San Lorenzo dice “que no hay ayuda más
poderosa en ningún nombre, ni hay ningún otro nombre dado a los hombres,
después, del de Jesús, desde el cual se brinde tanta salvación a los hombres
como desde el nombre de María.” Continúa diciendo “que la invocación con
devoción de este dulce y sagrado nombre conduce a la adquisición de gracias
superabundantes en esta vida y un muy alto estado de gloria en la próxima.”
Luego del muy sagrado nombre de Jesús, el nombre de
María es tan rico en bondades, que no hay otra forma de que las almas devotas
reciban tanta gracia, esperanza y ternura en la tierra y en el cielo.
Por eso Ricardo de San Lorenzo “invita a los pecadores
a servirse de este gran nombre,” porque esto sólo bastará para curarlos de
todos los males y “no hay trastorno, por malo que sea, que no se someta
inmediatamente al poder del nombre de María.” El beato Raimundo Jordano dice
“que no importa lo endurecido y falto de confianza que pueda estar un corazón,
el nombre de esta Bendita Virgen tiene tanta eficacia que con tan sólo
pronunciarlo ese corazón de ablandará maravillosamente.”
Además se sabe muy bien y lo experimentan día a día
los seguidores de María, que su nombre poderoso tiene la fortaleza particular
que se necesita para superar las tentaciones contra la pureza.
En suma, “Tu nombre, Oh Madre de Dios, está lleno de
gratias y bendiciones divinas.” como dice San Metodio. Tanto es así que San
Buenaventura declara, “que tu nombre, Oh María, no puede pronunciarse sin traer
alguna gratia a aquel que lo hace con devoción... permítenos, Oh Señora, que a
menudo podamos acordamos de nombrarte con amor y confianza; ya que esta
práctica muestra la posesión de la gratia divina, o bien es una petición para
que la recobremos pronto.
Por otro lado, Tomas a Kempis afirma “que los demonios
temen a la Reina del cielo a tal punto que sólo con oír pronunciar su gran
nombre, huyen de la persona que lo dice como si se tratara del fuego ardiente.”
La misma Virgen Bendita reveló a Santa Brígida “que no hay pecador en la
tierra, por más apartado que pueda estar del amor de Dios, del cual el demonio
no esté inmediatamente obligado a huir, si se invoca su sagrado nombre con la
determinación de arrepentirse.” En otra ocasión repitió lo mismo al santo,
diciendo “que todos los demonios veneran y temen su nombre hasta tal punto que
al oírlo inmediatamente aflojan las garras con las cuales sujetan el alma
cautiva.” Nuestra Señor Bendita también le dijo a Santa Brígida “que del mismo
modo que los ángeles rebeldes huyen de los pecadores que invocan el nombre de
María, los ángeles buenos se aproximan a las almas justas que pronuncian su
nombre con devoción.”
Promesas
Las promesas de ayuda que hizo Jesucristo son un
verdadero consuelo para aquellos que tienen devoción por el nombre de María;
porque un día según lo oyó Santa Brígida. Prometió a Su santísma Madre que
concedería tres gracias especiales a quienes invocaran ese nombre sagrado con
confianza: primero, que El les concedería la contrición perfecta por sus pecados;
segundo, que sus pecados serian expiados y tercero, que El les daría la
fortaleza para alcanzar la perfección y a la larga, la gloria del paraíso. Y
luego nuestro Divino Salvador agregó “porque tus palabras, Oh Madre Mía, son
tan dulces y agradables para Mi, no puedo negarte lo que me pides.”
San Efrén llega a decir “que el nombre de María es la
llave de las puertas del cielo,” en las manos de aquellos que la invocan con
devoción. Y por eso no es casualidad que San Buenaventura diga “que María es la
salvación de todos los que recurren a ella.” “¡Oh Dulcísimo Nombre! Oh María,
quién serás Tú que tu nombre sólo es tan amable y lleno de gracia,” exclama el
beato Enrique Suso.
Déjanos por lo tanto, aprovechar siempre los hermosos consejos que nos da
San Bernardo en estas palabras: “En los peligros, en las perplejidades, en los
casos dudosos, piensa en María, recurre a María, no dejes que abandone tus
labios; no dejes que se aparte de tu corazón.”
Nombres de Jesús y María
Cuando haya peligro de perder la gracia divina,
debemos pensar en María invocar su nombre junto con el de Jesús; PORQUE ESOS
DOS NOMBRES SIEMPRE VAN JUNTOS. Oh, entonces nunca permitamos que esos dos
nombres tan dulces abandonen nuestro corazón o se alejen de nuestros labios,
porque nos darán la fortaleza, no sólo para no dejarnos vencer, sino también
para conquistar todas nuestras tentaciones.
“La invocación de los nombres sagrados de Jesús y María,” dice Tomas a Kempis,
“es una oración breve que es tan dulce para la mente como poderosa para
proteger a aquellos que la usan contra los enemigos de su salvación, así como
también es fácil de recordar.”
La hora de la muerte
Así vemos que el santísimo nombre de María es tan
dulce para sus seguidores durante la vida, debido a las abundantes gracias que
Ella les consigue. Pero será aún más dulce para ellos en la muerte debido al
final tranquilo y santo que les asegurará.
Permítenos entonces, devoto lector, que le roguemos a
Dios nos conceda que en la muerte, el nombre de María sea la última palabra en
nuestros labios. Esta fue la oración de San Germano; “Que el último movimiento
de mi lengua sea para pronunciar el nombre de la Madre de Dios;” qué dulce, qué
segura es aquella muerte que está acompañada y protegida por la pronunciación
de este nombre; ya que Dios sólo concede la gracia de invocarlo a aquellos a
quienes Él está por salvar.
El Padre Sertorio Caputo, de la compañía de Jesús,
exhortó a todos aquellos a punto de morir a que pronuncien el nombre de María
frecuentemente; porque este nombre de vida y esperanza, cuando se repite a la
hora de la muerte es suficiente para hacer huir a los demonios y para confortar
a dichas personas en su sufrimiento.
Bendito sea el hombre que ama Tu nombre, María,”
exclama San Buenaventura. “¡Sí, verdaderamente bendito es aquel que ama tu
dulce nombre, Oh Madre de Dios! Ya que” continúa diciendo, “tu nombre es tan
glorioso y admirable que nadie que lo recuerda tiene temor alguno a la hora de
la muerte.” Tal es su poder, que ninguno de aquellos que lo invocan a la hora
de la muerte temen los ataques de sus enemigos.
San Camilo de Lellis instó a los miembros de su
comunidad a recordarles a aquellos que están por morir que pronuncien a menudo
los santos nombres de Jesús y María. Según era su costumbre al asistir a
personas que estaban en su última hora.
Oh, que podamos terminar nuestras vidas como lo hizo
el Padre Capuchino, Fulgencio de Ascoli, quien expiró cantando, “¡Oh María, Oh
María, la más bella de las criaturas! Permítenos ir juntos.”
Permítenos concluir con la tierna oración de San
Buenaventura: “Te Pido a Ti, oh María, por la gloria de tu nombre, que vengas y
Te reúnas con mi alma cuando se vaya de este mundo y la lleves en tus brazos.”
Fuente:Foros de la Virgen
Fuente:Foros de la Virgen
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