El Catecismo de la Iglesia Católica (numerales 1030-1031)
señala que: “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero
imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación,
sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad
necesaria para entrar en la alegría del Cielo”.
“La
Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es
completamente distinta del castigo de los condenados”.
Asimismo,
San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia, enseñaba que: "si
Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en
el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo”.
“Para
que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en
el momento de su muerte, para eso ofrecemos Misas, oraciones y limosnas por su
eterno descanso".
NOVENA EN SUFRAGIO DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Se comienza el día 24 de octubre y se finaliza el 1 de noviembre. Pero esto no priva de hacerla siempre que la devoción lo pidiera.
PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
✞ Por la señal de la Santa Cruz,
✞ de nuestros enemigos,
✞ líbranos Señor Dios Nuestro.
✞ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ de nuestros enemigos,
✞ líbranos Señor Dios Nuestro.
✞ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Pésame, Dios mío, y me
arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que
merecí y por el cielo que perdí. Pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a
un Dios tan bueno y tan grande como vos. Antes querría haber muerto que haberos
ofendido. Y propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones
próximas de pecado. Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO
Padre celestial, Padre
amorosísimo, que para salvar las Almas quisiste que tu Hijo unigénito, tomando
carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más
pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la cruz por nuestro amor:
Compadécete, de las benditas almas del Purgatorio y líbralas de sus horrorosas
llamas. Compadécete también de la mía, y líbrala de la esclavitud del vicio. Y
si tu Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo te ofrezco
todas las obras buenas que haga en este Novenario. De ningún valor son, es
verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de tu Hijo divino, con los
dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han
existido en la tierra. Míranos, vivos y difuntos, con compasión, y haz que
celebremos un día tus misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.
MEDITACIÓN PROPIA DEL DÍA
(en este lugar se deberá hacer la meditación que corresponde a cada día,
del primero al noveno)
del primero al noveno)
ORACIÓN FINAL
Oh María, Madre de
misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando
nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus
deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde
gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San
José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del
purgatorio. Amén.
Dales, Señor el descanso
eterno
y brille para ellas la Luz
que no tiene fin.
Que descansen en paz.
Amén.
Que las almas de todos los
fieles difuntos,
por la misericordia de Dios
descansen en paz. Amén.
Sagrado Corazón de Jesús, en
Vos confío.
San José, ruega por nosotros.
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
PRIMER DÍA:
EXISTENCIA DEL PURGATORIO
PRIMER DÍA:
EXISTENCIA DEL PURGATORIO
Punto Primero: Es un artículo de fe
que las almas de los que mueren con alguna culpa venial, o sin haber satisfecho
plenamente a la Justicia divina por los pecados ya perdonados, están detenidas
en un lugar de expiación que llamamos Purgatorio. Así lo enseña la santa Madre
Iglesia, columna infalible de la verdad: así lo confirma la más antigua y
constante tradición de todos los siglos; así lo aseguran unánimemente los santos
Padres griegos y latinos, Tertuliano, San Cirilo, San Cipriano, San Juan
Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y tantos otros; así lo han definido los
sagrados Concilios de Roma, de Cartago, de Florencia, de Letrán y de Trento,
dirigidos por el Espíritu Santo. Y aunque la Iglesia no lo enseñase así ¿no lo
dice bastante la razón natural?
Supongamos que sale de este
mundo un alma con algún pecado venial; ¿qué hará Dios de ella? ¿La arrojará al
infierno, y siendo su hija y esposa amadísima la confundirá con los réprobos y
espíritus infernales? Eso repugna a la Justicia y Bondad divinas. ¿La
introducirá en el cielo? Eso se opone igualmente a la santidad y pureza infinita
del Creador; pues sólo aquel cuyas manos son inocentes, y cuyo corazón está
limpio, subirá al monte del Señor. Nada manchado puede entrar en aquel reino
purísimo. ¿Qué hará, pues, Dios de aquella alma? Ya nos lo dice por Malaquías:
La pondré como en un crisol, esto es, en un lugar de penas y tormentos,
de donde no saldrá hasta que haya plenamente satisfecho a la Justicia divina.
¿Crees tú esto, cristiano?
Creas o no creas, te burles o no te burles de ello, la cosa es, y será así.
Negar el Purgatorio, sólo poner en duda deliberadamente su existencia, es ya
pecado grave. ¿Crees tú esta verdad, y con esa indiferencia miras tan horribles
penas? ¿Crees en el Purgatorio, y con tus culpas sigues amontonando leña para
arder en el más terrible fuego?
Medita un poco sobre lo
dicho.
Punto Segundo: Es también un
artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas almas afligidísimas. Sí;
en virtud de la Comunión de los Santos, hay plena comunicación de bienes
espirituales entre los Bienaventurados que triunfan en el cielo, los cristianos
que militamos en la tierra, y las almas que sufren en el Purgatorio. En virtud
de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad, y mérito nuestro,
bajar al Purgatorio con nuestros sufragios, y a imitación de Jesucristo, después
de su muerte, librar a aquellas almas, y alegrar al cielo con un nuevo grado de
gloria accidental, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella patria
felicísima.
!Oh admirable disposición de
la Sabiduría divina! ¡Oh, que dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios
obligado a castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que
intercedan por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la
ternura de Misericordia infinita. Y nosotros somos estos dichosos medianeros y
corredentores; de nosotros depende la suerte de aquellas pobres almas.
Haz, pues, cristiano, con
fervor este santo novenario. No faltes a él ningún día; ¿quién sabe si abrirás
el cielo a alguno de tus parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan duro e
insensible que le niegues este pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer ese gran
favor a tan poca costa?
Medita un
poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por
la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
novena.
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
SEGUNDO DÍA:
SEGUNDO DÍA:
SOBRE LA PENA DE SENTIDO EN GENERAL
Punto Primero: Ven, mortal; tú, que
vives como si después de esta vida no te quedase nada que temer, ni que esperar:
ven; penetra con el espíritu en aquellos horrendos calabozos donde la Justicia
divina acrisola las almas de los que mueren con algún pecado venial; mira si,
fuera del infierno, pueden darse penas mayores, ni aun semejantes a las que allí
se padecen.
Considera todos los dolores
que han sufrido los enfermos en todos los hospitales y lugares del mundo;
¿igualarían todos ellos a los dolores que padece un alma en el Purgatorio? No,
dice San Agustín; pues éstos exceden a todo cuanto se puede sentir, ver o
imaginar en este mundo.
Añadamos a todos estos males
los suplicios y tormentos que la crueldad de los Nerones, Dioclecianos, Decios y
demás perseguidores de la Iglesia inventó contra los cristianos, ¿igualarían al
Purgatorio? Tampoco, dice San Anselmo, pues la menor pena de aquel lugar de
expiación es más terrible que el mayor tormento que se pueda imaginar en este
mundo.
Entonces, ¿qué penas serán
aquéllas? Son tales, dice San Cirilo de Jerusalén, que cualquiera de aquellas
almas querría más ser atormentada hasta el día del juicio con cuantos dolores y
penas han padecido los hombres desde Adán hasta la hora presente, que no estar
un solo día en el Purgatorio sufriendo lo que allí se padece. Pues todos los
tormentos y penas que se han sufrido en este mundo, comparados con los que sufre
un alma en el Purgatorio, pueden tenerse por consuelo y alivio.
Medita un poco sobre lo
dicho.
Punto Segundo: ¿Y quiénes son esas Almas tan horriblemente atormentadas en el Purgatorio?
Este es un tema profundo para hacernos reflexionar. Son obra maestra de la mano
del Omnipotente, y vivas imágenes de su divinidad; son amigas, hijas y esposas
del Señor; ¡y no obstante, son severamente purificadas! Dios las amó desde toda
la eternidad, las redimió con la sangre de sus venas, ahora las ama con un amor
infinito, como que están en su gracia y amistad divina: ¡y no obstante sufren
penas imponderables!
El Purgatorio. ¡Qué
claramente nos manifiesta la justicia y santidad de Dios! ¡Cuánto horror debe
inspirarnos al pecado! Porque si con tanto rigor trata Dios a sus almas amadas
por faltas ligeras, ¿cómo seremos tratados nosotros, pecadores; nosotros, que
vivimos tantas veces abandonados al arbitrio de las pasiones?
Si con el árbol verde hacen
esto, con el seco ¿qué harán?
Si el hijo y heredero del cielo es castigado por faltas que a muchos parecen
virtudes, ¿cómo seremos castigado nosotros, pecadores y enemigos de Dios, por
nuestros vicios y pecados tan horrendos y abominables? Pensémoslo bien, y
enmendemos nuestras vidas.
Medita un poco lo dicho;
encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
TERCER DÍA:
SOBRE EL FUEGO DEL PURGATORIO
Punto Primero: Considera, amado cristiano, el tormento que causa a las almas el fuego
abrasador del Purgatorio. Si el fuego de este mundo, creado para servicio del
hombre, y efecto de la bondad divina, es ya el más terrible de todos los
elementos; si es ya tal su virtud, que consume bosques, abrasa edificios,
calcina mármoles durísimos, hace saltar piedras y murallas, derrite metales y
ocasiona terribles estragos, ¿qué será el fuego del Purgatorio, encendido por un
Dios santísimo y justísimo, para con él demostrar el odio infinito que tiene al
pecado?
Es tal, dice San Agustín, que
el fuego de este mundo, comparado con él, no es más que pintado.
Ahora bien; si tener el dedo en la llama de una vela sería
para nosotros insoportable dolor, ¿qué tormento será para aquellas almas
sepultadas en un fuego que es, dicen Santo Tomás y San Gregorio, igual en todo,
menos en la duración, al del infierno?
Sí; escuchémoslo bien, almas
tibias, y estremezcámonos: Con el mismo fuego se purifica el elegido y arde
el condenado; con la única diferencia, que aquél saldrá cuando haya
satisfecho por sus culpas, y éste arderá allí eternamente. ¿Y continuamos
nosotros en nuestra tibieza?
Medita un poco sobre lo
dicho.
Punto Segundo: Consideremos cuáles son las faltas por las que Dios, infinitamente bueno y
misericordioso, castiga a sus amadísimas Esposas con tanto rigor, y veremos que
son faltas leves, y a veces un solo pecado venial. Qué mal tan grave debe ser
éste delante de Dios, cuando es tan severamente castigado en el Purgatorio!
En efecto; el pecado venial
es leve, si se lo compara con el mortal, pero en sí es un mal mayor que la ruina
de todos los imperios y que la destrucción del universo: es un mal tan
espantoso, que excede en malicia a todas las desgracias y calamidades del mundo:
es un mal tan grande, que si cometiéndolo pudiésemos convertir a todos los
pecadores, sacar a todos los condenados del infierno, librar a todas las almas
del Purgatorio, aun entonces no deberíamos cometerlo, pues todos estos bienes no
igualarían la malicia del pecado más leve: porque aquellos son males de la
criatura, y éste es un mal y una ofensa hecha al mismo Creador. ¿Podemos oír
esto sin horrorizarnos y sin cambiar de conducta?
Pero ¿qué es nuestra vida,
sino una serie ininterrumpida de pecados? ¡Pecados cometidos con los ojos, con
los oídos, con la lengua, con las manos, con todos los sentidos! !Cuántas culpas
por la ignorancia crasa y olvido voluntario de nuestras obligaciones! ¡Cuántas
indiscreciones por la distracción de nuestro espíritu; por la violencia de
nuestro genio; por la temeridad de nuestros juicios; por la malicia de nuestras
sospechas! ¡Cuántas faltas por no querer mortificarnos, ni sujetarnos a otro,
por nuestra ligereza en el hablar!
Lloremos, nuestra ceguera; y
a la claridad del fuego espantoso del Purgatorio, comprendamos por último qué
gran mal es cometer un pecado venial.
Si, es un mal tan grande; ¡y
nosotros, lejos de llorarlo, lo cometemos sin escrúpulo a manera de juego,
pasatiempo y diversión!
Medita un poco lo dicho;
encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
CUARTO DÍA:
SOBRE LA PENA DE DAÑO
Punto Primero: Por horrorosos que sean los
tormentos que padecen las Animas en el Purgatorio, por espantosas que sean las
llamas en que se abrasan, no igualarán jamás la pena vivísima que sienten al
verse privadas de la vista clara de Dios.
En efecto; aquéllas
constituyen la pena de sentido; ésta, la de daño; aquéllas son limitadas; ésta,
infinita; aquéllas privan a las Almas de un bien accidental, cual es el deleite;
por ésta, carecen de un bien esencial a la bienaventuranza, en el cual consiste
la felicidad del hombre, y es la posesión beatífica de Dios.
Ahora no comprenderemos esta
pena; pero ella es atroz, incomprensible, infinita.
¡Pobres Animas! Ustedes
conocen a Dios, no con un conocimiento oscuro, como nosotros, sino con una luz
clara y perfectísima; ven que es el centro de vuestra felicidad, que contiene
todas las perfecciones posibles, y en grado infinito; saben que si cayera en el
infierno una sola gota de aquel océano infinito de delicias que en sí encierra,
bastaría para extinguir aquellas llamas y hacer del infierno el paraíso más
delicioso.
Comprenden todo esto
perfectísimamente, y así se lanzan ustedes hacia aquel Bien infinito con más
fuerza que una enorme piedra separada de la montaña se precipita a lo profundo
del valle; ¡y no obstante, no lo pueden abrazar ni poseer? ¡Qué pena! ¡Qué gran
tormento!
Medita un poco sobre lo
dicho.
Punto Segundo: Si tan horrible pena sienten las Animas, viéndose privadas del hermosísimo
rostro de Dios, ¿cuál debería ser nuestro desconsuelo como pecadores, si vivimos
privados de su gracia y amistad?
Las almas benditas del
Purgatorio no poseen aún a Dios, es verdad; pero están seguras de poseerlo un
día, porque son amigas, hijas y esposas suyas muy queridas. Pero hay mucho que
saben que viviendo como viven, no poseerán jamás a Dios. Saben que, desde el
momento que se rebelaron contra El perdieron su gracia, y con ella la rica
herencia de la gloria. ¿Cómo dicen: Padre nuestro, que estás en los cielos?
¡Cuántos se engañan! Dios ya
no es su padre, ni su señor ni su rey. Ojalá no nos encontremos nosotros en tal
situación.
Y si así fuera, deberíamos
hacer una buena confesión para recuperar la amistad divina, y poder estar en
paz, sabiendo que el Señor será nuestro deleite para siempre.
Medita un poco lo dicho;
encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
QUINTO DÍA:
REMORDIMIENTO DE UN ÁNIMA EN EL PURGATORIO
Imaginemos hoy una persona
que haya llevado en este mundo una vida semejante a la nuestra: que haya vivido
tibia, inmortificada, distraída en los ejercicios de piedad como nosotros, sin
tener horror más que al pecado mortal y al infierno, en el mejor de los casos.
Supongamos, no obstante, que haya tenido la dicha de hacer una buena confesión,
morir en gracia e ir al Purgatorio. ¿Qué pensará en medio de aquellas penas y
tormentos? Seguramente dos pensamientos la afligirán enormemente.
Primer Pensamiento: Pude
librarme de estas penas, y no quise.
¡Yo mismo he encendido estas llamas! ¡Yo soy la causa de estas penas! Dios no
hace más que ejecutar la sentencia que yo en el mundo pronuncié contra mí mismo.
¡Cuántos medios me
proporcionó Dios para evitarme esto! Caricias, amenazas, beneficios, todo lo
había agotado; gracias singularísimas de inspiraciones, buenos ejemplos, libros
piadosos, padres vigilantes, confesores celosos, maestros y predicadores
fervorosos, remordimientos continuos, todo lo había empleado.
Pero, ¡qué locura tan grande
la mía! ¡Por no privarme de un frívolo pasatiempo, por ir a bailes, por
divertirme o jugar con tal compañía, por no abstenerme de una mirada, de un vil
gusto, de una vana complacencia, por hablar de los defectos del prójimo, me
sujeté voluntariamente a tantas penas y tormentos! Me lo decían todos los años,
me lo predicaban y repetían: ¡pero yo no hacía caso!...
¡Dichoso San Pablo, primer
ermitaño; dichosas Gertrudis, Escolástica, y tantos otros Santos que, habiendo
satisfecho a la Justicia divina en el mundo, subieron al cielo sin pasar por el
Purgatorio! ¡Yo podía hacer lo que ellos hicieron, pero no quise! ¡Locuras
mundanas, conversaciones frívolas, pasatiempos, vanidad, qué caro me cuestan
ahora! Podría fácilmente haber evitado todo eso y no lo hice. Y sólo porque no
quise.
Medita un poco sobre lo
dicho.
El Segundo Pensamiento:
que aflige al alma tibia que vivió como nosotros vivimos, es este: Yo querría
librarme ahora del Purgatorio, y no puedo. ¡Si pudiera yo ahora volver al
mundo!, dirá cada una de aquellas Almas, ¡con qué gusto me sepultaría en los
desiertos con los Hilariones y Arsenios! Haría penitencias más espantosas que
las de un Ignacio en la cueva de Manresa, que las de un Simeón Estilita y de un
San Pedro de Alcántara; pasaría noches enteras en oración, como los Antonios,
Basilios y Jerónimos; me arrojaría en estanques helados y me revolcaría entre
espinas, como los Benitos y los Franciscos; etc.
Pero, en realidad no era
necesario nada de esto; con mucho menos podrían haber evitado esas llamas. Sin
hacer más que lo que debían hacer cada día, pero haciéndolo con perfección,
evitaban todo esto. Sí; los mismos Sacramentos, pero recibidos con mejores
disposiciones; las mismas misas, pero oídas con más recogimiento y atención; las
mismas devociones, pero practicadas con más fervor; las mismas mortificaciones,
ayunos y obras de misericordia, pero hechas con menos ostentación, únicamente
por agradar á Dios, no sólo les hubieran librado de todas esas penas, sino
también asegurado a ellas y a muchas otras almas la posesión del reino de los
cielos.
Pero ahora sus deseos son
inútiles: ya no es tiempo de merecer: ha llegado para ellas aquella noche
intimada por San Juan, en la que nadie puede hacer obra alguna meritoria: ahora
es necesario padecer, y sufrir penas inexplicables, y sufrirlas sin mérito
alguno. ¡Y yo lo he querido! ¡Pude fácilmente evitar estos tormentos, y no
quise! ¡Quisiera poder evitarlos ahora, y no puedo!
¡Dichosos nosotros que oímos
esto! Tenemos tiempo todavía: aún no llegó para nosotros aquella noche
tenebrosa. ¿Y seguiremos perdiendo el tiempo, y los días tan preciosos? ¿No
tomaremos la seria resolución de confesarnos bien y de enmendar nuestra vida?
Medita un poco lo dicho;
encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
SEXTO DÍA:
PACIENCIA Y RESIGNACIÓN DE
LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO
Punto Primero: Es Verdad que las almas del
Purgatorio padecen imponderables penas, y sin mérito: pero las padecen con una
paciencia y resignación admirables. Conocen a Dios con luz perfectísima, lo aman
con amor purísimo, y desean ardentísimamente poseerlo: pero al ver sus faltas,
bendicen y adoran la mano justa y amorosa que las castiga.
¡Y con cuánta más resignación
que los hermanos de José, exclaman: Merito haec patimur! Con mucha razón
padecemos, Señor; pues cuando pecamos no temimos tu poder y tu justicia,
frustramos los designios de tu amor y de tu sabiduría, despreciamos tu majestad
y tu grandeza, y ofendimos tus perfecciones infinitas. Justo es que padezcamos.
Hombres sin conocimiento de
la verdadera religión fueron agradecidos a sus bienhechores; Faraón hizo a José
virrey de Egipto porque le interpretó un sueño misterioso. Asuero elevó a
Mardoqueo a los primeros empleos de Persia porque le descubrió una conspiración;
hasta los osos y los leones y otras fieras salvajes agradecidas defendieron a
sus bienhechores; y nosotros, creados a tu imagen, redimidas con tu Sangre,
honradas y exaltadas con tantos dones de la gracia, ingratos te abandonamos en
vida. Sí; purifícanos en este fuego; ¡por ásperas que sean nuestras penas,
bendeciremos y ensalzaremos tu justicia y misericordia infinitas. “Justo
eres, Señor, y son rectos todos tus juicios”.
Todavía más: es tanta la fealdad
del pecado, por leve que sea, que si Dios abriera a esas almas las puertas del
cielo, no se atreverían a entrar en él, manchadas como están; sino que
suplicarían al Señor las dejara purificarse primero en aquellas llamas. Igual
que una joven escogida por esposa de un gran monarca si el día de las bodas
apareciese una llaga horrible en su rostro, no se atrevería a presentarse en la
Corte, y suplicaría al Rey que difiriese las bodas hasta que estuviera
perfectamente curada.
¿Oh pecado, por leve que
parezcas, qué tan grave mal eres que las mismas almas preferirían los horrores
del Purgatorio antes que entrar en el cielo con la menor sombra de tu mancha!
Medita un poco sobre lo
dicho.
Punto Segundo: Miremos ahora en nosotros si puede darse incoherencia mayor que la nuestra...
Nos reconocemos merecedores de horribles penas por parte de la Justicia divina,
debido a los enormes pecados que cometimos en la vida pasada, y debido a las
innumerables faltas en que al presente caemos todos los días; reconocemos,
además, que no basta confesarse, ya que la absolución borra sí la culpa, pero no
quita toda la pena, y por esto sabemos que es preciso satisfacer a la Justicia
divina o en éste, o en el otro mundo; y sin embargo, jamás nos preocupamos por
hacer penitencia.
Ahora podríamos expiar
nuestras culpas fácilmente, y con gran mérito nuestro: una confesión bien hecha,
una misa bien oída, un trabajo sufrido con paciencia, una ligera mortificación,
una limosna, una indulgencia, un Vía Crucis hecho con devoción, podría
evitarnos espantosos suplicios: y nosotros todo lo descuidamos, todo lo dejamos
para la otra vida.
¿Acaso Hemos olvidado lo
horribles que son y cuánto tiempo duran aquellos tormentos? ¿No sabemos que,
según afirman ciertos autores, fundados en revelaciones muy respetables, varias
de aquellas almas han estado siglos enteros en el Purgatorio, y otras estarán
allí hasta el día del juicio final?
¡Qué gran insensatez la
nuestra! Las Almas, dice San Cirilo de Jerusalén, querrían mejor sufrir hasta el
fin del mundo todos los tormentos de esta vida, que pasar una sola hora en el
Purgatorio; y nosotros queremos más arder siglos enteros en el Purgatorio, que
mortificarnos en esta vida un solo momento. ¡Qué gran absurdo!
Medita un poco lo dicho;
encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
SÉPTIMO DÍA:
DESCUIDO DE LOS MORTALES EN ALIVIAR A
LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Punto Primero: ¡Pobres almas! ¡Están padeciendo tormentos y penas inexplicables: no pueden
merecer, ni esperar alivio sino de los vivos; y éstos, nosotros, ingratos, no
cuidamos de ellas! Tienen ellas en el mundo tantos hermanos, parientes y amigos,
y no hallan, como José, un Rubén piadoso que las saque de aquella profunda
cisterna. Sus tinieblas son más dolorosas que la ceguedad de Tobías, y no
encuentran un Rafael que les dé la vista deseada, para contemplar el rostro
hermosísimo de Dios. Se abrasan en más ardiente sed que el criado de Abraham, y
no hallan una solícita Rebeca que se la alivie. Son infinitamente más
desgraciadas que el caminante de Jericó y el paralítico del Evangelio. Pero no
encuentran un samaritano u otra persona compasiva que las consuele.
¡Pobres almas! ¡Qué gran
tormento es para ustedes este olvido de los mortales! ¡Podrían tan fácilmente
aliviarlas y libertarlas del Purgatorio; bastaría una misa, una Comunión y un
Vía Crucis, una indulgencia que aplicasen; y nadie se preocupa de ofrecerlas
por ustedes!
¿Y quiénes son esos ingratos?
¡Son sus mismos parientes y amigos, sus mismos hijos!. Ellos se alimentan y
recrean con los bienes o posibilidades que ustedes les dejaron, y ahora, como
desconocidos, no se acuerdan ya de ustedes.
¡Pobres almas! Con mucha más razón
que David pueden ustedes decir: si alguien que no hubiese nunca recibido ningún
favor de mi parte, si un enemigo me tratara así por doloroso que me fuera,
podría soportarlo con paciencia: ¡pero tú, hijo mío, hermano, pariente, amigo,
que me debes tantos beneficios; tú, hijo mío, por quien pasé tantos dolores y
noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que tantas pruebas recibiste de mi
amor, siendo objeto de mis desvelos y blanco de mis incesantes favores: que tú
me trates así; que, descuidando los sufragios que tanto te encargué me dejes en
este fuego, sin querer socorrerme! ¡Ésta sí que es una ingratitud y crueldad
superior a todo lo que podemos pensar!
Medita un poco sobre lo
dicho.
Punto Segundo: ¡Pobres almas! Pero
más pobres e infelices seremos nosotros, si no las socorremos. Acuérdate, nos
gritan los difuntos a nosotros, de cómo he sido yo juzgado: porque así mismo lo
serás tú: A mí ayer; a ti hoy. Tú también serás del número de los
difuntos, y tal vez muy pronto. Y por rico y poderoso que seas, ¿qué sacarás de
este mundo? Lo que nosotros sacamos, y nada más: las obras. Si son buenas, ¡qué
consuelo! Si malas, ¡qué desesperación! Como tú hayas hecho con nosotros, harán
contigo.
¿Lo oyes? Si ahora eres duro
e insensible con las benditas Almas del Purgatorio, duros e insensibles serán
contigo los mortales, cuando tú hayas dejado de existir. Y no es éste el parecer
de un sabio; es el oráculo de la Sabiduría infinita, que nos dice en San Mateo:
Con la misma medida con que midiereis, seréis medidos. Sí; del mismo modo
que nos hubiésemos portado con las almas de nuestros prójimos, se portarán los
mortales también con nosotros. ¡Ay de aquel que no hubiese practicado
misericordia, porque le espera, dice el apóstol Santiago, un juicio sin
misericordia. ¿Y no tiemblas tú, insensible para con los difuntos? Si lleno
de indignación, el Juez supremo arroja al infierno al que niega la limosna a un
pobre, que tal vez era enemigo de Dios por el pecado, ¿con cuánta justicia y
rigor condenará al que niegue a sus amadísimas esposas los sufragios de los
bienes que les pertenecían?
Medita un poco lo dicho;
encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
OCTAVO DÍA:
CÓMO RECOMPENSARÁ EL SEÑOR A
LOS DEVOTOS DE LAS BENDITAS ÁNIMAS
Punto Primero: Supongamos que,
movidos por estas meditaciones, hacemos una sincera y completa confesión, y
ganando la indulgencia plenaria de este santo novenario, sacamos un alma del
Purgatorio.
¡Qué grande será nuestra
dicha! Si perseveramos, ¡qué gran retribución recibiremos en el cielo! Si los
reyes de la tierra, siendo miserables mortales, recompensan con tanta
generosidad al que libra a uno de sus súbditos de un gran peligro, o expone su
vida sirviendo generosamente a los apestados, ¿cómo será el premio que dará el
Señor al que libre a una o más almas de las llamas del Purgatorio?
Hagamos esta comparación:
Padres y madres, si un hijo de ustedes cayese en un río o en un fuego, y alguien
lo rescatara y se los devolviese vivo, ¿cómo lo agradecerían? Si ustedes fueran
ricos y potentados, y esa persona fuera pobre, ¿cómo lo premiarían?
Ahora bien: ¿qué comparación
puede haber entre el cariño del padre más amoroso con el amor que Dios profesa a
aquellas almas, que son sus hijas amadas? ¿Qué son todos los peligros y males de
este mundo, comparados con las penas del Purgatorio? ¿Y qué comparación puede
haber entre el poder y la generosidad de un miserable mortal y el poder y la
generosidad infinitos de Dios, que promete un inmenso premio de gloria por la
visita hecha a un preso, a un enfermo, o por un vaso de agua dado a un pobre por
su amor?
¡Cristianos! No dudemos decir
que se ve como asegurada nuestra salvación, si logramos sacar una sola alma del
Purgatorio. Sabiendo esto, ¿no haremos lo posible para lograrlo?
Medita un poco sobre lo
dicho.
Punto Segundo: No pensemos que estas sean sólo unas reflexiones piadosas; es una promesa
formal de Jesucristo, Verdad Eterna, que no puede faltar a su palabra. ¿No nos
dice en el sagrado Evangelio: Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia? Fundado en estas palabras infalibles, dice
San Gregorio: "Yo no sé que se haya condenado ninguno que haya usado de
misericordia con el prójimo".
Dios quiere mucho a las
almas; todo cuanto se hace por ellas, lo mira, agradece y premia como si a El
mismo se le hiciera; En verdad os digo que todo cuanto habéis hecho con uno
de esos pequeños hermanos míos, lo habéis hecho conmigo. Qué dichosos somos
los cristianos; si socorremos a las pobres Ánimas del Purgatorio, un día nos
dirá nuestro generosísimo Juez: “venid, benditos de mi Padre. Aquellas pobres
almas tenían hambre, y vosotros comulgando las habéis alimentado con el pan de
vida de mi sacratísimo Cuerpo; morían de sed, y asistiendo o haciendo celebrar
misas, les habéis dado a beber mi Sangre preciosísima; estaban desnudas, y con
vuestras oraciones y sufragios las habéis vestido con una estola de
inmortalidad; gemían en la más triste prisión, y con vuestros méritos e
indulgencias las habéis sacado de ella”.
"Y no es precisamente a las
Ánimas a quienes habéis hecho estos favores; a Mí me los habéis hecho:
Conmigo lo hicisteis: pues todo cuanto hicisteis por ellas, Yo lo miro por
tan propio como si lo hubieseis hecho por Mí mismo. Por tanto, venid, benditos
de mi Padre, a recibir la corona de gloria que os está preparada en el cielo".
¿No quisiéramos, cristianos,
lograr semejante dicha? Está en nuestras manos.
Medita un poco lo dicho;
encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
NOVENO DÍA:
AGRADECIMIENTO DE LAS BENDITAS ÁNIMAS
PARA CON SUS DEVOTOS
Punto Primero: Llegamos hoy al día feliz; hoy, con las Comuniones y sufragios que los fieles
han ofrecido al Señor, no sólo en ésta, sino en tantas otras iglesias, muchas de
aquellas almas, ayer tan afligidas y desgraciadas, han pasado a ser dichosos
habitantes y príncipes felices de la Corte celestial. Ya ven cara a cara la
Hermosura y Majestad infinita; ya poseen a Dios, que contiene en sí cuanto hay
de amable, de grande, delicioso y perfecto. Su entendimiento ya no puede
experimentar ni más alegría, ni más suavidad, ni más dicha.
Si pudiésemos entrar hoy en
aquella dichosa patria y contemplar el paso de aquellos Bienaventurados! ¡Qué
alegría, qué abrazos se dan tan afectuosos! ¡Qué cánticos entonan en acción de
gracias al Dios de las misericordias y a los generosos cristianos que las han
sacado del Purgatorio! ¡Cómo dan por bien empleadas las penas que en este mundo
padecieron!
¡Con qué alegría está
diciendo cada una de ellas: Dichosas confesiones y comuniones; dichosas las
misas que oía, las limosnas, oraciones, penitencias y obras buenas que yo
practicaba; dichosas las burlas y escarnios que yo sufría por ser practicante!
!Y con qué generosidad pagas, Señor, hasta los sacrificios más pequeños e
insignificantes que hice por tu amor!
¿No quisiéramos nosotros
tener nosotros la misma suerte?
Entonces luchemos contra las
pasiones; que sin luchar no se alcanza la victoria; sin pena, no hay felicidad.
Medita un poco sobre lo
dicho.
Punto Segundo: !Y qué dicha,
cristiano, la tuya, si has logrado librar del Purgatorio a alguna de aquellas
almas! El cielo debe a tus sufragios el nuevo regocijo y la nueva gloria
accidental que ahora experimenta. Y aquellas almas dichosas te deben la
libertad, y con ella la posesión de una felicidad infinita. ¿Cómo no suplicarán
fervorosamente a Dios por ti? ¿Cómo no van a socorrerte en cualquier necesidad
que te encuentres? ¿Qué empeño pondrán en conseguirte las gracias necesarias
para vencer las tentaciones, adquirir las virtudes y triunfar de los vicios?
Y si alguna vez te vieres en
peligro de pecar y de caer en el infierno, ¡con cuánto celo esas almas dirán al
Señor: ¿Vas a permitir, oh Dios, que se pierda eternamente un cristiano que me
ha librado a mí de tan horribles penas? ¿No prometiste que alcanzarían
misericordia los que la tuvieran con el prójimo? ¿Consentirías ahora que cayese
en el infierno aquel que con sufragios me abrió las puertas del cielo?
¡Dichoso cristiano, cuántos
envidian tu dicha! Persevera, y tienes segura la palma de la gloria.
Medita un poco lo dicho;
encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria
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