"Cuando uno ama, todo habla de amor, hasta nuestros trabajos que requieren
nuestra total atención pueden ser un testimonio de nuestro amor."
(Santa
Margarita de Alacoque)
Santa Margarita María
nació el 25 de julio de 1647, en Janots, Borgoña. Fue la quinta de 7 hijos de
un notario acomodado.
A los cuatro años Margarita hizo una
promesa al Señor. Sintiéndose inspirada rezó: "O Dios Mío, os
consagro mi pureza y hago voto de perpetua castidad." Aunque
ella misma confesó más tarde que no entendía lo que significaba las palabras
"voto" o "castidad".
Cuando tenía 8 años, murió su padre.
Ingresaron a la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles. Desde
el primer momento, se sintió atraída por la vida de las religiosas en quienes
la piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que le permitieron hacer la
Primera Comunión a los 9 años, lo cual no se acostumbraba en aquella época. Dos
años después, Margarita contrajo una dolorosa enfermedad reumática que la
obligó a guardar cama hasta los 15 años. Por este motivo tuvo que regresar a su
casa.
Hija de la Virgen
María
Ya de regreso, Margarita, que estaba muy
enferma, y sin tener un remedio seguro, buscó alivio en la Virgen Santísima. Le
hizo una promesa de que si Ella le devolvía la salud se haría una de sus hijas.
Apenas hizo la promesa, recobró la salud. Dice Sta. Margarita: "Recibí la
salud, y una nueva protección de esta Señora la cual se declaró dueña de mi
Corazón, que mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a Ella, me
reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la voluntad de Dios".
Además de la salud, esta promesa logró en
Margarita un profundo sentido de unión con la Virgen, quién, desde ese momento,
empezó a dirigir toda su vida. Pero no sin dificultades. "Apenas comencé a
gozar de plena salud", recordará más tarde Margarita, " me fui tras
la vanidad y afecto de las criaturas, halagándome que la condescendiente
ternura que por mi sentían mi madre y mis hermanos me dejara en libertad para
algunas ligeras diversiones y para consagrar a ellas todo el tiempo que
deseara...".
La Virgen la reprende severamente cuando la
veía dispuesta a sucumbir en la terrible lucha que sostenía en su interior.
Estando en una ocasión rezando el rosario sentada, se le presentó la Virgen
ante ella y le dijo "Hija mía, me admiro de que me sirvas con tanta
negligencia." Y causaron tal impresión estas palabras en la vida de
Margarita, que le sirvieron de aviso para toda su vida.
Pero la Virgen es también ternura y
consuelo. Un día le dijo a Margarita: "Nada temas; tú serás mi verdadera
hija, y yo seré siempre tu buena Madre.
Santa Margarita María hizo voto a la Virgen
de ayunar todos los sábados y de rezar el oficio de su Inmaculada Concepción.
Viendo su deseo de radical entrega, La Stma. Virgen le ayuda a alcanzar su
meta.
El Santísimo
Sacramento
Las cosas en la casa
de Margarita no iban muy bien. Desde la muerte de su padre, se había instalado
en su casa dos parientes y una de las hermanas de su papá, quienes habían
relegado a segundo término a la mamá de Margarita y habían tomado en sus manos
el gobierno de la casa. Y así no tenían autoridad alguna, ni Margarita ni su
mamá en la casa. Era una guerra continua ya que todo estaba bajo llave, de tal
modo, que ellas no podían hacer nada sin el permiso de sus parientes.
Margarita entonces empezó a dirigir todos
sus afectos, su dicha y su consolación en el Santísimo Sacramento del altar.
Pero ni siquiera esto le fue posible libremente, ya que la Iglesia de su pueblo
quedaba a gran distancia y Margarita no podía salir de la casa sin el permiso
de sus familiares. En repetidas ocasiones un familiar le daba permiso y
otro se lo negaba.
Pero si Margarita sufría por su situación,
era más todavía el sufrimiento que le causaba al ver la condición de su madre.
Ella, enferma con una erisipela en su cabeza que le producía una hinchazón e
inflamación muy peligrosas, se veía continuamente cerca de la muerte. Y por
cuanto más rogaba Margarita a sus parientes para que ayudasen a su mamá, ellos,
sin mucho interés, buscaron tan solo un cirujano que la vio una sola vez. Este
después de hacerla sangrar por un rato, les dijo a todos que solo un milagro
podría salvar a la mamá de Margarita.
Viendo el descuido hacia su madre en
medio de su estado crítico, Margarita, en su angustia, acudió al mismo Señor. Y
en oración le pidió que El mismo fuese el remedio para su pobre madre y que le
enseñase a ella, qué tenía que hacer.
Pronto se haría imperiosa la necesidad de
esa fortaleza especial que pedía. En cuanto regresó a la casa, encontró que
estaba reventada la mejilla de su mamá con una llaga casi tan ancha como la
palma de una mano, y de ella salía un hedor insoportable. Venciendo su natural
repugnancia a las heridas, Margarita curaba todos los días la llaga de su mamá,
teniendo varias veces que cortar mucha de su carne podrida. Durante todo el
tiempo de la enfermedad, Margarita apenas dormía y comía muy escasamente. Pero
no dejaba de dirigirse al Señor y le decía con frecuencia, "Mi Soberano
Maestro, si Vos no lo quisieras, no sucedería esto, pero os doy gracias de
haberlo permitido para hacerme semejante a Vos".
Y así iba creciendo en Margarita un gran
amor a la oración y al Santísimo Sacramento. Ella se lamentaba, pues sentía que
no sabía cómo orar, y fue el mismo Señor quien le enseñaba. El la movía a
arrodillarse ante El y pedirle perdón por todas sus ofensas y después de
adorarlo, era el mismo Señor quien se le presentaba en El misterio que El
quería que ella meditase. Y consumido en El, crecía en ella el deseo de solo
amarlo cada vez más.
Cuando su madre y sus parientes empezaron a
hablarle de matrimonio, la joven Margarita no podía sino sentir temor, pues no
quería en nada ir en contra de aquel voto de entrega exclusiva a Dios que una
vez había pronunciado. Pero era grande la presión ya que no le faltaban
pretendientes que querían empujarle a perder su castidad. Por otro lado, su
madre le insistía. Llorando ella le decía a Margarita que no tenía más
esperanzas para salir de la miseria en que se hallaban más que en el matrimonio
de Margarita, teniendo el consuelo de poder retirarse con ella tan pronto como
estuviera colocada en el mundo. Todo esto fue muy duro para Margarita, quien
sufría horriblemente. El demonio la tentaba continuamente, diciéndole que si
ella se hacía religiosa, esta pena mataría a su mamá. Mas por otra parte la llamada
de Margarita a ser religiosa y el horror a la impureza no cesaban de
influenciarle y tenía, por gracia de Dios, continuamente delante de sus ojos,
su voto, al que sentía que si llegase a faltar, sería castigada con horribles
tormentos.
Pero, la ternura hacia su madre comenzó a
sobreponerse con la idea de que, siendo aún niña cuando hizo el voto, y no
comprendiendo lo que era, bien podría obtener dispensas. Comenzó pues Margarita
a mirar al mundo y a arreglarse para ser del agrado de los que la buscaban.
Procuraba divertirse lo más que podía. Pero durante todo el tiempo en que
estaba en estos juegos y pasatiempos, continuamente el Señor la llamaba a su
Corazón. Cuando por fin ella se apartaba un poco para recogerse, el Señor le
hacía severas reprensiones ante las cuales sufría horriblemente. Dice Sta.
Margarita: "Me lanzaba Jesús flechas tan ardientes, que traspasaban mi
corazón y lo consumían dejándome como transida de dolor. Pasando esto, volvía a
mis resistencias y vanidades".
En una ocasión Jesús le dijo: "Te he
elegido por esposa y nos prometimos fidelidad cuando hiciste el voto de
castidad. Soy yo quien te motivo a hacerlo, antes de que el mundo tuviera parte
en tu corazón... Y después te confié al cuidado de mi Santa Madre, para que te
formase según mis designios”.
Finalmente el Divino Maestro se le aparece
todo desfigurado, cual estaba en Su flagelación y le dice: "¿Y bien
querrás gozar de este placer?- Yo no gocé jamás de ninguno, y me entregué a
todo género de amarguras por tu amor y por ganar tu corazón- Querrás ahora
disputármelo?". Comprendió ella que era su vanidad la que había reducido
al Señor a tal estado. Que estaba ella perdiendo un tiempo tan precioso,
del cual se le perdería una cuenta rigurosa a la hora de su muerte. Y con esta
gracia extraordinaria, revivió en ella el deseo de la vida religiosa con tal
ardor, que resolvió abrazarla a costa de cualquier sacrificio, aunque pasarían
cinco años antes de poder realizarlo.
INGRESO EN EL CONVENTO
DE LA VISITACIÓN
Cuando sus parientes
por fin se dieron cuenta de la firmeza de Margarita, la enviaron a la casa de
unos de sus tíos que tenían una hija religiosa de la Orden de las Ursulinas.
Pero Margarita no sentía que era ahí donde el Señor la quería y además sentía
en su corazón una voz que le decía, "No es ahí donde te quiero, sino en
Santa María." Una vez, viendo ella un cuadro de San
Francisco de Sales, le pareció que le dirigía una mirada tan
paternalmente amorosa, llamándola a ser su hija. Sintió que debía ella ser de
la orden que este santo había fundado junto con Santa Juana
de Chantal: las Visitandinas. Además, sentía mucha atracción hacia
esta orden porque llevaba el nombre de María Santísima: Las Visitantinas, en
honor al misterio de la Visitación.
Después de muchas dificultades en convencer
a sus parientes de que ella quería entrar en el convento de la Visitación, por
fin logró Margarita lo que tanto deseaba, y eligió a Paray. En cuanto entró al
locutorio del convento de Paray, oyó en su corazón un voz: "Aquí es donde
te quiero." Su hermano le regaló la dote y Margarita ingresó en el
Convento de la Visitación de Paray-le-Monial el 20 de junio de 1671.
Transcurridos dos meses de postulantado,
tomó el santo hábito el 25 de agosto de 1671. Dijo entonces: "Mi divino
Maestro me dio a entender que estábamos en días de nuestros desposorios, los
cuales le daban un nuevo imperio sobre mi; en seguida me dio a conocer que, a
imitación de los amantes apasionados, no me daría a gustar, durante este
tiempo, sino lo que había de más dulce en la suavidad de las caricias de su
amor".
La joven novicia se mostró humilde,
obediente, sencilla y franca en el noviciado. Según el testimonio de una de sus
connovicias, edificó a toda la comunidad "por su caridad para con sus
hermanas, a las que jamás dijo una sola palabra que pudiese molestarles, y por
la paciencia con que soportó las duras reprimendas y humillaciones a las que
fue sometida con frecuencia". En efecto, el noviciado de la santa no fue
fácil. Por ejemplo, por más que le pidiese su superiora, le era imposible a
Margarita practicar la meditación discursiva. Ella cuenta, "Por más
esfuerzos que hacía yo por practicar el método que me enseñaban, acababa
siempre por volver al método de mi Divino Maestro, aunque no quisiese".
Este le causaba mucho dolor ya que su mayor deseo era de obedecer a su
Superiora.
También hubo otra situación que fue causa
de gran abnegación para Margarita. Se trata de una natural repugnancia que
tenía toda la familia de Margarita hacia el queso. Era tanta la aversión que
tenían al queso, que el hermano de Margarita le pidió expresamente a las
hermanas que no le obligasen a Margarita jamás el tener que comerlo. Pero ya en
el convento, se dio todo lo opuesto. Margarita, por obediencia tenía que comer
queso. Al principio no podía por las nauseas que le daban y salía corriendo.
Pero le suplicaba a su Señor que le ayudase ya que ella no quería ser diferente
de las demás en nada. Con gran esfuerzo de su parte, Margarita logró comer
queso. Cosa que ofreció como sacrificio por más de diez años.
Otra dificultad para Margarita fue el hecho
de su propia vida tan sobrenatural. Pues sus superiores le indicaban que esas
formas de espiritualidad no iban con el espíritu de la Visitación. Miraban con
recelo sus experiencias como sujetas a la ilusión y al engaño. Y así dudaban
sus superioras el permitir que Margarita hiciese sus votos de profesión y le
mandaron que le pidiese al Señor que la hiciese útil a la santa religión por la
práctica exacta de todas las observancias. Esto Margarita lo llevó al Señor y él
le respondió:
"Di a tu
Superiora que te haré más útil a la religión de lo que ella piensa; pero de una
manera que aún no es conocida sino por Mí Y en adelante adaptaré mis gracias al
espíritu de la regla, a la voluntad de tus superioras y a tu debilidad, de
suerte que has de tener por sospechoso cuanto te separe de la práctica exacta
de la regla, la cual quiero que prefieras a todo. Además, me contento de que
antepongas a la mía, la voluntad de tus superiores, cuando te prohíben ejecutar
lo que te hubiere mandado. Déjales hacer cuanto quisieren de ti: Yo sabré
hallar el medio de cumplir mis designios, aun por vías que parezcan opuestas y
contrarias. No me reservo sino el dirigir tu interior y especialmente tu
corazón, pues habiendo establecido en él, el imperio de mi puro amor, jamás le
cederé a ningún otro".
El Señor no enseñó que la voluntad divina
se pueda relegar a favor de la autoridad humana. Más bien el Señor enseñó
a Margarita que la obediencia a sus superioras es, en efecto, el medio más
seguro para acatar Su divina voluntad. Ya que aun siendo sus superioras
limitadas, la obediencia lograría que la voluntad divina triunfe a pesar
de todo. El Señor promete que si ella obedece a sus superioras...
"yo sabré hallar el medio de cumplir mis designios".
La Madre Superiora quedó contenta con la
respuesta del Señor recibida por Margarita y a esta se le abren las puertas
para hacer su voto de profesión el 6 de noviembre, de 1672.
El Señor por su parte cumplió plenamente su promesa, pues El se encargó de
trabajar fuertemente en purificar y transformar su corazón en un corazón
semejante al suyo.
El sacerdote al celebrar su profesión dijo:
"Jesucristo te iluminará. ¡Ve delante por las sendas del justo, como la
aurora resplandeciente...!".
Escribió Santa Margarita ese día por la
tarde: "Yo vil y miserable criatura, prometo a mi Dios someterme y
sacrificarme a todo lo que pida de mi; inmolando mi corazón al cumplimiento de
todo lo que sea de su agrado, sin reserva de otro interés más que de su mayor
Gloria y puro amor, al cual consagro y entrego todo mi ser y todos mis momentos”.
TRES ARMAS PARA LA
LUCHA
Margarita recibió del Señor tres armas
necesarias en la lucha que debía emprender para lograr la purificación y
transformación.
La primera arma:
Una conciencia
delicada y un profundo odio y dolor ante la más pequeña falta.
Una vez le dijo el Señor cuando había
Margarita cometido una falta:
"Sabed que soy un
Maestro santo, y enseño la santidad. Soy puro, y no puedo sufrir la más pequeña
mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con simplicidad de
corazón en intención recta y pura. Pues no puedo sufrir el menor desvío, y te
daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu Maestro para
enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo soportar las
almas tibias y cobardes, y que si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré
menos severo y exacto en corregir tus infidelidades".
Y así confiesa Margarita que nada era más
doloroso para ella que ver a Jesús incomodado contra ella, aunque fuese de
forma muy poca. Y en comparación a este dolor, nada le parecía los demás
dolores, correcciones y mortificaciones y por tanto, acudía inmediatamente a
pedir penitencia a su superiora cuando cometía una falta, pues sabía que Jesús
solo se contentaba con las penitencias impuestas por la obediencia.
Esta arma se fundamenta en su gran deseo de
amar.
La segunda arma: La
santa obediencia.
Lo que más severamente
le reprendía Jesús a Margarita eran sus faltas en la obediencia, ya sea a sus
superiores o a su regla. La menor réplica a los superiores con señales de
incomodidad o repugnancia le es insoportable al Señor en un alma religiosa. Una
vez corrigiéndola le decía:
"Te engañas
creyendo que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en
las cuales la voluntad propia, hecha ya su elección, más bien que someterse,
consigue doblegar la voluntad de las superioras. ¡Oh! yo rechazo todo eso como
fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa
horror, y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por
obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad
propia".
La tercera arma: Su
Santa Cruz.
La Cruz es el más
precioso de todos sus regalos. Un día después que ella recibió la comunión, se
hizo presente ante los ojos de ella una gran cruz, cuya extremidad no podía
ver; estaba la cruz toda cubierta de flores. Y el Señor le dijo:
"He ahí el lecho
de mis castas esposas, donde te haré gustar las delicias de mi amor; poco a
poco irán cayendo esas flores, y solo te quedarán las espinas, ocultas ahora a
causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas,
que tendrás necesidad de toda la fuerza de mi amor para soportar el sufrimiento".
Era de esta forma intensa y purificadora
que el Señor obraba sus designios en el corazón de Margarita. El, para desatar
cada vez más de su alma el afecto a las cosas de esta tierra y sobre todo a sí
misma, quiso permitir que viniesen sobre ella continuas humillaciones y
desprecios. Pero no dejaba por ello el Señor de suplirle todas las gracias
necesarias.
En otra ocasión le dijo el Señor: "Has
de querer como si no quisieras, debiendo ser tus delicias agradarme a mí. No
debes buscar nada fuera de mí pues de lo contrario injuriarías a mi poder y me
ofenderías gravemente, ya que yo quiero ser solo todo para ti".
Al día siguiente de su profesión destinaron
a Margarita a la enfermería, como auxiliar de la enfermera, Sor Catalina
Marest, excelente religiosa, aunque de temperamento activo, diligente y
eficiente. Margarita en cambio era callada, lenta y juiciosa. Recordándose ella
después de su paso por la enfermería, escribía: "Solo Dios sabe lo que
tuve que sufrir allí." Y no eran exageradas sus palabras pues había
recibido un sin número de insultos y desengaños durante ese tiempo.
Jesús le comunicó una parte de sus
terribles angustias en Getsemaní y la quiere víctima inmolada. Ella le dice a
Jesús: "Nada quiero sino tu Amor y tu Cruz, y esto me basta para ser Buena
Religiosa, que es lo que deseo".
REVELACIONES DEL CORAZÓN DE JESÚS
El profundo
significado del corazón
está revelado en la Biblia extensivamente.
Ver también: "corazones" en el Catecismo.
Primera revelación
El 27 de diciembre de 1673, día de San Juan
el Apóstol, Margarita María, que tenía solo 14 meses de profesa y 26 años de
edad, estaba como de costumbre arrodillada ante el Señor en el Santísimo
Sacramento expuesto en la capilla. Era el momento de la primera gran revelación
del Señor. Ella lo cuenta así:
"Estando yo delante del Santísimo
Sacramento me encontré toda penetrada por Su divina presencia. El Señor me hizo
reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió
todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón
Sagrado.
Él me dijo:
"Mi Divino
Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti,
que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester
que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con
los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las
gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de
perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de
que sea todo obra mía".
"Luego," continúa Margarita, "me pidió
el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y lo cual hizo, poniéndome entonces
en el suyo adorable, desde el cual me lo hizo ver como un pequeño átomo que se
consumía en el horno encendido del suyo, de donde lo sacó como llama encendida
en forma de corazón, poniéndolo a continuación en el lugar de donde lo había
tomado, diciéndome al propio tiempo: "He ahí, mi bien amada, una preciosa
prenda de mi amor, que encierra en tu costado una chispa de sus más vivas
llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último instante y
cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te marcaré con la Sangre
de mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos. Y como prueba de
que la gracia que te acabo de conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado
la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el
presente solo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula
muy amada de mi Sagrado Corazón".
Después de este favor tan grande, Margarita
quedó por muchos días como abrasada toda y embriagada y tan fuera de sí que
podía hablar y comer solamente haciéndose una gran violencia. Ni siquiera podía
compartir lo sucedido con su superiora lo cual tenía gran deseo de hacer.
Tampoco podía dormir, pues la llaga, cuyo dolor le era tan grato, engendraba en
ella tan vivos ardores, que la consumía y la abrasaba toda.
A partir de la primera revelación,
Margarita sufriría todos los primeros viernes de mes una reproducción de la
misteriosa llaga del costado, cosa que le sucedería hasta su muerte. Estos eran
los momentos particularmente elegidos por el Señor para manifestarle lo que
quería de ella y para descubrirle los secretos de su amable Corazón.
Entre estas visitas le decía el Señor, "Busco
una víctima para mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación
en el cumplimiento de mis designios". En su gran humildad,
Margarita le presentó varias almas que, según ella corresponderían más
fielmente. Pero el Señor le respondió que era ella a quien había escogido. Esto
no era sino ocasión de confusión para Margarita pues su temor era que llegasen
a atribuir a ella las gracias que del Señor recibía.
Segunda revelación
Unos dos o tres meses
después de la primera aparición, se produjo la segunda gran revelación. Escribe
Margarita:
"El divino Corazón se me presentó en un
trono de llamas, mas brillante que el sol, y transparente como el
cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando
las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte
superior...
...la cual significaba
que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que se
formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en él la cruz, quedando lleno, desde
el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones,
la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir
durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión".
"Me hizo ver,
" continúa Margarita,
"que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos
del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le
había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres, con
todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y de
salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo
el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y
profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al
que se ha de honrar bajo la figura de su Corazón de carne, cuya imagen quería
ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para grabar en él, su amor y
llenarlo de los dones de que está repleto, y para destruir en él todos los
movimientos desordenados. Que esparciría sus gracias y bendiciones por
dondequiera que estuviere expuesta su santa imagen para tributarle honores, y
que tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso de
favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención amorosa, a fin
de apartarlos del imperio de Satanás, al que pretende arruinar, para ponernos
en la dulce libertad del imperio de su amor, que quiere restablecer en el
corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción".
En esta segunda gran revelación, Nuestro
Señor empezó a descubrir sus intenciones y formular sus promesas. La imagen del
Sagrado Corazón de Cristo es el símbolo de su ardiente amor hacia
nosotros, el cual había entregado sin condiciones, y el Señor quería que
esta imagen se expusiese en las casas o llevarse sobre el pecho en forma de Medalla,
ofreciendo así promesas de gracias y bendiciones a quienes lo veneraban. Pero
por el momento Margarita no podía decir nada de lo que había visto pues no
había llegado la hora. Estas revelaciones tendrían que pasar primero por muchos
exámenes y sufrir mucha oposición. Y aún había mucho más que Jesús quiera
revelar.
Tercera revelación
En lo que
probablemente era el primer viernes de junio de 1674, fiesta de Corpus Christi,
tuvo Margarita la tercera gran revelación.
Una vez entre otras, escribe Sta.
Margarita, "que se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento,
después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario
de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de
mi todo resplandeciente de Gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco
soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes pero
sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose
abierto, me descubrió su amante y amable Corazón”.
Entonces Jesús le explicó las maravillas de
su puro amor y hasta que exceso había llegado su amor para con los hombres de
quienes no recibía sino ingratitudes. Esta aparición es mas brillante que las
demás. Amante apasionado, se queja del desamor de los suyos y así divino
mendigo, nos tiende la mano el Señor para solicitar nuestro amor.
Le dirige las siguientes peticiones:
1-Comulgarás tantas veces cuanto la
obediencia quiera permitírmelo.
2-Jueves a viernes haré que participes de aquella
mortal tristeza que Yo quise sentir en el huerto de los olivos; tristeza que te
reducirá a una especie de agonía más difícil de sufrir que la muerte.
3-Por acompañarme en la humilde oración que
hice entonces a mi Padre en medio de todas mis congojas, te levantaré de once a
doce de la noche para postrarte durante una hora conmigo; el rostro en el
suelo, tanto para calmar la cólera divina, pidiendo misericordia para los
pecadores, como para suavizar, en cierto modo, la amargura que sentí al ser
abandonado por mis apóstoles, obligándome a echarles en cara el no haber podido
velar una hora conmigo...
"Una vez, estando expuesto el Santísimo
Sacramento, se presentó Jesucristo resplandeciente de gloria, con sus cinco
llagas que se presentaban como otro tanto soles, saliendo llamaradas de todas
partes de Su Sagrada Humanidad, pero sobre todo de su adorable pecho que,
parecía un horno encendido. Habiéndose abierto, me descubrió su amabilísimo y
amante Corazón, que era el vivo manantial de las llamas. Entonces fue cuando me
descubrió las inexplicables maravillas de su puro amor con que había amado
hasta el exceso a los hombres, recibiendo solamente de ellos ingratitudes
y desconocimiento.
"Eso," le dice Jesús a Margarita, "fue
lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me
correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer
más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el
bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea
dado conforme a tus posibilidades".
Ante estas palabras, Margarita solo podía
expresarle al Señor su impotencia, Él le replicó: "Toma, ahí
tienes con qué suplir cuanto te falte." Y del Corazón abierto de
Jesús, salió una llamarada tan ardiente que pensó que la iba a consumir, pues
quedó muy penetrada y no podía ella aguantarlo, por lo que le pidió que tuviese
compasión de su debilidad. Él le respondió:
"Yo seré tu
fortaleza, nada temas, solo has de estar atenta a mi voz y a lo que exija de ti
con el fin de prepararte para la realización de mis designios".
Entonces el Señor le describió a Margarita exactamente de
qué forma se iba a realizar la práctica de la devoción a Su Corazón, junto con
su propósito, que era la reparación. Finalmente, Jesús mismo le avisa sobre las
tentaciones que el demonio levantará para hacerla caer.
"Primeramente me
recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien
permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de
producirse y que recibirás como gajes de mi amor.
Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves
al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise sentir en el
huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a
una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Para acompañarme
en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus
angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en
el suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores,
como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis
apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora
conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero, oye hija mía, no creas a
la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está rabiando por
engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de
que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que
no tiene poder alguno sobre los obedientes".
AGUDAS PRUEBAS
Después de la
aparición, Margarita sintiéndose que estaba ella fuera de sí, y no sabiendo
donde estaba, le faltaron las fuerzas y cayó desmayada. Sus hermanas, viéndola
en tal aspecto, la levantaron y la cargaron donde la Madre Superiora. Ella
viendo que Margarita no podía hablar, ni aun sostenerse, arrodillada ante sus
pies, la mortificó y la humilló con todas sus fuerzas. Y cuando Margarita le
respondió a su pregunta de lo sucedido, contándole todo cuanto había pasado,
recargó sobre ella nuevas humillaciones y no le concedió nada de cuanto decía
que el Señor le mandaba hacer, más bien lo acogió con despreció.
El fuego que devoraba a Margarita por
dentro a causa de las revelaciones, le ocasionó una fiebre continua. Ante esta
misteriosa enfermedad, la Madre Superiora no podía sino sentir miedo y por
tanto le dijo a Margarita: "Pida a Dios su curación, de esta forma sabré
si todo viene del Espíritu del Señor."
Margarita, obedeciendo a esta orden, le
expuso todo cuanto le pedía su Superiora al Señor,
el cual no tardó en recobrarle por completo su salud por las manos de la Virgen
Santísima. Y así consiguió Margarita el poder cumplir lo que Dios le pedía.
Pero viendo la Madre Superiora que
continuaban las visiones, y no sabiendo que más hacer para asegurarse de su veracidad,
decide consultar a los teólogos. Ella creyó que debía obligarla a romper el
profundo silencio que hasta entonces había observado, con el fin de hablar del
asunto con personas de doctrina.
Compareció pues Margarita ante estos
personajes, y haciéndose gran violencia para sobrepasar su extremada timidez,
les contó todo lo sucedido. Más Dios permitió que algunos de los consultados no
conocieran la verdad de las revelaciones. Condenaron el gran atractivo que
tenía Margarita por la oración y la tildaron de visionaria, prohibiéndole
detenerse en sus inspiraciones. Hasta uno de ellos llegó a aconsejar:
"procuren que esta hija se alimente bastante y todo irá mejor".
"Se me empezó a decir”, cuenta
Margarita, "que el diablo era el autor de cuanto sucedía en mi, y que me
perdería si no ponía muy en guardia en contra de sus engaños e ilusiones".
Para Margarita esto fue motivo de gran
sufrimiento. No por razón del rechazo o porque pensaban mal de ella, sino por
el conflicto interno que le causaba. Llegó a pensar que ella estaba en el
error pero por mas que trataba de resistir las atracciones de Dios no lo
lograba. Se sentía profundamente abandonada, puesto que se le aseguraba que no
la guiaba el Espíritu de Dios, y sin embargo, no lo podía resistir.
Cada vez era mayor la oposición aun dentro
del convento contra Margarita. Había significativos movimientos de cabeza,
miradas reprobatorias y muecas. Algunas pensaban que una visionaria venía a ser
como la personificación de todo un escuadrón de demonios, un peligro evidente y
una gran amenaza para todas. Llegó hasta tal punto que las hermanas empezaban a
rociarla con agua bendita cuando pasaba.
TRIUNFO
El Señor le había
prometido a Margarita que su obra triunfaría a pesar de todos los obstáculos.
Esta promesa empezó a cumplirse cuando, a primeros días de febrero de 1675, le
envío al jesuita Padre
Claudio Colombiere. En cuanto este santo sacerdote habló con
Margarita, pudo ver su santidad y creyó en sus revelaciones, lo cual comunicó
inmediatamente a la Madre Superiora. Ante el juicio del Padre Claudio, quién
era reconocido por su sabiduría y santidad, la Madre Superiora pudo por fin
descansar y le ordenó a Margarita que le contase todo al Padre Colombiere.
Cuarta revelación
Fue bajo esta nueva
aceptación que se dio la cuarta y última revelación que se puede considerar
como la más importante. El Señor quería establecer en la Iglesia una fiesta
litúrgica en honor del Sagrado Corazón de Jesús.
Sucedió esta revelación en el curso de la
octava del Corpus Christi del año 1675, o sea entre el 13 y el 20 de junio.
Cuenta Margarita:
Estando ante el
Santísimo Sacramento un día de su octava, y queriendo tributarle amor por Su
tan gran amor, me dijo el Señor:
"No puedes
tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido
ya." Entonces el Señor le
descubrió su Corazón y le dijo "He aquí el Corazón que tanto ha amado a
los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse
para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de
ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por
las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de
amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han
consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus
se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue
dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante
el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi
Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino
amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute".
El Padre Colombiere le ordenó a Margarita a
que cumpliese plenamente la voluntad del Señor. Y que también escribiese todo
cuanto le había revelado. Margarita obedeció a todo lo que se le pidió pues su más
grande deseo era que se llegase a cumplir el designio del Señor.
Pasarían más de diez años antes que se
llegase a instituir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en el monasterio de
la Visitación. Serian diez años muy duros para Margarita. La Madre Superiora,
que por fin llego a creer en ella, fue trasladada a otro monasterio. Pero antes
de irse ordena a Margarita a que relatara ante toda la comunidad todo cuanto el
Señor le había revelado. Ella accedió solo en nombre de la santa obediencia y
les comunicó a todas lo que el Señor le había revelado incluyendo los castigos
que El haría caer sobre la comunidad y sobre ellas. Y cuando todos enfurecidos
empezaron a hablarle duramente, Margarita se mantuvo callada, aguantando en
humildad todo cuanto le decían. Al siguiente día, la mayoría de las monjas
sintiéndose culpables de lo que habían hecho, acudían a la confesión. Margarita
entonces oyó que el Señor le decía que ese día por fin llegaba la paz de nuevo
al monasterio y que por su gran sufrimiento, Su Divina Justicia había sido
aplacada.
En contra de su voluntad, Margarita fue
asignada como maestra de novicias y asistente a la superiora. Esto llegó a ser
parte del plan del Señor para que por fin se empezara a abrazar la devoción del
Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo Margarita nunca llegó a ver durante su
vida en la tierra el pleno reconocimiento de esta devoción.
En la tarde del 17 de octubre del 1690,
habiendo Margarita previamente indicado esta fecha como el día de su muerte,
encomendó su alma a su Señor, quien ella había amado con todo su corazón. Muere
entre 7 y 8PM. Tenía 43 años de edad y 18 años de profesión religiosa.
Pasaron solamente tres años después de su
muerte cuando el Papa Inocencio XIII empezó un movimiento que abriría las
puertas a esta devoción. Proclamó una bula papal dando indulgencias a todos los
monasterios Visitantinos, que resultó en la institución de la fiesta del
Sagrado Corazón en la mayoría de los conventos. En 1765, el Papa Clemente XIII
introdujo la fiesta en Roma, y en 1856 el Papa Pío IX extendió la fiesta del
Sagrado Corazón a toda la Iglesia. Finalmente, en 1920, Margarita fue elevada a
los altares por el Papa Benedicto XV.
Intervenciones
sobrenaturales.
La vida de Sta.
Margarita estuvo marcada por experiencias sobrenaturales. Pero nunca
fueron estas causa para escapar las realidades cotidianas sino al
contrario. Le trajeron duras pruebas y la necesidad de ejercitar
heroicamente las virtudes que forjan la santidad en la vida diaria.
He aquí algunos ejemplos más. En 1680,
estuvo enferma de gravedad la hermana Margarita. Llegaba la fiesta del Corpus,
donde se le concedió tomar el Pan de Vida, y se le dio el mandato de no tomar
medicina alguna durante cinco meses, ni poner los pies en la enfermería. Añadió
la Superiora por escrito que por orden de santa obediencia pidiera la salud a
nuestro Señor a fin de poder practicar los ejercicios de la santa regla hasta
la Presentación de la Stma. Virgen de ese año 1680.
Durante los cinco meses fijados por la
Madre Superiora, Sta. Margarita gozó de perfecta salud, quedando satisfecha la
Madre Superiora de la prueba.
Otra intervención divina ocurrió cuando
Santa Margarita tenía que entrar en los ejercicios anuales. En ese momento,
Sta. Margarita estaba en la enfermería abrasada de calentura. La Madre
Superiora le dijo: "Vaya, hija mía, le encomiendo al cuidado de Nuestro
Señor Jesucristo; que El la dirija, gobierne y cure según su
voluntad". El Señor se le presenta y le hace levantar con mil
señales de amor, y le dice:
"Quiero volverte con salud a la que te
ha enviado enferma y puesto en mis manos". Así quedó sana y vigorosa como
si nunca hubiera estado enferma.
Se le presentó una vez delante de ella
Jesús cargando con la Cruz, cubierto de llagas y de sangre y le dijo con voz
dolorosamente triste: ¿No habrá quien tenga piedad de mí y quiera compartir y
tener parte en mi dolor en el lastimoso estado en que me ponen los pecadores
sobre todo en este tiempo? La santa se le ofreció y el Salvador colocó sobre
sus hombros su pesada cruz. Una enfermedad le hizo sentir muy pronto lo
desgarrador de aquellos clavos.
Otra vez al acercarse a la sagrada mesa se
le apareció la Sagrada Hostia resplandeciente como sol, y distinguió al Señor,
llevando en la mano una corona de espinas. El se la puso en la cabeza,
diciéndole: "Recibe, hija mía, esta corona en señal de la que se te dará
pronto por su conformidad conmigo".
Sus tres ardientes
deseos.
Sus grandes deseos
fueron siempre:
-Deseo de amar a Dios y recibir la santa
Comunión.
-Deseo de padecer. A
consecuencia del deseo de amar, quería dar su vida puesto que no tenía nada más
que dar.
-Deseo de morir, así
podría unirse con su gran Amor. Pero se conformaba con vivir hasta el día del
Juicio, si esto era la voluntad de Dios, esta separación le dolía más que mil
muertes.
Siempre iba junto al
amor de Dios la más tierna caridad con el prójimo y más con sus hermanas de
religión.
Sus cualidades
naturales.
Sta. Margarita era muy sensible, era
tímida, era juiciosa y discreta, de buen espíritu, temperamento constante,
corazón caritativo hasta lo imposible. Tenía poca educación formal y sin
embargo una profunda sabiduría sobre las verdades sobrenaturales. Tenía
un gran juicio y valentía para ser fiel a la verdad. Sabía perdonar de corazón.
Las más humillantes persecuciones que soportó quedaron para siempre sepultadas
hasta llegar a ser extremada atenta para cuantos la hicieron sufrir.
Vence a sus
repugnancias por amor.
Tenía repugnancia, entre otras cosas, al
escribir, al acudir al locutorio. Sin embargo hizo voto al Señor de desempeñar
estas acciones sin manifestar repugnancia alguna, a cambio de que una joven
pudiera recibir los sacramentos. El Señor permitió esto y además que la joven
hiciera los tres votos de religión antes de morir.
A menudo era tan viva la resistencia, que
temía faltar al juramento. Toda la vida experimentó la misma dificultad.
La entrega al Señor
antes que la acción.
Debía inmolar su ser continuamente por
amor, en adoración y anonadamiento, en conformidad al sacrificio de Jesús a
quien recibe en la Eucaristía...
Estas gracias levantan nuevas llamadas de
celo ardiente en el corazón de Margarita, pero antes de ser apóstol por la
acción, es mártir por la lluvia de dolores físicos y morales que caen sobre
ella por haberse ofrecido, como resignada víctima.
Sus amigas, las almas
del Purgatorio.
Trataba a las almas del Purgatorio como sus
queridas amigas. Su divino Dueño les había hecho donación de su sierva durante
el año 1683. Debía hacerlo y sufrirlo todo por su rescate. Sta. Margarita
participaba de los sufrimientos de aquellas almas, se compadecía amargamente,
oraba y practicaba duras penitencias para conseguir su liberación. Un día,
sentada ante Jesús Sacramentado, de repente se le presenta una persona rodeada
de llamas por todas partes. Es el alma de un religioso benedictino que la había
confesado una vez en Paray. Le suplica que aplique por espacio de tres meses
los méritos de todas sus obras y oraciones por su entrada al cielo. Le explicó:
"Sufro tan terriblemente por el demasiado apego que tuve a mi reputación,
mi poca caridad, algunas veces con mis hermanos y alguna torcida intención en
mis prácticas de devoción y en mis relaciones con las criaturas. Margarita
promete su cooperación. Durante estos tres meses permanece aquella alma cerca
de su víctima voluntaria y la hace participar de los efectos del fuego
purificador.
El dolor intensísimo lo hace llorar casi
continuamente. Al cabo de los tres meses convenidos, se le aparece de nuevo a
Margarita resplandeciente de gloria y ella le ve subir al cielo. Él le da las
gracias y promete ser su protector delante de Dios.
Fuente: Corazones.org
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