Meditaciones para la Cuaresma. Tomado de "Meditaciones para todos los días
del año - Para uso del clero y de los fieles", P. Andrés Hamon, cura de
San Sulpicio (Autor de las vidas de San Francisco de Sales y del Cardenal
Cheverus).
Meditaremos sobre la manera de hacer el examen de
conciencia y veremos: 1° Los caracteres de este examen; 2º Los actos que deben
acompañarlo.
Tomaremos en seguida la resolución: 1º De
observar en nuestro examen las reglas dadas por los santos; 2º De llevar al
examen, sobre todo, un pesar sincero de nuestras faltas y un propósito firme de
corregirlas. Nuestro ramillete espiritual serán las palabras del santo rey
Ezequías: “Repasaré mi vida delante de Vos en la amargura de mi alma”.
Adoremos en Jesucristo el perfecto conocimiento
que tiene de nuestros pecados. No se le escapa uno solo, conoce todas las
circunstancias y penetra toda su malicia; muy distinto en esto de los hombres,
que sólo ven las apariencias y se dejan sorprender por las prevenciones y disimulos
del amor propio. Bendigamos a nuestro amable Salvador, que quiere hacernos
participar de su divina luz, para hacernos conocer a fondo todos nuestros
pecados.
CARACTERES DEL EXAMEN DE CONCIENCIA
Este examen debe hacerse con exactitud, con severidad y con calma.
1º CON EXACTITUD, es
decir, que debe comprender: 1° El mal que se ha cometido, el bien que se debía
hacer y no se ha hecho, y además el bien que se ha hecho mal; 2º Los pecados
contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos; los pecados
exteriores, provenientes de los sentidos, que son los pensamientos, los deseos,
las inclinaciones, las intenciones que no se dirigen a Dios; 3° El número de
veces que hemos faltado, el principio y origen de nuestras faltas, sus
circunstancias y sus consecuencias. Para conseguir esta exactitud, se comprende
que se necesita poner una gran atención; no detenerse en la superficie y
penetrar hasta el fondo de las cosas. ¿Es así como lo hacemos?
2º CON SEVERIDAD, es
decir, que, sin escuchar al amor propio o la ternura natural que lleva a
excusarse, a ocultarse las propias faltas, o a lo menos a aminorarlas, es
preciso examinarse como examinaría un juez a un criminal, o como examinaríamos
nosotros a un extraño. Un examen demasiado indulgente sólo ve con frecuencia
bagatelas donde hay faltas graves; por ejemplo: en ciertas maledicencias,
aversiones o envidias, en ciertos gastos de lujo, ciertas pérdidas de tiempo,
ciertas vanidades y deseos de exhibirse. ¿No nos forjamos muchas veces
ilusiones sobre muchos puntos, por no usar de bastante severidad en nuestros
exámenes de conciencia?
3° CON CALMA, es decir, que es
necesario no atormentarse la conciencia por el temor de olvidar algunas faltas,
pero sí proceder en este examen con la paz del ecónomo que arregla sus cuentas,
del juez que instruye un proceso, del médico que estudia una enfermedad. ¿Por
qué turbarse o inquietarse? Una falta de memoria no se puede imputar como
pecado a quien tiene una recta intención de decirlo todo, deseo sincero de hacerse
conocer, voluntad franca de no disimular nada, y emplea, además, en el examen
el tiempo conveniente y necesario. Dios no pide que se diga todo lo que se ha
hecho, sino lo que se recuerda; y todo lo que es olvidado queda perdonado como
si se hubiese acusado. Pensamiento consolador y muy propio para que hagamos
nuestros exámenes con calma, libertad y simplicidad de corazón.
ACTOS QUE DEBEN ACOMPAÑAR AL EXAMEN DE
CONCIENCIA
Poco nos serviría este examen, si sólo fuera un estudio filosófico del estado de nuestra conciencia, para que nos sea verdaderamente útil, debe ir acompañado de tres principales ejercicios de piedad: 1° Es preciso, antes del examen, ponernos en la presencia de Dios, adorarle como a nuestro Juez, mantenernos humildemente a sus pies como pobres criminales y pedirle su luz, única que puede descubrirnos nuestras faltas sin despertar nuestras pasiones; 2° Después del examen es preciso excitarnos al arrepentimiento de nuestras faltas, gemir y llorarlas; tomar firmes resoluciones de corregirnos y particularizar lo que haremos para esto: las resoluciones vagas y demasiado generales no sirven de nada; 3º Es necesario ponernos en el estado en que quisiéramos encontrarnos en la muerte, y terminar uniéndonos al Corazón de Jesucristo, tan lleno de horror al pecado y de amor a la penitencia, que es la expiación del pecado. ¿Es así como hacemos nuestros exámenes? Por falta de fidelidad en estas santas prácticas no nos han hecho mejores tantos exámenes de conciencia. Hemos condenado el pecado sin condenar al pecador, y siempre hemos quedado como antes.
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