Estamos
invitados en esta cuaresma a la conversión,
a
orientar nuestra vida a la luz de Dios.
La Cuaresma ha de vivirse con el espíritu de filiación,
que Cristo nos ha comunicado y que late en nuestra alma.
"Del mismo modo que, al final
del invierno, cuando vuelve la primavera,
el navegante arrastra hasta el mar su nave,
el soldado limpia sus armas y entrena su caballo para el combate,
el agricultor afila la hoz,
el peregrino fortalecido se dispone al largo viaje
y el atleta se despoja de sus vestiduras y se prepara para la competición;
así también nosotros, al inicio de este ayuno,
casi al volver una primavera espiritual,
limpiamos las armas como los soldados;
afilamos la hoz como los agricultores;
como los marineros disponemos la nave de nuestro espíritu
para afrontar las olas de las pasiones absurdas;
como peregrinos reanudamos el viaje hacia el cielo;
y como atletas nos preparamos para la competición despojándonos de todo". (San Juan Crisóstomo)
el navegante arrastra hasta el mar su nave,
el soldado limpia sus armas y entrena su caballo para el combate,
el agricultor afila la hoz,
el peregrino fortalecido se dispone al largo viaje
y el atleta se despoja de sus vestiduras y se prepara para la competición;
así también nosotros, al inicio de este ayuno,
casi al volver una primavera espiritual,
limpiamos las armas como los soldados;
afilamos la hoz como los agricultores;
como los marineros disponemos la nave de nuestro espíritu
para afrontar las olas de las pasiones absurdas;
como peregrinos reanudamos el viaje hacia el cielo;
y como atletas nos preparamos para la competición despojándonos de todo". (San Juan Crisóstomo)
Inicio del tiempo de Cuaresma
Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del nuestro Señor Jesucristo.
Este
tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que
puede ser resumido en una sola palabra: "metanoeiete", es decir
"Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles
mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras
"Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión
"Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a
reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad
y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.
La
sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad
eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra
existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las
realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que
implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en
este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar
hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y
triunfe su justicia.
Sinónimo
de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"...
Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y
positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.
Tradición
En la
Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente
comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por
resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII
se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los
cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.
Era
práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el
primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y
obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el
Jueves Santo o el Jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en
desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la
Cuaresma fué simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la
congregación.
Hoy en
día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar
las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo.
Significado
simbólico de la Ceniza
La
ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por
el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y
en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por
ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces
se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y
ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al
primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es le que
sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en
la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado). Se hace como
respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y
puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La
Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la
Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo-
para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.
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