La primera Aparición
De este modo, el 11
de febrero de 1858 en medio de una luz resplandeciente como el sol, pero
dulce y apacible como todo lo que viene del Cielo, una joven
prodigiosamente bella de unos 16 o 17 años de edad se dejó ver por
Bernardita. Vestía un traje blanco, brillante y de un tejido
desconocido, ajustado al talle con una cinta azul. Un largo velo blanco
le caía hasta los pies envolviendo todo el cuerpo. Los pies, de una
limpieza virginal y descalzos, parecían apoyarse en el rosal silvestre
sobre el que flotaba la imagen, a la entrada de la gruta. Dos rosas
brillantes de color de oro cubrían la parte superior de los pies de la
Santísima Virgen. Juntas sus manos ante el pecho, ofrecían una posición
de oración fervorosa. Tenia entre sus dedos un largo Rosario blanco y
dorado con una hermosa Cruz de oro. Todo en Ella irradiaba felicidad,
majestad, inocencia, bondad, dulzura y paz. La frente lisa y serena, los
ojos eran azul celeste llenos de amor y los labios mostraban suavidad y
mansedumbre. La Señora parecía saludarla tiernamente mientras se
inclinaba ante Bernardita.
Bernardita se frotó sus ojos y los volvió a abrir, confirmando que no
estaba soñando y que lo que veía era real. En ese momento, al ver la
sonrisa de la Señora, perdió todo miedo y arrodillándose buscó su
Rosario que traía siempre en su bolsillo. La Dama hizo una señal de
aprobación con su cabeza y tomó el Rosario que llevada. Bernardita
intentó hacer la señal de la Cruz, pero su mano quedó paralizada. En ese
momento la Virgen tomo la Cruz del Rosario e hizo la señal de la Cruz e
indicó a Bernardita que lo hiciera como ella. En ese momento su brazo
paralizado quedó libre. La Señora empezó a pasar las cuentas del Rosario
entre sus dedos y Bernardita empezó a rezar el suyo, cada una en
oración interior. Sólo al final de cada misterio la Madre de Dios rezaba
el Gloria con Bernardita. Al terminar, la Virgen le hizo señas con el
dedo para que se acercara y extendiendo el brazo, se inclinó dulcemente y
sonrió como despidiéndose de Bernardita, retornando hacia el interior
de la gruta. ¡La Visión había desaparecido!.
Cuando las otras dos niñas volvieron a la gruta vieron a Bernardita
de rodillas en el mismo lugar donde había visto a la Señora. Se rieron
de ella, le dijeron que estaba loca, mientras le preguntaban si volvería
con ellas o se quedaría allí. Bernardita cruzó entonces el curso de
agua encontrándola tan caliente como la que utilizaba su madre para
lavar la vajilla.
Bernardita preguntó a las otras niñas si habían visto algo en la
gruta y al responderle éstas que no, les contó su experiencia y les
pidió silencio. Pero la hermana de Bernardita se lo contó a su mamá. La
madre no le creyó y ordenó a Bernardita que se dejase de imaginaciones y
que le estaba prohibido regresar a la gruta. Esa noche, mientras
rezaban el Rosario en familia, Bernardita rompió en llantos, repitiendo
su invocación favorita: "Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a ti".
¡Que sencillez!. Cuanta inocencia y pureza en todo lo que
ocurre alrededor de la Madre de Dios. Nada parece especial a los ojos de
los hombres en un primer momento, pero con el tiempo se comprende que
Dios no requiere de palacios, ni de tronos humanos, ni de vanidosas
manifestaciones de poder terrenal. La gruta era un lugar apartado que
solía ser refugio de los cerdos que criaban los vecinos del lugar. Y
pasó a ser el centro de atención de millones de personas que por más de
un siglo han sabido ver allí la paz y la magnificencia que dejó el paso
de la Reina del Cielo.
Segunda aparición
Bernardita insistió ante su madre para que la deje volver a la gruta,
pero ésta se negó repetidamente con diversos argumentos. Pensaba que
todo era una treta del demonio, o que su hija había vuelto loca, pero
ante todo temía hacer el ridículo entre sus vecinos. Finalmente el día
14 de febrero las niñas insistieron en que les dieran permiso para
regresar a la gruta. Todos pensaban que lo que le había pasado a
Bernardita era un engaño de satán, y entonces le dijeron que fuera a la
gruta y rociara agua bendita para terminar con todo aquello. Así huiría
el demonio y se quedarían tranquilos. Ante estos argumentos la madre
finalmente aceptó y le dio autorización para ir a la gruta acompañada de
otras niñas que, conociendo la historia, insistían en acudir al lugar
con ella.
Cuando llegaron a la gruta, Bernardita les pidió que se arrodillaran a
rezar el Santo Rosario. Apareció de nuevo la Virgen, como el rostro de
Bernardita testimonió cuando se transfiguró frente a las demás niñas.
Ella tiró el agua bendita y dijo: "Si vienes de parte de Dios, acércate a nosotras".
El agua bendita llegó hasta los pies de la Virgen y Ella sonriendo con
mas dulzura se acercó a Bernardita. Tomó el Rosario y se persignó con
él. Empezaron ambas a rezarlo. Bernardita estaba como muerta, su mirada
extasiada fija en la gruta, tan así que las otras niñas empezaron a
llorar ruidosamente. Esto atrajo a dos mujeres del cercano molino Savy.
Cuando vieron a Bernardita en éxtasis trataron de moverla, de
interrumpir su visión, pero nada de esto fue posible. Entonces una de
ellas fue a buscar a su hijo Antonio, un joven de 28 años. El se quedó
maravillado de lo que vio: el rostro de Bernardita era una visión
celestial, no se sintió digno siquiera de tocarla. Obligado por su
madre, Antonio tomó a Bernardita en sus brazos y la llevó hacia el
molino Savy. En todo momento ella mantuvo sus ojos clavados en un punto
por encima de su rostro. Al llegar al molino Bernardita volvió
lentamente en si, dejando el éxtasis. Cuando su madre llegó al molino
estaba furiosa, y si no castigó a su hija fue porque las señoras y
Antonio la reprendieron. ¡Como se atrevía a enojarse con alguien que era
mas un ángel que una niña!. Al atardecer ya toda la población comentaba
las maravillas que ocurrían en la gruta de Lourdes, pero a los
comentarios se unían las burlas, desprecios e insultos.
Tercera Aparición
Luego de muchas discusiones e intentos de vencer su moral y
convicción interior, los padres de Bernardita empezaron a creerle ya que
ella jamás había mentido antes y se caracterizaba por su obediencia.
Además los convenció la naturalidad con que ella exponía los eventos y
sus mas pequeños pormenores. El 18 de febrero una señora y una religiosa
deseaban acompañar a Bernardita a la gruta. Fueron con ella primero a
la Santa Misa de las 5:30 a.m. y de allí se dirigieron a Massabieille.
Bernardita caminaba tan rápido que parecía como si una fuerza superior
la empujase hacia allá. Se arrodilló y empezó el rezo del Rosario, lanzó
un grito de júbilo al ver al fondo de la gruta a la Señora. Le preguntó
si se podían quedar sus dos acompañantes y la Virgen dijo que sí. Ellas
también se arrodillaron y se pusieron a rezar mientras encendían una
vela bendita. Bernardita le pasó un papel a la Virgen pidiéndole que
escribiera cualquier cosa que deseaba comunicarle, a pedido de una de
las señoras. La Virgen le dijo entonces:
"Lo que tengo que comunicarte no es necesario escribirlo, hazme
únicamente el regalo de venir aquí durante quince días seguidos".
Bernardita se lo prometió y la Virgen le respondió: "Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro"
La quincena milagrosa
El rumor de las apariciones se esparció rápidamente y una gran multitud acudió a la gruta a partir de entonces.
19 de febrero: Llegó Bernardita a la gruta
acompañada de sus padres y un centenar de personas. A partir de este
día, iba a todas las apariciones con una vela encendida.
20 de febrero: Alrededor de 500 personas la acompañaban.
21 de febrero: Varios miles de personas llenaban
todos los alrededores de la gruta. Hubo un momento en que la aparición
parecía hacerse hacia atrás, y como hundirse en el interior de la roca.
Para no perderla de vista, Bernardita fue acercándose de rodillas.
Observó que la Virgen se había puesto triste. Le preguntó, ¿qué te
pasa?, ¿qué puedo hacer?. La Virgen respondió: "Rogad por los pecadores".
Bernardita era objeto de toda clase de burlas, persecuciones y
ofensas. Incluso las autoridades civiles tomaron carta en el asunto. El
comisario llegó a recogerla para hacerle un largo examen. Amenazó con
llevarla a la cárcel si continuaba yendo a la gruta. Uno de los
principales médicos de Lourdes se dedicó a estudiarla, observarla y
examinarla. Este llegó a la conclusión que en Bernardita no había ningún
signo de alucinación, histeria o escape de la realidad. Dijo así: "Aquí hay un hecho extraordinario, totalmente desconocido a la ciencia y a la medicina".
Sin embargo las persecuciones no terminaron: la policía continuó
tratándola indignamente. El Párroco de Lourdes la defendió
enérgicamente, pero manteniendo una actitud cauta respecto de la
aparición. De hecho no acudía a la gruta como las multitudes del pueblo y
de la región si lo hacían. En todo este proceso Bernardita se mantuvo
firme pero con humildad, nunca tomando una posición defensiva, ni de
ataque contra nadie.
22 de febrero: La Virgen no se le apareció. Todos se
burlaban de Bernardita. Ella lloraba pensando que quizás había cometido
alguna falta y que por eso la Virgen no se le había aparecido. Pero
tenía la firme esperanza de volver a verla. Una de las cosas que mas
sorprendía a la gente era ver a una humilde y sencilla pastorcita,
carente de adecuada educación, saludar con gracia y dignidad a la Virgen
al concluir la aparición. Le preguntaron una vez: "Dime, ¿quién te ha
enseñado a hacer tan graciosos saludos?". "Nadie, contestó, no se como
habré saludado, trato de hacerlo como lo hace la Visión y ella me saluda
de este modo cuando se marcha."
23 de febrero: Primera vez que la Virgen formula una
orden concreta. Ante diez mil personas la Virgen le da a Bernardita un
secreto que solo a ella le concierne y que no puede revelar a nadie.
También le enseñó una oración que le hacía repetir, pero que no quiso
que la diera a conocer. La Virgen le dijo: "Y ahora, hija mía, ve a
decir a los sacerdotes que aquí, en este lugar, debe levantarse un
Santuario, y que a él debe venirse en procesión".
Bernardita se dirigió inmediatamente hacia la Iglesia a darle el
mensaje al Párroco. El sacerdote le preguntó el nombre de la Señora, a
lo cual Bernardita le respondió que no sabía. Después de escucharla, el
párroco le dijo: "Puedes comprender que yo no puedo bastarme de tu solo
testimonio. Di a esa gran Señora que se de a conocer; si es la Virgen,
que lo manifieste mediante un gran milagro. ¿No dices que se te aparece
encima de un rosal silvestre?. Entonces dile de mi parte, que si quiere
un Santuario, que haga florecer el rosal”. El sacerdote se mostraba
firme y distante en su actitud exterior, pero luego confesó que en su
interior sentía una gran emoción y amor al escuchar los relatos de la
pequeña niña. Su responsabilidad como pastor lo obligaba a ser cauto y
conservador.
24 de febrero: Toda la gente quiso saber que pasaría
con el encargo del Párroco y si la Virgen haría el milagro del rosal.
Bernardita como siempre llegó a la gruta y se arrodilló, sin poner
atención en absoluto a la gente que iba por curiosidad. Le contó a la
Virgen lo que el sacerdote le había pedido. La Virgen solo sonrió, sin
decir una palabra. Después la mandó a rogar por los pecadores y exclamó
tres veces: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”. Le hizo
repetir estas palabras y Bernardita lo hacía mientras se arrastraba de
rodillas hasta el fondo de la gruta. Ahí le reveló un secreto personal y
después desapareció.
Bernardita por humildad no relató todo los detalles, pero los
testigos contaron que también se le vio besar la tierra a intervalos. La
Virgen le había dicho: "Rogarás por los pecadores...besarás la tierra por la conversión de los pecadores".
Como la Visión retrocedía, Bernardita la seguía de rodillas besando la
tierra. Bernardita se volvió hacia los asistentes y les hacía señas de:
"Ustedes también besen la tierra". Desde entonces le fue encomendada a
Bernardita la penitencia por los pecadores. Un día la Virgen la mandó a
subir y bajar varias veces la gruta de rodillas, la Virgen tenía la cara
llena de tristeza. "La Virgen me lo ha mandado por mi y por los demás",
dijo ella.
La fuente de agua milagrosa
El 25 de febrero María le dijo en la visión: "Hija mía, quiero
confiarte solamente para ti el último secreto. Igualmente que los otros
dos, no lo revelarás a ninguna persona de este mundo".
Y ahora -le dijo la Virgen después de un momento de silencio- ve a
beber y lavarte los pies a la fuente, y come de la hierba que hay allí.
Bernardita miró a su alrededor y no vio ninguna fuente. Pensó entonces
que la Virgen la mandaba al canal que pasaba frente a la gruta y se
dirigió hacia allá. La Virgen la detuvo y le dijo: "No vayas allá, ve a la fuente que está aquí".
Le señaló hacia el fondo de la gruta. Bernardita subió y, cuando estuvo
cerca de la roca, buscó con la vista la fuente no encontrándola, y
queriendo obedecer, miró a la Virgen. A una nueva señal Bernardita se
inclinó y escarbando la tierra con la mano, pudo hacer en ella un hueco.
De repente se humedeció el fondo de aquella pequeña cavidad y viniendo
de profundidades desconocidas a través de las rocas, apareció un agua
que pronto llenó el hueco que podía contener un vaso de agua. Mezclada
con la tierra cenagosa, Bernardita la acercó tres veces a sus labios, no
resolviéndose a beberla. Pero venciendo su natural repugnancia al agua
sucia, bebió de la misma y se mojó también la cara. Todos empezaron a
burlarse de ella y a decir que ahora si se había vuelto loca. Pero,
¡misteriosos designios de Dios!, con su débil mano acababa Bernardita de
abrir, sin saberlo, el manantial de las curaciones y de los milagros
mas grandes que han conmovido la humanidad desde entonces. Con el paso
de los días la gente entendió lo que había ocurrido en la gruta, en su
verdadera dimensión. Lo que originalmente les pareció algo extraño y
anormal, culminó siendo un regalo inmenso del mismo Dios.
El agua milagrosa de Lourdes ha sido analizada por hábiles químicos:
Es un agua virgen, muy pura, un agua natural que carece de toda
propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad que ninguna bacteria
sobrevive en ella. Simboliza la Inmaculada Concepción, en cuyo ser nunca
hubo mancha de pecado original ni personal.
26 de febrero: El primer milagro de curación: El
buen párroco de Lourdes había pedido una señal, y en vez de la muy
pequeña que había pedido, la Virgen acababa de darle una muy grande, y
no solo a él, sino a toda la población. Había en Lourdes un pobre obrero
de las canteras, llamado Bourriette, quien veinte años antes había
tenido el ojo izquierdo horriblemente mutilado por la explosión de una
mina. Era un hombre muy honrado y muy cristiano. Mandó a la hija a
buscarle agua a la nueva fuente y se puso a orar, y aunque estaba un
poco sucia, se frotó el ojo con ella. Comenzó a gritar de alegría. Las
negras tinieblas habían desaparecido, no le quedaba mas que una ligera
nubecilla, que fue desapareciendo al seguir lavándose. Los médicos
habían dicho que él jamás se curaría. Al examinarlo de nuevo no quedó
mas remedio que llamarle a lo sucedido por su nombre: milagro. Y lo mas
grande era que el milagro había dejado las cicatrices y las lesiones
profundas de la herida, pero había devuelto aún así la vista. Muchos
milagros siguen sucediendo en Lourdes, por lo que en el santuario hay
siempre una multitud de enfermos.
La primera vela en la gruta de Lourdes: Un día al
final de la aparición, Bernardita se acercó a su tía que la acompañaba y
le dijo: ¿Quieres darme una vela y permitirme dejarla en la gruta?.
Entonces se dirigió hasta el fondo de la gruta y allí la dejó encendida,
apoyándola en la roca. Esta vela quizás en su momento fue la única,
ahora son millones las que arden constantemente ante la imagen de la
Virgen. La vela encendida es un hermoso símbolo: la cera blanca y virgen
de la que está formada siempre ha representado la humanidad que Cristo
tomó de María, y que unida a la Divinidad es la Luz del mundo. Como la
cera de la vela, ésta humanidad sagrada se consumirá delante de Dios en
adoración, suplicas y acción de gracias. La luz de la vela,
resplandeciente y radiante, simboliza la Divinidad del Hijo de María. La
vela encendida representa igualmente al cristiano, que iluminado por la
fe debe consumirse delante de Dios como víctima de penitencia y amor.
El 2 de marzo Bernardita fue de nuevo a ver al
párroco de Lourdes, recordándole la petición de la Virgen de levantar un
Santuario en el lugar de las apariciones. El párroco le contestó que
era obra del Obispo quien ya estaba enterado de la petición y sería el
encargado de poner por obra el deseo celestial de la Visión.
El 4 de marzo, ultimo día de la quincena y siguiendo
su costumbre, Bernardita antes de dirigirse a la gruta asistió a la
Santa Misa. Al final de la aparición, tuvo una gran tristeza, la
tristeza de la separación. ¿Volvería a ver a la Virgen?. La Virgen
siempre generosa, no quiso que terminara el día sin una manifestación de
su bondad: un gran milagro, un milagro maternal, coronación de la
quincena de apariciones: un niño de dos años estaba ya agonizando, se
llamaba Justino. Desde que nació tuvo una fiebre que iba poco a poco
desmoronando su vida. Sus padres, ese día, lo creían muerto. La Madre en
su desesperación lo tomó y lo llevó a la fuente: el niño no daba
señales de vida. La madre lo metió quince minutos en el agua que estaba
muy fría. Al llegar a la casa, notó que se oía con normalidad la
respiración del niño. Al día siguiente, Justino se despertó con tez
fresca y viva, sus ojos llenos de vida, pidiendo comida y sus piernas
fortalecidas. Este hecho conmocionó a toda la comarca y pronto a toda
Francia y Europa, tres médicos de gran fama certificaron el milagro,
llamándolo de primer orden.
Entonces el gobernador de Tarbes, ciudad a la que pertenecía Lourdes,
reunió a todos los alcaldes de la zona para dar instrucciones precisas
de prohibir de inmediato la asistencia a la gruta de todo ciudadano.
Todo fue en vano, cada día acudían mas peregrinos de todas partes. No
obstante las persecuciones, las burlas y las injurias, Bernardita
continuaba visitando la Gruta. Iba a rezar el Rosario con los
peregrinos. Pero la dulce visión no aparecía. Ella ya estaba resignada a
no volver a ver a la Virgen.
Yo soy la Inmaculada Concepción
El 25 de Marzo fue el día de la gran revelación. En el día de la
Anunciación Bernardita se sintió fuertemente movida a ir a la Gruta. Muy
contenta obedeció ese llamado en su corazón, y fue inmediatamente. Como
era una fecha solemne, los peregrinos tenían la esperanza de que la
Virgen se aparecería y cuando llegó Bernardita se asombró de la cantidad
de personas que encontró. Fue este día 25, en la historia de las
apariciones, un día de gloria. Bernardita volvió a preguntarle a la
Señora: "quieres tener la bondad de decirme quien eres y cual es tu
nombre?". La visión resplandecía mas que nunca, sonriendo siempre, y
siendo su sonrisa la única respuesta. Bernardita insistió..."¿quieres
decirme quien eres?, te lo suplico Señora Mía". Entonces la Señora
apartó su vista de Bernardita, separó sus manos, hizo deslizar en su
brazo el Rosario que tenía en sus dedos, levantó a un mismo tiempo sus
manos y su cabeza radiante, en tanto que sus manos se juntaron delante
del pecho, su cabeza se afirmó y, mas resplandeciente que la luz del
sol, dirigida la vista al cielo dijo:
"YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN"
Y así desapareció, dejando en Bernardita esta imagen y ese nombre.
Bernardita oía por primera vez esas palabras. Mientras se dirigía a la
casa parroquial para contarle al párroco (ya que éste le había dado el
encargo de preguntar a la visión como se llamaba) iba ella por todo el
camino repitiendo "Inmaculada Concepción", esas
palabras tan misteriosas y difíciles para una niña analfabeta. Cuando el
párroco oyó el relato de Bernardita, quedó asombrado. ¿Como podía una
niña sin ninguna instrucción religiosa saber el dogma que solo unos
cuatro años antes había la Iglesia promulgado?. En 1854 el Papa Pío IX
había definido el dogma de la Inmaculada Concepción. El sacerdote
comprobó definitivamente que Bernardita no se había engañado, era ella,
la Virgen Santísima, la soberana Madre de Dios quien se le aparecía en
la Gruta. Años después confesó que mucho le costó reprimir la emoción
que sintió cuando la niña pronunció esas palabras. Su corazón no podía
ya ocultar la maravilla que estaba ante sus ojos. Bernardita también
encontró entonces la seguridad de que era la Madre de Dios quien le
hablaba, lo que le dio una gran paz y alegría en el corazón.
Este es el mayor misterio de Lourdes, revelado graciosamente
por María a Bernardita: Los dogmas de la iglesia son fundamentales para
dar firmes cimientos al Cuerpo Místico de Cristo. La iglesia, cuerpo
vivo y en permanente evolución desde que Jesús mismo le dio vida, se
nutre de las verdades que hacen de María un pilar fundamental de nuestra
fe. Inseparable es María de Su Hijo, Jesús. E inseparable es la pureza
de la Madre y la Pureza del Hijo. Inmaculada Una, inmaculado El. ¿Cómo
podría el Padre haber dado la naturaleza humana a Su Hijo, si no fuera
en un Cuerpo y un Alma Inmaculados?. La nueva Arca de la Alianza, María,
fue, es y será la más pura obra de la Creación. La nueva Eva que vino a
corredimirnos junto a Su Hijo: el Redentor, el nuevo Adán. Jesús y
María, unidos indisolublemente en la obra de la Salvación: El sobre Su
Trono de Rey, Ella a sus pies, como Su mas perfecta discípula.
5 de Abril: El día lunes de Pascua Bernardita volvió
a la gruta, rodeada de una verdadera multitud de personas que oraban
con ella. Arrodillada como era su costumbre, tenia en la mano izquierda
la vela encendida que le acompañaba en todas las ocasiones y la apoyaba
en el suelo. Absorta en la contemplación de la Reina de los Cielos, y
mas sabiendo ahora con seguridad que era la Virgen Santísima, levantó
sus manos y las dejó caer un poco, sin percatarse que las tenia sobre el
extremo de la vela encendida. Entonces la llama comenzó a pasar entre
sus dedos y a elevarse por encima de ellos, oscilando de un lado para el
otro, según fuera el leve soplo del viento. Los que estaban ahí
gritaban: "se quema". Pero ella permanecía inmóvil. Un médico que estaba
cerca de Bernardita sacó el reloj y comprobó que por mas de un cuarto
de hora la mano estuvo en medio de la llama, sin hacer ella ningún
movimiento. Todos gritaban ¡milagro!. El médico comprobó que la mano de
Bernardita estaba ilesa. Después que terminó la aparición: uno de los
espectadores aproximó a la mano de Bernardita la llama de la misma vela
encendida, y ella exclamó: "¿Oh que quiere usted, quemarme?.
La última aparición
Fue el día 16 de Julio de 1858, día de la Virgen del Carmen.
Bernardita, que llevó el escapulario del Carmen toda su vida, se siente
de nuevo movida a ir a la gruta, que está cercada, vigilada y prohibida
por las autoridades locales. Va acompañada de su tía Basile y unas
vecinas. Bajan por praderas contiguas a la gruta, siendo acompañadas por
una multitud que al verla no dudó del llamado de María. Se arrodillaron
lo mas cerca posible de la gruta pero sin poder llegar a ella.
Bernardita recibe la última visita de la Virgen y diría luego: "Nunca se había aparecido tan gloriosa".
Bernardita había cumplido su misión, con gran amor y valentía ante
todos los sufrimientos que tuvo que sobrellevar y ante todos los
obstáculos que el Enemigo puso en su camino. Su confesor dijo
repetidamente: "La mejor prueba de las apariciones es Bernardita misma, su vida".
Los ataques del demonio
Se lee en el libro del Génesis que la enemistad entre la mujer y el
demonio durará por siempre. Y esto es así porque es María quien vence al
mal, con Su Pureza infinita y con Su Inmaculado Corazón. Es que satán
simplemente no puede soportar tanta perfección celestial en una
criatura. María representa y anticipa la derrota del mal, es la prueba
de la santidad a la que se llega por el camino de la humildad, el
silencio y la entrega a Dios. Este es el motivo por el que en toda
aparición Mariana se producen ataques del maligno, y no fue Lourdes la
excepción, ya que durante la cuarta aparición Bernardita escuchó
claramente un coro de aullidos que provenían del canal que corre frente a
la Gruta. Voces altisonantes, como de fieras que peleaban entre si,
voces que le ordenaban que escape de allí. María también escuchó, ya que
levantó su mirada en dirección a esas voces. De inmediato estas
profirieron profundos gritos y se dieron a la fuga, no escuchando
Bernardita más esos sonidos.
Pero antes de que terminen las apariciones hubo otros ataques del
maligno: una señora llamada Honorine pasaba por la gruta cuando escuchó
gritos y sonidos de bestias peleando dentro de la gruta. Esto le ocurrió
también al día siguiente, por lo que la dama huyó aterrorizada y no fue
a la gruta por mucho tiempo. También un niño llamado Juan Bautista
Estrade sufrió un gran susto: al pasar frente a la gruta se detuvo a
rezar por un momento. En ese momento vio que desde la gruta se dirigía
hacia él una hermosa dama, que flotaba sobre una nube, pero una nube
cuyos colores eran como los de las tormentas. Esta mujer fijó sus ojos
en los del niño, que aterrorizado vio que eran enormes y negros. El niño
comprendió que era el demonio y huyó. Solo luego de varios días aceptó
narrar lo sucedido. Muchos otros eventos de este tipo sucedieron por
esos días.
Pensemos por un instante en la gigantesca obra que surgió a
partir de la aparición de Lourdes, y cuantas almas fueron rescatadas de
las garras del mal a través de las gracias derramadas por la Madre de
las Gracias allí. Además, Lourdes es un símbolo de pureza, de la
Inmaculada Concepción, de principio a fin. Es a partir de estos simples
pensamientos que comprendemos cuanto daño le hizo a los planes del
príncipe de la mentira lo que ocurrió en la gruta de Massabieille. Por
supuesto, quiso arrebatar de las manos de María semejante logro, más
nada puede hacer él frente a la Reina del Cielo. ¡Con su calcañal Ella
aplasta su cabeza!.
El mensaje de la Madre de Dios en Lourdes
El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, Francia, en 1858, puede resumirse así:
1.Es un agradecimiento del Cielo por la definición del dogma de
la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes
(1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y
modelo de pureza para el mundo que está necesitado de ésta virtud.
2.Es una exaltación a las virtudes de la pobreza y humildad
aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de su
mensaje.
3.Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La
Santísima Virgen le repite que lo importante es ser feliz en la otra
vida, aunque para ello sea preciso aceptar la Cruz.
4.La importancia de la oración, del rezo del Santo Rosario, de
la penitencia y humildad (besando el suelo como señal de ello). También
un mensaje de misericordia infinita para los pecadores y la importancia
del cuidado de los enfermos.
Oración a la Virgen de Lourdes:
“Santísima Virgen de
Lourdes, que a ninguno desamparas ni desechas, mírame con ojos de piedad
y alcánzame de tu Hijo perdón de mis pecados para que con devoto afecto
celebre tu Santa e Inmaculada Concepción, en tu milagrosa imagen de
Lourdes y reciba después el galardón de la bienaventuranza del mismo de
quien eres Madre. Amén."
Fuente: Reina del Cielo
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