EL CAMINO: "YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, NADIE VA AL PADRE SINO POR MÍ". (JUAN 14:6)

"BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, Y TODO LO DEMÁS SE OS DARÁ POR AÑADIDURA". (MATEO 6:33)

"Y EN NINGÚN OTRO HAY SALVACIÓN, PORQUE NO HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO DADO A LOS HOMBRES, EN EL CUAL PODAMOS SER SALVOS". (HECHOS 4:12)

miércoles, 4 de marzo de 2015

Revelaciones a la Luz del Misterio de la Transfiguración



Meditaciones para la Cuaresma. Tomado de "Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles", P. André Hamon, cura de San Sulpicio (Autor de las vidas de San Francisco de Sales y del Cardenal Cheverus).

    
El misterio de la Transfiguración, que meditamos esta semana, hace resaltar maravillosamente tres hermosas verdades: 1º Las grandezas de Jesucristo; 2º El poder de su mediación; 3º La autoridad de sus enseñanzas.
     
— Después de estas consideraciones, tomaremos la resolución: 1º De conservar en nosotros un gran respeto a Jesucristo y una gran confianza en su mediación. 2º De imitar a Jesucristo y obedecer a sus inspiraciones. Nuestro ramillete espiritual serán las palabras del Evangelio: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias; escuchadle”.

Trasladémonos en espíritu al Tabor y escuchemos con gran piedad el magnífico panegírico que Dios Padre hace allí de su Hijo. Amemos al Padre que alaba así, y al Hijo que es alabado de esta manera. 


LAS GRANDEZAS DE JESUCRISTO
REVELADAS EN EL TABOR 

      
"Si os hemos predicado", dice San Pedro a los fieles en su segunda Epístola, “el poder y el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo, no os hemos hecho conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas o ficciones ingeniosas, sino como testigos oculares de su grandeza, porque, al recibir de Dios Padre aquel glorioso testimonio, cuando desde la nube apareció con tanta brillantez la gloria de Dios, descendió una voz que le decía: Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escuchadle”. ¡Oh! ¡Qué grande es el Dios a quien adoramos en nuestros tabernáculos y con qué santo temor y profunda piedad debemos comparecer delante de sus grandezas no menos reales cuando las encubre por amor y humildad bajo las especies eucarísticas que cuando las descubrió en el Tabor ante las miradas de los apóstoles deslumbrados y por elevación, como los justos, sino por su naturaleza, por identidad de esencia, igual en todo a su Padre, todo poderoso como Él, eterno, inmenso, infinito en toda perfección, Santo de los santos, Dios del universo, creador de todas las cosas. Postrémonos delante de tanta grandeza y pidámosle perdón por haber perdido con tanta frecuencia el respeto hacia Él en el lugar santo, en la oración y en la disposición habitual de nuestro corazón.

    
EL PODER DE LA MEDITACIÓN DE JESUCRISTO
REVELADO EN EL TABOR 

Ya Jesucristo se había declarado nuestro mediador ante su Padre por estas dulces palabras, dichas a sus Apóstoles: “Pedid a mi Padre en mi nombre”; pero en el Tabor, Dios Padre nos revela el poder de su mediación proclamándolo su Hijo único y amado, el objeto de todas sus complacencias; por consiguiente, no solamente omnipotente sobre su corazón, sino el único por quien deben presentársele todas las peticiones, el único que infaliblemente consigue cuanto pide. Como fue designio del Padre que fuésemos rescatados y santificados por este su muy amado Hijo, es también designio suyo que todas nuestras oraciones sean presentadas por Él, y que siempre sean oídas en Él, a causa del gran respeto con que las acompaña. ¡Qué consuelo para nosotros tener semejante medianero! ¡Con qué confianza debemos dirigir por Él todas nuestras súplicas al cielo! ¿No olvidemos a menudo este medio de asegurar el éxito de nuestras oraciones? 

     
LA AUTORIDAD DE LAS ENSEÑANZAS DE JESUCRISTO 
REVELADAS EN EL TABOR

Inmenso consuelo debe ser para nosotros el ser discípulos de un maestro y de un doctor cuya misión divina proclama el cielo de una manera tan alta y tan solemne. “Escuchadle”, dice la voz celestial. Escuchad sus enseñanzas, no solamente cuando os revela los dogmas de fe, que debéis creer sin dar oídos a lo que los sentidos y la razón parecen deciros en contrario, sino también cuando os predica las verdades morales y prácticas, diciéndoos que la felicidad de esta vida consiste en la pobreza, en el desprecio, en los padecimientos, que es necesario renunciarse y aborrecerse, contrariarse y hacerse violencia, privarse y crucificarse sin compasión. Escuchadle, cuando os enseña por el lenguaje de sus ejemplos. Llevó una vida laboriosa y oculta; todos sus días se pasaron en el dolor; se puso debajo de todos los otros, aún a los pies de sus discípulos; fue manso y humilde de corazón, aceptando por herencia la pobreza, el oprobio, la humillación y el dolor. Escuchadle, cuando os habla por la voz secreta de sus inspiraciones. Su gracia siempre está a la puerta de vuestro corazón, instándoos para que llevéis una vida mejor y dejéis esta vida enteramente natural y humana, esta vida de ligereza y disipación, esta vida de rutina y de costumbre, esta vida eternamente la misma, sin ninguna reforma de los defectos y sin ningún progreso en la virtud. Ceded, en fin, a las instancias de la gracia que os apremia. ¡Feliz el que escucha en la paz y el silencio del alma y, después de escucharla, la obedece con generosidad! ¿Es así como lo hacemos?



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