EL CAMINO: "YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, NADIE VA AL PADRE SINO POR MÍ". (JUAN 14:6)

"BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, Y TODO LO DEMÁS SE OS DARÁ POR AÑADIDURA". (MATEO 6:33)

"Y EN NINGÚN OTRO HAY SALVACIÓN, PORQUE NO HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO DADO A LOS HOMBRES, EN EL CUAL PODAMOS SER SALVOS". (HECHOS 4:12)

viernes, 26 de febrero de 2016

No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas


“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas:
Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”.
Mt 5, 17-37


NO PIENSEN QUE VINE PARA
ABOLIR LA LEY O LOS PROFETAS

Jesús hace una declaración de mucha importancia para todo el cristianismo, en la que fija su actitud doctrinal frente al judaísmo. Jesucristo proclama que no vino a abolir ni la Ley ni los Profetas. Por el contrario, Cristo vino a llenar a cumplir y perfeccionar; cumplir la Ley con las obras, y llevar lo imperfecto a lo perfecto, Jesucristo no viene a destruir la ley, pero tampoco viene a consagrarla como algo que no se puede tocar, al contrario, viene a darle con su enseñanza y su actitud, una nueva forma, más definitiva, en la cual ahora se realiza en plenitud aquello hacia donde la ley conducía.

Jesús no vino a anular los valores normativos del Antiguo Testamento, sino que hacer posible su total efectividad y realización en la novedad del Evangelio. ¿Entonces, qué sentido conviene aquí al verbo cumplir o perfeccionar el sentido que aquí le corresponde es el de “perfeccionar”? El sentido que aquí le corresponde es el de perfeccionar. Se ve esto porque Jesús cumple con su práctica muchas cosas del Antiguo Testamento, pero perfecciona ésta con su doctrina al interpretar el sentido recto de muchas cosas del Antiguo Testamento deformadas por el leguleyismo farisaico y añade otras muchas como la nueva revelación, lo mismo que por el espíritu evangélico que ha de informarla.

Jesús perfecciona la Ley del Antiguo Testamento, al interpretar el verdadero sentido de prescripciones deformadas del Antiguo Testamento y al añadir nuevas enseñanzas, revelaciones y prescripciones. La Ley de Moisés y la evangélica no son opuestas, son una sola, es la Ley de Dios a los hombres, eso sí, en dos etapas, entonces la segunda es complemento y perfeccionamiento de la primera.

Jesús dice: Les aseguro que no quedarán ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, término con que se expresa el fin de los tiempos y, por tanto, se expresa también con ello la duración de una cosa o la firmeza de la misma.

Dice Jesús: El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos.

Cabe destacar que Jesús dice: El que no cumpla el más pequeño, no habla explícitamente de preceptos mayores, es algo lógico, porque cuando dice; Les aseguro que no quedarán ni una y ni una coma de la Ley sin cumplirse, ha de cumplirse.

El que no cumpla, o el que quebrantase o, por el contexto, mejor, descuidase cumplir uno de estos preceptos pequeños o mínimos y además enseñase así a los hombres, será el menor en el reino de los cielos, es decir no está excluido de él. Y la contraposición se hace con los preceptos grandes y su premio correspondiente. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

Así es, como Jesús nos afirmó que la Ley la deberemos cumplir en todos sus aspectos, hasta en los más insignificantes preceptos, haciendo estos llegaremos a ser grande en el Reino de los Cielos. Entonces, la perfección evangélica, consistirá en la observancia de los Evangelios, un modo de hacerlo, es cumplir hasta en sus más pequeñísimos detalles, con gran cuidado, con un gran espíritu de amor, con aceptación y entrega a la voluntad del Padre.

Ahora, nos hacemos una pregunta, ¿somos fieles en el cumplimiento de lo que en el Evangelio se nos propone cumplir? o bien, ¿cumplimos todo lo que Jesucristo nos ha enseñado como norma de vida? También es bueno preguntarse, ¿sino cumplimos, aparte de no cumplir, estamos enseñando o incentivando a otros a no cumplir?

Ser cristiano, tener fe en Cristo, se resume en ser incondicional a Él, es decir, esforzarte para ser como Él nos ha enseñado, y trabajar por implementar el Reino de Dios en todo lugar, y ese Reino, es la justicia, la paz, el amor por implementar el Reino de Dios en todo lugar, y ese Reino, es la justicia, la paz, el amor por los hombres, el ser solidario y la inclinación natural por hacer el bien.


SI LA JUSTICIA DE USTEDES NO ES SUPERIOR
A LA DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS

Jesús, se atribuye una autoridad superior a la de Moisés, así es como lo dice explícitamente. Jesús es superior a la misma Ley y tiene además autoridad para cambiarla.

Jesús, ahora no solo prohíbe el homicidio, también veta la ira, los insultos, las injurias, es decir, se deben evitar los pecados y faltas externas e internas, como las ofensas, la rabia, agravios y ultrajes.

Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que, si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Se trata, pues, de fidelidad a la Ley, pero de fidelidad al cumplimiento del espíritu de la Ley, pues en su cumplimiento material, aquéllos eran maestros insuperables. Ya los profetas habían urgido la necesidad de poner el espíritu y el corazón en los sacrificios. El rito material no cuenta. Por el simple cumplimiento del rito cultural, Dios no lo atiende ni retribuye. Esto es lo que Jesús censura, al tiempo que enseña cómo ha de ser la práctica de la nueva Ley, de la justicia mesiánica; no hipocresía de un rito sin vida. La justicia del reino mesiánico es sencillamente la justicia de la autenticidad religiosa. Este versículo, es un término completivo del tema sobre la relación de Jesús y la Ley vieja, pero es, al mismo tiempo, un versículo puente para el tema del sermón de la Montaña: el perfeccionamiento moral de la vieja Ley y el perfeccionamiento del espíritu con que ha de ser practicada.

Dice Jesús: Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata debe ser llevado ante el tribunal. Jesús se está refiriendo al quinto precepto del Decálogo (Diez Mandamientos): No matarás. Refiriéndose al auditorio les dice: Ustedes han oído que se dijo a los antepasados. Estos antepasados son las generaciones judías anteriores.

La cita se hace literalmente del Decálogo, pero la segunda parte, No matarás, y el que mata debe ser llevado ante el tribunal, no se encuentra citada así en la Ley, esta castiga el homicidio: El que hiere mortalmente a otro será castigado con la muerte (Ex 21:12; Lev 24:17). Este juicio al que se alude puede ser el juicio jurídico del tribunal (Dt 16:18; Dan 7:26 en los LXX) que le juzgará y le condenará o puede ser la misma condena.

Esta legislación del Decálogo había sido interpretada materialmente: realización física del homicidio. Pero Jesús, al contraponer su enseñanza a la interpretación rabínica del mismo mandamiento, está dando la interpretación del contenido primitivo.

Hay también en ello otro valor. Al contrastar lo que se les había dicho por Moisés a los antiguos, sin embargo, al decir Jesús, Pero yo les digo, está implícitamente declarándose superior a Moisés. Jesús ira luego gradualmente declarándose superior a los reyes, profetas, sábado y Templo (Mt 16:6). Aquí se presenta ya como el supremo Legislador de Israel.

Pero yo les digo que todo aquel que se enoja contra su hermano merece ser condenado por un tribunal. En este precepto no solamente se condena el acto de homicidio real, sino la injuria al hermano. Este, en la apreciación judía, era el equivalente al prójimo, y éste era sólo el judío. Aquí también se condena el irritarse contra el hermano injustamente (Mc 3:5) al llamarlo racá. Es palabra aramaica; se proponen varias etimologías, como abominable, o loco, pero ésta significa además rebelde contra Dios, ateo.

Naturalmente, Jesús no pretende establecer este triple y exclusivo código de penas y castigos. Toma los términos de la jurisprudencia judía como medio de expresión de valoración moral. El tribunal ante el que Jesús cita no es más que uno: el de Dios.

Luego Jesús, expone en dos pequeñas parábolas la necesidad de la reconciliación con el prójimo, Él quiere que vivamos en paz los unos con los otros.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Esta presenta con una semejanza tomada del sacrificio y la presenta con la urgencia del que está ya a punto de ofrecerle. Que la deje ante el altar y que vaya primero a reconciliarse con su hermano, si tiene algo contra ti, por suponerse que el oyente hizo algo injusto contra él. Con ello encarece la necesidad de la caridad al ponerlo en comparación con el sacrificio. Ya que, siendo éste representación vicaria del oferente, no es grata a Dios sin el amor al prójimo (Os 6:6).

Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo. Esta segunda comparación está tomada de la vida civil: más vale componerse los litigantes de un pleito entre ellos que venir a la sentencia inapelable del juez, aparte de pagar costas y tener incomodidades y pleito. Se pagará hasta el último centavo. Es una pequeña parábola, de la que luego se alegorizan algunos elementos, el tiempo que están en camino probablemente alegoriza el tiempo que se está in vía; el juez y su sentencia son el tribunal de Dios; el castigo en prisión, de la que no se saldrá hasta que se pague el último centavo, es decir, hasta que se cumpla estrictamente la justicia, y porque el tono de esta redacción parabólica sólo habla popular y sapiencialmente del anuncio de un castigo que corresponde a una culpa contra la caridad, pero sin más precisiones.

Jesús, nos pide siempre que vivamos en paz y armonía con todos nuestros hermanos y, que tengamos una actitud constante de reconciliación frente a las diferencias que a veces nos separan. Dios aprecia de sobremanera la unidad fraternal, nos está diciendo que: deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda, es decir el sacrificio no será agradable a Él, sino en cuanto vivamos en amor y paz con nuestros hermanos.


NO COMETERÁS ADULTERIO

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio. La ley judía condenaba en el Decálogo (Diez Mandamientos) (Ex 20:14) el adulterio. Pero explícitamente no se legislaba sobre la simple fornicación, entonces la interpretación de la prohibición del adulterio en el Decálogo era usualmente entendida del acto externo. El mismo Decálogo daba, aparentemente, pie a ello, pues lo valoraba solamente desde el punto de vista de la justicia. También se condenaban otros pecados externos como el de lujuria y seducción, esto se lee en varios fragmentos del Antiguo Testamento, donde se hace ver el peligro del pecado interno (Job 31:1; Eclo 9:5). El décimo mandamiento del Decálogo, se prohíbe el deseo de la mujer ajena sólo por ser propiedad del marido (Ex 20:17; Dt 5:21).

Pero ante esta legislación interpretada restrictivamente, Jesús da su interpretación auténtica: en este precepto está incluido todo mal deseo de adulterio. El corazón es el verdadero responsable ante la moral.

Dice Jesús: Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella en su corazón. Es verdad que en la literatura rabínica se encuentran textos de todas las épocas expresando un sentimiento constante que condena la impureza que se comete con los ojos o el pensamiento. Rabí Simeón dice: No cometerás adulterio, ni tampoco con los ojos ni con el corazón. Pero la práctica debía de ser muy distinta, cuando Jesús tiene que tomar esta actitud ante la interpretación del Decálogo.

Declarado el sentido del sexto mandamiento, surge su cumplimiento, haciendo ver la necesidad de evitar la ocasión del pecado, este se hace con un grafismo hiperbólico, aumentado y paradójico.

Dice Jesús: Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Si el ojo derecho, por especialmente estimado (1 Sam 11:2), lo mismo que si la mano derecha escandaliza, vale más sacárselo o cortarla que ir con ambos al infierno.

Naturalmente, esto no se dice en el sentido de una realización material, sino en el sentido de que es tropiezo u ocasión de pecado. Lo que Jesús destaca es la necesidad de la precaución, de la vigilancia y el heroísmo, para superar todo escándalo temporal, a fin de no ir por él al infierno.

Luego Jesús agrega: También se dijo: El que se divorcia de su mujer debe darle una declaración de divorcio. Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido comete adulterio.

En este fragmento, se encuentra una dificultad ya clásica. Parecería que el divorcio fuese lícito en el caso de fornicación, aquí se trata especialmente del repudio, pero esto, se aclara mejor cuando leemos a san Mateo 19, 3-9, que se refiere a la indisolubilidad, sucede cuando los fariseos preguntan a Jesús; ¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo? Pero Jesús afirma categóricamente sobre lo indisoluble del vínculo matrimonial, revalidando la dignidad del matrimonio, rechazando la teoría del repudio, y restaura el derecho en su sentido original, sin dejar de recordar que Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón, pero al principio no era así.

Jesús quiere devolver a la ley divina, su primitivo vigor, y dice: Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio. Sus discípulos le dijeron como respuesta: Si ésta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse.

Es cierto que muchas veces el matrimonio no es algo fácil, en otras palabras, tiene su cruz y en ocasiones muy pesada, más aún si se mira como algo del cuerpo y de sus instintos, o relacionado con ellos, esto es carnal, pero si, al contrario, si lo miramos con algo más dell espíritu, y tomamos conciencia de que es un gran sacramento, descubriremos la riqueza del matrimonio.


NO JURARÁS FALSAMENTE, Y
CUMPLIRÁS LOS JURAMENTOS HECHOS AL SEÑOR

El mal produce en los hombres palabras de desconfianzas, mentiras y falsedades, se habla con hipocresía y lo peor, es el abuso de la palabra en juramento con falsas promesas. Jesús nos encamina y nos orienta a ser hombres sencillos y fieles en todo y con todos, con una conducta sincera, franca en el trato con los demás.

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor. El uso de los juramentos había venido a ser un abuso en Israel. Se juraba por Dios, por el cielo, por el Todopoderoso, por el templo, por esta morada, sinónimo del mismo; por el altar, por la Alianza, por la Thorah (la ley), por la Consolación de Israel (Mesías). A veces la fórmula empleada era negativa, y se decía yo (juro) no querer ver la Consolación de Israel sí hago o sucede tal cosa; o en forma positiva: Yo juro que quiero ver muertos a mis hijos sí sucede tal cosa. Se juraba que comería o que no comería, que comió o que había comido, que daría o no tal cosa a otro, que se entregaría al sueño o no, etc.

Entonces le dice Jesús; Pero yo les digo que no juren de ningún modo. No es que lo excluya en absoluto, pues El mismo responderá ante la conjuración que por Dios le hace Caifás, sino que es la forma rotunda de expresión contra la moral relajada.

También dice Jesús; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; destacando algunos juramentos, como modelo y más frecuentes, que se hacían por las criaturas, para hacer ver que en ellos está Dios y que por eso se utilizaban, y dice ni por el cielo, pues es la morada de Dios; allí está el trono de Dios (Is 66:1); ni por la tierra, pues también en ella está Dios.

También dice Jesús; Ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey, que es Dios, en la que puso su nombre. Por eso es la Ciudad Santa.

Jesús dice: No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Ni por tu cabeza jures tampoco, pues aun en este juramento se incluía a Dios. Se lo incluía al usar la palabra técnica jurar, y porque ella es la representación del hombre, que está bajo el dominio de Dios. Por eso no puede cambiar por un acto de su determinación el color de sus cabellos.

Ante esta frivolidad religiosa, Jesús propone Cuando ustedes digan sí, que sea sí, y cuando digan no, que sea no. pues, además de salvar el honor de Dios, se trata de revalorizar la dignidad y lealtad del hombre.

Añadiéndose todo lo que pasa de esto, de decir sí o no, procede del mal, Todo lo que se dice de más, viene del Maligno, en su obra de mal contra el Reino. Además, que el Maligno al introducir la mentira y el mal en el mundo (Jn 8:44), hizo necesaria, a veces, la garantía del juramento.

De esta forma de expresarse san Mateo no se sigue que se niegue la legalidad del juramento en ocasiones. La fórmula rotunda de prohibición no es más que el exceso de un estilo oratorio y oriental. A lo que era un abuso total se le opone en este estilo una prohibición total. Pero como contraprueba de su permisión está que Jesús responde a la conjuración que le hace Caifás, lo mismo que la práctica de San Pablo y el ángel del Apocalipsis, que jura por el que vive por los siglos (Ap 10:6).

El que sabe expresarse, el que sabe hablar de verdad, no es el que utiliza bellos términos para impresionar, si el corazón no es sincero, las palabras no se oirán como verdad, sin embargo, el que habla con el corazón sabe hablar bien y con sencillez, sus palabras muestran sinceridad y convicción. Al hablar con nuestros hermanos, hagámoslo con lealtad, sin fingimiento, sin hablar de frente algo y de espalda otra cosa.

El Señor les Bendiga


   Pedro Sergio Antonio Donoso


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