“No piensen
que vine para abolir la
Ley o los
Profetas:
Yo no he
venido a abolir, sino a dar cumplimiento”.
Mt 5, 17-37
NO PIENSEN QUE VINE PARA
ABOLIR LA
LEY O LOS
PROFETAS
Jesús hace una declaración de mucha importancia para todo el
cristianismo, en la que fija su actitud doctrinal frente al judaísmo. Jesucristo proclama que no vino a abolir ni la
Ley ni los
Profetas. Por el contrario, Cristo vino a llenar a cumplir y perfeccionar;
cumplir la
Ley con las
obras, y llevar lo imperfecto a lo perfecto, Jesucristo no viene a destruir la
ley, pero tampoco viene a consagrarla como algo que no se puede tocar, al contrario,
viene a darle con su enseñanza y su actitud, una nueva forma, más definitiva,
en la cual ahora se realiza en plenitud aquello hacia donde la ley conducía.
Jesús no vino a anular los valores normativos del Antiguo Testamento,
sino que hacer posible su total efectividad y realización en la novedad del
Evangelio. ¿Entonces, qué sentido conviene aquí al verbo cumplir o perfeccionar
el sentido que aquí le corresponde es el de “perfeccionar”? El sentido que aquí
le corresponde es el de perfeccionar. Se ve esto porque Jesús cumple con su
práctica muchas cosas del Antiguo Testamento, pero perfecciona ésta con su
doctrina al interpretar el sentido recto de muchas cosas del Antiguo Testamento
deformadas por el leguleyismo farisaico y añade otras muchas como la nueva
revelación, lo mismo que por el espíritu evangélico que ha de informarla.
Jesús perfecciona la
Ley del Antiguo
Testamento, al interpretar el verdadero sentido de prescripciones deformadas
del Antiguo Testamento y al añadir nuevas enseñanzas, revelaciones y
prescripciones. La
Ley de Moisés y
la evangélica no son opuestas, son una sola, es la
Ley de Dios a
los hombres, eso sí, en dos etapas, entonces la segunda es complemento y
perfeccionamiento de la primera.
Jesús dice: Les aseguro que no
quedarán ni una coma de la
Ley sin
cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, término con que se
expresa el fin de los tiempos y, por tanto, se expresa también con ello la
duración de una cosa o la firmeza de la misma.
Dice Jesús: El que no cumpla el
más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será
considerado el menor en el Reino de los Cielos.
Cabe destacar que Jesús dice: El que no cumpla el más pequeño, no habla
explícitamente de preceptos mayores, es algo lógico, porque cuando dice; Les
aseguro que no quedarán ni una y ni una coma de la
Ley sin
cumplirse, ha de cumplirse.
El que no cumpla, o el que quebrantase o, por el contexto, mejor,
descuidase cumplir uno de estos preceptos pequeños o mínimos y además enseñase
así a los hombres, será el menor en el reino de los cielos, es decir no está excluido
de él. Y la contraposición se hace con los preceptos grandes y su premio
correspondiente. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande
en el Reino de los Cielos.
Así es, como Jesús nos afirmó que la
Ley la deberemos
cumplir en todos sus aspectos, hasta en los más insignificantes preceptos, haciendo
estos llegaremos a ser grande en el Reino de los Cielos. Entonces, la perfección evangélica, consistirá en la
observancia de los Evangelios, un modo de hacerlo, es cumplir hasta en sus más
pequeñísimos detalles, con gran cuidado, con un gran espíritu de amor, con
aceptación y entrega a la voluntad del Padre.
Ahora, nos hacemos una pregunta, ¿somos fieles en el cumplimiento de lo
que en el Evangelio se nos propone cumplir? o bien, ¿cumplimos todo lo que
Jesucristo nos ha enseñado como norma de vida? También es bueno preguntarse,
¿sino cumplimos, aparte de no cumplir, estamos enseñando o incentivando a otros
a no cumplir?
Ser
cristiano, tener fe en Cristo, se resume en ser incondicional a Él, es decir,
esforzarte para ser como Él nos ha enseñado, y trabajar por implementar el
Reino de Dios en todo lugar, y ese Reino,
es la justicia, la paz, el amor por implementar el Reino de Dios en todo lugar,
y ese Reino, es la justicia, la paz, el amor por los hombres, el ser
solidario y la inclinación natural por hacer el bien.
SI LA
JUSTICIA DE USTEDES
NO ES SUPERIOR
A LA
DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS
Jesús, se atribuye una autoridad superior a la de Moisés, así es como lo
dice explícitamente. Jesús es superior a la misma Ley y tiene además autoridad
para cambiarla.
Jesús,
ahora no solo prohíbe el homicidio, también veta la ira, los insultos, las
injurias, es decir, se deben evitar los pecados y faltas externas e internas,
como las ofensas, la rabia, agravios y ultrajes.
Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que, si la justicia de ustedes
no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los
Cielos. Se trata, pues, de fidelidad a la
Ley, pero de fidelidad al cumplimiento del espíritu de la
Ley, pues en su cumplimiento material, aquéllos eran maestros
insuperables. Ya los profetas habían urgido la necesidad de poner el espíritu y
el corazón en los sacrificios. El rito material no cuenta. Por el simple
cumplimiento del rito cultural, Dios no lo atiende ni retribuye. Esto es lo que
Jesús censura, al tiempo que enseña cómo ha de ser la práctica de la nueva Ley,
de la justicia mesiánica; no hipocresía de un rito sin vida. La justicia del
reino mesiánico es sencillamente la justicia de la autenticidad religiosa. Este
versículo, es un término completivo del tema sobre la relación de Jesús y la
Ley vieja, pero
es, al mismo tiempo, un versículo puente para el tema del sermón de la
Montaña: el perfeccionamiento moral de la vieja Ley y el
perfeccionamiento del espíritu con que ha de ser practicada.
Dice Jesús: Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás,
y el que mata debe ser llevado ante el tribunal. Jesús se está refiriendo al
quinto precepto del Decálogo (Diez Mandamientos): No matarás. Refiriéndose al
auditorio les dice: Ustedes han oído que se dijo a los antepasados. Estos
antepasados son las generaciones judías anteriores.
La cita se hace literalmente del Decálogo, pero la segunda parte, No
matarás, y el que mata debe ser llevado ante el tribunal, no se encuentra
citada así en la Ley ,
esta castiga el homicidio: El que hiere mortalmente a otro será castigado con
la muerte (Ex 21:12; Lev 24:17). Este juicio al que se alude puede ser el
juicio jurídico del tribunal (Dt 16:18; Dan 7:26 en los LXX) que le juzgará y
le condenará o puede ser la misma condena.
Esta legislación del Decálogo había sido interpretada materialmente:
realización física del homicidio. Pero Jesús, al contraponer su enseñanza a la
interpretación rabínica del mismo mandamiento, está dando la interpretación del
contenido primitivo.
Hay también en ello otro valor. Al contrastar lo que se les había dicho
por Moisés a los antiguos, sin embargo, al decir Jesús, Pero yo les digo, está
implícitamente declarándose superior a Moisés. Jesús ira luego gradualmente
declarándose superior a los reyes, profetas, sábado y Templo (Mt 16:6). Aquí se
presenta ya como el supremo Legislador de Israel.
Pero yo les
digo que todo aquel que se enoja contra su hermano merece ser condenado por un
tribunal. En este precepto no solamente se condena el acto de homicidio real,
sino la injuria al hermano. Este, en la apreciación judía, era el equivalente
al prójimo, y éste era sólo el judío. Aquí también se condena el irritarse
contra el hermano injustamente (Mc 3:5) al llamarlo racá. Es palabra aramaica;
se proponen varias etimologías, como abominable, o loco, pero ésta significa
además rebelde contra Dios, ateo.
Naturalmente, Jesús no pretende establecer este triple y exclusivo
código de penas y castigos. Toma los términos de la jurisprudencia judía como
medio de expresión de valoración moral. El
tribunal ante el que Jesús cita no es más que uno: el de Dios.
Luego Jesús, expone en dos pequeñas parábolas la necesidad de la
reconciliación con el prójimo, Él quiere que vivamos en paz los unos con los
otros.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que
tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a
reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Esta presenta con una semejanza tomada del sacrificio y la presenta con la
urgencia del que está ya a punto de ofrecerle. Que la deje ante el altar y que
vaya primero a reconciliarse con su hermano, si tiene algo contra ti, por
suponerse que el oyente hizo algo injusto contra él. Con ello encarece la
necesidad de la caridad al ponerlo en comparación con el sacrificio. Ya que,
siendo éste representación vicaria del oferente, no es grata a Dios sin el amor
al prójimo (Os 6:6).
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas
caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al
guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas
pagado el último centavo. Esta segunda comparación está tomada de la vida
civil: más vale componerse los litigantes de un pleito entre ellos que venir a
la sentencia inapelable del juez, aparte de pagar costas y tener incomodidades
y pleito. Se pagará hasta el último centavo. Es una pequeña parábola, de la que
luego se alegorizan algunos elementos, el tiempo que están en camino
probablemente alegoriza el tiempo que se está in vía; el juez y su sentencia
son el tribunal de Dios; el castigo en prisión, de la que no se saldrá hasta
que se pague el último centavo, es decir, hasta que se cumpla estrictamente la
justicia, y porque el tono de esta redacción parabólica sólo habla popular y
sapiencialmente del anuncio de un castigo que corresponde a una culpa contra la
caridad, pero sin más precisiones.
Jesús, nos pide siempre que vivamos en paz y armonía con todos nuestros
hermanos y, que tengamos una actitud constante de reconciliación frente a las
diferencias que a veces nos separan. Dios aprecia de sobremanera la unidad
fraternal, nos está diciendo que: deja tu ofrenda ante el altar, ve a
reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda, es
decir el sacrificio no será agradable a Él, sino en cuanto vivamos en amor y
paz con nuestros hermanos.
NO
COMETERÁS ADULTERIO
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: No cometerás
adulterio. La ley judía condenaba en el Decálogo (Diez Mandamientos) (Ex 20:14)
el adulterio. Pero explícitamente no se legislaba sobre la simple fornicación,
entonces la interpretación de la prohibición del adulterio en el Decálogo era
usualmente entendida del acto externo. El mismo Decálogo daba, aparentemente,
pie a ello, pues lo valoraba solamente desde el punto de vista de la justicia.
También se condenaban otros pecados externos como el de lujuria y seducción,
esto se lee en varios fragmentos del Antiguo Testamento, donde se hace ver el
peligro del pecado interno (Job 31:1; Eclo 9:5). El décimo mandamiento del
Decálogo, se prohíbe el deseo de la mujer ajena sólo por ser propiedad del
marido (Ex 20:17; Dt 5:21).
Pero ante esta legislación interpretada restrictivamente, Jesús da su
interpretación auténtica: en este precepto está incluido todo mal deseo de
adulterio. El corazón es el verdadero responsable ante la moral.
Dice Jesús: Pero yo les digo: El
que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Es verdad que en la literatura rabínica se encuentran textos de todas las
épocas expresando un sentimiento constante que condena la impureza que se
comete con los ojos o el pensamiento. Rabí Simeón dice: No cometerás adulterio,
ni tampoco con los ojos ni con el corazón. Pero la práctica debía de ser muy
distinta, cuando Jesús tiene que tomar esta actitud ante la interpretación del
Decálogo.
Declarado el sentido del sexto mandamiento, surge su cumplimiento,
haciendo ver la necesidad de evitar la ocasión del pecado, este se hace con un
grafismo hiperbólico, aumentado y paradójico.
Dice Jesús: Si
tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de
ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu
cuerpo sea arrojado al infierno. Si el ojo derecho, por especialmente
estimado (1 Sam 11:2), lo mismo que si la mano derecha escandaliza, vale más
sacárselo o cortarla que ir con ambos al infierno.
Naturalmente, esto no se dice en el sentido de una
realización material, sino en el sentido de que es tropiezo u ocasión de
pecado. Lo que Jesús destaca es la necesidad de la precaución, de la vigilancia
y el heroísmo, para superar todo escándalo temporal, a fin de no ir por él al
infierno.
Luego Jesús agrega: También se dijo: El que se divorcia de su mujer debe
darle una declaración de divorcio. Pero yo
les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la
expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su
marido comete adulterio.
En este fragmento, se encuentra una dificultad ya clásica. Parecería que
el divorcio fuese lícito en el caso de fornicación, aquí se trata especialmente
del repudio, pero esto, se aclara mejor cuando leemos a san Mateo 19, 3-9, que
se refiere a la indisolubilidad, sucede cuando los fariseos preguntan a Jesús;
¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo? Pero Jesús afirma categóricamente sobre lo
indisoluble del vínculo matrimonial, revalidando la dignidad del matrimonio,
rechazando la teoría del repudio, y restaura el derecho en su sentido
original, sin dejar de recordar que Moisés
les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón, pero
al principio no era así.
Jesús quiere devolver a la ley divina, su primitivo vigor, y dice: Por
lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión
ilegal, la expone a cometer adulterio. Sus discípulos le dijeron como
respuesta: Si ésta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no
conviene casarse.
Es cierto que muchas veces el matrimonio no es algo fácil, en otras palabras,
tiene su cruz y en ocasiones muy pesada, más aún si se mira como algo del
cuerpo y de sus instintos, o relacionado con ellos, esto es carnal, pero si, al
contrario, si lo miramos con algo más dell espíritu, y tomamos conciencia de
que es un gran sacramento, descubriremos la riqueza del matrimonio.
NO JURARÁS FALSAMENTE, Y
CUMPLIRÁS LOS JURAMENTOS HECHOS AL SEÑOR
El mal produce
en los hombres palabras de desconfianzas, mentiras y falsedades, se habla con
hipocresía y lo peor, es el abuso de la palabra en juramento con falsas promesas. Jesús nos encamina y nos orienta a ser hombres sencillos y fieles en
todo y con todos, con una conducta
sincera, franca en el trato con los demás.
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo a los
antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.
El uso de los juramentos había venido a ser un abuso en Israel. Se juraba por
Dios, por el cielo, por el Todopoderoso, por el templo, por esta morada,
sinónimo del mismo; por el altar, por la
Alianza, por la
Thorah (la ley),
por la
Consolación de
Israel (Mesías). A veces la fórmula empleada era negativa, y se decía yo (juro)
no querer ver la
Consolación de
Israel sí hago o sucede tal cosa; o en forma positiva: Yo juro que quiero ver
muertos a mis hijos sí sucede tal cosa. Se juraba que comería o que no comería,
que comió o que había comido, que daría o no tal cosa a otro, que se entregaría
al sueño o no, etc.
Entonces le dice Jesús; Pero yo les digo que no juren de ningún modo. No
es que lo excluya en absoluto, pues El mismo responderá ante la conjuración que
por Dios le hace Caifás, sino que es la forma rotunda de expresión contra la
moral relajada.
También dice Jesús; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por
la tierra, porque es el estrado de sus pies; destacando algunos juramentos,
como modelo y más frecuentes, que se hacían por las criaturas, para hacer ver
que en ellos está Dios y que por eso se utilizaban, y dice ni por el cielo,
pues es la morada de Dios; allí está el trono de Dios (Is 66:1); ni por la
tierra, pues también en ella está Dios.
También dice Jesús; Ni por Jerusalén, porque es la
Ciudad del gran
Rey, que es Dios, en la que puso su nombre. Por eso es la
Ciudad Santa.
Jesús dice: No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir
en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Ni por tu cabeza jures tampoco,
pues aun en este juramento se incluía a Dios. Se lo incluía al usar la palabra
técnica jurar, y porque ella es la representación del hombre, que está bajo el
dominio de Dios. Por eso no puede cambiar por un acto de su determinación el
color de sus cabellos.
Ante esta
frivolidad religiosa, Jesús propone Cuando ustedes digan sí, que sea sí, y
cuando digan no, que sea no. pues, además de salvar el honor de Dios, se trata
de revalorizar la dignidad y lealtad del hombre.
Añadiéndose
todo lo que pasa de esto, de decir sí o no, procede del mal,
Todo lo que se dice de más, viene del
Maligno, en su obra de mal contra el Reino. Además, que el Maligno al
introducir la mentira y el mal en el mundo (Jn 8:44), hizo necesaria, a veces,
la garantía del juramento.
De esta forma de expresarse san Mateo no se sigue que se niegue la
legalidad del juramento en ocasiones. La fórmula rotunda de prohibición no es
más que el exceso de un estilo oratorio y oriental. A lo que era un abuso total
se le opone en este estilo una prohibición total. Pero como contraprueba de su
permisión está que Jesús responde a la conjuración que le hace Caifás, lo mismo
que la práctica de San Pablo y el ángel del Apocalipsis, que jura por el que
vive por los siglos (Ap 10:6).
El que sabe expresarse, el que
sabe hablar de verdad, no es el que utiliza bellos términos para impresionar,
si el corazón no es sincero, las palabras no se oirán como verdad, sin embargo,
el que habla con el corazón sabe hablar
bien y con sencillez, sus palabras muestran sinceridad y convicción. Al
hablar con nuestros hermanos, hagámoslo con lealtad, sin fingimiento, sin hablar de frente algo y de espalda otra
cosa.
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio
Antonio Donoso
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