"Yo Soy la Inmaculada Concepción".
"¡Oh
Jesús mío, prefiero morir mil muertes que ser infiel a ti!".
(Santa Bernardette)
BREVE HISTORIA
El 11 de febrero de 1858, Bernadette, una niña de
catorce años, recogía leña en Massbielle, en las afueras de Lourdes, cuando
acercándose a una gruta, una de viento la sorprendió y vio una nube dorada y a
una Señora vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas
doradas, que parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal, en su cintura tenía
una ancha cinta azul, sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba
un rosario.
Bernadette al principio se asustó, pero luego
comenzó a rezar el rosario que siempre llevaba consigo, al mismo tiempo que la
niña, la Señora pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos, al finalizar, la
Virgen María retrocedió hacia la Gruta y desapareció. Estas apariciones se
repitieron 18 veces, hasta el día 16 de julio.
El MENSAJE DE LA VIRGEN
El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes,
Francia, en 1858, puede resumirse en los siguientes puntos:
1-Es un agradecimiento del cielo por la definición
del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes
(1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de
pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud.
2-Es una exaltación a las virtudes de la pobreza y humildad aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de su mensaje.
2-Es una exaltación a las virtudes de la pobreza y humildad aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de su mensaje.
3-Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la
Cruz. La Santísima Virgen le repite que lo importante es ser feliz en la otra
vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz.
4-Importancia de la oración, del rosario, de la penitencia
y humildad (besando el suelo como señal de ello); también, un mensaje de
misericordia infinita para los pecadores y del cuidado de los enfermos.
SANTA BERNARDETTE
Santa Bernadette Soubirous: nació el 7 de enero, de 1844, en el pueblo de Lourdes, Francia. Su nombre era Marie Bernard, pero la llamaban Bernadette. Su salud era precaria, desde niña fue asmática, tiempo después de las apariciones, fue admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. En julio de 1866 comenzó su noviciado y el 22 de septiembre de 1878 pronunció sus votos, falleció unos meses después, el día 16 de abril de 1879.
La vida de Bernadette, después de las apariciones
estuvo llena de enfermedades y humillaciones, soporto muchos dolores, tenía
tuberculosis, un tumor en la rodilla, problemas en los oídos.
En los primeros años con las monjas, la Santa
jovencita sufrió mucho, no solo por su mala salud, sino también a causa que la
Madre superiora del lugar que no creía en sus enfermedades, inclusive decía que
cojeaba de su pierna para llamar la atención.
Como religiosa se dedicó a ser asistente de enfermería y más tarde cuando ya estuvo muy mal de salud, fue sacristán. Antes de morir dijo: "Ruega Señora por esta pobre pecadora".
30 años más tarde, su cadáver fue exhumado, y
hallado en perfecto estado de conservación, unos años después, poco antes de su
Beatificación, efectuada el 12 de junio de 1925, se realizó un segundo
reconocimiento del cuerpo, el cual seguía intacto.
Bernadette fue Canonizada el 8 de diciembre de 1933.
Su cuerpo incorrupto todavía puede verse en el Convento de Nevers, dentro de un
féretro de cristal. La festividad de la Santa se celebra el 16 de abril.
“ Sólo temo a los malos católicos, nada más”.
(Santa Bernardita Soubirous)
LA PIEDAD DE BERNARDETTE VENCE LAS PRUEBAS
Dos virtudes resaltaban en Bernardette: la piedad
y la modestia. Para ser piadoso no es necesario ser sabio. Aun cuando se hizo
religiosa, ella misma decía que no sabía cómo orar y sin embargo pasaba largas
horas en oración. Y su oración no era mecánica, sino que le hablaba a Dios y a
la Virgen como se habla con una persona cara a cara. Era pues una oración del
corazón, intensa, honesta y eficaz.
Amaba la oración. Ella sabía muy bien como rezar
el Santo Rosario el cual siempre llevaba en su bolsillo. Lo tenía en sus manos
cuando se le apareció la Virgen. Su primer gesto en momentos de cualquier
prueba o dificultad era siempre tomar su rosario y empezar a recitarlo.
La pequeña escogida por la Virgen tendría mucho que sufrir hasta el día de su muerte, tanto sufrimientos morales como físicos; pero nunca debemos olvidar que Dios guía a esta pequeña niña y que ella era responde con humildad, abandono, fe y coraje. Bernardette poseía además virtudes que serían criticadas durante toda su vida como "defectos". Por este error de la gente se puso en duda también la autenticidad de las apariciones.
La pequeña escogida por la Virgen tendría mucho que sufrir hasta el día de su muerte, tanto sufrimientos morales como físicos; pero nunca debemos olvidar que Dios guía a esta pequeña niña y que ella era responde con humildad, abandono, fe y coraje. Bernardette poseía además virtudes que serían criticadas durante toda su vida como "defectos". Por este error de la gente se puso en duda también la autenticidad de las apariciones.
Esta niña de solo 14 años, tuvo que ser sabia, firme, extraordinariamente
valiente y saber discernir, para
poder enfrentarse con las personas que trataban de disuadirla, entre ellas
sacerdotes, obispos, jefes de la policía, procuradores, etc.
Para tener una idea de la fortaleza interior y la
capacidad de su juicio, podemos ver algunas de las frases que dijo durante los
interrogatorios a los que tuvo que someterse. Después de que el Procurador
Imperial, el señor Dutor, hizo quedarse de pie por mucho tiempo a Bernardette y
a su mamá, al fin les dijo de forma condescendiente:
-"Ahí hay sillas. Pueden sentarse".
-"Ahí hay sillas. Pueden sentarse".
Bernardette respondió: "No. Pudiéramos
ensuciárselas".
En otra ocasión, cuando le preguntaron sobre el
idioma en que le habló la Virgen, Bernardette dijo:
-"Ella me habló en dialecto".
-"La Virgen María no pudo haber hablado en
dialecto", le respondieron, "Dios y la Virgen no hablan
dialecto".
-"Oh, ¿por qué piensa que me habló en francés?
¿puedo yo hablar en francés?".
En la doceava aparición Bernardette le acercó un rosario a la Virgen. Un sacerdote le preguntó después de la aparición: “¿Así que ahora también bendices rosarios?”.
En la doceava aparición Bernardette le acercó un rosario a la Virgen. Un sacerdote le preguntó después de la aparición: “¿Así que ahora también bendices rosarios?”.
Bernardette se rió y dijo: "Yo no uso una
estola, ¿o sí?".
Otro le preguntó: "Así que Bernardette, ahora
que la Virgen te ha prometido que irás al cielo, no necesitas preocuparte del
cuidado de tu alma".
Bernardette contestó: “Pero padre, yo solo iré al Cielo si me porto correctamente”.
A lo que el sacerdote le insistió: “La virgen santísima
te dijo que serías feliz en el otro mundo, así que estás segura de ir al cielo”.
Bernardette contestó de nuevo: “Oh no, eso será solo si obro bien”.
El sacerdote siguió preguntando: “¿Y no te dijo
Ella qué hacer para ir al Cielo?”.
Bernardette contestó: “Nosotros lo sabemos muy bien; no es necesario que yo lo diga”.
Sus interrogatorios serían de largas horas,
algunas veces días enteros; y sus interrogadores trataban de engañarla para que
contradijera sus declaraciones. Pero ella
se mantenía alerta, en guardia, sabiendo que ellos no querían la verdad,
sino probar que lo había inventado todo.
Bernardette tuvo que enfrentarse frecuentemente
con el párroco de Lourdes, Abbé Peyramale, quién tenía fama por su mal genio.
Sin embargo todas las veces que nuestra santa fue a verlo, a pesar del temor
que sentía, nunca se echó atrás, sino que siempre vencía su natural miedo. Su
voluntad de cumplir con lo que la Virgen le había encargado podía mucho más que
el mal genio del sacerdote.
Y así vemos como Bernardette cumple los deseos de la Virgen a pesar de grandes obstáculos y de sus
propias flaquezas. Al final, en el último día de las apariciones, el 25 de
marzo de 1858, la Virgen revela su identidad dándole a Bernardette la prueba
que tanto pedía su párroco para creerle.
Las palabras de la Virgen, "Yo Soy la Inmaculada Concepción", fueron las que
derrumbaron de una vez por todas el muro de la incredulidad en el corazón de
párroco, quién se convirtió desde ese momento en su más grande defensor y
apoyo, usando su mismo temperamento contra los que atacaban a la niña.
A diferencia de otras apariciones, como La
Salette, Pointman, Fátima, Knock, Beuraing, exceptuando la Medalla Milagrosa;
Bernardette era la única vidente. No tenía otros que corroborasen el testimonio
y le sirviesen de apoyo. Su única fuente de fortaleza era la misma Virgen
Santísima. Pero esta era suficiente para ella.
Llegaría
un tiempo donde sus cualidades, su fuerza
interior, su rapidez al contestar, todas usadas para defender las Apariciones
de la Virgen, se usarían en su contra. Aquellos que la apoyaban sabían
entender sus grandes virtudes, pero para los que la criticaban eran sus grandes
defectos. A su fortaleza interna le
llamaban terquedad; a su rapidez en responder le llamaban insolencia. Una
vez en el Convento de San Gildard, en Nevers, cuando fue acusada de tener amor
propio, ella dibujó un círculo y puso la marca del dedo en el centro del mismo
y dijo: "Que el que no
tenga amor propio ponga su dedo aquí" (indicando la marca del centro).
Las apariciones fueron para Bernardette un regalo
inmerecido, un regalo que en sí mismo no la hizo santa. Era un regalo para el
mundo, pero que al mismo tiempo por su admirable correspondía a la gracia, la
llevaría a la santidad.
Hemos de tener claro que Santa Bernardita no fue
canonizada por haber visto a la Virgen Santísima, sino por haber subido por la
escalera de la santidad a través de enormes pruebas y cruces. Para ser santo no es necesario haber
tenido grandes experiencias místicas. Es
suficiente tener estas dos cosas: humildad y amor. Es en la asidua oración
y en la vida de virtud que el amor se expresa a sí mismo.
DESPUÉS DE LAS APARICIONES
La humilde jovencita escogida para tan gran misión, permaneció después de las apariciones como era antes, es decir la Virgen se encargó de conservarla sencilla, humilde y modesta. No le gustaban el bullicio ni la popularidad.
Pasaba como una más, excepto por sus virtudes, por
su inocencia, su candor y rectitud en su obrar. Hizo su primera comunión el
mismo año 1858, el 3 de junio, día de Corpus Christi. Nada espectacular sucedió
excepto que ella había piadosamente recibido a Jesús.
Dios
seguía visitándola, no con brillantes apariciones, sino por la prueba amarga de
los sufrimientos: de la incomprensión, burla, casi siempre estaba enferma,
soportaba dolores de toda clase, recogida y resignada con paciencia. Sufría de
asma crónica, tuberculosis, vómitos de sangre, aneurisma, gastralgia, tumor de
una rodilla, caries en los huesos, abscesos en los oídos que le ocasionaron
sordera, que esta se le quito hasta un poco antes de su muerte.
La Virgen le dijo a Bernardette: "No te prometo hacerte
feliz en este mundo, sino en el próximo". Y estas palabras de la
Virgen se cumplieron plenamente en nuestra santa. Mucho tuvo que sufrir durante
su vida hasta su muerte a los 35 años. La salud de Bernardette era muy
delicada, muchas veces tenía que estar en cama con fiebre; tenía días bien
críticos con ataques de asma que muchas veces eran bien dolorosos.
Muchos encontraban cura en la fuente de Lourdes,
pero no Bernardette. Un día le preguntaron: "¿No tomas del agua de la
fuente? Estas aguas han curado a otros, ¿por qué no a ti?”. Esta pregunta
insidiosa pudo haberse convertido en una tentación para Bernardette en no creer
en la aparición, pero ella no se turbó. Le respondió:
"La Virgen Santísima quizás desea que yo sufra. Lo necesito".
"La Virgen Santísima quizás desea que yo sufra. Lo necesito".
-¿Por qué tu más que otros?
-"El buen Dios solo lo sabe".
-¿Regresas algunas veces a la gruta?
- "Cuando el Párroco me lo permite".
¿Por qué no te lo permite todo el tiempo?
-"Porque todos me seguirían".
-Antes habías ido aun cuando se te había
prohibido.
- "eso fue porque fui presionada".
-La Virgen Santísima te dijo que serías feliz en
el otro mundo, así que estás segura de ir al cielo.
- "Oh no, eso será solo si obro bien".
-¿Y no te dijo Ella que hacer para ir al cielo?
-"Nosotros lo sabemos muy bien; no es
necesario que yo lo diga".
ÚLTIMOS AÑOS EN LOURDES
Bernardette no podía recibir en su casa el cuidado
que ella necesitaba para su frágil salud y el gran número de visitantes
curiosos le causaban fatiga. Viendo esta necesidad, Abbé Peyramale pidió a la
Superiora del Hospicio de Lourdes que acogiera a la niña. Le dijo:
"Es con ustedes que la niña debe estar.
Ustedes pueden darle el cuidado que ella necesita en todos los aspectos".
En el año 1860, las Hermanas de la Caridad de
Nevers, que servían el hospital y la escuela, le ofrecieron un asilo titular.
Desde aquel día permaneció bajo su techo, con su salud delicada, pero con su
consigna de siempre: no llamar la atención de nadie, aun cuando sus padres ya
se habían mudado de la cárcel y vivían en un molino, le dieron permiso sin
dificultades de permanecer con las hermanas. Su madre lloró por su partida,
pero sabía que era por el bienestar de la niña.
En el hospicio Bernardette fue asignada bajo el cuidado de la Hermana Elizabeth, quien le debía enseñar a leer y escribir mejor. Bernardette tenía 16 años, era julio de 1860. La superiora le dijo a la Hna. Elizabeth: "se dice que ella no es muy inteligente, mira a ver si es posible hacer algo con ella".
En el hospicio Bernardette fue asignada bajo el cuidado de la Hermana Elizabeth, quien le debía enseñar a leer y escribir mejor. Bernardette tenía 16 años, era julio de 1860. La superiora le dijo a la Hna. Elizabeth: "se dice que ella no es muy inteligente, mira a ver si es posible hacer algo con ella".
La Hna. Elizabeth al entrar en contacto con
Bernardette diría:
"Encuentro en ella una inteligencia muy viva,
un candor perfecto y un corazón exquisito". Ella diría a la madre
superiora: "Mi querida Madre, la han engañado. Bernardette es muy
inteligente y asimila muy bien la doctrina que se le da".
Sin ser brillante, Bernardette adquirió gran
cantidad de conocimiento elemental. En su tiempo en el hospicio, permaneció
siendo una niña de su edad. Era recta, sincera, piadosa pero traviesa, muy
vivaz, a quien le encantaba reír, jugar y bromear. Muchas veces la ponían a
cuidar niños más pequeños, como era la costumbre en las escuelas elementales y
Bernardette se mostraba tan joven y juguetona como la más pequeña niña.
Uno de los niños diría más tarde:
"Bernardette era tan simple. Cuando le pedían
que nos cuidara, lo hacía de una manera tal, que parecía otra niña jugando con
nosotros, que no nos hacía pensar tanto en su aventura milagrosa. Criados con
este pensamiento de que nuestra compañera había visto a la Virgen, lo
considerábamos tan natural como un niño de hoy día que ha visto al presidente
de la república".
Bernardette era completamente
natural en su comportamiento diario, sin embargo, era muy seria tocante a su
vida cristiana.
Al crecer, Bernardette tuvo como toda joven, sus momentos de vanidad, queriendo estar arreglada y lucir bien. Pero todas estas vanidades pasaron por ella rápidamente y sin dejar ningún rastro en su corazón.
Al crecer, Bernardette tuvo como toda joven, sus momentos de vanidad, queriendo estar arreglada y lucir bien. Pero todas estas vanidades pasaron por ella rápidamente y sin dejar ningún rastro en su corazón.
Decía la Hna. Victorina: "La fiebre pasó
rápidamente y no dañó su profunda piedad".
La comunidad contaba con las oraciones de
Bernardette. Un día una religiosa, la Madre Alejandrina, sufrió una torcedura y
el médico le mandó a tener reposo. Pero ella era muy activa y le pidió a
Bernardette que le pidiera a la Virgen que la curara. Bernardette
inmediatamente fue a rezar ante la estatua de la Virgen en la capilla. Oró con
todo su corazón. ¿Qué pasó?... no sabemos nada más que al otro día el doctor
encontró a la Madre Alejandrina ocupada en su trabajo, como si nada hubiese
pasado.
"¡Mi Dios,
tú lo has querido! Yo acepto el cáliz que me das.
Que tu Nombre
sea bendito".
(Santa
Bernardette)
LA VOCACIÓN RELIGIOSA
La Virgen Santísima le dio una gracia especial al llamarla a la vida religiosa. Parece que nunca Bernardette consideró en serio el matrimonio. A los 19 o 20 años, en 1863, la vocación de ser religiosa se le presentó claramente. Había considerado vagamente ser carmelita, pero no fue difícil hacerle comprender que su salud era muy delicada para enfrentar los rigores del Carmelo.
Fue el Obispo Forcade de Nevers, que tenía en su
diócesis la Casa Madre de las Hermanas de la Caridad del hospicio y la escuela
de Lourdes, quien contribuyó definitivamente en su orientación. Él le preguntó
cuáles eran sus intenciones para el futuro y ella le respondió: "Señor Obispo, todo lo que
pido es quedarme en esta casa como una sierva".
-Pero hija mía, ¿no has pensado en llegar a ser
una religiosa como las hermanas a las que tan apegada estás?
- "Oh, Señor Obispo, nunca he creído que esto
pudiese ser para una ignorante y pobre niña como yo. Usted sabe bien que soy
pobre y no tendría la dote necesaria".
-No es la pobreza lo que debe detenerte. Se puede
hacer una excepción a la regla y recibir a una joven sin dote, si ella tiene
signos claros de vocación.
- "Señor
Obispo, sus palabras me han tocado profundamente, le prometo que pensaré en
ellas".
Bernardette comprendía que una decisión como esta
no se hace sin consideración y reflexión. El Obispo estaba muy complacido con
su prudencia y le recomendó que se tomara su tiempo e hiciera su decisión con
completa libertad y sin apresuramiento.
En Agosto de 1864, Bernardette dijo a la Madre
Superiora del Hospicio:
"Madre mía, he orado mucho para saber si
estoy llamada a la vida religiosa. Creo que la respuesta es "sí". Yo
quisiera entrar en su congregación si soy aceptada. Permítame pedirle que le
escriba al Obispo".
En respuesta la superiora abrazó a Bernardette y
sus lágrimas de gozo fueron su afectuosa respuesta.
Habiendo hecho su elección, más ataques de
enfermedad y la necesidad de tratar varios remedios retardaron la puesta en
práctica de su promesa.
En 1866 escribió: "Estoy más presionada que
nunca a dejar el mundo. Ahora he decidido definitivamente y espero dejarlo
pronto".
Por fin llegó el gran día a comienzos de Julio de 1866, tenía 22 años de edad. Por última vez fue a la amada gruta donde su despedida fue de todo corazón. "¿Ven la gruta?, era mi cielo en la tierra". Al día siguiente se despidió de su familia y el 4 de julio de 1866, Bernardette dejó su pueblo natal para nunca más volver.
Por fin llegó el gran día a comienzos de Julio de 1866, tenía 22 años de edad. Por última vez fue a la amada gruta donde su despedida fue de todo corazón. "¿Ven la gruta?, era mi cielo en la tierra". Al día siguiente se despidió de su familia y el 4 de julio de 1866, Bernardette dejó su pueblo natal para nunca más volver.
Antes de
partir improvisa una oración tomando como pauta el Magnificat: acción de
gracias por la pobreza de su esclava. Se dirige directamente a María: "Si,
Madre querida, tú te has abajado hasta la tierra para aparecerte a una débil
niña… Tú, reina del cielo y la tierra, has querido servirte de lo que había de más
humilde según el mundo”.
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