«un Dios
entronizado sobre el mundo y la historia como un ser inmutable es una ofensa al
hombre. Debemos negarlo por el bien del hombre, porque reclama para sí una
dignidad y un honor que pertenecen por derecho propio al hombre» (Walter Kasper,
Gott in der Geschichte. Gott heute: 15 Beiträge zur Gottesfrage. Mainz, 1967).
«FRANCISCO NO PRESCRIBE
CÓMO HAY QUE ATRAVERSARLA»
El cardenal Kasper asegura que está abierta la
puerta a la comunión de los divorciados vueltos a casar
En una entrevista concedida al periódico alemán
Aachener Zeitung, el cardenal Kasper asegura que el acceso de los divorciados
vueltos a casar a la comunión ha quedado abierto y hay «un margen de acción
para cada uno de los obispos y las conferencias espiscopales».
(Aachener Zeitung/InfoCatólica) Entrevista al cardenal Kasper:
Francisco sigue un ambicioso programa. ¿Qué eco ha
tenido en la Iglesia y en la curia vaticana?
La mayoría de las personas –también de fuera de la Iglesia- están
entusiasmadas con este papa. En la curia también hay resistencia. Pero, ¿dónde
no la hay? Si en la redacción de su periódico ocurriera un cambio total,
también habría resistencia.
¿Quiere el papa efectuar un cambio total en la
curia?
Ya ha cambiado muchas cosas, y no solo estructuralmente. Le importa
sobre todo la mentalidad. Solo si esta cambia, las reformas estructurales
traerán algo. Para eso se necesita tiempo. Francisco está trabajando en ello.
El Papa proclamó el año de la Misericordia. La
misericordia es el concepto central de su pontificado. Hace cuatro años usted
escribió un libro sobre la misericordia y se lo regaló al cardenal Bergoglio
durante el cónclave en marzo de 2013. ¿Cómo sucedió?
La edición española del libro se había publicado pocos días antes del
cónclave. Se lo regalé al cardenal Bergoglio cuando lo vi parado en la puerta
de su habitación en la casa Santa Marta, que es la casa de huéspedes del
Vaticano. Antes del cónclave, las habitaciones siempre se sortean entre los
cardenales, y él se alojó justo frente a la mía. Estaba entusiasmado con el
título «Misericordia», y, por lo visto, lo leyó durante el cónclave.
Al domingo siguiente a su elección, Francisco
mencionó expresamente su libro en la plaza de San Pedro y recomendó su lectura.
¿Qué pensó usted en ese momento?
Lo vi en televisión y pensé (ríe): «¿Qué se le ha ocurrido al Papa?»
Poco más tarde me dijo: «Le hice propaganda a usted».
¿Antes del cónclave, era él para usted alguien que
podría y debería ser papa?
Para mí, era ciertamente un posible candidado. Pero lo propiamente dicho
ocurrió en el cónclave. Allí surgió la impresión de que algo se ponía en
movimiento. Eso mismo me lo confirmaron también otros cardenales. De todas
maneras, Bergoglio era alguien en quien uno se fijaba.
La curia se encontraba en crisis, y debía llegar alguien de fuera. El
habló muy bien acerca de esto antes del cónclave.
¿Hubo en el cónclave una fuerte mayoría que pensaba
que era necesario un viento fresco de afuera, o tuvo usted que hacer mucho
trabajo de convencimiento?
A este respecto soy más bien reservado. La elección de un Papa es una
decisión en conciencia. No hay que pretender ejercer mucha influencia.
¿Se forman facciones en el cónclave?
No debería haber facciones. Es natural que haya afinidades; es lo más
normal del mundo. Algunos se ponen de acuerdo, y eso no está prohibido. Pero yo
no me avengo con que se formen facciones. Cada uno tiene que vérselas con su
conciencia.
Usted ha hablado de una «revolución de la
ternura y del amor». ¿Es esa ternura –tan rara entre los grandes dirigentes
mundiales en la política y la economía- la que el papa hace llegar a los
corazones?
Él es, ante todo, un ser humano. Eso lo siente la gente. Y sienten que
es creíble, que él vive lo que dice. El utiliza un lenguaje concreto, rico en imágenes,
que las personas comprenden. Francisco no es alguién del establecimiento; busca
encontrarse con las personas; lo necesita. Por esta razón no vive en el
apartamento papal. Cuando se le preguntó por qué no vivía en el Vaticano,
respondió: «En mi caso, se trata de un problema patológico. No puedo vivir
allí; estaría muy aislado; tengo que estar entre la gente«.
Se habla mucho de un viento fresco que sopla a
través de la Iglesia, de «glasnost» y «perestroika» en el Vaticano, de una
nueva era franciscana. ¿Es justo -o exagerado- decir esto?
Conceptos de este tipo son un poco exagerados. Pero es correcto:
Francisco quiere cambiar el rostro de la Iglesia –no su ser-. Él quiere un
rostro humano y misericordioso para esta Iglesia. Él no quiere una Iglesia que
levante el dedo índice, sino que tienda la mano. Él tiene una gran experiencia
pastoral en comunidades rurales y barrios pobres en Argentina. El papa tiene
ambos pies sobre la tierra; no se siente cómodo en un mundo clerical y aislado.
Para algunos, en la Iglesia católica las cosas
no van lo suficientemente rápido respecto al giro franciscano; para otros, las
cosas han ido muy lejos.
Los críticos y los vacilantes ponen el freno; otros quieren cambiar todo
rápidamente. El papa no puede. Francisco va adelante caminando paso a paso, y
quiere llevar consigo el mayor número posible de personas. Su ministerio es el
ministerio de la unidad.
¿Quién pone freno?
Gente con mentalidad conservadora, que piensan mucho desde los
principios que quieren ver salvaguardados. Al hacerlo, pierden, en parte, el
contacto con la realidad. También sienten miedo de que haya muchos cambios. La
curia es una institución vieja, en la que se cultiva el carrierismo y las
costumbres.
En la Iglesia hay críticos que le reprochan al
papa que aunque ya ha derrumbado muchos muros, no tiene, sin embargo, un plan
para la nueva construcción; que tiene más ideas que sustancia; que es demasiado
espontáneo.
Ser espóntáneo no es algo negativo. Francisco se deja guiar por el
Espíritu Santo. Para él, la fe no es un reflector, sino una lámpara que ilumina
cada paso. Ella arroja siempre luz para dar el siguiente paso. El sopesa
exactamente qué es posible. Eso se evidencia también en la exhortación sinodal
sobre la familia «Amoris laetitia». El papa pone nuevos acentos, pero no puede
dividir su Iglesia.
Hace unos meses usted confirmó que el sínodo
abrió «la puerta para que en determinados casos los separados vueltos a casar
accedieran a los sacramentos». ¿Cuán grande es su esperanza hoy en día?
La puerta está abierta. Pero Francisco no prescribe cómo hay que
atraversarla. Él no reitera declaraciones previas y más bien negativas de los
anteriores papas sobre lo que no es posible y no está permitido. Hay aquí,
pues, un margen de acción para cada uno de los obispos y las conferencias
espiscopales. El sínodo de la familia demostró que no solo hay progresistas y
conservadores, sino también culturas diferentes en la única Iglesia. La
autonomía de las culturas se manifiesta hoy en día muy claramente. El papa
tiene que tomar esto en consideración. No todos los católicos piensan como
nosotros los alemanes.
Francisco, pues, se mantiene firme en cuanto
al objetivo que ha mencionado varias veces en eventos importantes: sinodalidad,
decentralización, más competencia para las iglesias locales.
En las dos primeras páginas de «Amoris laetitia» dice que no es tarea
del magisterio tomar decisiones para cada situación individual. En segundo
lugar, dice que la Iglesia debe inculturarse. Y las culturas son diferentes. Es
decir, para nosotros puede ser correcto lo que en Africa es considerado
equivocado. El papa, entonces, deja un margen de acción para las diversas
situaciones y futuros desarrollos.
La Iglesia se está moviendo.
Sí. Francisco no quiere que las cosas sigan siendo como en el pasado. Él
habla de pasión y de la belleza del amor apasionado. Ya no es -como antes- algo
abstracto o signado por la desconfianza.
Un nuevo acento.
Sí, un nuevo acento.
Y un respaldo para la Conferencia Episcopal
Alemana.
Ciertamente.
¿Los párrocos podrán ahora enfrentar más fácilmente
los problemas de la pastoral familiar?
Con mayor facilidad y mayor dificultad. Entre nosotros, la praxis es,
desde hace tiempo, mucho más abierta. Cuando yo fui obispo de Rottenburg, un
párroco me contó de una madre separada y vuelta a casar, que había preparado a
su hija para la primera Comunión de una manera mucho más intensa y sólida que
otras madres. Era una mujer muy activa en la comunidad parroquial y en Caritas.
Así, pues, no podía decirle a la niña en el día de su primera Comunión: «Tú
puedes comulgar, pero tu madre no». El párroco tenía completamente la razón. Se
lo conté al papa, y Francisco confirmó mi posición: «El párroco tiene que tomar
una decisión al respecto». Yo dije: «Él tomó la decisión». Se trata de regular
de una manera humana este tipo de situaciones. Ahora hay un respaldo para
hacerlo. Por otra parte, no hay una receta patentada. El párroco debe tener
tacto. No sé si todos están suficientemente preparados para ello. Hay que hacer
mucho en cuanto a la formación, para que cada quien no haga lo que quiera. Unos
se apuran; a otros hay que empujarlos. Sería bueno que hubiera criterios
comunes; no instrucciones, sino parámetros.
El motivo predominante sigue siendo la
misericordia. ¿Calificaría Francisco de «misericordiosa» el trato de la Unión
Europea hacia los refugiados de Oriente medio y Africa? ¿Escuchan los Estados
de la Unión Europea el mensaje del papa?
No todos aceptan el mensaje. Un Papa también encuentra rechazo. Por otra
parte, su visita al campo de refugiados en la isla de Lampedusa trajo
consecuencias. Anteriormente, los pescadores italianos tenían expresamente
prohibido ayudar a los náufragos. Eso cambió. Como cristianos, no podemos dejar
que niños, bebés y ancianos se mojen y embarren. Ciertamente, Europa no puede
acoger a todos. Pero poner límites máximos no es una solución al problema y
tampoco se puede abolir el derecho individual al asilo. Si actuásemos como en el
pequeño Líbano, tendríamos que acoger a millones de refugiados.
Francisco suele expresarse con mucha claridad,
y hasta enérgicamente, cuando habla sobre la política europea respecto de los
refugiados. Sin pelos en la lengua, le pide a Europa que cambie su estilo de
vida. Está impaciente.
Es evidente que no podemos seguir actuando como lo hemos hecho hasta
ahora. ¿Qué le vamos a dejar a las próximas generaciones? El papa formula
proféticamente no sólo principios abstractos, sino tareas concretas. Es necesario,
sobre todo porque también muchos fomentan el miedo: ¡la islamización de Europa!
La canciller alemana tiene toda la razón cuando dice que la mejor manera de
prevenir la islamización es ir con frecuencia a la iglesia los domingos.
¿Espera usted del papa una filípica dirigida a Europa con ocasión de la
entrega, al santo padre, del premio Carlomagno el día 6 de mayo?
Ninguna filípica. No es su estilo. Pero expresará claramente sus
opiniones sobre si los valores fundamentales de Europa coinciden con la política
de la Unión Europea.
Se ha dicho siempre que, en principio, un papa no
acepta ningún tipo de distinciones o premios. ¿Por qué Francisco ha hecho una
excepción con el premio Carlomagno?
La junta directiva del premio Carlomagno me pidió que sirviera de intermediario.
Fui a donde el papa y le expliqué cuál era el propósito de esta distinción.
Europa se encuentra en una situación difícil. Así, pues, se buscó a alguien que
fuera una instancia auténtica, creíble y moral. Hay muy pocos. Incluso,
Francisco es, quizás, el único. Él, ciertamente, no considera la distinción
como un honor personal, sino como una buena oportunidad para decir algo a
Europa, a un continente que, según su opinión, está algo cansado.
Usted fue el más importante embajador para el
premio Carlomagno que concede la ciudad de Aquisgrán.
No lo sé. Yo fui el cartero.
¿Fue difícil convencer al Papa?
Hay que argumentar cuidadosamente. Poco después, cuando un periodista le
preguntó por qué aceptaba el premio, dijo: «Se debe a la testarudez del cardenal
Kasper».
Visto en: Infocatólica
Desde muchos lugares se
niega que algo haya cambiado, pero no es así. La Conferencia Episcopal de
Filipinas dijo que ellos sí darían a todos la Comunión. Y el propio Bergoglio
admitió en el vuelo de regreso de viaje de Lesbos que algo había cambiado,
aunque siguiendo su línea no fue claro. Y para muestra un botón, en el vídeo. Si
realmente no fuera verdad que han cambiado y admitido la Comunión a los
divorciados vueltos a casar, ¿por qué no ha llamado Bergoglio al orden a la Conferencia
Episcopal Filipina? Porque él mismo lo admitió y en la respuesta a la pregunta
de si algo había cambiado al respecto con referencia a los divociados vueltos a
casar él contestó: “Puedo decir que sí. Y punto”.
Dijo el Señor que por sus frutos los conoceríamos. Y la Santísima Virgen no se ha cansado de repetirnos en sus mensajes lo que iba a ocurrir, y que nos mantuviéramos firmes en la Palabra de su Hijo. Qué cada cual discierna los signos de los tiempos.
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