"Depositad este
cuerpo mío en cualquier sitio, sin que os de pena. Solo os pido que dondequiera
que estéis, os acordéis de mí ante el altar del Señor".
(Palabras de Santa
Mónica en su lecho de muerte.
San Agustín, Confesiones, IX, 11)
SOLEMNIDAD
DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
FIESTA:
2 DE NOVIEMBRE
Los
fieles difuntos, a quienes recordamos en esta fecha y también durante este mes
de noviembre, son aquellas personas que nos han precedido en el paso a la
eternidad, y que aún no han llegado a la presencia de Dios en el Cielo.
Son
almas que han sido fieles a Dios, pero que se encuentran en estado de
«purificación» en el Purgatorio, en el cual están como «inactivos»; es decir,
ya no pueden «merecer» por ellos mismos. Por esta razón, es costumbre en la
Iglesia Católica orar por nuestros difuntos y ofrecer Misas por ellos, como
forma de aliviarles el sufrimiento de su necesaria purificación antes de pasar
al Cielo.
(Ver
CIC #1031-32 y 2Mac.12,46)
El
recuerdo de nuestros seres queridos ya fallecidos nos invita también a reflexionar
sobre lo que sucede después de la muerte; es decir, Juicio: Cielo,
Purgatorio o Infierno.
Primero
hay que recordar que la muerte es el más importante momento de la vida del
hombre: es precisamente el paso de esta vida temporal y finita a la vida eterna
y definitiva. También hay que pensar que la muerte no es un momento
desagradable, sino un paso a una vida distinta. Bien dice el Prefacio de
Difuntos: «la vida no termina, se transforma y al deshacerse nuestra morada
terrenal adquirimos una mansión eterna». Por lo tanto, la muerte es un paso al
que no hay que temer.
Sabemos
que fuimos creados para la eternidad, que nuestra vida sobre la tierra es
pasajera y que Dios nos creó para que, conociéndolo, amándolo y sirviéndolo en
esta vida, gozáramos de Él, de su presencia y de su Amor Infinito en el Cielo,
para toda la eternidad ... para siempre, siempre, siempre.
De
las opciones que tenemos para después de la muerte, el Purgatorio es la única
que no es eterna. Las almas que llegan al Purgatorio están ya salvadas,
permanecen allí el tiempo necesario para ser purificadas totalmente. La única
opción posterior que tienen es la felicidad eterna en el Cielo.
Sin
embargo, la purificación en el Purgatorio es «dolorosa». La Biblia nos habla
también de «fuego» al referirse a esta etapa de purificación. «La obra de cada
uno vendrá a descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer. El fuego probará
la obra de cada cual… se salvará, pero como quien pasa por fuego» (1a. Cor. 3,
13-15).
Y
nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Los que mueren en la gracia y
amistad con Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su
eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación, a fin de
obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo». (#1030)
La
purificación es necesaria para prepararnos a la «Visión Beatífica», para poder
ver a Dios «cara a cara». Sin embargo, el paso por la purificación del
Purgatorio ha sido obviado por algunos. Todos los santos —los canonizados y los
anónimos— son ejemplos de esta posibilidad.
¡Es
posible llegar al Cielo directamente! Y, además, es deseable obviar el
Purgatorio, ya que no es un estado agradable, sino más bien de sufrimiento y
dolor, que puede ser corto, pero que puede ser también muy largo. Por eso es
aconsejable aprovechar las posibilidades de purificación que se nos presentan a
lo largo de nuestra vida terrena, pues el sufrimiento tiene valor redentor y
efecto de purificación. Al respecto nos dice San Pedro, el primer Papa:
«Dios
nos concedió una herencia que nos está reservada en los Cielos. Por esto debéis
estar alegres, aunque por un tiempo quizá sea necesario sufrir varias pruebas.
Vuestra fe saldrá de ahí probada, como el oro que pasa por el fuego, hasta el
día de la Revelación de Cristo Jesús, en que alcanzaréis la meta de vuestra fe:
la salvación de vuestras almas» (1a.Pe. 1, 3-9).
La
Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas,
las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el
periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No dudemos, pues,
en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por
ellos".
Nuestra
oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz
su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los
que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y
alcanzar la vida eterna.
Para
aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que,
si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa
entre el 1 y el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para ellos
indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por
sus pecados”. (CEC 1479)
"Una flor sobre su
tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su
alma, la recibe Dios".
(San Agustín)
ORACIONES
A NUESTROS FIELES DIFUNTOS
Oración
de santa Gertrudis la Grande
Nuestro
Señor le dijo a Santa Gertrudis la Grande, que esta oración puede librar 1000
almas del purgatorio cada vez que se rece:
Padre
Eterno, yo te ofrezco la Preciosísima Sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión
con las Misas celebradas hoy día a través del mundo, por todas las Benditas
Ánimas del Purgatorio, por todos los pecadores del mundo, por los pecadores en
la Iglesia Católica, por aquellos en propia casa y dentro de mi familia, Amén.
Oración
por nuestros seres queridos
Oh
buen Jesús, que durante toda tu vida te compadeciste de los dolores ajenos,
mira con misericordia las almas de nuestros seres queridos que están en el
Purgatorio. Oh Jesús, que amaste a los tuyos con gran predilección, escucha la
súplica que te hacemos, y por tu misericordia concede a aquellos que Tú te has
llevado de nuestro hogar el gozar del eterno descanso en el seno de tu infinito
amor. Amén.
Concédeles,
Señor, el descanso eterno y que les ilumine tu luz perpetua.
Que
las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.
Amén.
Oración
de recomendación del alma a Cristo
Señor, te encomendamos el alma de tu siervo(a) ... (mencione su nombre) y te suplicamos, Cristo Jesús, Salvador del mundo, que no le niegues la entrada en el regazo de tus patriarcas, ya que por ella bajaste misericordiosamente del cielo a la tierra.
Reconócela,
Señor, como criatura tuya; no creada por dioses extraños, sino por ti, único
Dios vivo y verdadero, porque no hay otro Dios fuera de Ti ni nadie que
produzca tus obras.
Llena,
Señor, de alegría su alma en tu presencia y no te acuerdes de sus pecados
pasados ni de los excesos a que la llevó el ímpetu o ardor de la
concupiscencia.
Porque,
aunque haya pecado, jamás negó al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo;
antes bien, creyó, fue celoso de la honra de Dios y adoró fielmente al Dios que
lo hizo todo.
O
Gloriosa Virgen María, creemos que Dios os dio todas las gracias para suavizar
las penas de las almas del Purgatorio e incluso para liberarlas, por eso
acudimos a vos con confianza.
O
Virgen María, venimos a llamar a la puerta de vuestro corazón maternal. Mirad
las penas que enduran estas almas en el fuego purificador, mirad los tormentos
de estas almas privadas de la visión de Dios, que Le vieron un corto instante,
mirad la impotencia de estas para procurarse el mínimo alivio, mirad su
resignación y su sumisión a la justicia divina.
O
Madre de misericordia, os suplicamos, visitéis estas pobres almas y les deis
alivio y consuelo.
O
Virgen poderosa, cuyos méritos son inmensos, abreviad el tiempo de su
expiación.
O
Reina del cielo, nos atrevemos a pediros que liberéis todas las almas
posibles, a cada una de vuestras visitas.
O
Madre de bondad, os rogamos más especialmente por las almas olvidadas del Purgatorio.
Amén.
Oración
a san Miguel Arcángel
Gran
San Miguel, que Dios encargó de introducir en el cielo las almas de los
elegidos, te ruego por todos aquellos que quise y que ya no están.
Dignaos
visitarles, asistirles y socorrerles en medio de las llamas que les queman, en
la oscura prisión donde están. Haced que Dios las admita lo más pronto posible
en el lugar del enfriamiento, de la luz y de la paz.
Y
cuando venga para mi alma, la hora de bajar a esa oscura estancia, os conjuro,
interceder por ella y venid a ayudarla. Amén.
Oración
al Santo Cura de Ars
O
Santo Cura de Ars, que Dios todopoderoso y misericordioso te hizo admirable por
tu celo apostólico y tu constante devoción a la oración y penitencia, obtén de
todos los sacerdotes, la misma virtud y celo apostólico.
Vos,
que tuvisteis un corazón puro, interceded por todos los sacerdotes, para que
conserven sin mancha el carácter de su ordenación. Que obtengan y mantengan una
admirable devoción a las Ánimas Benditas del Purgatorio, y se dignen en ofrecer
el Santo Sacrificio de la Misa
por ellas durante toda su vida.
Que
sean un ejemplo de firmeza en la fe e intrépidos en la propagación del Reinado
de Nuestro Señor en la tierra.
Que
propaguen sin desfallecer la
Verdad revelada, y que extiendan entre sus feligreses el amor
a la oración, en particular por las almas del Purgatorio.
Os
pedimos humildemente por vuestra intercesión, que, a través de nuestras
oraciones, podamos aliviar las almas del Purgatorio, en particular la de los
sacerdotes, obispos y papas que aún permanecen en él.
Por
Cristo Nuestro Señor. Amén.
Letanías
por las Almas del Purgatorio
Señor
ten Misericordia de nosotros.
Señor
ten Misericordia de nosotros.
Cristo
ten Misericordia de nosotros.
Cristo
ten Misericordia de nosotros.
Señor
ten Misericordia de nosotros.
Señor
ten Misericordia de nosotros.
Cristo,
óyenos.
Cristo,
óyenos.
Cristo,
escúchanos.
Cristo,
escúchanos.
Dios
Padre celestial; ten misericordia de nosotros.
Dios
Hijo redentor del mundo; ten misericordia de nosotros.
Dios
Espíritu Santo; ten misericordia de nosotros.
Trinidad
Santa, un solo Dios; ten misericordia de nosotros.
Santa
María, auxiliadora de las almas del purgatorio; ruega por nosotros.
Responderemos
a cada invocación: Ten misericordia, Señor.
Por
mis hermanos y parientes.
Por
todos mis bienhechores espirituales y temporales.
Por
los que han sido mis amigos y súbditos.
Por
cuantos debo amor y oración.
Por
cuantos he perjudicado y dañado.
Por
los que han faltado contra mí.
Por
aquellos a quienes profesáis predilección.
Por
los que están más próximos a la unión con Vos.
Por
los que os desean más ardientemente.
Por
los que sufren más.
Por
los que están más lejos de su liberación.
Por
los que menos auxilio reciben.
Por
los que más méritos tienen por la Iglesia.
Por
los que fueron ricos aquí, y allí son los más pobres.
Por
los poderosos, que ahora son como viles siervos.
Por
los ciegos que ahora reconocen su ceguera.
Por
los vanidosos que malgastaron su tiempo.
Por
los pobres que no buscaron las riquezas divinas.
Por
los tibios que muy poca oración han hecho.
Por
los perezosos que han descuidado tantas obras buenas.
Por
los de poca fe que descuidaron los santos Sacramentos.
Por
los reincidentes que sólo por un milagro de la gracia se han salvado.
Por los padres que no vigilaron bien a sus hijos.
Por los padres que no vigilaron bien a sus hijos.
Por
los superiores poco atentos a la salvación de sus súbditos.
Por
los pobres hombres, que casi sólo se preocuparon del dinero y del placer.
Por los de espíritu mundano que no aprovecharon sus riquezas o talentos para el Cielo.
Por los de espíritu mundano que no aprovecharon sus riquezas o talentos para el Cielo.
Por
los necios, que vieron morir a tantos no acordándose de su propia muerte.
Por
los que no dispusieron a tiempo de su casa, estando completamente desprevenidos
para el viaje más importante.
Por
los que juzgaréis tanto más severamente, cuánto más les fue confiado.
Por los pontífices, reyes y príncipes.
Por los pontífices, reyes y príncipes.
Por
los obispos y sus consejeros.
Por mis maestros y pastores de almas.
Por mis maestros y pastores de almas.
Por
los sacerdotes de nuestra diócesis.
Por
los sacerdotes y religiosos de la
Iglesia católica.
Por
los defensores de la santa fe.
Por
los caídos en los campos de batalla.
Por
los sepultados en los mares.
Por
los muertos repentinamente.
Por
los fallecidos sin recibir los santos sacramentos.
Cordero
de Dios, que quitas los pecados del mundo; dales el descanso eterno. (Tres
veces)
Oremos:
Oh
Dios, Creador y Redentor del mundo, perdona los pecados de tus servidores y
servidoras, que la inconsciencia de los hombres olvida en el Purgatorio.
Permitid
que nuestras oraciones les permita obtener la liberación por la que tanto
suspiran.
Señor,
vos que castigáis con pesar, y nos mandáis rezar por quienes amáis, dignaos
abrir las puertas del Cielo a las almas que han salido de este mundo, y dadles
el reposo y la felicidad eterna.
Os
lo pido, por la mediación de Nuestra Señora Auxiliadora de las almas del Purgatorio
y por todos los Santos. Amén.
Novena
Corta por las Ánimas Benditas
Señor
Jesús, Juez universal, ante quien debemos dar cuenta de nuestras obras en esta
vida y en la otra, danos la gracia para no pecar y ten misericordia de las
almas del purgatorio, miembros de tu Cuerpo místico, muertos ya en tu gracia.
Acepta
y aplica los sobreabundantes padecimientos tuyos, los de tu Madre Dolorosa y
los de todos los santos, como expiación de sus pecados, y llévalos pronto a
gozar de tu compañía.
María,
Madre de Misericordia, acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y
presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les
perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su
gloria donde gocen de tu dulcísima visión y de la visión de tu Hijo Jesús
bendito.
Glorioso
Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las
almas del purgatorio.
Señor
y Dios nuestro, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos por las
almas de tus siervos que has mandado salir de este mundo para que no las dejes
en el Purgatorio por más tiempo, sino que mandes a tus santos ángeles para que
las saquen y las lleven a la patria del paraíso, pues, como esperaron y creyeron
en Ti, no sigan padeciendo las penas del Purgatorio, sino que empiecen a poseer
ya los gozos eternos.
Por
Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración
para la liberación de las Almas del Purgatorio, penetrándose en los
sentimientos de Nuestra Señora de los Dolores, cuando ella recibió en sus
brazos a su Divino Hijo.
¡Oh
Fuente Inagotable de Verdad, cómo estáis tan agotada!
¡Oh
Sabio Doctor de los hombres, cómo te has vuelto mudo!
¡Oh
Esplendor de la Luz Eterna ,
cómo estáis tan apagado!
¡Oh
Amor Verdadero, cómo tu hermosa figura se ha deformado!
¡Oh
Altísima Divinidad, cómo me haces ver a mí en una tan grande pobreza!
¡Oh
Amor de mi corazón, cuán grande es Tu bondad!
¡Oh
Delicia de mi corazón, cuán excesivos y múltiples han sido tus dolores!
Señor
mío Jesucristo, Tú que tienes en común con el Padre y el Espíritu Santo una
sola y misma naturaleza, ten piedad de toda criatura y principalmente de las
almas del Purgatorio. Amén.
Nota
explicativa: Esta
oración fue aprobada por el Papa Inocencio XI (Papa de 1676 a 1689) que concedió la liberación de quince almas del Purgatorio cuantas veces se rece
dicha oración).
—Los
Papas Clemente III (Papa de 1187
a 1191) y Benedicto XIV (Papa de 1724 a 1730) la
enriquecieron con Indulgencia Plenaria.
—S.S.
Pío IX (1792-1878; Papa desde 1846) confirmó esas disposiciones y agregó 100
días de indulgencia.
Se
recomienda vivamente rezarla todos los días
e implorar gracias particulares o especiales a cada una de las quince almas
liberadas cada vez.
Se reza del 24 de octubre al 1 de noviembre, pero se puede rezar en cualquier época del año y en especial durante el mes e noviembre, mes de las Ánimas Benditas del Purgatorio; ellas te lo agradecerán.
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