“¿Qué
miras, caminante? Una antorcha apagada,
un hombre a quien el fuego del
amor consumió,
y que se hizo todo para todos, Luis María Grignion Monfort”.
(Epitafio sobre su tumba).
LUIS
MARÍA GRIGNION DE MONTFORT (1673 – 1716).
Fiesta: 28 de abril.
"Ad Jesum Per Mariam" (A Jesús por María).
Por SCTJM
PRIMEROS
AÑOS
San
Luis nació en Montfort, Francia el 31 de enero de 1673 de una familia muy
numerosa, él siendo el mayor de 18 hermanos. Uno de ellos murió en su infancia,
tres fueron sacerdotes y tres religiosas. San Luis sobresalía entre sus amigos
por su habilidad y su extraordinaria fortaleza física. De carácter era más bien
tímido y prefería la soledad.
Desde
joven, San Luis tenía una gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen María.
Frecuentemente lo encontraban rezando por largo rato frente a una imagen de la
Virgen. Cuando tuvo suficiente edad, pidió permiso para asistir en la misa de
la parroquia en las mañanas. Como la Iglesia le quedaba a dos millas de su
casa, tenía que levantarse muy temprano para llegar a tiempo. Mientras
estudiaba con los jesuitas en Rennes siempre visitaba la iglesia antes y
después de las clases. Participó en una sociedad de jóvenes que durante
las vacaciones servían a los pobres y los enfermos incurables. Les leían
libros inspirados durante las comidas.
Pero
no todo en su juventud era de color de rosas. Su padre, Jean Grignion, tenía la
fama de ser uno de los hombres más coléricos en toda la región de Rennes. Y
como Luis era el hijo mayor, era quien sentía más el peso de la furia. Su padre
constantemente lo incitaba a la ira. Ya por sí mismo Luis tenía un temperamento
tan fuerte como el de su padre, lo cual le hacía aún más difícil soportar aquellas
pruebas. Para evitar un enfrentamiento con su padre, y el mal que su ira podría
traer, Luis salía corriendo. Así evitaba la ocasión de pecado. Era todo lo que
Luis podía hacer para controlar su temperamento. En vez de empeorar, a través
de estas demostraciones de ira de su padre, Luis aprendió a morir a sí mismo y
aprendió a ser paciente, dulce y a crecer en virtud. Su padre, sin quererlo, le
proporcionó un medio para entrar en la lucha por la santidad a una temprana
edad.
UN
TOQUE DE GRACIA LO LLEVA AL SACERDOCIO
Entre los 16 y 18 años, San Luis tuvo una experiencia de Dios que marcó su vida para siempre. Ante este encuentro personal e íntimo con Dios, la vida de Luis cambió radicalmente. Se entregaba totalmente a la oración y a la penitencia, encontrando su delicia tan solo en Dios. San Luis aprendió rápidamente que lo que verdaderamente valía no eran los grandes acontecimientos en este mundo: el dinero, la fama, etc. Sino que el verdadero valor ante Dios estaba en la transformación interior.
Escribe
San Luis: "Esta es la forma en que actúan las almas predilectas. Se
mantienen dentro de su casa .... o sea, mantienen sus mentes en las verdades
espirituales (y no en las de la tierra). Se aplican a la oración mental,
siguiendo el ejemplo de María, su madre, cuya mayor gloria durante su vida era
su vida interior y quien amaba tanto la oración mental. Estas almas observan
como tantos trabajan y gastan grandes energías e inteligencia para ganar éxitos
y reconocimiento en la tierra. Por la luz del Espíritu Santo, saben que hay más
gloria y más gozo, permaneciendo escondidos en Cristo y en perfecta sumisión a
María, que en hacer grandes cosas o grandes milagros."
En
1693, a los 20 años, siente el llamado de consagrar su vida a Dios a través del
Sacerdocio. La primera reacción de su padre no era favorable, pero cuando el
padre vio la determinación de su hijo, le dio su bendición. Y así, a finales de
ese año, San Luis sale de su casa hacia París.
EL
SEMINARIO
Renunciando a la comodidad de su caballo, San Luis se decidió caminar los 300 kilómetros hacia el seminario en París. Durante su camino, se encuentra con dos pobres, en distintos momentos. Al primero le da todo el dinero que su padre le había entregado, quedándose sin nada. Al segundo, no teniendo ya más dinero que darle, le entrega su único traje, regalo de su madre, cambiándolo por los trapos del pobre. De esta manera, San Luis marca lo que ha de ser su vida desde ese momento en adelante. Ya no se limitará a servir a los pobres, pues es ya uno de ellos. Hace entonces un voto de vivir de limosnas.
En
aquella época había seminarios separados para ricos y pobres. Cuando llega San
Luis al seminario, viéndolo en tan miserable condición, los superiores lo
mandan al seminario de los pobres. Así se privó de las ventajas ofrecidas en el
mejor seminario. En el seminario, San Luis fue bibliotecario y velador de
muertos, dos oficios que eran poco queridos por los demás. Mas en el plan
providente de Dios le proporcionaron oportunidades de mucha gracia y
crecimiento.
Por
su oficio de bibliotecario, San Luis pudo leer muchos libros, sobre todo,
libros de la Virgen María. Todos los libros que encontraba de ella, los leía y
estudiaba con gran celo. Este período llegó a ser para él, la fundación de toda
su espiritualidad Mariana.
El
oficio de velar a los muertos fue también de gran provecho. Era su
responsabilidad pasar toda la noche junto con algún muerto. Ante la realidad de
la muerte que estaba constantemente ante sus ojos, San Luis aprendió a
despreciar todo lo de este mundo como vano y temporal. Esto lo llevó a atesorar
tesoros en el cielo y no en la tierra. Él llegó a reconocer que nada se debe
esperar de los que es de este mundo más todo de Dios.
Su
tiempo en el seminario estuvo lleno de grandes pruebas. San Luis era poco
comprendido por los demás. No sabían cómo lidiar con él, si como un santo o un
fanático. Sus superiores, pensando que toda su vida estaba movida más bien por
el orgullo que por el celo de Dios, lo mortificaban día y noche. Lo humillaban
y lo insultaban en frente de todos. Sus compañeros en el seminario, viendo la
actitud de los superiores, también lo maltrataban mucho. Se reían de él, lo
rechazaban muy a menudo. Y todo esto San Luis lo recibió con gran paciencia y
docilidad. Es más, lo miraba todo como un gran regalo de Cristo quién le había
dado a participar de Su Cruz.
SACERDOTE
El 5 de junio de 1700, San Luis, a los 27 años, fue ordenado sacerdote. Escogió como lema de su vida sacerdotal: "ser esclavo de María". Enseguida empezaron a surgir grandes cruces en su vida. Pero no se detenía a pensar en sí mismo, sino que su gran sueño era llegar a ser misionero y llevar la Palabra de Cristo a lugares muy distantes.
Después
de su ordenación, sus superiores no sabían aún cómo tratar con él. San Luis
estaba ansioso de poder empezar sus obras apostólicas. Sin embargo sus
superiores le negaron sus facultades de ejercer como sacerdote, no podía
confesar ni predicar y lo mantuvieron un largo tiempo en el seminario haciendo
varios oficios menores. Esto fue un gran dolor para San Luis, no por los
trabajos humildes sino por no poder ejercer su sacerdocio. Tenía como
único deseo dar gloria a Dios en su sacerdocio y en sus obras misioneras. Mas
como siempre, San Luis obedeció con amor.
Después
de casi un año en el seminario, por fin san Luis se encontró con un sacerdote,
que se encargaba de organizar una compañía de misioneros, y le invitó a
acompañarlo en otro pueblo. Sus superiores, aprovechando esta oportunidad para
librarse de él, le dieron permiso. A san Luis le esperaba otra gran
decepción, pues cuando llegó a la casa de los padres misioneros, vio tan
grandes abusos y mediocridad entre ellos que no le quedaba duda de que no podía
quedarse. Escribió inmediatamente a su superior del seminario pidiendo regresar
a París, pero este le dijo que estaba siendo malagradecido y le hizo
quedarse. san Luis, que obedecía santamente a sus superiores, se quedó.
Aunque no le daban permiso para confesar y pasaba los días enseñándole
catecismo a los niños.
CAPELLÁN
DE HOSPITAL
Después de varios meses en que se encuentra relegado, san Luis es asignado capellán del hospital de Poitiers, un asilo para los pobres y marginados. No era el apostolado que san Luis buscaba, pues su deseo era ser misionero, pero aceptó con docilidad. Cuando ya percibía los frutos, llegó la prueba otra vez. Los poderosos del mundo no podían aceptar la simplicidad y naturalidad que tenía san Luis con los pobres y empezaron los ataques y la persecución. Vive, como todos los santos, el sufrimiento de Cristo.
De
vuelta en París, el predilecto de la Virgen Santísima empieza a ver cómo las
puertas se le cerraban con rapidez. Muchos, no entendiéndolo, crean falsos
testimonios de él, desacreditándolo como sacerdote y como hombre. Es rechazado
hasta por sus amigos más íntimos. Fue tanto el rechazo contra él, que en uno de
los hospitales en que servía, su superior le puso una nota bajo su plato a la
hora de la cena informándole que ya no necesitaba de su ministerio. Hasta su
propio obispo empieza a dudar seriamente de él y dos veces lo manda a callar.
San
Luis, aunque sufrió enormemente, se mantuvo firme en su fe actuando como un
santo sacerdote. Dios lo estaba purificando y fortaleciendo para que su
vida sea un amor puro a Dios y al prójimo. En su total humillación y abandono
de todos se abre cada vez más a la total conciencia de que Dios es su único
apoyo, su única defensa. Él ve en esto una nueva oportunidad de abrazar su
determinación de vivir en plena pobreza, tanto espiritual como física. También
llega a entender que la razón de los ataques es la doctrina Mariana que
enseña. Primero porque Satanás no la quiere y segundo porque la
humanidad no está dispuesta a abrazar sus enseñanzas.
RECURSO
AL PAPA QUIEN LE HACE MISIONERO
San Luis decide, en el año 1706, recurrir al Santo Padre, el papa Clemente XI. Quería saber si en verdad estaba errado como todos decían o si cumplía la voluntad de Dios, lo cual era su único deseo. Se logra el encuentro y San Luis recibe del Papa la bendición y el título de Misionero Apostólico.
Durante
su vida apostólica como misionero, san Luis llegará a hacer doscientas misiones
y retiros. Con gran celo predicaba de pueblo en pueblo el Evangelio. Su
lenguaje era sencillo pero lleno de fuego y amor a Dios. Sus misiones se
caracterizaban por la presencia de María, ya que siempre promovía el rezo del Santo
Rosario, hacía procesiones y cánticos a la Virgen. Sus exhortaciones movían a
los pobres a renovar sus corazones y, poco a poco, volver a Dios, a los sacramentos
y al amor a Cristo Crucificado. San Luis siempre decía que sus mejores amigos
eran los pobres, ante quienes abría de par en par su corazón.
FUNDADOR
Un año antes de su muerte, el padre Montfort fundó dos congregaciones: Las hermanas de la Sabiduría, dedicadas al trabajo de hospital y la instrucción de niñas pobres, y la Compañía de María, misioneros. Hacía años que soñaba con estas fundaciones, pero las circunstancias no le permitían realizar este sueño. En su lecho de muerte la obra parecía haber fracasado. Solo había cuatro hermanas y dos sacerdotes con unos pocos religiosos. Pero el padre Montfort, quien tenía el don de profecía, sabía que el árbol crecería. Al comienzo del siglo XX las Hermanas de la Sabiduría eran cinco mil, con cuarenta y cuatro casas, dando instrucción a 60,000 niños.
Después
de la muerte del fundador, la Compañía de María fue gobernada durante 39 años
por el padre Mulot. Al principio había rehusado unirse a Montfort en su trabajo
misionero. "No puedo ser misionero", decía, "porque tengo
un lado paralizado desde hace años; tengo infección de los pulmones que apenas
me permite respirar, y estoy tan enfermo que no descanso día y
noche." Pero san Luis, inspirado por Dios, le contestó, "En
cuanto comiences a predicar serás completamente sanado", y así ocurrió.
SUS
VIRTUDES
Los santos son hombres que aman con todo el corazón y el corazón da fruto en virtud. Los frutos no se dan sin la entrega y el sacrificio perseverante. San Luis María Grignion de Montfort es un hombre de oración constante, ama a los pobres y vive la pobreza con radicalidad, goza en las humillaciones por Cristo.
ALGUNAS ANÉCDOTAS
-En una misión para soldados en La Rochelle, estos, movidos por sus palabras, lloraban y pedían perdón por sus pecados a gritos. En la procesión final un oficial caminaba a la cabeza, descalzo, llevando la bandera. Los soldados, también descalzos, seguían llevando en una mano el crucifijo y en la otra el rosario mientras cantaban himnos.
-Cuando
anunció su plan de construir un monumental Calvario en una colina cercana a
Pontchateau, muchos respondieron con entusiasmo. Por quince meses, entre
doscientos y cuatrocientos campesinos trabajaron diariamente sin
recompensa. Cuando la magna obra estaba recién terminada, el rey ordenó
que todo fuese destruido. Los Jansenistas habían convencido al gobernador
de Bretaña que se estaba construyendo una fortaleza capaz de ayudar a una
revuelta. El padre Montfort actuó con una gran paz ante la
situación. Solo exclamó: "Bendito sea Dios".
-En
una ocasión, cuando el obispo lo había mandado a callar, San Luis
obedientemente se retiró en oración. Fue durante ese tiempo que escribió "A los Amigos de la Cruz",
un fabuloso tratado que enseña la necesidad y la práctica de llevar la cruz.
-Los
Jansenistas (seguidores de Jansenio que terminaron en herejía), irritados por
los éxitos del padre Montfort, logran por medio de intrigas que se le expulse
del distrito en que daba una misión.
-En
La Rochelle trataron de envenenarlo con una taza de caldo y, a pesar del
antídoto que tomó, su salud fue dañada permanentemente.
-En
otra ocasión trataron de asesinarlo cuando caminaba por una estrecha calle. Él
tuvo un presentimiento de peligro y escapó por otra calle.
¿Y CUÁL ES LA ESPIRITUALIDAD TAN ATACADA?
¿Y CUÁL ES LA ESPIRITUALIDAD TAN ATACADA?
La espiritualidad de san Luis María a día de hoy sigue siendo perseguida por muchos, aun en la Iglesia. El motivo de tal persecución es porque enseña un camino muy claro y exigente, que no permite ambigüedades ni medias tintas. El amor lo reclama todo.
La
espiritualidad de san Luis María de Montfort se basa en dos fundamentos:
1-Reproducir la imagen de Cristo Crucificado en nosotros.
1-Reproducir la imagen de Cristo Crucificado en nosotros.
2-Hacerlo a través y por medio de nuestra consagración a María como esclavo de amor.
En otras palabras: vivir la Cruz Redentora a través de María.
Toda
la vida de san Luis fue centrada sobre un deseo: La adquisición de la
Sabiduría Eterna que es Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de María.
Optó
por una condición radical de vida formulada como "La santa
esclavitud" o la esclavitud voluntaria de amor a la Virgen Santísima para
llevarnos a la de Cristo. A ella le entregamos cuerpo y alma para que haga con
nosotros lo que quiera pues todo lo que ella quiere es de Dios. La Virgen,
Gestora de Cristo, pasa a ser la que dispone de nosotros.
Es
una vía de perfección y unión, de ascética radical y de misticismo dentro del
corazón de María Santísima. Enseña que el alma abandonada en las manos de la
Madre es unida a la obediencia del Hijo. Esta entrega es total cuando el
alma se separa de todo apego terrenal y así es reengendrada en el seno de María
donde se encarnó Jesús. Llega a ser así perfecta imagen de Dios quien escogió
ser obediente a Dios hasta la Cruz.
San
Luis no ve en María una simple devoción
piadosa y sentimental, sino una devoción fundada en teología sólida, la
cual proviene del misterio inefable de lo que Dios ha optado realizar por su
mediación y por su perfecta docilidad a esa obra. Esto es muy importante, ya
que es este desarrollo lo que ha hecho posible la revolución teológica que
causó san Luis de Montfort.
Su
Santidad Juan Pablo II fue un gran devoto de Montfort. De él tomó su lema
"Totus Tuus" y se refirió al santo en su encíclica
Mariana Redemptoris Mater y en muchas otras ocasiones. También visitó su
tumba Saint Laurent sur Sevre, añadiéndola al itinerario de su visita a
Francia. Allí, junto a la tumba sufrió un atentado, plantaron una bomba
que fue descubierta por la seguridad. Providencialmente, nada detuvo al Papa de
honrar al santo que tanto amaba.
ESCRITOS
San Luis dio a la Iglesia las obras más grandes que se han escrito sobre la Virgen Santísima: “El Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen”, “El Secreto de la Virgen”, y “El Secreto del Rosario”. A estos libros se añade "A los Amigos de la Cruz". La Iglesia ha reconocido sus libros como expresión auténtica de la doctrina eclesial. El papa Pío XII, quién canonizó a san Luis dijo: "Son libros de enseñanza ardiente, sólida y autentica."
MUERTE
Y CANONIZACIÓN
-San Luis murió en Saint Laurent sur Sevre el 28 de Abril de 1716, a la edad de 43 años.
-Fue
beatificado en 1888 y canonizado el 20 de Julio de 1947.
-Es
venerado como sacerdote, misionero, fundador y, sobre todo, como Esclavo de la
Virgen María.
Sobre
la tumba de San Luis de Monfort reza este hermoso epitafio:
“¿Qué
miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del
amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María Grignion Monfort”.
-¿Preguntas
por su vida? No hay ninguna más íntegra.
-¿Su
penitencia indagas? Ninguna más austera.
-¿Investigas
su celo? Ninguno más ardiente.
-¿Y
su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano. Sacerdote de
Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable,
tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los
huérfanos, y reconciliador de los pecadores. Su gloriosa muerte fue
semejante a su vida. Como vivió, murió. Maduro para Dios, voló al cielo a los
43 años de edad.
Fuente: Corazones.org
¡San
Luis María Grinion de Montfort, ruega por nosotros!
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