El lector portugués Miguel
Viana hace un relato estremecedor sobre los actuales rumbos impuestos al
Santuario de Fátima por sus dirigentes.
El
Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, en Portugal, no es solamente
el lugar más sagrado para los portugueses. Es probablemente el lugar sagrado
más amado para muchos católicos, después de Tierra Santa y de Roma. Por eso es
conocido como “altar del mundo”. Fue construido en Cova de Iría, un campo que
pertenecía a la aldea de Fátima, en el cual, de mayo a octubre de 1917, la
Santísima Virgen se apareció a tres niñitos sobre un pequeño arbusto: Lucía,
Jacinta y Francisco.
Les pidió oración -insistiendo siempre en la oración del rosario- y penitencia. Dios estaba muy ofendido y pedía reparación. Les mostró su Inmaculado Corazón, cercado de espinas, ofendido por los pecadores (13 de junio), pidiendo reparación (13 de julio). Dioles también un secreto (13 de julio), cuyas dos primeras partes fueron reveladas por Lucía algunas décadas después: en la primera parte, les mostró el infierno, a donde van muchas almas por causa de sus pecados: en la segunda, anunció que pediría la Consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, de manera que esta nación se convirtiera y no esparciera sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones en la Santa Iglesia. En cuanto a la tercera parte, ha habido cierta polémica que no vengo a abordar. El asunto no está cerrado. Cierto es que Lucía escribió que la Santísima Virgen les dijo: “En Portugal, se conservará siempre el dogma de la fe….”.
En octubre, tal como había anunciado, Nuestra Señora hizo un milagro delante de 70.000 personas que allí se habían congregado: el sol giró por el cielo, esparciendo muchos colores. Los videntes vieron sucesivamente, junto al sol, a la Santísima Virgen con San José y el Niño Jesús. La Santísima Virgen estaba vestida de blanco, con manto azul. Después, vieron a Nuestro Señor (adulto) y a la Santísima Virgen a su lado, vestida como Nuestra Señora de los Dolores. Finalmente, la vieron con el escapulario, pareciendo ser Nuestra Señora del Carmen. En las restantes apariciones, usará siempre vestido blanco, con un largo velo blanco, sin que se le viese el cabello. Llevaba un cordón de oro en el cuello, del cual pendía un pequeño globo, también de oro.
Les pidió oración -insistiendo siempre en la oración del rosario- y penitencia. Dios estaba muy ofendido y pedía reparación. Les mostró su Inmaculado Corazón, cercado de espinas, ofendido por los pecadores (13 de junio), pidiendo reparación (13 de julio). Dioles también un secreto (13 de julio), cuyas dos primeras partes fueron reveladas por Lucía algunas décadas después: en la primera parte, les mostró el infierno, a donde van muchas almas por causa de sus pecados: en la segunda, anunció que pediría la Consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, de manera que esta nación se convirtiera y no esparciera sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones en la Santa Iglesia. En cuanto a la tercera parte, ha habido cierta polémica que no vengo a abordar. El asunto no está cerrado. Cierto es que Lucía escribió que la Santísima Virgen les dijo: “En Portugal, se conservará siempre el dogma de la fe….”.
En octubre, tal como había anunciado, Nuestra Señora hizo un milagro delante de 70.000 personas que allí se habían congregado: el sol giró por el cielo, esparciendo muchos colores. Los videntes vieron sucesivamente, junto al sol, a la Santísima Virgen con San José y el Niño Jesús. La Santísima Virgen estaba vestida de blanco, con manto azul. Después, vieron a Nuestro Señor (adulto) y a la Santísima Virgen a su lado, vestida como Nuestra Señora de los Dolores. Finalmente, la vieron con el escapulario, pareciendo ser Nuestra Señora del Carmen. En las restantes apariciones, usará siempre vestido blanco, con un largo velo blanco, sin que se le viese el cabello. Llevaba un cordón de oro en el cuello, del cual pendía un pequeño globo, también de oro.
Nada de lo que la Santísima
Virgen dijo o hizo fue por casualidad. Todo cuanto dijo e hizo tenía un
propósito, por lo que debemos de meditar sobre sus palabras y sus gestos.
No fue, pues, por mera casualidad que se vistió así. Ni el traje, ni los
colores elegidos fueron aleatorios o debidos a una moda cualquiera. La
Santísima Virgen escogió los colores que mejor podían iluminar nuestra
comprensión del mensaje que venía a traer al mundo. Así, usó algunos colores
litúrgicos, presentes en la propia iconografía mariana. Podemos pensar que vino
de blanco porque ese es el color de Navidad o de Pascua, pero también el color
de la virginidad. Podemos pensar que vino de blanco y azul por ser éstos los
colores de Nuestra Señora la Inmaculada Concepción, a quién Portugal fue
consagrada en el siglo XVII. Podemos pensar que vino de púrpura porque ese
es el color del Adviento y la Cuaresma, pero también el de Nuestra Señora de
los Dolores, invocación mariana bien conocida en Portugal, en la cual la
Santísima Virgen es venerada en su sufrimiento junto a la cruz. Podemos pensar
que, al venir con el escapulario, vino vestida de castaño y blanco, porque así
se representa en la invocación de Nuestra Señora del Carmen, desde que, en
1251, entregó a San Simón Stock el escapulario como señal de salvación, después
de que los carmelitas hubieren sido expulsados del Monte Carmelo por los
musulmanes. Podemos pensar que, en Fátima, traía aquel pequeño globo de oro al
pecho, porque quería con esa joya significar al propio mundo. Los colores que
en el Milagro del Sol bañaron a la multitud estupefacta, nos llevan a pensar
que eran los colores del arco iris. Según nos dice la Sagrada EScritura, el
arco iris es señal de alianza de Dios con su pueblo (Gen9, 13-16). También
Nuestro Señor y San José, en el Milagro del Sol, traían un color significativo,
el rojo. Es el color del Pentecostés, de la Preciosísima Sangre, de los
mártires.
Cuando yo era pequeño, mi familia iba al Santuario de Fátima, por lo menos en mayo y en octubre. Mi madre y algunos otros iban a pie, recorriendo más de cien kilómetros, rezando el rosario. Se herían en los pies, mas entraban en el Santuario llorando de alegría. Iban de inmediato a la pequeña Capeliña de las apariciones, donde presentaban a Nuestra Señora sus dolores, alegrías, deseos y dificultades. Después asistían a la procesión y a la Santa Misa con mucha devoción. No eran diferentes de los otros peregrinos de entonces, que recorrían los caminos, bajo el sol o bajo la lluvia, para llegar allí. Fátima era realmente un lugar sagrado. Yo me quedaba con mi padre en casa, hasta el día 12, fecha en que partíamos, en coche, al encuentro de mi madre, a tiempo para asistir a la procesión. Cuando llegábamos al Santuario, mi padre señalaba para un panel que había en una de las entradas, informando que aquél era un lugar sagrado, motivo por el cual no se podían usar pantalones cortos, faldas cortas, camisetas sin mangas, no se podía fumar, hablar alto, llevar animales, etc. Yo nací después del Concilio Vaticano II, motivo por el cual ya era preciso que hubiera este tipo de avisos. Si hubiese nacido antes, ciertamente todos sabrían cómo comportarse, no siendo necesario aquel panel. Mirando las fotografías de la boda de mis padres, celebrada allí hace 50 años, percibo que todos estaban decentemente vestidos, las señoras imitando a la Santísima Virgen, llevaban velos en sus cabezas, igual dentro que fuera de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario. En fin, nací en una época en la que el Santuario comenzaba a dejar de ser respetado como lugar sagrado. Pero mucho había de suceder, porque alguna furia destructora del Concilio seguiría fustigándonos hasta el presente, aunque la mayoría no quiera admitir la verdad.
Hoy los peregrinos continúan llenos de fervor, pero cada vez más ignorantes y más groseros. Visten ropas escandalosas, en especial las mujeres; hablan y ríen en alto, fuman y beben cerveza, llevan perros dentro del recinto. Estos sacrilegios ya serían suficientes para ofender a Dios y al Inmaculado Corazón. Pero no terminan aquí. Los peregrinos, en su mayoría, se acercan a la Sagrada Comunión con actitudes verdaderamente no católicas. Muchos extienden una mano para que los sacerdotes coloquen en ella la sagrada forma (y muchos de ellos la colocan, de hecho), los hombres ni siquiera se quitan el sombrero para recibir a Nuestro Señor, las mujeres se aproximan medio desnudas. Rarísimos son los que se arrodillan. Algunos dejan incluso caer a nuestro Señor en el suelo. Recientemente, vi a Nuestro Señor caer de la mano de un sacerdote a un charco de agua, como un copo de nieve. Luego fue pisoteado por los peregrinos.
Cuando yo era pequeño, mi familia iba al Santuario de Fátima, por lo menos en mayo y en octubre. Mi madre y algunos otros iban a pie, recorriendo más de cien kilómetros, rezando el rosario. Se herían en los pies, mas entraban en el Santuario llorando de alegría. Iban de inmediato a la pequeña Capeliña de las apariciones, donde presentaban a Nuestra Señora sus dolores, alegrías, deseos y dificultades. Después asistían a la procesión y a la Santa Misa con mucha devoción. No eran diferentes de los otros peregrinos de entonces, que recorrían los caminos, bajo el sol o bajo la lluvia, para llegar allí. Fátima era realmente un lugar sagrado. Yo me quedaba con mi padre en casa, hasta el día 12, fecha en que partíamos, en coche, al encuentro de mi madre, a tiempo para asistir a la procesión. Cuando llegábamos al Santuario, mi padre señalaba para un panel que había en una de las entradas, informando que aquél era un lugar sagrado, motivo por el cual no se podían usar pantalones cortos, faldas cortas, camisetas sin mangas, no se podía fumar, hablar alto, llevar animales, etc. Yo nací después del Concilio Vaticano II, motivo por el cual ya era preciso que hubiera este tipo de avisos. Si hubiese nacido antes, ciertamente todos sabrían cómo comportarse, no siendo necesario aquel panel. Mirando las fotografías de la boda de mis padres, celebrada allí hace 50 años, percibo que todos estaban decentemente vestidos, las señoras imitando a la Santísima Virgen, llevaban velos en sus cabezas, igual dentro que fuera de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario. En fin, nací en una época en la que el Santuario comenzaba a dejar de ser respetado como lugar sagrado. Pero mucho había de suceder, porque alguna furia destructora del Concilio seguiría fustigándonos hasta el presente, aunque la mayoría no quiera admitir la verdad.
Hoy los peregrinos continúan llenos de fervor, pero cada vez más ignorantes y más groseros. Visten ropas escandalosas, en especial las mujeres; hablan y ríen en alto, fuman y beben cerveza, llevan perros dentro del recinto. Estos sacrilegios ya serían suficientes para ofender a Dios y al Inmaculado Corazón. Pero no terminan aquí. Los peregrinos, en su mayoría, se acercan a la Sagrada Comunión con actitudes verdaderamente no católicas. Muchos extienden una mano para que los sacerdotes coloquen en ella la sagrada forma (y muchos de ellos la colocan, de hecho), los hombres ni siquiera se quitan el sombrero para recibir a Nuestro Señor, las mujeres se aproximan medio desnudas. Rarísimos son los que se arrodillan. Algunos dejan incluso caer a nuestro Señor en el suelo. Recientemente, vi a Nuestro Señor caer de la mano de un sacerdote a un charco de agua, como un copo de nieve. Luego fue pisoteado por los peregrinos.
Es preciso que se diga: Fátima
se convierte, cada vez más, en un lugar de ultraje, de sacrilegio y de
indiferencia, tres ofensas contra Nuestro Señor denunciadas por el Ángel de
Portugal en su aparición en Loca do Cabeço, cerca de Cova de Iría, un año
antes, en 1916. El Ángel (que se supone era San Miguel) les dio la Sagrada
Comunión. Los videntes estaban de rodillas con las manos juntas, Lucía y
Jacinta con un velo en la cabeza, Francisco con la cabeza descubierta. Quien
visita el lugar, puede ver allí un bellísimo grupo escultórico, cuya autora es
Maria Amelia Carvalheira, que así los representó, en mármol blanco, después de
consultar con Lucía personalmente, cuando ésta ya estaba en el convento. Estas
esculturas, tan blancas, nos hablan al corazón y debían hacernos pensar en el
modo como nos comportamos delante de la Santísima Eucaristía.
Hoy, los peregrinos se comportan mal porque no son enseñados a comportarse de otra manera. Practican ultrajes, sacrilegios e indiferencias en Fátima y en otros lugares, por causa de su ignorancia. Por eso no serán enteramente culpables. La culpa será, sobre todo, de sus obispos y de sus párrocos, que saben (o deberían saber) lo que está bien y lo que está mal, pero son negligentes y no les enseñan la verdad. En el Santuario, esta negligencia es muy evidente. Si las personas fueran enseñadas a tomar actitudes piadosas, estoy cierto de que entrarían al recinto con aquel fervor tan genuino, confirmado por comportamientos agradables a Dios.
Hoy no parece haber esta preocupación por parte del Santuario. Quien gobierna parece estar empeñado, por el contrario, en desfigurar la sacralidad de aquel lugar. Conmemoramos el año pasado las apariciones del Ángel, y este año, celebramos el centenario de las apariciones de Nuestra Señora. Además de ver a los peregrinos cada vez más ignorantes y groseros (a pesar de ser fervorosos), hemos visto cosas muy extrañas en el Santuario.
Hoy, los peregrinos se comportan mal porque no son enseñados a comportarse de otra manera. Practican ultrajes, sacrilegios e indiferencias en Fátima y en otros lugares, por causa de su ignorancia. Por eso no serán enteramente culpables. La culpa será, sobre todo, de sus obispos y de sus párrocos, que saben (o deberían saber) lo que está bien y lo que está mal, pero son negligentes y no les enseñan la verdad. En el Santuario, esta negligencia es muy evidente. Si las personas fueran enseñadas a tomar actitudes piadosas, estoy cierto de que entrarían al recinto con aquel fervor tan genuino, confirmado por comportamientos agradables a Dios.
Hoy no parece haber esta preocupación por parte del Santuario. Quien gobierna parece estar empeñado, por el contrario, en desfigurar la sacralidad de aquel lugar. Conmemoramos el año pasado las apariciones del Ángel, y este año, celebramos el centenario de las apariciones de Nuestra Señora. Además de ver a los peregrinos cada vez más ignorantes y groseros (a pesar de ser fervorosos), hemos visto cosas muy extrañas en el Santuario.
En la capilla de la Santísima Trinidad, muy espaciosa, no hay Sagrario.
Después de hace ya varias
décadas, se han modernizado algunos edificios del recinto y ha sido
colocada una nueva cobertura en la capilla de las apariciones – obras
de mal gusto-, fue con extrañeza que vimos erigir en la Cova da Iria la nueva
Iglesia de la Santísima Trinidad, obra modernista, redonda y fría, cuyo
interior choca violentamente contra cualquier sensibilidad católica. Vemos que
la nave principal, a pesar de tener tantos lugares para que los fieles se
sienten, no tiene sagrario. ¿Para qué sirve una nave sin un lugar
para Nuestro Señor? Hay, no obstante, un crucifijo gigante, imagen monstruosa
de ojos asustadores. Consta que S.S. Benedicto XVI cuando la vio, dijo que no
le gustaba. De hecho, es horrible. Hay varias capillas en la nueva iglesia,
minimalistas, donde los sagrarios están en un lado, mientras que el
“retablo” principal es una especie de ventana, totalmente vacía. Una de ellas
es la Capilla del Santísimo Sacramento, donde está Nuestro Señor expuesto.
Aquí, la custodia es un gran cuadrado plateado, sin resplandor, suspendido del
techo, como un péndulo de reloj. Es horrible, verdaderamente indigna. Y no hay
allí una cruz. Ni tan siquiera en la Sagrada
Hostia. También, en esa época, se sustituyó la gran cruz que estaba
erguida en la parte superior del recinto por la cruz actual, en la que está una
imagen de Cristo tan estilizada que parece un saltamontes. Es también horrible.
Se inauguró un nuevo presbiterio, en la escalera de la vieja Basílica. Allí,
el crucifijo es aún más extraño, porque no representa a nuestro Señor en la
cruz, sino al lado de la cruz, pareciendo huir de ella. Se asemeja
a un extraterrestre. Es igualmente horrible.
La vieja basílica fue restaurada hace poco. Construida originalmente en piedra blanca, quedó resplandeciente después de la intervención. Pero en su interior quedó el mayor de los horrores que hemos visto erigirse en el Santuario. El gran altar de mármol de la capilla mayor, puesto allí después de la reforma litúrgica, fue sustituido por un pequeño altar cuadrado, de piedra marrón. En un lado tiene dos candelabros y en el otro lado sólo uno.
La vieja basílica fue restaurada hace poco. Construida originalmente en piedra blanca, quedó resplandeciente después de la intervención. Pero en su interior quedó el mayor de los horrores que hemos visto erigirse en el Santuario. El gran altar de mármol de la capilla mayor, puesto allí después de la reforma litúrgica, fue sustituido por un pequeño altar cuadrado, de piedra marrón. En un lado tiene dos candelabros y en el otro lado sólo uno.
El nuevo altar, después de la restauración.
Altar masónico.
El conjunto, además de chocar
con la blancura de la nave, ha llamado la atención de muchos fieles,
por ser extremadamente semejante a los altares de
las logias masónicas. Muchos se preguntan si habrá un brazo de la Masonería influyendo o
incluso gobernando el Santuario de Fátima, una fuerza oculta que, por fin,
ya no disfraza lo que está haciendo a aquel lugar sagrado, tocado por los pies
de la Santísima Virgen.
En las capillas sepulcrales de los videntes tampoco fueron ahorradas las reformas.
En las capillas sepulcrales de los videntes tampoco fueron ahorradas las reformas.
Sepulturas antiguas de los pastorcillos Francisco y Jacinta Marto.
Así lucen ahora tras el cambio y el derrumbe del altar.
El suelo de estas capillas, otrora
compuesto por bellos diseños, hechos con piedras polícromas, fue ahora cubierto
con un pavimento negro, moteado con pequeños ladrillos amarillos.
Destruyeron también los dos altares que allí estaban, desfigurando el conjunto
armonioso de los quince misterios del Santo Rosario (uno por capilla), que
circunda toda la nave. En aquellos altares había estado nuestro Señor muchas
veces, porque allí había sido rezada la Santa Misa antigua por muchos
sacerdotes. Fue en uno de esos altares que mis padres se casaron. Cincuenta
años después, entraron en la Basílica restaurada para dar gracias a Dios, en el
lugar donde habían celebrado su matrimonio. Se horrorizaron.
La destrucción que estas personas promueven no se queda aquí, ni se quedará, si alguien no corta rápidamente lo que parece ser un plano oscuro contra Dios y contra la Santísima Virgen. El pasado 10 de junio de 2016 se celebró la solemnidad del Ángel de Portugal.
La destrucción que estas personas promueven no se queda aquí, ni se quedará, si alguien no corta rápidamente lo que parece ser un plano oscuro contra Dios y contra la Santísima Virgen. El pasado 10 de junio de 2016 se celebró la solemnidad del Ángel de Portugal.
Fíjense en las columnas, vestidas con los colores del arco iris.
En Fátima, como es habitual,
estuvieron miles de niños peregrinos. El Santuario decidió decorar su
columnata con los colores del arco iris. El lema elegido fue “Dios está
contento”, frase incompleta de Nuestra Señora, que, el 13 de septiembre de
1917, dijo a los videntes: “Dios está contento con vuestros sacrificios”. Es
verdad que el arco iris se menciona en la Sagrada Escritura, como he dicho. Es
cierto que muchos colores se manifestaron en el Milagro del Sol en Fátima. Pero
también es verdad que el arco iris es hoy uno de los símbolos más contrarios a
la fe católica: es el símbolo LGBT. Ciertamente sabrían de esto las personas
que hicieron esa ultrajante decoración. ¿Qué querrían decir a los niños, con
ese lema mutilado y con esos colores, cuando, por todo el mundo, la ideología
de género avanza, totalitaria, contra la creación de Dios?
Por más que seamos misericordiosos con las personas llamadas LGBT, sabemos que sus causas son contra Dios. Fue contra el pecado que Nuestra Señora habló en Fátima. Los colores que allí manifestó eran los de la gloria de Dios. En modo alguno las manifestó para promover la confusión. Se las mostró a tres niños y a la multitud, para que en todo correspondieran a lo que el cielo les pedía. Y ellos, los videntes, de hecho, se sacrificaron, con oraciones y ayunos, por toda su vida. Por eso, Dios estaba contento con ellos.
Dios estará ahora contento con lo que pasa en el Santuario de Fátima?
¿La Santísima Virgen estará contenta?
En 1917, Nuestra Señora nunca sonrió a los videntes, hablando con el rostro triste sobre las ofensas a Dios y a su Inmaculado Corazón. ¡Imaginemos cómo estará ahora, bañada en lágrimas!
El Santuario de Fátima debe volver a ser respetado como lugar sagrado, en todo su esplendor. Es preciso que cada católico esté atento a lo que está sucediendo. ¿Está el Santuario por caer en manos de servidores de Satanás? Estamos, de hecho, en un tiempo de combate. Abramos los ojos. La Santa Iglesia es fustigada por todos lados, la confusión aumenta.
“Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”, así anunció Nuestra Señora en el secreto. Pidamos que sea rápidamente.
Por Miguel Viana
Traducido por Montse Sanmartí para:
Por más que seamos misericordiosos con las personas llamadas LGBT, sabemos que sus causas son contra Dios. Fue contra el pecado que Nuestra Señora habló en Fátima. Los colores que allí manifestó eran los de la gloria de Dios. En modo alguno las manifestó para promover la confusión. Se las mostró a tres niños y a la multitud, para que en todo correspondieran a lo que el cielo les pedía. Y ellos, los videntes, de hecho, se sacrificaron, con oraciones y ayunos, por toda su vida. Por eso, Dios estaba contento con ellos.
Dios estará ahora contento con lo que pasa en el Santuario de Fátima?
¿La Santísima Virgen estará contenta?
En 1917, Nuestra Señora nunca sonrió a los videntes, hablando con el rostro triste sobre las ofensas a Dios y a su Inmaculado Corazón. ¡Imaginemos cómo estará ahora, bañada en lágrimas!
El Santuario de Fátima debe volver a ser respetado como lugar sagrado, en todo su esplendor. Es preciso que cada católico esté atento a lo que está sucediendo. ¿Está el Santuario por caer en manos de servidores de Satanás? Estamos, de hecho, en un tiempo de combate. Abramos los ojos. La Santa Iglesia es fustigada por todos lados, la confusión aumenta.
“Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”, así anunció Nuestra Señora en el secreto. Pidamos que sea rápidamente.
Por Miguel Viana
Traducido por Montse Sanmartí para:
Como
Vara de Almendro
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