EL CAMINO: "YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, NADIE VA AL PADRE SINO POR MÍ". (JUAN 14:6)

"BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, Y TODO LO DEMÁS SE OS DARÁ POR AÑADIDURA". (MATEO 6:33)

"Y EN NINGÚN OTRO HAY SALVACIÓN, PORQUE NO HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO DADO A LOS HOMBRES, EN EL CUAL PODAMOS SER SALVOS". (HECHOS 4:12)

viernes, 20 de octubre de 2017

Orar, Ayunar y ¿Callar?


“Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón”. 
Apocalipsis 13:11

“Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás, y tú no le amonestares, ni le hablares, para que el impío sea amonestado de su mal camino, para que viva, el impío morirá por su iniquidad, mas su sangre demandaré de tu mano”.
Ezequiel 3:18

“Y si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano. Pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigos. Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el recaudador de impuestos”.
Mateo 18: 16-17


Por Montse Sanmartí.

Estimados lectores; ayer me escribía por el interno de messenger un hermano en la fe que me preguntaba en qué nos basamos para pensar que el 31 de octubre pueda suceder lo que muchos estamos viendo venir: la supresión de la Eucaristía. Me decía que se había perdido seguramente algún capítulo por el camino, porque no había encontrado ninguna página o comentario a este respecto. Y me exhortaba diciéndome que ahora es tiempo de orar, ayunar y “callar”. Porque “la Iglesia saldrá vencedora de todas las batallas”, me dijo. Quienes me leen saben que ni de mi boca, ni de mi pluma, se desprende que yo haya dicho lo contrario. Por el contrario. He hablado mucho sobre el Triunfo del Inmaculado Corazón de María, que no es otro que el Triunfo de la Esposa de Jesucristo, su amada Iglesia.

Le dije a mi contertulio que es obvio que la Iglesia no perecerá, aunque pueda dar la sensación de que esto va a suceder, pues sé y confío en las palabras del Señor. Pero le recordé al mismo tiempo que en el propio catecismo se nos habla en el numeral 675 de la gran crisis que antes de ese triunfo va a tener que soportar. Ante esto, me respondió muy contento que lo importante es el punto 677. Ahí me quedó clarísimo algo. Que, de 4 años y medio a esta parte, los católicos “avestruz” han proliferado y siguen proliferando como las setas. Y es que claro, es mucho más cómodo mirar para otro lado. Es mucho más bonito quedarnos con las cosas que nos gustan de los textos evangélicos y del catecismo y dejar atrás los más “fuertes”. Yo soy madre. He parido 9 hijos, y sé que el momento de dar a luz no es grato. Pero para que las madres tengamos el gozo del que nos habla Jesús en el Evangelio, de llenarnos de amor y ternura cuando nos entregan al hijo recién nacido sobre nuestro pecho, primero tenemos que pasar los dolores de parto que como dice Cristo angustian por el dolor. Pero, como ven, es patente que nadie quiere recordarlo. Pues bueno, señores, aquí, Como Vara de Almendro viene a ser la piedra en el zapato para esos católicos que prefieren el caramelo a la medicina. Yo me quiero quedar con la medicina, porque soy pecadora, y me interesa más que me recuerden la verdad a vivir de sueños y de ilusiones vanas.

Ahora les pondré un ejemplo gráfico y muy cercano en el tiempo. El sábado pasado estuve presente en la misa de la tarde. Presidían el celebrante y un concelebrante. Éste último leyó el relato evangélico de la Parábola del rey que invita a las bodas del hijo y cuyos invitados, por las más diversas y variopintas excusas, eluden dicha invitación y no asisten. Durante la celebración yo estaba sentada en primera fila y vi perfectamente como por unos instantes el sacerdote se quedó leyendo en silencio la parte final del texto y de repente, sin mediar palabra, haciendo un brusco parón que omitía esa última parte, dijo: “Palabra del Señor”…. Yo me quedé unos momentos pensando en el “corte de mangas”, pensando para mis adentros que había mutilado el texto, hecho que viene ocurriéndome en algunas ocasiones al escuchar cambios o recortes del Evangelio, según convenga al sacerdote que proclama la Palabra de Dios. Pues bien. El padre que presidía la Eucaristía y que era quien preparó la homilía del día, no tuvo pelos en la lengua para, con toda caridad, exhortar a su hermano sacerdote a no cercenar la Palabra, recortando aquello que no nos guste, buscando “maquillar” el Evangelio. Y es que justamente ese trozo que faltaba era el del invitado mal ataviado para la ocasión, aquel invitado indigno de entrar a la mesa de la boda y tomar el rico manjar prometido. A él se le echa fuera, a las tinieblas, donde será el llanto y el crujir de dientes. Eso es algo que, en general, no gusta escuchar. Y no gusta porque nos recuerda que Dios es justo, además de misericordioso. Preferimos obviar que nos puede castigar si al final de nuestros días llegamos con un “traje” sucio, con harapos, malolientes, sin asearnos y despeinados. Lo que es a la parábola, llegar en pecado y caer al fuego eterno.  El otro sacerdote no sé lo que pensó al escuchar esta exhortación del padre que presidía la Eucaristía, ni lo que pensaron el resto de feligreses asistentes a la Misa. A mí me gustó mucho la valentía de ese sacerdote que, pese al qué dirán, habló la verdad sin tapujos. Le felicité por ello y me alegré de que haya sacerdotes valientes, de que haya sacerdotes coherentes. Porque quedarnos solamente con la parte del banquete, es un engañabobos.

Todo esto que les cuento, viene también muy al caso para comentar una noticia que he sabido hoy y que me ha dejado estupefacta: Bergoglio va a hacer una revisión del catecismo de Juan Pablo II. ¡Como lo oyen!

El 11 de octubre de 2017 (55 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II), en una conferencia que promovía la “Nueva Evangelización”, el Papa Francisco hizo conocer su voluntad de que el Catecismo de la Iglesia Católica se revisara para Condenar la pena de muerte como “absolutamente inmoral” en principio. Declaró que la pena de muerte era “en sí misma contraria al Evangelio”.

Dice Francisco:

“Aquí no estamos en presencia de ningún tipo de contradicción con la enseñanza del pasado, porque la defensa de la dignidad de la vida humana desde el primer momento de la concepción hasta la muerte natural siempre ha encontrado su voz coherente y autoritaria en la enseñanza de la Iglesia. El desarrollo armonioso de la doctrina, sin embargo, requiere que dejemos de defender argumentos que ahora parecen decisivamente contrarios a la nueva comprensión de la verdad cristiana.

Yo me pregunto ante este hecho, qué podemos pensar de lo poco que se ha referido a la dignidad humana del niño recién concebido, y que es condenado a la “pena capital” por sus progenitores, por las leyes horrendas, por los gobernantes que las auspician y por el mismo pontífice que pone en la Pontificia Academia para la Vida a personajes inicuos y promotores de este crimen, y recibe con honores a la presidenta Bachelet tras aprobar en su país la penosa y dolorosa ley del aborto. Contrariamente, Juan Pablo II se pasó todo el pontificado hablando de la dignidad del ser humano desde su concepción hasta su muerte natural.

También vemos que se quiere dulcificar y mudar la enseñanza de la Humanae Vitae, tal y como ya comentamos también en un artículo.

No podemos pasar por alto el tema de los adúlteros y la comunión. Hemos hablado mucho de ello y de la famosa Exhortación Amoris Laetitia, y vemos con profunda tristeza como no se ha respondido ni se responderá a las Dubia ni a la Correctio Filialis. Es decir, que prefieren hacernos creer que la Comunión es para todos, especialmente para quienes están viviendo “situaciones irregulares”, pues según Francisco, “la Comunión no es un premio para los para los perfectos sino un generoso. remedio y un alimento para los débiles”. (Evangelii Gaudium 51).

El año de la Misericordia fue también un año de eludir la palabra justicia de todos los púlpitos, atriles, encuentros y conferencias y simposios. Edulcorar la doctrina es hoy día un tema tremendamente serio y preocupante, y lo peor es que viene de parte de quienes debieran guardar el depósito de la fe y ya no lo guardan, lo destruyen, lo diluyen y permiten obrar como lo hace el protestantismo, que interpreta como gusta cualquier texto.

Con estupor vemos que ya se aceptan como válidas y sin rubor cosas tan horrendas como “la familia de dos personas del mismo sexo”, la comunión a los divorciados more uxorio, la “intercomunión luterano-católica”, y tantas cosas a las que estamos asistiendo en estos últimos meses de forma realmente precipitada. Pareciera que se haya destapado la Caja de Pandora definitivamente y ya no hay quien pare este tren descarrilado hacia el precipicio. Vean, sino, el siguiente artículo que hace referencia al próximo  Encuentro Mundial de Familias 2018 y que me dejó desgarrada el alma.

Pues bien. Es momento de decir con claridad a todos los amigos y hermanos en la fe como el que ha generado la idea de escribir estas líneas, que sí. Que tienen mucha razón en dos cosas: hay que orar y ayunar. Pero que no compartimos en absoluto la postura cómoda y buenista del callar. Callar en este momento es un pecado muy grave. Cada uno sabe cómo y cuándo debe hablar. Ahí yo no me meteré, y Dios me libre. Pero si usted es un católico con un poco de discernimiento sabe de sobras que no vale “mirar hacia otro lado”. Cuando tantos católicos de a pie mandan callar a sus hermanos en la fe que alzan la voz, y no por gusto, precisamente, quizás debieran preguntarse por qué les molesta que estos últimos hablen alto y claro. ¿No será un requerimiento que ellos también sienten en sus conciencias? ¿No será que saben que “callar ahora es pecado grave”? ¿No será que la conciencia les exige poner su parte en este momento crítico y acallando a quienes hablan claro tienen una vía de escape para tranquilizarla? Lo dejo a su análisis y a su examen, ese examen de conciencia, precisamente, ese pararse y consultar en la soledad del Sagrario, en la intimidad de mi lecho, ese lecho en el que como dice el salmista, nos acordamos de Él, velando meditamos en Él. ¿Callando hago lo correcto? ¿Tapando lo duro y mostrando solamente lo bello, contribuyo a que las almas se salven?  Personalmente, yo no puedo traicionar a mi conciencia que me hace escribir lo que conozco y lo que estoy cierta es la verdad. Ni puedo, ni quiero traicionar a Dios.

Respondiendo, pues, a la pregunta de mi interlocutor sobre si este 31 de octubre tenemos o no la certeza de que se quiera poner fin a la Eucaristía y se lleve adelante la “Santa Memoria”, donde ya no estará el Señor porque se habrán cambiado las palabras consagratorias, decirle que nada es seguro, amigo. Pero lo que sí tengo muy claro es que todo lo que se ha convocado para este 500 aniversario de la Reforma Luterana, no es otra cosa que ponerse manos a la obra para cocinar ese pastel nauseabundo y maloliente, bañado, eso sí, en una apetecible capa de chocolate negro y brillante donde muchas moscas imprudentes pondrán sus patitas. Esas moscas imprudentes no son más que los católicos reblandecidos de falsas misericordias y de engaños de “felicidades imperecederas” en este mundo. Éstos viven sin darse cuenta de que en esa “Santa Memoria” ya no estará Cristo. Y si nos quitan a Cristo de la Eucaristía, nos quitan el todo. Nos quitan la fuerza, nos quitan la salud espiritual, nos quitan la belleza de este mundo, nos quitan la presencia del Amor, la del único y verdadero Amor. 

¡Despierten, por amor de Dios!




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