"Y pondré enemistad entre ti y la mujer; y entre tu linaje y su linaje: este te aplastará la cabeza, y tú le aplastarás el calcañar". (Génesis 3:15)
La
Sagrada Escritura empieza y termina con la batalla entre la Mujer y la antigua
serpiente. Esta batalla, del Dragón contra la Verdadera Religión, «es también guerra de sus
respectivas iglesias: la sinagoga de satanás contra la Iglesia de Cristo, es
decir, es el establecimiento de la enemistad interpuesta por Dios entre la
serpiente y la Mujer y entre los linajes o descendencias de ambos».
«Dios no ha hecho ni
formado nunca más que una sola enemistad, mas ésta irreconciliable, que durará
y aumentará incluso hasta el fin, y es entre María, su digna Madre, y el
diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y
secuaces de Lucifer, de suerte que el más terrible de los enemigos que Dios ha
creado contra el demonio es María».
1-«Dios te salve Reina y Madre».
En el reino de Israel, la
madre del rey (del hebreo Gebirah=«la gran señora»
tenía el oficio exaltado de reina
madre, que con ese noble oficio, asistía al rey en el gobierno del
reino.
El oficio y la autoridad
de la reina madre, por su
estrecha relación con el rey la hacían la más poderosa abogada ante el monarca
en pro del pueblo del reino. Nadie tenía mayor poder de intercesión ante el rey
que su madre, quien a veces se sentaba a la derecha del rey.
La figura y el oficio de
la reina madre del Antiguo Testamento, preanuncia proféticamente el oficio de
la gran Reina Madre y Señora del Nuevo Testamento:
María de Nazaret se convierte en la Reina y Madre en el Reino de Dios, como la
Madre de Cristo, Rey de todas las naciones.
El primero que con su voz
celestial anunció a María su oficio real fue el mismo arcángel Gabriel: El será grande y será llamado
el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y
reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su, reinado no tendrá fin.
También
es reconocida la Santísima Virgen María en su oficio real en las palabras de su
prima Isabel: ¿Y
de dónde me viene, que la madre de mi Señor venga a mí?
Con la inspiración del
Espíritu Divino, Santa Isabel se refiere al nuevo oficio de la Virgen María, y
de acuerdo al lenguaje de la corte del antiguo Israel, que solamente asignaba
el título de Madre
de mi Señor refiriéndose a la madre del monarca gobernante a
quien se llamaba Mi
Señor.
Los Escolásticos
copiosamente aplican a la gloriosa Virgen las hazañas de Ester, esposa del Rey
y Reina con él, y de Betsabé, madre de Salomón. Y es para ellos cosa tan
averiguada que María sea Reina de lo creado, que este calificativo lo usan, sin
más, como sustantivo del nombre de la Virgen. Así, Santo Tomás, San Alberto
Magno, San Buenaventura y todos en general.
María Santísima no es una
madre cualquiera, dará a luz un hijo que será Rey eterno, y por cuya eternidad
se concederá también la eternidad a los demás mortales.
María Santísima será la
Madre del Eterno, y la Madre de los eternos, que serán todos los que escuchan la Palabra de Dios y
la cumplen.
Así María, al darnos al
eterno Rey formado con su propia carne y sangre, abre las puertas de la
inmortalidad a cuantos reciban a este Rey, se sometan gustosamente a sus
mandatos y aspiren al disfrute de su amor en el Reino del Padre.
Ella es Reina y Señora supeditada a
Cristo y sólo porque Él le dio el dominio y la Realeza. El buen sentido
cristiano indica la inmensa distancia que media entre Hijo y Madre, en efecto,
Cristo es Rey por naturaleza: manda en todas las cosas, porque todas fueron
creadas por Él, en
cuanto es Dios, y para
Él aun en cuanto es hombre. Y su potestad tiene todas las
características propias y verdaderas de dominio público. Él es legislador,
cuyas leyes han de acatar todos los hombres; y juez, cuya sentencia determinará
definitivamente y para siempre sus destinos eternos.
Como
señala el Papa Pío XII en la encíclica sobre la Realeza de la
Santísima Virgen María: a
la Reina del Cielo, ya desde los primeros siglos de la Iglesia católica, elevó
el pueblo cristiano suplicantes oraciones e himnos de loa y piedad, así en sus
tiempos de felicidad y alegría como en los de angustia y peligros; y nunca
falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció
aquella fe que nos enseña cómo la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el
mundo con maternal corazón, al igual que está coronada con la gloria de la
realeza en la bienaventuranza celestial.
En efecto, la mariología
de todos los siglos ha exaltado la Realeza de la Madre del Señor.
La Sagrada Liturgia, los Sumos
Pontífices y el lenguaje común de los fieles han dado a la Santísima Virgen
María el título de Reina y Señora de todo lo creado.
El
Papa San Pío X, nos dice que Jesús está sentado a la diestra de la Majestad «y María a su derecha, como
Reina».
San
Efrén escribe: «Reina de
todos los seres, nuestra gloriosísima Señora, aquella cuyos servidores y
clientes somos, nos gobierna y rige a todos».
San Juan Damasceno: «No fue dejado en la tierra tu
cuerpo inmaculado y libre de toda mancha, sino que, como Reina, Señora y Madre
verdadera de Dios, fuiste trasladada a las regias mansiones».
«Que los represente a
todos Fray Conrado de Sajonia, que escribe en el “Espejo de la B. V. María”: “María significa señora. Este significado conviene
sobrenaturalmente a tan gran Emperatriz, que es verdaderamente Señora del
cielo, de la tierra y de los infiernos. Señora, digo, de los ángeles, de los
hombres y de los demonios».
La veneramos en la letanía lauretana: Reina de los ángeles, Reina de
los patriarcas, Reina de los profetas, Reina de los apóstoles, Reina de los
mártires, Reina de los confesores, Reina de las vírgenes.
II. «El reino de Jesucristo por
el reino de María».
Pero es San Luis María
Grignion de Montfort ante todo en la Iglesia de Dios, sin excluir a otros, el
profeta y el apóstol del reino de María, y por medio de él, del reino de
Cristo. Como explica el Padre J. Mª. Hupperts S.M.M.:
En «El Secreto de María»,
larga carta escrita a una religiosa en los primeros años de su carrera
apostólica, parte del punto de vista de la santificación del alma, que sólo
puede obtenerse por una gracia abundante, y para ello por la Santísima Virgen,
Mediadora de la gracia, y por una grandísima devoción hacia Ella. En el «Tratado de la Verdadera
Devoción» su campo de visión se amplió notablemente. Apunta
directamente al reino
de Jesucristo que, según su convicción, sólo puede lograrse por el
reino de María, o por la práctica universalizada de una
perfectísima devoción a la Santísima Virgen. Lograr esto es el fin de su libro,
al que él mismo llama «preparación al reino de
Jesucristo» (nº
227).
Si el reino de Cristo
comenzó en el mundo por María, sólo por María llegará a ser real y llegará a su
plenitud: «De suerte que, si el conocimiento y reinado de Jesucristo han de
dilatarse en el mundo – como ciertamente sucederá-, esto acontecerá como
consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen, quien
lo trajo al mundo la primera vez y lo hará resplandecer la segunda».
La aspiración del gran
San Luis Marìa Grignion de Montfort no tardó en convertirse en una de las súplicas
clásicas de la piedad cristiana:
¡Ut adveniat regnum tuum,
adveniat regnum Mariæ! ¡Para que venga a nosotros tu
reino, venga el reino de María!
La tesis de San Luis
María de Montfort, dogmática, pero ante todo profética, se subdivide en cinco
proposiciones:
Primera proposición: El reino de Cristo vendrá.
«Si, pues, como es cierto, el
conocimiento y el reino de Jesucristo llegan al mundo…», escribe Montfort en una solemne
declaración que concluye su admirable Introducción al «Tratado de la Verdadera
Devoción a la Santísima Virgen». Es cierto que lo dice con pocas palabras; pero
esta afirmación, dado el énfasis con que la profiere, es perfectamente clara y
decisiva. En «El Secreto de María» se lee también: «¿No se podrá decir también que
por María ha de venir Dios una segunda vez, como toda la Iglesia lo espera,
para reinar en todas partes…?». Y un poco más lejos: «Se debe creer que hacia el fin
de los tiempos… Dios suscitará grandes hombres para destruir el pecado [en el
mundo] y establecer en él el reino de Jesucristo, su Hijo, sobre el del reino
corrompido».
Segunda proposición: El reino de Cristo sólo vendrá por el reino de María.
Montfort Abre la Introducción
al Tratado de la Verdadera Devoción, con esta síntesis admirable: «Por la
Santísima Virgen Jesucristo ha venido al mundo, y también por Ella debe reinar
en él».
Introducción, que
finaliza con las siguientes palabras, que son tal vez las más notables que jamás haya escrito Montfort: «Si, pues, como es cierto, el
conocimiento y el reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino
continuación necesaria del conocimiento y del reino de la Santísima Virgen, que
lo dio a luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda».
Tercera proposición: Este reino de María vendrá.
«María casi no ha aparecido en
el primer advenimiento de Jesucristo… Pero, en el segundo advenimiento de
Jesucristo, María debe ser conocida y revelada mediante el Espíritu Santo, a
fin de hacer por Ella conocer, amar y servir a Jesucristo».
«Dios quiere, pues, revelar y
descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos».
«Dios quiere que su santa Madre
sea al presente más conocida, más amada, más honrada que nunca».
«Más que nunca me siento
animado a creer y a esperar todo lo que tengo profundamente grabado en el
corazón, y que pido a Dios desde hace muchos años, a saber: que tarde o
temprano la Santísima Virgen tendrá más hijos, servidores y esclavos de amor
que nunca, y que por este medio Jesucristo, mi querido Dueño, reinará en los
corazones más que nunca.»
Cuarta proposición: Este reino de María se
establecerá por la práctica de la Devoción mariana perfecta.
«Dios quiere que su santa Madre
sea al presente más conocida, más amada, más honrada que nunca, lo que
sucederá, sin duda, si los predestinados entran, con la luz y gracia del
Espíritu Santo, en la práctica interior y perfecta que yo les descubriré en lo
que sigue… Se consagrarán enteramente a su servicio como sus súbditos y
esclavos de amor…, y se entregarán a Ella con cuerpo y alma, sin reparto, para
ser igualmente de Jesucristo».
Quinta proposición: Este reino de María será en
gran parte realizado por «los apóstoles de los últimos tiempos», los cuales,
por la perfecta Devoción a la Santísima Virgen, realizarán su misión grandiosa.
III. En orden de batalla
El reino de Satanás
comenzó con un hombre, una mujer y un árbol; el reino de Cristo triunfará sobre
el de Satanás de la misma manera como triunfó el demonio: por un árbol (la
cruz), por el Nuevo Adán (Nuestro Señor Jesucristo), por la Nueva Eva (María
Santísima).
En el
Apocalipsis la figura de María aparece nítida, dominadora, protagonista de una
lucha cuyas consecuencias llegará a todos los tiempos y a todas las personas.
María Santísima por su papel de Madre del Mesías y Redentor, será más atacada
por Satanás, pues que su derrota podría suponer un grave contratiempo para toda
la humanidad.
San Luis María desea
ardientemente formar un escuadrón de hombres y mujeres que, no sólo comparten
su reino, sino que llenos del Espíritu Santo, sean instrumentos de la llegada
del reino de Cristo.
Montfort los llama «apóstoles de los últimos
tiempos».
La
Iglesia ve en María a la Adversaria personal de Satán, que debe triunfar contra
él por y para Cristo. Por eso instituyó fiestas para conmemorar acontecimientos
que prueban la influencia decisiva de la Santísima Virgen en las grandes luchas
por el Reino de Dios: la fiesta del santo Rosario, la del santo Nombre de
María, la de Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos… Expresa y canta su
convicción y su alegre agradecimiento en este punto con textos que nunca
podrían meditarse lo suficiente: «El
Señor ha derramado sobre ti bendiciones, comunicándote su poder: pues por medio
de Ti ha aniquilado a nuestros enemigos». Afirmación aún más fuerte
y universal: «¡Tú
sola has destruido todas las herejías en el mundo entero!».Fuertísima
afirmación, en efecto: Tú, Tú sola, todas las
herejías, en el mundo entero… Se
diría que la Iglesia teme no expresar su pensamiento con suficiente claridad,
ni con bastante fuerza. Es evidente que aquí hay que ver, implícitamente
expresada, una ordenación divina. Siempre será así. Cada victoria, individual o
colectiva, lograda contra Satán por un pobre pecador o por un santo religioso,
por la Iglesia entera o por una u otra nación cristiana, será siempre obra de
Ella, después de Cristo y de Dios.
¡Y la tempestad vencida, dará lugar a un orden sacral
y jerárquico, y altamente perfecto, del Reino de María!
Germán Mazuelo-Leytón
Visto
en Adelante la Fe
Fuentes:
-MONTFORT, San LUIS Mª GRIGNION
DE, Tratado de la Verdadera
Devoción.
-Cf.: 2 Re 2, 19; 1 Re 2, 19; 1 Re 15, 9-13; Jer 13,
18-20).
-Cf.: 1 Re
2, 19-20.
-SAN LUCAS
1, 32-33.
-SAN
LUCAS 1, 44.
-MIRAVALLE
S.T.D., MARK I., María,
Corredentora, Mediadora y Abogada.
-Cf.:
RAMBLA O.F.M., P. PASCUAL, Tratado
popular sobre la Santísima Virgen.
-Carta
Encíclica Ad Caeli Reginam,
1.
-Carta
Encíclica Ad illum diem.
-MONTFORT,
San LUIS Mª GRIGNION DE, Tratado
de la Verdadera Devoción, 13; ver 1, 22, 262.
-Ibid.,
nº 13.
-Secreto
de María, nn. 58-59.
-MONTFORT,
San LUIS Mª GRIGNION DE, Tratado
de la Verdadera Devoción., nº 1.
-Ibid.,
nº 13.
-Ibid.,
ns. 49, 50, 55 y 113.
- Ibid.,
nº 55.
-Cf.:
APOCALIPSIS 12, 1-18.
-MAZUELO-LEYTÓN,
GERMÁN, Fátima y «los últimos tiempos»,https://adelantelafe.com/fatima-y-los-ultimos-tiempos/
-Jud.
13 22.
- Cf.:
HUPPERTS S.M.M., P. J. Mª, Fundamentos
y práctica de la vida mariana.
-CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Revolución y
Contra-revolución, cap. IV
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