Por: Pbro. León Crisóstomo
Es muy
importante aprender a discernir cuando se esté hablando de los ángeles en
sentido general, porque una cosa es hablar de los ángeles de Dios y otra es
hablar de los <<ángeles caídos>> devenidos en demonios. Dijimos a
la luz de la Sagrada Escritura que los demonios son aquellos que sugieren
alejarnos de Dios mediante la desobediencia de los mandamientos; y que su
entrada a nuestras vidas es por iniciativa personal y no por mandato de Dios. Aprendimos
también que se acercan al ser humano en un tono amistoso, delicado, suave,
inofensivo, llenos de dulzura, como profundamente interesados por las
necesidades humanas, pero es parte de su técnica de la seducción, vamos a
llamarle del <<encantamiento>>, del famoso canto de las sirenas de
las leyendas que enamoran al que los escucha para después que hayan sido
seducidos terminarán siendo devorados por ellas. Su entrada es discreta,
sigilosa, nada ofensiva, pero conforme se va avanzando en ese terreno, poco a
poco te inducen al tema del esoterismo, de la magia, del manejo de las
energías, del control mental, perdiendo de vista la auténtica responsabilidad
que se da a través del compromiso de la observancia de los mandamientos de la
Ley de Dios…en el fondo es una idolatría de la mente humana, del intimismo y de
las propios flujos energéticos que circulan dicen por el ser humano, es un
romper la relación con el Dios vivo y verdadero para adentrarse en el interior
del ser humano, quien encuentra dentro de sí mismo toda la presencia de
<<Dios>> que lo llevará a su realización…es el mismo planteamiento
diabólico de los orígenes: el ser como dioses pero sin la plena referencia al
Creador. Todo esto es el trabajo de los demonios que han roto el orden
establecido por Dios y han caído en rebelión y desobediencia, y ahora están
induciendo al ser humano a caer en la misma situación en la que ellos se
encuentran: en la condenación.
El Ángel verdadero adora y obedece a
Dios
Al auténtico ángel
de Dios jamás te permitirá que lo adores a él, que te postres frente a él
reconociéndolo como tu señor, como alguien a quien hay que rendirle <>,
pues eso es idolatría, ya que ellos jamás querrán presentarse más que como
servidores de Dios, y no como dioses, por eso el culto a los ángeles es en la
Iglesia de Dulía, es decir, de veneración simple como el que se le
atribuye a los Santos y Santas de la Iglesia. El caso más sintomático de la
tentación humana de postrarse ante la manifestación angelical lo podemos ver
con el Ángel Rafael que se reveló a Tobías y a su esposa, quienes por un
momento se llenaron de terror dice el texto, para después seguramente buscar la
adoración, pero el ángel no se lo permitió diciéndoles:
“A Él deben bendecir todos los días, a Él deben cantar” (Tob 12,18), otra manera de decirlo es que toda
la gloria le corresponde al Señor y a nadie más. Así mismo sucedió con el
vidente del libro del Apocalipsis y su ángel revelador, ante quien se postró, y
éste le reprendió diciéndole que él sólo era un servidor, y que la adoración
corresponde al Señor (Ap 22,8-9).
El culto de adoración o
<<latría>> es exclusivo de Dios, para la Santísima Trinidad, el
ángel fiel a Dios bien que lo sabe y por eso le pide al ser humano que se sumen
a la adoración de Dios, además que está dado en los mandamientos de la Ley de
Dios y es el primero y más importante de todos, así lo ratificó el Señor Jesús
en su Evangelio:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,
con todas tus fuerzas y con toda tu mente” (Lc 10,27).
Mientras que el ángel maldito y
rebelde, Satanás el impostor y los ángeles caídos devenidos en demonios buscan
el culto de <<latría>>, es decir, exigen para ellos lo que de suyo
es para Dios, así lo constatamos en la tercera tentación a la que el Diablo somete
a Jesús ( Mt 4,9).
Si los
ángeles se manifiestan en la vida de las personas, y como de hecho sabemos que
hay uno en especial que acompaña al ser humano desde su concepción hasta su
retorno al Padre, es con la única finalidad de ayudarle y servirle para vivir
en fidelidad los mandamientos de Dios, a alejarse de las ocasiones de pecado, y
a retornar a la casa paterna mediante la conversión cuando se haya cometido
algún pecado, y todo eso es para la gloria de Dios. Ninguno de los verdaderos
ángeles de Dios pedirá a los humanos la gloria para sí mismo, pues están
conscientes que eso solamente le corresponde al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo. Es muy significativo para este punto lo que hacen los ángeles fieles a
Dios narrados en el libro del Apocalipsis, todos ellos dan culto de Latría al
que está sentado en el Trono, identificado como Dios Padre (Ap 4,2), y todos
los seres que están alrededor del Trono, tanto los Ancianos que ejercen una
función sacerdotal, como los Vivientes que parece que hacen alusión a ángeles
de Dios por mencionar las alas que tienen (Ap 4,8), dan culto durante todo el
día al Señor repitiendo todo el tiempo:
“Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso. Aquel que era, que
es y que va a venir” (Ap 4,8), y al mismo tiempo los Ancianos le
dicen:
“Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor
y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad, no existía y fue
creado” (Ap
4,11).
Este culto
de <<latría>> o adoración que los seres que están muy cerca del
Trono del Señor, hacen el gesto de postración ante el Cordero degollado de pie,
los Ancianos y los Vivientes (Ap 4,8), signo indiscutible de adoración; el
mismo culto dirigido al que está sentado en el Trono, es ahora dirigido al
Cordero de Dios, y no solamente ellos, sino toda corte celestial entendida como
la totalidad de los ángeles de Dios que según el vidente eran millones y
millones (Ap 5,11), quienes a una sola voz decían:
“Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la
sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Y toda criatura, del
cielo, de la tierra, y de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en
ellos, oí que respondían: Al que está sentado en el Trono y al Cordero,
alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos. Y los cuatro
Vivientes decían: Amén; y los Ancianos se postraron para adorar” (Ap 5,12-14).
Primero se
menciona solo a los ángeles de Dios quienes le rinden de manera particular el
culto de adoración al Señor Jesucristo que ha vencido a la muerte por la
resurrección y ahora constituido en Señor de toda la creación al ascender al
cielo y sentarse a la derecha del que está en el Trono, recibiendo la misma
gloria y dignidad que él:
“Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó
a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los
ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado” (Heb 1,3-4).
Los Ángeles fomentan la adoración a
Dios y a Jesucristo
Pero de pronto
el texto del Apocalipsis deja de poner la mirada de la adoración de los
millones de ángeles al Cordero degollado, y ahora se hace un solo acto de
adoración de todas las criaturas, tanto del cielo como de la tierra, pero la
adoración es apuntando al que está en el Trono y al Cordero, es como si ambos
se hubieran hecho una sola realidad en cuanto que ambos reciben el mismo culto
de Latría o adoración, así toda la liturgia celestial está centrada en la
adoración del que está sentado en el Trono y del Cordero degollado puesto de
pie, misma acción que se deberá expresar en la liturgia de la tierra pues todos
deberán postrarse ante el Nombre de Jesús para gloria de Dios Padre, ya que ha
recibido el máximo galardón de parte de Dios en razón de su fidelidad y obediencia
(Fil 2,6-11).
Los ángeles fieles a Dios no sólo
adoran y se postran ante el Señor Jesucristo, sino que ayudan e inspiran a los
seres humanos a adorar y reconocer al único Señor, es decir, el mejor trabajo
de los ángeles al ejercer el ministerio es manifestar a los hombres el amor de
Dios, pero al mismo tiempo conducir al hombre hasta la presencia misma de Dios
para la adoración y el reconocimiento de la gloria de Dios.
(Continuará)
Visto en Como Vara de Almendro
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