EL CAMINO: "YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, NADIE VA AL PADRE SINO POR MÍ". (JUAN 14:6)

"BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, Y TODO LO DEMÁS SE OS DARÁ POR AÑADIDURA". (MATEO 6:33)

"Y EN NINGÚN OTRO HAY SALVACIÓN, PORQUE NO HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO DADO A LOS HOMBRES, EN EL CUAL PODAMOS SER SALVOS". (HECHOS 4:12)

viernes, 8 de febrero de 2019

Blasfemia contra el Espíritu Santo




BLASFEMIA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
“Pues ya demostramos que tanto judíos como griegos están bajo el pecado, como dice la Escritura: No hay quien sea justo, ni siquiera uno Solo… El camino de la paz no lo conocieron”. (Rm . 3, 10 y 17)
La Iglesia católica asiste muda, sin pulso ni reacción visible, a la labor diaria de demolición de la Fe por parte de Jorge Mario Bergoglio.
Falso Pedro (el papa sigue siendo BXVI), Bergoglio nos recuerda mucho a otro usurpador del pontificado, Jasón, impuesto por aquel precursor del Anticristo que fue el rey Antíoco IV Epífanes, que depuso del solio al Sumo sacerdote Onías para colocarle a él. Este falso Sumo Sacerdote llevó al pueblo judío a la apostasía, obligándole a aceptar las costumbres griegas, para lo cual no dudó en construir una palestra y un gimnasio bajo la acrópolis de Jerusalén, abominio a los ojos de Yahvé.

Como Jasón, Bergoglio es también un promotor del indiferentismo y de la falsa paz con el mundo. En su labor de promoción de la apostasía, no ha dudado en firmar hace unos días, junto con el imán de la Universidad Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb – el mismo que mantiene que hay que matar a los musulmanes que se conviertan al cristianismo (1) -, una Declaración titulada “Documento sobre la Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”. Puede consultarse aquí:

Recordemos que ya en su mensaje navideño (2), Bergoglio abogó por una paz y fraternidad universales de todos los pueblos, naciones y religiones, al margen de la Verdad de Cristo, que fue saludado por los masones de todo el mundo (3).
Nuestros lectores tienen que saber que ése es exactamente el concepto de la fraternidad masónica, la que supuestamente deben profesarse todos los hombres del orbe, dejando de lado cualquier supuesta Verdad revelada. Puro relativismo, que niega la encarnación del Hijo de Dios, que nos trajo la única Verdad y la única religión verdadera.
“¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!»” (Is. 52, 7)
“¡He aquí por los montes los pies del mensajero de buenas nuevas, el que anuncia la paz!” (Nahúm 2, 1)

Los católicos sabemos que la verdadera paz no es la paz del mundo. Una falsa paz que se conseguiría, supuestamente, renunciando a aquellos elementos de nuestra fe que son rechazados por los musulmanes, judíos, ateos, protestantes, budistas, etc. Es decir, una impostura religiosa que proporcione a los hombres una solución aparente a sus problemas seculares mediante el precio de la apostasía de la verdad (Catecismo, 675).
“La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo”. (Jn. 14, 27)
Porque predicar la Verdad implica pugna y conflicto.
“No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada”. (Mt. 10, 34). 
Porque la paz de Cristo no es un irenismo buenista, una entente cordial entre la Cruz y los enemigos de Cristo, no procede del comercio con falsos credos, sino del ofrecimiento de la Verdad, por cuya proclamación multitud de santos han dado testimonio supremo de martirio ante sus perseguidores de las demás religiones, el comunismo o el fascismo. De forma que el que se bautice y crea en Cristo se salvará, y el que no crea se condenará eternamente (Mc. 16, 16).
De hecho, los profetas todos suspiraban por la verdadera paz que traería el Mesías, Jesús, como nos lo recuerda el precioso Canto de Zacarías, lleno del Espíritu Santo:
“por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar  a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.” (Lc. 1, 78-79)
Porque, a la vista de cómo el pueblo de Israel se había desviado de Dios y de cómo el resto de los pueblos yacía en la idolatría, solo en la Palabra de Dios, el Verbo, podía hallarse paz en este mundo:
“Él ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos.” (Hechos 10, 36)
Y de esta forma, siguiéndole, tanto judíos como gentiles hemos alcanzado la paz de Dios.
“Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva. Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios”. (Gál. 6, 15-16)
Y solo quien cumpla sus enseñanzas será feliz y tendrá paz:
“Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros”. (Fil. 4, 9)

Y la paz de Cristo se encuentra solo en la Iglesia católica, que es su Cuerpo místico:
“Que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo”. (Col. 3, 15)
Estas verdades que están en la Revelación pública y en el magisterio perenne de la Iglesia fueron ya oscurecidas en un mal Documento, muy ambiguo, que produjo el CVII, Nostra Aetate, auspiciado por el cardenal jesuita Agostino Bea (masón de la lista Pecorelli). En su epígrafe V se encuentra el germen de esta Declaración ahora firmada, que resalta la fraternidad universal de todas las religiones y hombres al margen de Cristo (4). El CVII  no contiene ningún error doctrinal expreso y nosotros, como católicos, lo aceptamos en continuidad con el magisterio anterior de la Iglesia. Pero como Concilio ecuménico que fue, es criticable en algunas de las declaraciones y omisiones que realizan algunos de sus documentos, como éste en concreto.
Precisamente, para reafirmar la exclusividad de la Verdad en Cristo, el Card. Ratzinger aprobó, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Declaración Dominis Iesus, que recondujo los perversos efectos de Nostra Aetate a sus justos términos.
Cosa muy distinta es el llamado “espíritu del Concilio”, es decir, la interpretación que clérigos masones y marxistas hicieron de la letra del mismo (interpretado en sus lagunas e imprecisiones conforme al magisterio anterior, repetimos), espíritu que no es ciertamente divino sino satánico en lo que tiene de ruptura de la tradición y magisterio anterior y al que constantemente apela Bergoglio para destruir la Iglesia. No es casual que este Documento firmado en los Emiratos Árabes lo haya justificado Bergoglio en un supuesto seguimiento “milimétrico” de ese espíritu (5).
El Documento firmado el pasado 4 de febrero es un auténtico canto a la fraternidad masónica, una fraternidad sin Padre, ya que los musulmanes no tienen el mismo Dios que nosotros los católicos, en la medida de que el Dios verdadero, como nos fue revelado por Cristo, es Uno y Trino. Y los musulmanes, como los judíos, niegan la divinidad de Cristo… y éstos últimos, incluso, le tienen por un impostor. Solo son hijos de Dios en sentido estricto los bautizados, los que creemos en Él:
“Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre”. (Jn. 1, 12)
Y hay varias frases de en esa Declaración que son terroríficas, constituyendo auténticos pecados contra el Espíritu Santo, pues le atribuyen al Paráclito el deseo de que existan varias religiones, todas ellas igualmente válidas:
“El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos”.
En el documento llama “creyentes” a todos los que crean en Dios, como si el Dios que les permite a los musulmanes matar cristianos (según literalidad expresa del Corán y  de los hadices) o ejecutar a los que se hayan convertido al cristianismo fuera el mismo Dios que el Dios católico. O como si pudiésemos hablar del mismo Dios cuando niegan a Cristo como Dios.
En otra parte, el Documento se queja de la crisis que lleva a la muerte a millones de niños y dice que frente a ella “reina un silencio internacional inaceptable”… ¿Se estaría refiriendo a su propio silencio en no condenar el comunismo de Maduro y las hambrunas que ha provocado en Venezuela?
También habla de la esencialidad de la familia, pero habría que recordarle a Bergoglio que con Amoris Laetitia fulmina, literalmente, la indisolubilidad del matrimonio católico, justificando el mayor ataque a la familia que es el divorcio y el adulterio, fuente de mayores pecados y de sufrimiento de padres e hijos.
¡Incluso se atreve a decir que el Occidente cristiano tiene mucho que aprender de la religiosidad de Oriente!
Otro de sus latiguillos, aquí repetido en varias ocasiones, es que hay fundamentalismo religioso en todas las religiones (también en la Iglesia), igualándolo a los supuestos fundamentalistas católicos con el fundamentalismo religioso musulmán (¡!). Y es que para él los fundamentalistas católicos son los que se creen en posesión de la Verdad (6), ¡como si la Verdad revelada del Evangelio no fuera absoluta…!

Recordemos que Bergoglio ya ha negado sibilinamente al Dios católico (es decir, Uno y Trino) cuando dijo aquello de que Dios no es católico:

“Y yo creo en Dios. No en un Dios católico, no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su encarnación. Jesús es mi maestro y mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Éste es mi Ser.”

Porque, en su mente, Dios es solo el Padre y Cristo sería una suerte de encarnación no divina, sino una que hace de Él solo un mero maestro… Entonces ese Cristo no es Dios, sino aquel hombre que “fracasó en la Cruz” (¿lo recuerdan?) y que se “hizo serpiente” (interpretación gnóstica de la Cábala, por cierto). Y si, en sus serpentinas palabras, por las venas de Cristo corría sangre pagana es porque se estaba remitiendo a la genealogía de San José, que como sabemos no le pasó su sangre a Cristo… Pero con esa blasfemia hacía a Cristo hijo natural del santo esposo de la Virgen… negando también que fuera Hijo de Dios. Y porque si María no nació santa sino que se hizo santa, como dijo hace poco, ¿podría en realidad haberse encarnado Cristo en Ella, si tenía pecado original? Pues no, claro. Vemos claramente cómo este falso cordero que es Bergoglio habla como un Dragón (Apoc. 13, 11).
Y por si a alguno no le había quedado claro lo que en realidad piensa Bergoglio, en la rueda de prensa del avión que le trajo de vuelta desde los Emiratos Árabes (7), manifestó de manera palmaria sus posiciones alucinadas sobre la fe:
-alabó a los “sabios del Islam”: “Los sabios del Islam…una cosa profunda”; “Me quedé con la impresión de haber estado entre verdaderos sabios”.

-aclaró que le hubiera gustado ir a la Conferencia de la ONU sobre las migraciones (apoyando la emigración musulmana a Europa, como viene haciendo desde el inicio de su pontificado, claro);

-apoyó el diálogo y mediación en Venezuela, negándose a condenar a Maduro y a su despiadado régimen comunista;

-consideró que la paz “es una obra de la sabiduría y de la fidelidad. Fidelidad humana, entre los pueblos y todo esto”, cuando sabemos bien que la paz procede de Cristo;

-dijo que el documento condena la violencia y considera que el Islam es una religión de paz, de forma que son algunos grupos integristas los que malinterpretan su religión. Esto es falso: basta leer el Corán, la Sunna o los hadices para ver decenas de imprecaciones violentas contra los infieles y justificaciones de su ejecución;

-alabó a un chico ateo y le aconsejó que hiciera lo que sintiera, como si hubiera salvación en hacer la propia voluntad y no la de Dios: “Me dijo: “Santidad, yo soy ateo, ¿qué tengo que hacer para convertirme en un hombre de paz?”. Yo le dije: “Haz lo que sientas”, le hablé un poco, pero me gustó la valentía del chico, es ateo pero busca el bien”.

-confirmó el fundamento de la ideología de género-feminista cuando afirmó que la mujer está sometida históricamente, lo cual puede ser cierto en el Islam, pero desde luego no en el cristianismo: “Yo osaría decir que la humanidad todavía no ha madurado: la mujer es considerada “de segunda clase”. Comencemos por aquí: es un problema cultural….”.

-etc…

En fin… Como resumen, cabe decir que el beso apasionado de Bergoglio con Al Tayyeb, con el que selló la Declaración firmada, es el beso de los hijos de la viuda. El mismo beso con que selló la Declaración con los protestantes en Lund de 31 de octubre de 2016, fiesta de Halloween (recuerden: ninguna confesión católica tiene la verdad absoluta sino que todas son caras iguales del mismo poliedro).
Ante esta expresa y patente herejía indiferentista, que se resume en negar a Cristo para congraciarse con el Islam y el resto de las falsas confesiones a las que llama “religiones”, para crear una falsa paz y una falsa Iglesia mundial, a Bergoglio le es perfectamente aplicable aquello sobre lo que ya nos advertía tan seriamente San Juan, acerca de estos momentos críticos de la Iglesia:
“No os he escrito porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre; el que confiesa al Hijo tiene también al Padre.” (1 Jn. 2, 21-23)
María Santísima, debeladora de todas las herejías, abre los ojos de los que no quieren ver la malicia de Bergoglio y a los demás que, por pura gracia, velamos y vemos, consíguenos albergar un gran amor a la Verdad y odiar con todas nuestras fuerzas el error pestífero. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
NOTAS AL PIE



(4). “La fraternidad universal excluye toda discriminación
5- No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. la relación del hombre para con Dios Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la Escritura: “el que no ama, no ha conocido a Dios” (1 Jn4,8).

Así se elimina el fundamento de toda teoría o práctica que introduce discriminación entre los hombres y entre los pueblos, en lo que toca a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan.
La Iglesia, por consiguiente, reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión. Por esto, el sagrado Concilio, siguiendo las huellas de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, ruega ardientemente a los fieles que, “observando en medio de las naciones una conducta ejemplar”, si es posible, en cuanto de ellos depende, tengan paz con todos los hombres, para que sean verdaderamente hijos del Padre que está en los cielos.”



Juan Suárez Falcó



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