SAN
PELAYO
Festividad, 26 de junio
Martír por la fe y la pureza
San Pelayo, un adolescente cristiano que murió defendiendo su fe y su
pureza al no permitir ser sodomizado por un califa musulmán, Abd al-Rahmán. .
Leemos en el “Martirologio”: “En Córdoba, en la región hispánica de
Andalucía, san Pelayo, mártir, que a los trece años, por querer conservar su fe
en Cristo y su castidad ante las costumbres deshonestas de Abd al-Rahmán III,
califa de los musulmanes, consumó su martirio glorioso al ser despedazado con
tenazas (925)”.
SAN
PELAYO, MÁRTIR DE CRISTO ANTE EL ISLAM Y LA HOMOSEXUALIDAD
| 26 junio,
2018
Por una de esas casualidades desafortunadas, la
semana del «Orgullo gay» coincide año tras año con la fiesta de San Pelayo, un
niño cordobés que prefirió morir antes de ser sodomizado por Abderramán
III. En San Pelayo confluyen la resistencia ante el Islam y ante la depravación
sexual del tirano Abderramán.
Año tras año, la última semana de junio, el lobby LGTB celebra la semana
de sus fiestas, llamadas del «Orgullo». Todos los años coinciden con el 26 de
junio, fiesta de San Pelayo de Córdoba. Para mayor abundamiento, la calle
Pelayo, de Madrid, es escenario el jueves de una «carrera de tacones», uno
de los actos típicos de la semana del «Orgullo».
En el martirio de San Pelayo confluyen, ya hace más de 1.000 años, la
resistencia ante el invasor musulmán, que ofrece el reino a cambio de renunciar
a Cristo, y la locura de la atracción, homosexual, entre un varón adulto y un
niño.
LA HISTORIA DE SAN PELAYO
San Pelayo de Córdoba nació en Galicia en el siglo X y
era sobrino del obispo Hermogio de Tuy, que fue hecho prisionero en la
batalla de Val de Junquera entre los reyes cristianos y Abderramán III en el
año 920. Pelayo también acabó siendo prisionero del rey musulmán al cambiarse
por su tío que quedó en libertad.
Durante tres años y medio, Pelayo permaneció como prisionero de
Abderramán III. Sus compañeros de cautiverio cuentan que su comportamiento
era “casto, sobrio, apacible, prudente, atento a orar, asiduo a su lectura”. Solía
discutir también con los musulmanes sobre temas religiosos y pudo vivir en paz
en prisión hasta que Abderramán III se encaprichó de él.
Durante un banquete, Abderramán III prometió concederle todos los
honores si apostataba y se convertía en uno de sus mancebos. Las crónicas
narran la conversación que tuvo lugar en ese momento de esta manera:
“Abderramán le dijo sin titubeos:
-«Niño, te elevaré a los honores de un alto cargo, si quieres negar a Cristo y
afirmar que nuestro profeta es auténtico. ¿No ves cuántos reinos tengo? Además
te daré una gran cantidad de oro y plata, los mejores vestidos y adornos que
precises. Recibirás, si aceptas, el que tú eligieres entre estos jovencitos, a
fin de que te sirva a tu gusto, según tus principios. Y encima te ofreceré
pandillas para habitar con ellas, caballos para montar, placeres para
disfrutar. Por otra parte, sacaré también de la cárcel a cuantos desees, e
incluso otorgaré honores inconmensurables a tus padres si tú quieres que
estén en este país.
Pelayo respondió decidido: –«Lo que
prometes, emir, nada vale, y no negaré a Cristo; soy cristiano, lo he sido y lo
seré, pues todo eso tiene fin y pasa a su tiempo; en cambio, Cristo, al que
adoro, no puede tener fin, ya que tampoco tiene principio alguno, dado que Él
personalmente es el que con el Padre y el Espíritu Santo permanece como único
Dios, quien nos hizo de la nada y con su poder omnipotente nos conserva».
Abderramán III no obstante, más enardecido,
pretendió cierto acercamiento físico, tocándole el borde de la túnica, a lo que
Pelayo reaccionó airado:–«Retírate, perro, dice Pelayo. ¿Es que piensas que
soy como los tuyos, un afeminado?, y al punto desgarró las ropas que llevaba
vestidas y se hizo fuerte en la palestra, prefiriendo morir honrosamente por
Cristo a vivir de modo vergonzoso con el diablo y mancillarse con los vicios»
Abderramán III no perdió por ello las esperanzas de seducir al niño y
ordenó a los jovencitos de su corte que lo adularan, a ver, si, apostatando se
rendía a tantas grandezas prometidas. Pero él se mantuvo firme y
permaneció sin temor proclamando que sólo existe Cristo y afirmando que por
siempre obedecería sus mandatos.
Abderramán ordenó entonces que lo torturaran y
despedazaran, y echaran los pedazos al río.
«¡Oh martirio verdaderamente digno de Dios -concluyen
las crónicas- que comenzó a la hora séptima, y llegó a su cumplimiento al
atardecer del mismo día! El santísimo Pelayo, a la edad aproximada de trece
años y medio, sufrió el martirio según se ha dicho, en la ciudad de Córdoba, en
el reinado de Abderramán, sin duda un domingo, a la hora décima, el 26 de
junio en la era de 963 [925]»
OTRO SANTO CATÓLICO PROSELITISTA:
"Su hagiografía refleja que, durante los cuatro años que pasó
en Córdoba en calidad de rehén, sin que el rescate fuera pagado por su tío, el
obispo, el muchacho destacó por su inteligencia y su fe, haciendo
proselitismo de Cristo e insistiendo en que esta actividad
fue la que provocó que fuera tentado por Abderramán III para convertirse al
islamismo, lo que él rechazó con vehemencia: "Sí, oh rey, soy cristiano.
Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada.
No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor
y tuyo aunque no lo quieras".
El pequeño Pelayo quedaba admirado al contemplar que muchos de los que
antes habían compartido con él la cárcel estaban ahora en lugares de honor ¿Por
qué? La respuesta era fácil: habían claudicado de su fe o habían consentido en
aberraciones vergonzosas.
Un día se acercó a él el carcelero .y le dijo: "Te felicito, pequeño, porque el rey ha puesto los ojos en ti y quiere honrarte". Lo perfumaron, lo vistieron de sedas.., y lo presentaron ante el rey Abderrahmán. Al llegar a su presencia, el rey le dijo: "Niño, grandes honores te aguardan; ya ves mi riqueza y mi poder; pues si haces cuanto te diga, una gran parte será para ti. Tendrás un palacio, oro, plata, caballos y cuantos esclavos y esclavas y todo que quieras apetecer. Sólo una cosa es necesaria para ello: que te hagas musulmán como yo, pues he oído decir que a pesar de ser tan joven ya haces prosélitos para tu religión". El joven Pelayo contestó valientemente con las palabras con que hemos empezado esta preciosa biografía.
Un día se acercó a él el carcelero .y le dijo: "Te felicito, pequeño, porque el rey ha puesto los ojos en ti y quiere honrarte". Lo perfumaron, lo vistieron de sedas.., y lo presentaron ante el rey Abderrahmán. Al llegar a su presencia, el rey le dijo: "Niño, grandes honores te aguardan; ya ves mi riqueza y mi poder; pues si haces cuanto te diga, una gran parte será para ti. Tendrás un palacio, oro, plata, caballos y cuantos esclavos y esclavas y todo que quieras apetecer. Sólo una cosa es necesaria para ello: que te hagas musulmán como yo, pues he oído decir que a pesar de ser tan joven ya haces prosélitos para tu religión". El joven Pelayo contestó valientemente con las palabras con que hemos empezado esta preciosa biografía.
ORACIÓN
Señor, Padre nuestro, que prometiste a los limpios de corazón la recompensa de ver tu rostro, concédenos tu gracia y tu fuerza, para que, a ejemplo de san Pelayo, mártir, antepongamos tu amor a las seducciones del mundo y guardemos el corazón limpio de todo pecado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Visto en Fiel a Cristo
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