Festividad
de los Santos Ángeles Custodios, 2 de octubre
Nuestros
Guardaespaldas Celestiales
¿Quiénes
son los ángeles custodios?
Dios
ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de
la salvación mientras está en este mundo. Afirma a este respecto San Jerónimo:
“Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento
de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia”.
En el antiguo testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus ángeles para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel (1 Reyes 19, 5.)
En el antiguo testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus ángeles para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel (1 Reyes 19, 5.)
En
el nuevo testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los
que se ve la misión de los ángeles: el mensaje a José para que huyera a Egipto,
la liberación de Pedro en la cárcel, los ángeles que sirvieron a Jesús después
de las tentaciones en el desierto.
La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.
La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.
Muchas
veces se piensa en el ángel de la guarda como algo infantil, pero no debía ser
así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento se tendrá
que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el ángel
custodio resulta de gran ayuda.
Para
que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar
con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un
fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y
pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima de
Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos
que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si
nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce
exactamente lo que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden
conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También
se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de otras
personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una
situación difícil.
El
culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península Ibérica y después se
propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona
con fecha de 1494.
Mensajes
de la Santísima Virgen al P. Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano:
Milán, 2 de
octubre de 1992
Fiesta de
los Santos Ángeles Custodios
El Anuncio de los tres Ángeles
“Hoy los Ángeles de Luz de mi Corazón Inmaculado,
están a vuestro lado, mis predilectos e hijos consagrados a Mí.
Es su fiesta.
Honradlos, invocadlos, seguidlos, vivid siempre con
ellos que os han sido dados por el Padre Celestial como Custodios y protectores
vuestros.
Hoy es su tiempo.
A este último período de la purificación y de la gran
tribulación corresponde una fuerte y particular manifestación de los Ángeles
del Señor.
Habéis entrado en la fase más dolorosa y difícil de la
batalla entre los Espíritus del bien y los Espíritus del mal, entre los Ángeles
y los demonios. Es una lucha terrible que se desarrolla en torno a vosotros y
sobre vosotros. Vosotros, pobres criaturas terrenas os veis implicados y así
sentís de forma particularmente fuerte las insidias que tejen contra vosotros
los espíritus malos para conduciros al camino del mal y del pecado.
En consecuencia, estos son los tiempos en que debe
hacerse todavía más fuerte y continúa la acción de vuestros Ángeles Custodios.
Rezadles frecuentemente, escuchadlos con docilidad, y
seguidlos en todo momento.
El culto de veneración y de alabanza a los Ángeles del
Señor debe llegar a ser, en la Iglesia, más extendido y solemne.
A ellos, en efecto, está reservada la misión de daros
el Anuncio tan esperado de vuestra próxima liberación.
El Anuncio de los tres Ángeles sea esperado con fe por vosotros, acogido con gozo y
seguido con amor.
–Vuestra liberación coincidirá con el fin de la
iniquidad, con la completa liberación de toda la creación de la esclavitud del
pecado y del mal.
Cuanto sucederá será una cosa tan grande, como jamás
se ha visto desde el principio del mundo. Será como un juicio en pequeño y cada
uno verá su propia vida y todas sus obras en la Luz misma de Dios.
Al primer Ángel le corresponde la misión de proclamar a todos este
anuncio:
“Dad a Dios la gloria y la obediencia; alabadlo,
porque ha llegado el momento en que Él juzgará al mundo. Arrodillaos delante de
Aquél que ha hecho el cielo, la tierra, los manantiales y el mar”.
–Vuestra liberación coincidirá con la derrota de
Satanás y de todo espíritu diabólico.
Todos los demonios y los espíritus de los condenados,
que en estos años se han volcado por todas partes del mundo para la ruina y
condenación de las almas, serán arrojados al infierno, del cual han salido, y
ya no podrán dañar nunca más.
Todo el poder de Satanás será destruido.
Al segundo Ángel le corresponde la misión de dar este Anuncio:
“Ha caído, ha caído la gran Babilonia, aquélla que
había hecho beber a todos los pueblos el vino embriagador de su prostitución”.
–Vuestra liberación coincidirá sobre todo con el
premio concedido a todos aquellos que, en la gran prueba, se hayan mantenido
fieles y con el gran castigo dado a aquellos que se hayan dejado
arrastrar por el mal y el pecado, por la incredulidad y la impiedad, por el
dinero y por el placer, por el egoísmo y la impureza.
Al tercer Ángel le corresponde la misión de anunciar el gran
castigo.
“Cualquiera que adora a la bestia y a su imagen y
recibe su marca en la frente o en la mano, beberá el vino de la ira de Dios,
escanciado puro en el cáliz de su terrible juicio, y será torturado en la
presencia del Cordero y de los Ángeles santos con fuego y azufre. El humo de su
tormento no acaba nunca. Quien adora a la bestia y a su imagen y cualquiera que
recibe la marca de su nombre, no tiene reposo ni de día ni de noche”.
En este tiempo final de la gran tribulación, anunciado
como aquél del fin de la iniquidad, de la derrota de Satanás, y del castigo de
los impíos, es puesta duramente a prueba la constancia de aquellos que
pertenecen al Señor, ponen en práctica los mandamientos de Dios, y permanecen
fieles a Jesús.
Por esto os invito hoy a estar particularmente unidos
a vuestros Ángeles Custodios en la oración, en la escucha de su voz y a acoger
con docilidad su guía segura por el camino del bien y de la santidad.
En estos tiempos borrascosos, en que Satanás domina
con toda su potencia tenebrosa, es misión de los Ángeles de luz de mi Corazón
Inmaculado, la de conduciros por el camino de la constancia y de la fidelidad a
Jesús, en la observancia de los mandamientos de Dios y en el ejercicio de todas
las virtudes.
En este día, junto a vuestros Ángeles Custodios, os
bendigo, con la alegría de una Madre que es consolada y cada vez más
glorificada por vosotros.
Milán, 2 de
octubre de 1993
Primer sábado
de mes y fiesta de los Ángeles Custodios
La misión de los Ángeles
Custodios
Hijos predilectos, en este primer sábado de mes, os
reunís en Cenáculo para renovar la consagración a mi Corazón Inmaculado y para
venerar la memoria litúrgica de vuestros Ángeles Custodios. En los tiempos de
la gran prueba, os invito a volver cada vez más fuerte el lazo que os une a vuestros
Ángeles Custodios.
Ellos tienen, para vosotros, una misión importante y
especial que desarrollar, sobre todo en estos últimos tiempos.
Los Ángeles Custodios tienen sobre todo el encargo de
ser Luz en vuestro camino.
Los días que vivís están señalados por una gran
oscuridad que se hace cada vez más profunda y extendida.
Es la tiniebla de los errores que cubre las mentes de
los hombres y les vuelve así víctimas de la gran apostasía; es la tiniebla de
los pecados que obscurece la belleza y santidad de las almas; es la tiniebla de
la impureza que afea el esplendor de vuestro cuerpo, llamado a reflejar la
gloria del Dios viviente.
Así, cuántos son hoy mis pobres hijos que viven como
sombras, sumergidos por las tinieblas del error, del pecado y de la impureza.
A vuestros Ángeles Custodios se ha confiado el encargo
de protegeros de la gran tiniebla que os circunda para haceros caminar siempre
en la luz de la verdad, de la santidad, de la pureza, de la humildad, de la
confianza y del amor.
–Los Ángeles Custodios tienen el encargo de ser la defensa
de vuestra vida.
Qué numerosas y disimuladas son las insidias que cada
día os tienden los espíritus malignos, los demonios que ahora han afluido al
mundo y obran por doquier para conducir a las almas a la eterna condenación.
Su acción ahora se ha vuelto potente porque se ha
asociado a la fuerza que tienen los medios de comunicación como la prensa y la
televisión.
Con un refinamiento disimulado se difunde el mal en
forma de bien, el pecado como ejercicio de la propia libertad, la trasgresión
de la Ley de Dios como una conquista de esta pobre y pervertida humanidad.
Qué fuertes y continuos son los ataques de los
espíritus malignos, para golpearos aún en vuestra vida física con accidentes,
desgracias, atentados, enfermedades, calamidades, explosiones de violencia, de
guerra y revoluciones.
A los Ángeles Custodios se les ha confiado el encargo
de protegeros de todos estos males, de defenderos contra estas insidias para
haceros caminar en la vida bajo su segura y potente protección.
–Los Ángeles Custodios tienen en fin el encargo de
combatir con vosotros la misma batalla para obtener la misma victoria.
En la gran prueba, que ya ha llegado, se vuelve cada
vez más fuerte y sangrienta la lucha entre la Mujer vestida del Sol y el Dragón
rojo, entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, entre Cristo y el
anticristo.
Es una batalla que se desarrolla sobre todo a nivel de
espíritus: los espíritus buenos contra los espíritus malignos; los Ángeles
contra los demonios; San Miguel Arcángel contra Lucifer.
Vosotros estáis implicados en esta gran lucha, que os
supera inmensamente.
Por tanto debéis permanecer especialmente unidos a
Aquellos que están cercanos a vosotros en el gran combate, que tienen gran
potencia en esta lucha, que os ayudan a combatir y os conducen hacia la segura
victoria.
Mi más pequeño niño, confía a la especial protección
de tus Ángeles Custodios el largo y fatigoso viaje que, dentro de algunos días,
debes llevar a cabo en Malasia, Indonesia, Australia, Islas Fiji y Nueva
Zelanda para hacer por doquier los Cenáculos con sacerdotes y fieles de mi
movimiento.
Hoy os invito a todos a volver más asidua la oración,
más fuerte el vínculo de unión, más profundo el afecto hacia estos Ángeles de
Luz, que os han sido dados por el Señor para vuestra custodia y protección.
En unión con todos ellos os bendigo en el Nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”
ORACIONES
AL
ÁNGEL DE LA GUARDA
Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en este día. Amén.
A SAN MIGUEL ARCÁNGEL
San Miguel
Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y
acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
A MARÍA REINA DE LOS ÁNGELES
¡Oh Augusta Reina de los Cielos
y Señora de los Ángeles!
Pues habéis recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de la serpiente infernal; dignaos escuchar benigna las súplicas que humildemente os dirigimos; enviad las santas legiones para que, bajo vuestras órdenes, combatan a los demonios, donde quiera repriman su audacia y los persigan hasta precipitarlos al abismo.
¿Quién como Dios?
Santos Ángeles y Arcángeles, defendednos y guardadnos. ¡Oh buena y tierna Madre! Vos seréis siempre nuestro amor y nuestra esperanza. ¡Oh divina Madre! Enviad los Santos Ángeles para defendernos y rechazar lejos al demonio, nuestro mortal enemigo. Amén.
Historia de esta oración:
Ante el gran combate espiritual que libramos, Dios ha querido proveer por nosotros. Pero debemos rezar si deseamos su ayuda.
Escribe acerca de la Reina de los Ángeles el Venerable Luis Eduardo Cestac, fundador de la Congregación de las Siervas de María:
En 1863 un alma... sintió su mente elevada hacia la Santísima Virgen, quien le dijo que efectivamente, los demonios andaban sueltos por el mundo, y que había llegado la hora de rogarle como Reina de los Ángeles pidiéndole las legiones santas para combatir y aplastar los poderes infernales.
–"Madre mía", dijo esta alma, "¿ya que sois tan buena, no podrías enviarlas sin que os rogáramos?"
–"No", respondió la Santísima Virgen, "la oración es condición impuesta por Dios para alcanzar las gracias".
– "Entonces, Madre mía", dijo el alma "¿querrías enseñarme Vos la manera de rogaros?"
Y creyó escuchar la oración “Oh Augusta Reina...”
El señor
Cestac fue el depositario de esta oración. Lo primero que hizo fue presentarla
a Monseñor Lacroix, obispo de Bayona, quien le dio su aprobación.
Inmediatamente mandó imprimir medio millón de ejemplares, que distribuyó gratis
por todas partes.
No estará
demás advertir que, durante la primera impresión, las máquinas se rompieron dos
veces. La oración a la Reina de los Ángeles se extendió rápidamente y fue
aprobada por muchos obispos y arzobispos.
San Pío X concedió trescientos días de indulgencia a quienes la rezaren.
(Imprimátur del Vicario General de Buenos Aires, 29 de febrero de 1912)
-“Regina Angelorum”, publicación de la Orden de María Reina, Pascua de 1978
Fuentes: Catholic.net y Santísima Virgen
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