27 de agosto, festividad de santa Mónica, madre de san Agustín
Madre de San Agustín
Martirologio
Romano: Memoria de santa Mónica, que, muy joven todavía, fue dada en
matrimonio a Patricio, del que tuvo hijos, entre los cuales se cuenta a
Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios. Al
tiempo de partir para África, ardiendo en deseos de la vida celestial, murió en
la ciudad de Ostia del Tíber (387).
Etimológicamente: Mónica =
Aquella que disfruta de la soledad, es de origen griego.
Fecha de
canonización: Información no disponible, la antigüedad de los
documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en
muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta
información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación
de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue
aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
Hoy celebramos a Santa Mónica, que con su testimonio logró
convertir a su marido, a su suegra y a su hijo, San Agustín, quién también, es
un gran santo de la Iglesia.
Santa Mónica fue una mujer con una gran fe y nos entregó un
testimonio de fidelidad y confianza en Dios, por lo que alcanzó la santidad
cumpliendo con su vocación de esposa y madre.
Un poco de historia
Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del
Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.
Formación
Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente) pues les decía: "Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde está el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.
Su esposo
Formación
Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente) pues les decía: "Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde está el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.
Su esposo
Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero
sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio.
Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador
y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo
y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba
por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra
ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su
alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.
La fórmula para evitar discusiones.
La fórmula para evitar discusiones.
En aquella región del norte de África donde las personas eran
sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo
era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la
golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica
les respondió: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo
por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo, para pelear se necesitan
dos y yo no acepto entrar en pelea, pues....no peleamos".
Viuda, y con un hijo rebelde
Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar
de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que
dedique de su tiempo a estos buenos oficios. Y quizás, el ejemplo de vida de su
esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y
al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera
bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que
por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la
vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a
la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.
El muchacho difícil
El muchacho difícil
Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era
extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del
estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a
Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los
estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los
ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de
su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y
cayendo en mayores y peores pecados y errores.
Una madre con carácter
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a
llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su
hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de
la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad
abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la
secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el
diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al
volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera
religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo
no albergaba a enemigos de Dios.
La visión esperanzadora
Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se
vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un
personaje muy resplandeciente y le dijo "tu hijo volverá contigo", y
enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo
lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea,
como él. A eso ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la madre irá a
donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta tan hábil
impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como
una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para
que Agustín se convirtiera.
La célebre respuesta de un Obispo
La célebre respuesta de un Obispo
En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y
años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por
la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es
imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable
respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de
esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de
arrepentimiento.
El hijo se fuga, y la madre va tras de él
A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya
era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las
malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por
medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no
dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.
Un personaje influyente
En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en
Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un
verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de
Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo
inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco
comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y
respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente
su mente y corazón a las verdades de la fe católica.
La conversión tan esperada
En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo
instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se
hizo bautizar.
Puede morir tranquila
Puede morir tranquila
Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su
hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el
barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que
era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que
estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo
estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo,
Mónica exclamó entusiasmada: " ¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya
he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano." Poco después le
invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte.
Murió a los 55 años de edad del año 387.
A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa
Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables.
En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.
En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.
Súplica
Oh Dios, que observaste las
devotas lágrimas y ruegos de Santa Mónica y le concediste por escuchar sus
rezos la conversión de su marido y el regreso penitente de su hijo, Agustín,
concédenos la gracia de implorarte también con verdadero celo, para que así podamos
obtener como ella, la salvación de nuestra alma y las almas de nuestros
allegados. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
Oración
Santa Mónica, te pedimos en este día que nos ayudes a vivir nuestra vocación cerca de Dios, confiando siempre en que la oración constante y sencilla es un instrumento eficaz para transformar los corazones de quienes nos rodean. Amén.
Santa Mónica, te pedimos en este día que nos ayudes a vivir nuestra vocación cerca de Dios, confiando siempre en que la oración constante y sencilla es un instrumento eficaz para transformar los corazones de quienes nos rodean. Amén.
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