2º Domingo de Adviento
"El Redentor que viene"
"El Redentor que viene"
“Jesús salió del templo y, mientras caminaba, se le acercaron sus discípulos y le mostraron los edificios del templo.
Pero él les dijo:
—¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra, pues todo será derribado.
Más tarde estaba Jesús sentado en el monte de los Olivos, cuando llegaron los discípulos y le preguntaron en privado:
—¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?
—Tengan cuidado de que nadie los engañe —les advirtió Jesús—. Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: “Yo soy el Cristo” , y engañarán a muchos. Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras, pero procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin. Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes. Todo esto será apenas el comienzo de los dolores.
»Entonces los entregarán a ustedes para que los persigan y los maten, y los odiarán todas las naciones por causa de mi nombre. En aquel tiempo muchos se apartarán de la fe; unos a otros se traicionarán y se odiarán; y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos. Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”.
Mateo 24:1-14 (Predicación)
Salmo: 80
AT: Is 35:3-10
Epístola: Sgo 5:7-8
Jesús no tenía un interés especial en visitar santos edificios eclesiales. Cuando estuvo varios días en Jerusalén con sus discípulos, seguramente estos le habrán solicitado ir a visitar con más detenimiento el templo. Jesús, después de un largo de día de predicación en la ciudad santa, nos narra el evangelista Mateo: “…salió del templo y, cuando ya se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo”. Jesús no pareció tener interés en esa visita guiada; simplemente dijo: “—¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra, pues todo será derribado”. Aparentemente, Jesús estaba más interesado en el futuro del templo que, en su presente o en su pasado histórico y arquitectónico.
Estas palabras de Jesús se relacionan muchas veces, con que los romanos cuarenta años después destruirían a Jerusalén y al templo desde sus cimientos. Probablemente esto no sea erróneo pero, pienso que con esto no está todo dicho. Además es un hecho que, con la destrucción de Jerusalén por los romanos, todavía algunas piedras sobre piedras quedaron; por ejemplo las piedras del llamado muro de los lamentos que, hasta el día de hoy permanece en pie en Jerusalén. Sin embargo Jesús dijo: “No quedará piedra sobre piedra”. Si no se lo entiende sólo como una manera de hablar, entonces Jesús hablaba de otra destrucción de Jerusalén, una aún más intensa. Y si se presta atención a la predicación de Jesús que, se encuentra también en el mismo capítulo del evangelio de Mateo se puede ver que: la destrucción de Jerusalén sería en el día del juicio final, donde esta ciudad desaparecería junto con todo el mundo. Si es así, entonces estas palabras pueden ser también actuales para nosotros. También podríamos hoy formularnos las mismas preguntas que se hacían los discípulos. Le preguntaron a Jesús: “—¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?”. Sí, ¿cuánto más hay que esperar hasta el fin del mundo? ¿Y de qué manera podemos reconocer que está viniendo?
Jesús responde estas preguntas con una larga prédica, cuya primera parte, la hemos escuchado en el texto de predicación. El no have ninguna referencia a tiempo o fechas; nos acordamos de lo que dijo en otro lugar: El día del juicio vendrá de forma inesperada como ladrón en la noche. Pero Jesús menciona una serie de sucesos que, precederán al día del juicio final y darán parte de él, así como los dolores de parto preceden un nacimiento y lo anuncian. Estamos en cierta medida en la última etapa antes del día del juicio final, los así llamados “tiempos finales”, es decir “los últimos días”.
En los signos mencionados por Jesús acerca de los últimos tiempos, llama la atención que hay varios sucesos negativos. Se tratan de sucesos que dan temor, donde sólo hay una cosa positiva.
Veamos en primer lugar los acontecimientos negativos. Jesús dice: “Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras…” Sí, desde aquel entonces las hubo y las hay hasta el día de hoy. En Afganistán y en Iraq las armas no dejan de dispararse. En Corea del Norte y los talibanes amenazan constantemente con gritos de guerra, con propaganda de odio hacia sus enemigos. Jesús dijo también: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino” Exactamente eso sucedió desde aquel entonces y sucede hasta el día de hoy. Hoy el dominio económico es el núcleo central de interés: muchos países occidentales quieren ser los mejores exportadores. Los países asiáticos luchan por conseguirlo también. Los mercados internacionales mueven los intereses estatales de las naciones y have que se enfrenten unos con otros para lograr expandir sus propios imperios. Las empresas de internet controlan con programas refinados la mitad del mundo. Jesús dijo también: “Habrá hambres y terremotos por todas partes” Exactamente eso sucedió desde aquel entonces y hasta nuestros días. Pensemos en el hambre de muchos países dependientes y los lugares de crisis en el planeta. Pensemos en los últimos terremotos en este año en Haití y en Chile.
También el contexto de los discípulos se anuncia el fin por medio de acontecimientos espantosos, también en la cristiandad. Jesús dijo: “Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: “Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos”. Exactamente eso ha sucedido desde aquel entonces y sucede aún hoy. Aún vive el fundador de la iglesia de la unificación, el coreano Moon, que afirmó sobre sí mismo: “Yo soy el mesías”. Muchos otros en los últimos 2000 años han afirmado lo mismo y muchos más incluso aduciendo prerrogativas divinas, manejaron y sometieron psicológicamente a masas enteras de gente. Jesús dijo también: “Entonces los entregarán a ustedes para que los persigan y los maten, y los odiarán todas las naciones por causa de mi nombre” Exactamente ha sucedido eso desde aquel entonces y sucede aún hoy en día. Desde los días de Jesús sobre esta tierra, no ha habido ningún siglo sin que no hubiera persecución de los cristianos. Aún hoy, por ejemplo en Sudán y en otros países islámicos, los cristianos son arrojados en prisión por su fe cristiana y son torturados y asesinados. Y hay cristianos también que son odiados por su confesión de la verdad y eso se lo puede ver en nuestros países occidentales. Jesús dijo también: “En aquel tiempo muchos se apartarán de la fe; unos a otros se traicionarán y se odiarán; y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos. Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará”. Exactamente ha sucedido desde entonces y sucede también hoy en día. Hay predicadores de sectas muy activos, como así también discretos teólogos que, falsifican el mensaje de la Biblia y de esa forma llevan a la perdición a muchos cristianos; son los que se identificarán con los “falsos profetas”.
Eso da también lugar a la terrible fragmentación de iglesias en muchos lugares. Incluso dentro de las mismas iglesias hay cristianos divididos. La injusticia es creciente; los mandamientos de Dios para muchos ya no son tomados en serio, aunque se consideren como cristianos. Hay otros que prefieren encerrarse en sus propias comunidades y vivir en una especie de gueto; otros se alejan de la congregación; desisten de la fe. De aquel encendido amor cristiano de generaciones pasadas hoy se percibe poco. Y a esto lo vivimos en nuestras propias congregaciones; en nuestra iglesia, y en nuestras comunidades se eleva una sombría ola de abandono de la fe o indiferencia casi atea de la fe.
Todas estas manifestaciones negativas han sido claramente predichas por Jesús. Su existencia nos muestra que, Jesús ha descrito con exactitud la última etapa del mundo hasta el día del juicio final. Quien no cierre los ojos ante estos hechos deberá admitir que: ¡Jesús tenía razón! Pero frente a todas estas predicciones negativas, Jesús presenta una predicción positiva. Se encuentra bien al final del párrafo. Dijo Jesús: “Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”. Esto también desde aquel entonces se ha cumplido y se cumple hasta el día de hoy. La Biblia se ha traducido, por lo menos en parte, a más de 2000 mil idiomas. En todos los continentes hay millones de personas que confiesan como nosotros: Jesús es mi Señor. En todos lados hay templos y lugares de reunión, donde se anuncia que, todos los que crean en Jesús vivirán eternamente. Desde have dos mil años los cristianos de distintos pueblos y naciones confiesan a una voz la misma oración que Jesucristo ha padecido, ha sido crucificado, ha resucitado y volverá. El Espíritu Santo sigue llamando aún hoy a personas de todas las razas para que se tornen mensajeros del evangelio y pastores del rebaño de Cristo. Todo esto es un testimonio poderoso del poder de Dios. Recordemos: al principio era sólo un rebaño temeroso de discípulos, apenas formados, casi sin medios económicos, sin medios masivos de comunicación; no obstante el evangelio surgió de ellos y se expandió por todo el mundo. Como Jesús lo predijo, así ha sucedido.
Estimados hermanos y hermanas en Cristo, vivimos en la última etapa de la historia del mundo, en los tiempos finales. Vemos que todo lo que ha profetizado Jesús está sucediendo – tanto lo negativo como lo positivo. Y sabemos que lo positivo pesa más que todo lo negativo junto: el evangelio de Jesucristo nos da salvación eterna; las manifestaciones negativas nos traen tribulación y dolor, aunque pasajeras. El evangelio nos presenta a Jesús como Señor y vencedor sobre todo mal; las obras de la oscuridad cesarán definitivamente, cuando la última etapa de la historia mundial llegue a su fin. Es así, como dijo el apóstol Pablo: “De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros” (Ro 8:18). Por eso los sucesos negativos de este mundo no deben atemorizarnos. Jesús dijo: “Pero procuren no alarmarse”. Es importante que no nos equivoquemos, sino que nos mantengamos firmemente unidos en la fe en Cristo y en su evangelio. Dijo Jesús:
“Tengan cuidado de que nadie los engañe”. Es decir: miren que no sean engañados por falsos profetas que, tuerzan la palabra de la Biblia a su conveniencia o la pongan en duda. Miren que no sean arrastrados a vivir de las basuras de este mundo, en el pecado y la falta de amor que, incluso se percibe aún dentro de nuestras iglesias cristianas.
No se trata sólo de que creamos en Dios, sino que esa fe se mantenga. Se trata de que permanezcamos en esa fe del bautismo. Se trata, si fuera nuestro caso que, permanezcamos en esa promesa que hicimos en nuestra confirmación. Se trata de que no vivamos sólo del pan diario, sino también de la palabra diaria de Dios, del pan de vida que es Jesucristo. Se trata de que no olvidemos la invitación de Cristo a la Santa Cena; él dijo: “Hagan esto en memoria de mí” El permanecer junto a él en esta última y difícil etapa, valdrá la pena, pues incluye una gran promesa. Dice Cristo: “Pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo”. Amen.
El tema del 2º Domingo de Adviento se dirige hacia al aspecto redentor de Dios, luego de que en el Primer Domingo de Adviento estaba en primer plano el poder del Señor. El redentor obra de maneras diversas – sea por medio de su poder, o por su sacrificio en la cruz. La venida se mira también como redención del sufrimiento de este mundo, es decir el Señor cuando venga conducirá a su fin a toda aflicción presente (Epístola).
A partir de este Domingo se propaga el “Gloria en las alturas” y el “Aleluya”.
En el 2º Domingo de Adviento pensamos especialmente en el día en el cual Dios ha redimido a este mundo. Aún vivimos en este mundo de necesidad y de culpa, aún esperamos al Redentor, que pronto viene. Entre todas las aflicciones de nuestra vida, escuchamos las promesas que, nos llenan de esperanza y el rescate que esperamos con paciencia.
Fuente: aprenderapredicar.com
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