Meditaciones para Cuaresma. Tomado de "Meditaciones para todos los días
del año - Para uso del clero y de los fieles", P. André Hamon, cura de San
Sulpicio (Autor de las vidas de San Francisco de Sales y del Cardenal
Cheverus).
Meditaremos sobre la fiesta de la Preciosa Sangre.
Veremos: 1º El agradecimiento debido a Jesucristo por el don que nos ha hecho
de su Sangre; 2° Las consecuencias prácticas que se deducen para nosotros de
ese don inefable.
—Tomaremos enseguida la resolución:1º De amar más
a Jesucristo, que tanto nos ha amado, y de servirle con más generosidad que
antes; 2° De poner toda nuestra confianza en los méritos de esa sangre y no
dejarnos vencer jamás del desaliento y la desconfianza. Nuestro ramillete
espiritual serán las palabras de San Juan: "Jesucristo ha lavado nuestros
pecados con su sangre".
Adoremos a Jesucristo que nos ha dado toda su
Sangre, hasta la última gota; agradezcámosle este don inefable, amémosle por
tanto amor y pidámosle la gracia de aprovecharlo bien.
AGRADECIMIENTO
DEBIDO A JESUCRISTO
POR EL
DON QUE NOS HA HECHO DE SU SANGRE
El que un hombre diera a otro toda su fortuna,
sería mucho sin duda, sobre todo, si se le supone considerable. ¿Que sería,
pues, si le diera su sangre y la derramara toda por él? Sería evidentemente el
amor llevado hasta el último grado. Eso es lo que ha hecho Jesucristo con
nosotros: y notemos: 1° EL VALOR DE ESA SANGRE. Es mayor infinitamente, que
toda otra sangre humana, porque es la sangre de un Dios, en virtud de la unión
hipostática; sangre por consiguiente, de precio infinito. Esa sangre la ofrece
un Dios en cada sacrificio a la divina Majestad; y la dignidad de un Dios
sacerdote, ofreciendo la sangre de un Dios víctima, le comunica nuevo valor
infinito. Notemos, 2º, LOS MARAVILLOSOS EFECTOS DE ESTA SANGRE. Apaga el fuego
de la ira divina, irritada por nuestros crímenes. Es la hostia de expiación por
nuestros pecados. Es el precio de nuestra redención. Es el baño que purifica
nuestra conciencia. Es el sello de paz entre el cielo y la tierra. Nos abre el
cielo y cierra el inferno bajo nuestros pies. Lejos de clamar venganza, como la
sangre de Abel, cada gota de esa Sangre clama misericordia. Notemos, 3° Que ESA
SANGRE NOS ES DADA DE TAN ALTO PRECIO, no con mano avara, sino con una
generosidad incomparable. Cuando una sola gota habría bastado para borrar los
pecados de mil mundos, Jesucristo la da toda entera; y la da por lo mismo que
El preveía habían de mostrarse tan poco dignos de ella; la da, no una vez, sino
millones de veces. Comienza a derramarla ocho días después de su nacimiento,
bajo el cuchillo de la circuncisión; la derrama en el Huerto de los Olivos,
donde un sudor de sangre inunda la tierra; la derrama en la flagelación, en la
coronación de espinas, en la crucifixión y en la abertura del sagrado costado;
la ofrece todos los días en el Santo Sacrificio, sobre toda la superficie del
globo, y nos la da a beber en la Comunión; la conserva en todos los
tabernáculos del mundo, y allí esa Sangre pide sin cesar perdón por nosotros.
En fin, nos aplica sus méritos en los sacramentos, que son como otros tantos
canales, por los cuales esa Sangre adorable se comunica a las almas. ¡Qué
agradecimiento no debemos nosotros al Salvador por esa prodigalidad de su
Sangre en favor de unos pobres pecadores, como somos!
CONSECUENCIAS
PRÁCTICAS QUE DEBEMOS SACAR
DE
ESTAS CONSIDERACIONES
1° Es menester una gran generosidad en el servicio de Jesucristo. Cuando
un Dios nos da toda su sangre, ¿Qué excusa tenemos si no le sacrificamos
nuestra voluntad, nuestros actos, nuestros gustos? Cuando se posee en el pecho
la Sangre de Jesucristo, cuando se tiene una sangre tan noble y tan divina, es
preciso tener su espíritu generoso y sus elevados pensamientos, a los cuales
nada sienta mejor que el sacrificio. 2° Es preciso honrar esta Sangre con la
asistencia devota y frecuente al santo Sacrificio, con la frecuentación de los
sacramentos, con la correspondencia a las gracias interiores y exteriores, que
son el fruto de esta Sangre, y con la ofrenda, a menudo reiterada, de nuestras
acciones y de nuestro corazón en espíritu de agradecimiento; 3º Debemos tener
una confianza sin límites en los méritos de esta divina sangre. Que se turben y
carezcan de confianza los que no conocen el precio de la Sangre del Salvador;
pero, cuando sabemos por la fe que Jesucristo ha dejado a nuestra disposición
todos los méritos de su Sangre con la facultad de aplicárnoslos por la oración,
por los sacramentos y por el sacrificio, no nos es permitido perder la
confianza, Teniendo el crucifijo en las manos, jamás debe desfallecer nuestro
valor. Es verdad, ¡oh Jesús!, que yo no puedo decir: "Soy inocente de la
Sangre de este justo", puesto que mi pecado es haber entregado esa Sangre
inocente; pero diré en otro sentido que los judíos: "¡Que su Sangre caiga
sobre mí para borrar mis inquietudes y preservarme del ángel exterminador, como
la sangre del cordero pascual en las puertas de las casas del antiguo pueblo de
Israel!" ¿Saco yo fielmente estos frutos de la Pasión del Salvador?
No hay comentarios:
Publicar un comentario