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sábado, 28 de marzo de 2015

Santa Teresa de Jesús: reflexiones sobre Jesucristo


Hoy, 28 de marzo de 2015, Conmemoración del V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús de Ávila, Doctora de la Iglesia. 

VIDA PASION Y MUERTE
436  Me sucedió que, estando un día en el oratorio, vi una imagen que se había buscado para una fiesta que se hacía en casa, y la habían traído para guardarla allí. Era de Cristo muy llagado, y tan devota, que cuando la miré, toda me turbé de verle tal, porque representaba muy bien lo que sufrió por nosotros (V 9, 1).
437  En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto (V 9, 4).
438  Porque pensar y reflexionar en lo que el Señor pasó por nosotros nos mueve a compasión y es sabrosa esta pena y las lágrimas que de aquí proceden (V 12, 1; CN 2).
439  Pues volviendo a lo que decía de pensar en  en la Columna, es bueno discurrir un rato y pensar en las penas que allí tuvo y en el amor con que las pasó. Mas que no se canse en andar a buscar esto, sino que esté allí con El, callado el entendimiento (V 13, 22; CN 3).
440  Y veo yo claro y he visto después, que para agradar a Dios y para que nos conceda grandes mercedes, quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad que se deleita (Mt 3, 17) (V 22, 6; CN 12).
441  Cuando en medio de nuestras ocupaciones y en las persecuciones y sufrimientos y sequedades no se puede tener tanto sosiego, es muy buen amigo, porque le miramos hombre, y le vemos con flaquezas y padecimientos, y nos hace compañía.
442  Si uno se acostumbra, con mucha facilidad se lo encuentra al lado; aunque llegarán momentos o temporadas, en que el alma ni gozará de contemplación ni podrá ponerse junto a . En estos casos vale lo que he dicho: no buscar consuelos espirituales, sino abrazarse con la cruz, venga lo que viniere. Es gran cosa. Desierto quedó el Señor de todos los consuelos; en los sufrimientos le dejaron solo (V 22, 10; CN 12).
443  Me dijo que cada día hiciese la oración sobre un misterio de la Pasión, y que le sacase jugo, y que sólo meditara en la Humanidad de  (V 23, 17).
444  Que siempre comenzase la oración meditando un misterio de la Pasión (V 24, 3).
445  Casi siempre se me representaba el Señor Resucitado, incluso cuando se me aparecía en la Hostia, menos algunas veces, cuando estaba en tribulación, que me mostraba las llagas para fortalecerme; algunas veces, pocas, en la cruz y en el huerto y la corona de espinas; y algunas veces en momentos de necesidades mías y de otras personas, también llevando la cruz, mas siempre con la carne glorificada (V 29, 4).
446  Cuando iba a la oración y miraba a  en la cruz, tan pobre y desnudo, no podía soportar ser rica y le rogaba con lágrimas que me hiciera pobre como El (V 53, 3).
447  Se me apareció como otras veces y me comenzó a enseñar la llaga de la mano izquierda, mientras con la otra sacaba un clavo grande que en ella tenía metido. Al sacar el clavo, sacaba también la carne. Se notaba que le producía un gran dolor, que me lastimaba mucho; y me dijo que no dudara de que quien había sufrido aquello por mí, mejor haría lo que le pidiera (V 39, 1).
448  ¡Oh, Señor mío, cuántas veces os hacemos pelear a brazo partido con el demonio! ¿No bastaba que os dejaseis llevar en sus brazos cuando os llevó al pináculo para enseñarnos a vencerle? Mas, ¡qué sería, hijas, ver aquel Sol al lado de las tinieblas, y qué miedo tendría aquel desventurado, sin saber por qué!, pues no permitió Dios que conociese el misterio, y cómo merecía por tal atrevimiento que creara Dios un infierno nuevo para él. Bendita sea tanta piedad y misericordia.
449  Qué vergüenza habíamos de tener los cristianos de hacer luchar a Jesús cada día, como he dicho, a brazo partido con tan sucia bestia. Fué muy necesario, Señor, que tuvieseis los brazos tan fuertes, mas ¿cómo no se os quedaron desfallecidos de tantos tormentos como sufristeis en la cruz? (C 16, 7).
450  Si estáis con sufrimientos o triste, miradle camino del huerto; ¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma!; pues siendo la misma paciencia, la manifiesta y se queja de ella.
451  miradle cargado con la cruz, que ni siquiera respirar le dejaban. Y os mirará El con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores para consolar los vuestros, solamente porque vais a consolaros con El y porque volvéis la cabeza para mirarle (C 26, 5).
452  Pues, si cuando iba por el mundo sólo con tocar sus vestidos curaba a los enfermos, ¿por qué hemos de dudar que hará milagros estando tan dentro de nosotros? (C 34, 8).
453  Me parece que tiene razón el buen Jesús al pedir esto para Sí, porque ya sabemos cuán cansado estaba de esta vida, cuando dijo en la última Cena a sus Apóstoles: "¡cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua!" (Lc 22, 15), que era la última de su vida. De lo cual se deduce cuán cansado debía de estar ya de vivir, y hoy no se cansan los que tienen cien años, porque siempre tienen deseo de vivir más. En verdad, no pasamos la vida tan mal ni con tantos trabajos, como Su Majestad la pasó, ni tan pobremente. ¿Qué fue su vida más que una contínua muerte, teniendo siempre delante de los ojos la que le habían de dar tan cruel? (C 42, 1). 
454  Pensando en la sagrada Pasión, pensamos muchas más cosas de fatigas y tormentos que allí debía de padecer el Señor, de las que los evangelistas escriben (Mdt C 1, 8).
455  Me parece a mí que habla con tercera persona. Y es la misma, que da a entender que en  hay dos naturalezas, una divina y otra humana (Mdt C 1, 10).
456  Acordaos de cómo dejó el mundo a  nuestro Señor, y qué ensalzado lo había tenido el día de Ramos (Mdt C 2, 13).
457  Mirad que dice el buen Jesús en la oración del Huerto: "La carne es flaca", y acordaos de aquel tan admirable y lastimoso sudor. Pues si aquella carne divina y sin pecado, dice Su Majestad que es flaca, ¿cómo queremos que sea la nuestra tan fuerte, que no sienta la persecución que le puede venir y los trabajos? Nuestro buen Jesús muestra la flaqueza de su Humanidad antes de los sufrimientos y en el golfo de ellos tuvo gran fortaleza, que no sólo no se quejaba, sino que no hizo ni un gesto en el semblante que demostrara que padecía con flaqueza. Cuando iba al Huerto, dijo: "Triste está mi alma hasta la muerte"; y estando en la cruz, que era ya estar pasando la muerte, no se quejaba. Cuando en la oración del Huerto, fue a despertar a los Apóstoles. Pues con más razón se hubiera quejado a su Madre, cuando estaba al pie de la cruz, y no dormía, y padecía en su alma y estaba muriendo dura muerte. Pues siempre nos consuela más quejarnos a los que sabemos que sienten nuestros trabajos y nos aman (Mdt C 3, 8-9).
458  Y que vea y goce el fruto que sacó Jesu nuestro Señor de su Pasión, regando este árbol con su sangre con tan admirable amor (Mdt C 5, 7).
459  Pues si nunca le miramos ni consideramos lo que le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no se cómo le podemos conocer ni hacer obras en su servicio. Porque la fe sin obras y sin estar entroncadas en los méritos de Jesu, bien nuestro, ¿qué valor puede tener ni quién nos despertará a amar a este Señor? (II M 1, 12).
460  El tormento que sufre y ha sufrido cierta alma que conozco, de ver ofender a nuestro Señor, tan insufrible que mucho más quisiera morir que sufrirlo, y pensando que si un alma con tan poquísima caridad comparada con la de  -que se puede decir ninguna en su comparación-, sentía este tormento tan insoportable, ¿cuál sería el sentimiento de nuestro Señor Jesu y qué vida debía de pasar, pues tenía todas las cosas presentes y estaba siempre viendo las grandes ofensas que se hacían a su Padre?
461  Sin duda yo creo que fueron unos dolores mucho mayores que los de su sacratísima Pasión; porque entonces ya veía el fin de estos dolores y con eso, y con el contento de ver nuestro remedio con su muerte y de demostrar el amor qu tenía a su Padre padeciendo tanto por El, se le atenuarían los dolores. Igual que les ocurre en esta vida a los que con las fuerzas del amor hacen grandes penitencias que casi no las sienten y aún quisieran hacer más y más y todo les parece poco. (V M 2,14).
462  Mirad lo que le costó a nuestro Esposo el amor que nos tuvo que, por librarnos de la muerte, la murió tan penosa como muerte de cruz V M 3, 12).
463  Le dijo el mismo Crucificado consolándola, que El le daba todos los dolores y trabajos que había sufrido en su Pasión, que los considerase propios para ofrecerlos al Padre (VI M 5, 6).
464  O comenzamos en la oración del Huerto, y no para el entendimiento hasta que está puesto en la cruz; o tomamos un misterio de la Pasión, por ejemplo el prendimiento, y vamos considerando en este misterio por menudo, las cosas que hay que pensar en él y que sentir; así en la traición de Judas con la huída de los Apóstoles y todo lo demás. Y es admirable y meritoria oración (VI M 7, 10).
465  Ni es posible que el alma que tanto ha recibido de Dios, olvide las muestras de amor tan preciosas, porque son vivas centellas para encenderla más en el que tiene a nuestro Señor, sino que no se entiende, porque entiende el alma estos misterios más plenamente, y es que se los representa el entendimiento y se graban en la memoria, de manera que sólo de ver al Señor caído con aquel espantoso sudor en el Huerto, le basta no sólo para una hora, sino para muchos días, mirando con una sencilla mirada quién es y cuán ingratos hemos sido a tan gran pena; luego acude la voluntad, aunque no sienta ternura, a desear servir en algo tan gran merced y a desear padecer algo por quien tanto padeció, y a otros afectos semejantes, en los que ocupa la memoria y el entendimiento (VI M 7, 11).
466  Pues créanme y no se ensimismen tanto, como ya he dicho en otra parte, que es larga la vida y hay en ella muchos trabajos y hemos menester mirar a nuestro dechado  cómo lo pasó, y aun a sus apóstoles y santos, para llevarlo con perfección (VI M 7, 13).
467  Cuando nuestro Señor quiere regalar más a esta alma le manifiesta claramente su sacratísima Humanidad de la manera que quiere, o como cuando vivió en el mundo, o después de Resucitado; y aunque es con tanta rapidez que lo podríamos comparar a la de un relámpago, queda tan esculpida en la imaginación esta imagen gloriosísima, que tengo por imposible olvidarla hasta que la vea donde sin fin la pueda gozar (VI M 9, 3).
468  Poned los ojos en el Crucificado, y se os hará todo poco. Si Su Majestad nos mostró el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con sólo palabras? (VII M 4, 9).
469  Que aunque no fuera más que ver a su Maestro tan aborrecido, era intolerable sufrimiento. Pues los muchos que después sufrió en la muerte del Señor, tengo para mí que, el no haber recibido martirio, fue por haberlo sufrido viendo morir al Señor (VII M 4, 15).
470  Mucho me sirve, mas gran cosa es seguirme desnudo de todo como yo me puse en la cruz (Cc 56ª).

471  El día de Ramos, acabando de comulgar, quedé con gran suspensión, de manera que aun no podía pasar la Forma y, teniéndola en la boca, verdaderamente me pareció cuando volví un poco en mí, que toda la boca se me había llenado de sangre; y me parecía que también el rostro y toda yo estaba cubierta de  ella, como si entonces acabara de derramarla el Señor. Me parece que estaba caliente, y era excesiva la suavidad que entonces sentía, y me dijo el Señor: "Hija, yo quiero que mi sangre te aproveche, y no tengas miedo de que te falte mi misericordia; Yo la derramé con muchos dolores, y tú la gozas con gran deleite, como ves; bien te pago el convite que me hacías este día" (Cc 12ª, 1).

LA MEDIDA DE LA CRUZ ES LA DEL AMOR
478  "¡Oh, Jesús mío! Cuán grande es el amor que tenéis a los hijos de los hombres, que el mayor servicio que se os puede hacer, es dejaros a Vos por su amor y ganancia..., pues con tanta sangre vemos demostrado el amor tan grande que tenéis a los hijos de Adán (E 2).
479  ¡Cómo fue necesario todo el amor que tenéis a las criaturas para poder sufrir tanto desatino y esperar a que sanemos y procurarlo de mil maneras y medios! (E 12).
480  Pues, si es Dios, cómo es vendido
Y muere crucificado?
¿No ves que mató el pecado,
Padeciendo el inocente?  (P 19).
481  ¡Oh, Hijo del Padre Eterno, Jesu, Señor nuestro, Rey verdadero de todo! ¿Qué dejaste en el mundo, qué pudimos heredar de Vos vuestros descendientes? ¿Qué poseísteis, Señor mío, sino trabajos y dolores y deshonras, y aun no tuvisteis sino un madero en que pasar el trabajoso trago de la muerte? En fin, Dios mío, que los que quisiéramos ser vuestros hijos vedaderos y no renunciar a la herencia, no nos conviene huir del padecer. Vuestras armas son cinco llagas. ¡Ea pues, hijas mías!, ésta ha de ser nuestra divisa, si hemos de heredar su reino; no con descansos, no con regalos, no con honras, no con riquezas se ha de ganar lo que El compró con su sangre (F 10, 11).
482  Y con esta luz Dª Catalina Godínez puso los ojos en el Señor, que estaba en la cruz derramando sangre y pensó cuán maltratado estaba, y cuán diferente camino llevaba ella llena de soberbia (F 22, 6).

RESURRECCION Y ASCENSION
483  La visión no es de un hombre muerto, sino de Cristo vivo, que manifiesta que es Hombre y Dios; no como estaba en el sepulcro, sino como salió de él después de resucitado (V 28, 8).
484  Y pensando en la gloria que esperamos y en el amor que el Señor nos tuvo y en su Resurrección se va llenando el alma de gozo (V 12, 1; CN 2).
485  ¿Quién nos impide que permanezcamos con el Señor Resucitado, ya que lo tenemos tan cerca en el Sacramento donde está glorificado¬? (V 22, 6; cn 12).
486  Un día de san Pablo, estando en misa, se me representó la sacratísima Humanidad Resucitada, con tanta hermosura y majestad como ya se la describí a usted cuando tan insistentemente me lo mandó, y me costó muchísimo, pues no se puede decir sin que uno quede deshecho; a pesar de todo, ya se lo dije lo mejor que supe, y no es necesario repetirlo (V 28, 3).
487  Vi a Cristo con gran majestad y gloria, manifestando gran contento de lo que allí estaba ocurriendo; y así me lo dijo,y quiso viera con claridad que en semejantes pláticas siempre está El presente, y lo mucho que le glorifica cuando así se deleitan hablando de El (V 34, 17).
488  Si estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Con qué claridad y con qué hermosura salió!; ¡con qué majestad, qué victorioso, qué alegre! Como el que venció en la batalla en la que ganó un Reino tan grande que todo lo quiere para vos, junto con él. Pues ¿es mucho pediros que volváis una vez los ojos para mirar a quien tanto os da? (C 26, 4).
489  Se le manifestó el Señor acabando de comulgar, en figura de gran esplendor y hermosura y majestad, como después de Resucitado (VII M 2, 1).
490  En san José de Avila un día, oyendo la misa al padre Francisco de Salcedo vi al Señor glorificado en la Hostia. Me dijo que le era aceptable su sacrificio (Cc 14ª, 4).


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