“Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio
distinto... ¡sea anatema!” (Ga 1,6)
La concepción de Cristo como
revolucionario es incompatible con la Iglesia
Juan Pablo II
De
vosotros, Pastores, los fieles de
vuestros países esperan y reclaman ante
todo una cuidadosa y celosa transmisión de la verdad sobre Jesucristo. Esta
se encuentra en el centro de la evangelización y constituye su contenido
esencial: “No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la
vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (ib.,
22).
Del
conocimiento vivo de esta verdad
dependerá el vigor de la fe de millones de hombres. Dependerá también el
valor de su adhesión a la Iglesia y de su presencia activa de cristianos en el
mundo. De este conocimiento derivarán opciones, valores, actitudes y
comportamientos capaces de orientar y definir nuestra vida cristiana y de crear
hombres nuevos y luego una humanidad
nueva por la conversión de la conciencia individual y social (cf. ib., 18).
(…)Hemos
pues de confesar a Cristo ante la historia y ante el mundo con convicción
profunda, sentida, vivida, como lo confesó Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo
de Dios vivo” (Mt 16,16).
Esta es la Buena Noticia en un cierto sentido
única: la Iglesia vive por ella y para ella, así como saca de ella todo
lo que tiene para ofrecer a los hombres, sin distinción alguna de nación,
cultura, raza, tiempo, edad o condición. Por eso “desde esa confesión (de
Pedro), la historia de la Salvación sagrada y del Pueblo de Dios debía adquirir
una nueva dimensión” (Homilía de Juan Pablo II en el comienzo solemne del
Pontificado, 22 de octubre de 1978)
Este es el único Evangelio y “aunque nosotros o un ángel del cielo os
anunciase otro evangelio distinto... sea anatema!”, como escribía con
palabras bien claras el Apóstol (Ga 1,6).
Ahora bien, corren hoy por muchas partes —el fenómeno no es nuevo— “relecturas” del Evangelio, resultado de especulaciones teóricas
más bien que de auténtica meditación de la Palabra de Dios y de un verdadero
compromiso evangélico. Ellas causan confusión al apartarse
de los criterios centrales de la fe de la Iglesia y se cae en la temeridad de
comunicarlas, a manera de catequesis, a las comunidades
cristianas.
En algunos casos o se silencia la
divinidad de Cristo, o se incurre de hecho en formas de interpretación reñidas
con la fe de la Iglesia. Cristo sería solamente un “profeta”, un anunciador del
reino y del amor de Dios, pero no el verdadero Hijo de Dios, ni sería por tanto
el centro y el objeto del mismo mensaje evangélico.
En otros casos se pretende mostrar a Jesús
como comprometido políticamente, como un luchador contra la dominación romana y contra los
poderes, e incluso implicado en la lucha
de clases. Esta concepción de Cristo como político, revolucionario, como el subversivo de Nazaret, no se compagina con la
catequesis de la Iglesia. (Juan Pablo II. Discurso
en la inauguración de la III Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, n. I. 4, 28 de enero de 1979)
Los cristianos deben
profundizar su fe y vivir en coherencia con ella
Benedicto XVI
Para
el futuro de la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe es importante que los
cristianos profundicen y asuman el estilo de vida propio de los discípulos de
Jesús: sencillo y alegre, con
una fe sólida arraigada en lo más íntimo de su corazón y alimentada por la oración y
los sacramentos. En
efecto, la fe cristiana se nutre sobre todo de la celebración dominical de la
Eucaristía, en la cual se realiza un encuentro comunitario, único y especial
con Cristo, con su vida y su palabra. […] De modo especial, los frecuentes
fenómenos de explotación e injusticia, de corrupción y violencia, son una
llamada apremiante para que los
cristianos vivan con coherencia su fe y se esfuercen por recibir una sólida
formación doctrinal y espiritual, contribuyendo así a la construcción de una sociedad más justa, más
humana y cristiana. (Benedicto
XVI. Discurso a los participantes en la plenaria de la Pontificia Comisión para
América Latina, 20 de enero de 2007)
Necesitamos una fe orante y
adorante que se manifiesta en la moral de vida
Juan Pablo II
El
doctor místico [San Juan de la Cruz], superando esos escollos, ayuda con su
ejemplo y doctrina a robustecer la fe cristiana con
las cualidades fundamentales de la fe adulta, como pide el
Concilio Vaticano II: una fe personal,
libre y convencida, abrazada con todo el ser, una fe eclesial, confesada y
celebrada en la comunión de la Iglesia; una fe orante y adorante, madurada en la experiencia de comunión
con Dios; una fe solidaria y comprometida, manifestada
en coherencia moral de vida y
en dimensión de servicio. Esta
es la fe que necesitamos y
de la que el santo de Fontiveros nos ofrece su testimonio personal y sus
enseñanzas siempre actuales. (Juan
Pablo II, Carta Apostólica Maestro en la fe, n. 7, 14 de diciembre de 1990)
La adhesión a Cristo debe ser
robustecida por la coherencia de vida y la fidelidad al Evangelio
Juan Pablo II
Mi
pensamiento va, asimismo, a San Luis Gonzaga,
co-patrono de la diócesis [de Mantua]. Este joven apasionado por
Cristo nos dirige también hoy a todos nosotros una apremiante exhortación a la
coherencia y a la fidelidad al Evangelio, recordándonos que
Dios debe ocupar el primer lugar en nuestra existencia. […]
Tras
las huellas de tantos santos y beatos, los
cristianos mantuanos deben proseguir en su camino de
fe, confirmando cada día su adhesión a Cristo y
consolidando los vínculos de una unión fraterna robustecida
por la inquebrantable fidelidad al Evangelio. (Juan
Pablo II. Mensaje al Obispo de Mantua, n. 3, 10 de junio de 2004)
La Iglesia necesita almas que
no dejen de cantar alabanzas a la Trinidad
Juan Pablo II
En
este período de grandes cambios y transformaciones, Croacia necesita hombres
y mujeres de fe viva, que sepan dar testimonio del amor de Dios a los hombres y
mostrarse disponibles a poner sus energías al servicio del Evangelio. Vuestra
nación necesita apóstoles, que vayan a la gente para llevarle la buena nueva; necesita
almas orantes, que no dejen de cantar las alabanzas a la Santísima Trinidad y
eleven súplicas a ‘Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos
los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad’ (1 Tm 2,
4). (Juan
Pablo II. Mensaje a los miembros de la conferencia episcopal de Croacia, n. 3,
4 de octubre de 1998)
¡Sed cristianos convencidos!
Juan Pablo II
¿Cuál
ha sido la fuerza interior que formó a vuestros santos y, por tanto, sigue
siendo válida para construir el auténtico cristiano? La respuesta es sencilla:
¡La convicción de la fe!
Los Santos fueron,
y son, personas totalmente convencidas del
valor absoluto, determinante y exclusivo del
mensaje de Cristo. La convicción les llevó a abrazarlo y seguirlo, sin titubeos, sin
incertidumbres, sin inútiles retrocesos, aun luchando y sufriendo, con la ayuda
de la gracia de Dios, siempre invocada y jamás rechazada.
¡La
convicción! ¡He ahí la gran palabra! ¡He ahí el secreto y la fuerza de los
Santos! Los
Santos obraron en consecuencia. Y así debe obrar todo cristiano siempre, pero
especialmente hoy en nuestro tiempo, exigente y crítico, en el que, si
faltan convicciones lógicas y personalizadas, la fe se debilita y
finalmente cede. […] Carísimos fieles de Umbría: Esta es la exhortación que
quiero haceros, junto con vuestros obispos, en el siempre vivo recuerdo de
vuestros Santos: ¡Sed cristianos convencidos! (San
Juan Pablo II, Discurso a una peregrinación de la región de Umbría, n. 2-3, 17
de mayo de 1980)
El verdadero cristiano vive según los principios eternos de la justicia
Pio XI
De
suerte que el verdadero cristiano,
fruto de la educación cristiana, es el hombre sobrenatural, que
piensa, juzga y obra constantemente y coherentemente, según la recta razón
iluminada por la luz sobrenatural de los ejemplos y de la doctrina de Cristo:
o, por decirlo con el lenguaje ahora en uso, el verdadero y cumplido hombre de
carácter. Pues no constituye cualquiera
coherencia y tenacidad de conducta, según principios subjetivos,
el verdadero carácter, sino solamente la constancia
en seguir los principios eternos de la justicia, como lo reconoce hasta el poeta
pagano, cuando alaba, inseparablemente, al hombre justo y constante en su
propósito (cf. Tertuliano, Apología, n. 42) y por otra parte, no puede existir
completa justicia sino dando a Dios lo que se debe a Dios, como lo hace el
verdadero cristiano. (Pío XI. Encíclica Divini illus
magistri, n. 82, 31 de deciembre de 1929)
La fe debe sostener la norma y
la disciplina de las costumbres
León XIII
Se
puede muy propiamente decir que nada alimenta mejor el espíritu
de la justicia que la fe cristiana, la más apta también para la salvación.
El justo vive de la fe (Ga 3, 11).Sin
la fe es imposible agradar a Dios (He 11,6). Así pues, el
implantador y padre de la fe, y
el que en nuestras almas la mantiene, no es otro que
el mismo Jesucristo y Él es quien sustenta y conserva en nosotros la vida moral,
y esto de un modo muy principal por medio del ministerio de la Iglesia. Y con
benigno y providentísimo parecer entregó a ésta todos los medios aptos para
engendrar esta vida de fe de que hablamos, y, una vez engendrada, la
conservaran y defendieran, y la hiciesen renacer si por acaso se extinguía. Pero toda esta fuerza
procreatiz y conservadora de las virtudes se estrella si la norma y disciplina de
las costumbres se apartan de la fe divina, y es cosa manifiesta que pretenden
despojar al hombre de su altísima dignidad, despojándole de la vida
sobrenatural y haciéndole revolver en los horrores de naturalismo grosero, los
que intentan o quieren enderezar las costumbres hacia la honestidad por medio
del magisterio único de la razón. (León XIII, Encíclica Tamesti Futura,
n. 24, 1 de noviembre de 1900)
“Si
escuchas la voz del Señor, tu Dios, y te empeñas en practicar todos los
mandamientos que hoy te prescribo, él te pondrá muy por encima de todas las
naciones de la tierra”.
Los que resisten a la autoridad
legítima atraen su propia condenación
Sagradas Escrituras
Que
todos se sometan a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no
provenga de Dios y las que hay han sido constituidas
por Dios. De modo que quien se opone a la autoridad resiste a la disposición de
Dios; y los que le resisten atraen la condena sobre sí. (Rom 13, 1-3)
Los católicos deben leal obediencia a la autoridad constituida
Pablo VI
La
presencia de los católicos en todos los Estados quiere representar un elemento
constructivo de activa colaboración y de leal obediencia a la Autoridad
constituida;
quiere ser un elemento activo de seguro progreso dentro del orden y del amor. (Pablo VI. Discurso al Presidente de
la República de Somalia, 7 de octubre de 1963)
Obedecer a la autoridad es
obedecer a Dios, su fuente última
Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia
La
autoridad que gobierna según la razón pone
al ciudadano en relación no
tanto de sometimiento con respecto a otro hombre, cuanto más bien de
obediencia al orden moral y, por tanto, a Dios mismo que es su fuente última. Quien
rechaza obedecer a la autoridad que actúa según el orden moral “se rebela
contra el orden divino” (Rom 13, 2). Análogamente la autoridad
pública, que tiene su fundamento en la naturaleza humana y pertenece al orden
preestablecido por Dios (Gaudium et spes, n. 74) si no actúa en orden al bien
común, desatiende su fin propio y por ello mismo se hace ilegítima. (Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia, n. 389, 29 de junio de 2004)
Desde hace siglos los cristianos se distinguen por el cumplimiento de sus deberes
Congregación para la
Doctrina de la Fe
El
compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil años de historia, se ha expresado en
diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participación en la acción
política: Los cristianos, afirmaba un escritor eclesiástico de
los primeros siglos, ‘cumplen todos sus deberes de
ciudadanos’. (Congregación para la Doctrina de la
Fe. Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la
conducta de los católicos en la vida política, n. 1, 24 de noviembre de 2002)
Es necesario disipar la
atmósfera de independencia y de excesiva libertad
Pío XII
Desarrollad,
en las almas de los niños y de los jóvenes, el espíritu jerárquico, que no niega a cada edad su debido
desenvolvimiento, para disipar, en lo posible,
ese atmósfera de independencia y de excesiva libertad que en nuestros días
respira la juventud y que la llevaría a rechazar toda autoridad y todo freno,
procurando suscitar y formar el sentido de la responsabilidad y recordando que
la libertad no es el único entre todos los valores humanos, aunque se cuente
entre los primeros, sino que tiene sus límites intrínsecos en las normas
ineludibles de la honestidad y extrínsecos en los derechos correlativos de los
demás, tanto de cada uno en particular cuanto de la sociedad tomada en su
conjunto. (Pío XII. Radiomensaje al Congreso
interamericano de Educación Católica, 6 de octubre de 1948)
Los enemigos de la fe rechazan la obediencia a cualquier autoridad
Pío X
Desobedecer al poder constituido es resistir a la ordenación de Dios
Pío IX
Inculcad
al pueblo cristiano la obediencia y sujeción debidas a los príncipes y poderes
constituidos, enseñando,
conforme a la doctrina del Apóstol (Rm 12, 1-2) que
toda potestad viene de Dios, y que los que no obedecen al poder constituido
resisten a la ordenación de Dios y se atraen su propia condenación,
y que, por lo mismo, el precepto de obedecer a esa potestad no puede ser
violado por nadie sin falta, a no ser que mande algo contra la ley de Dios y de
la Iglesia (Rom 12, 1-2). (Pío IX. Encíclica Qui pluribus, n.
13, 9 de noviembre de 1846)
Práctica esencial a la naturaleza de toda sociedad humana
Pío IX
Advertid,
pues a los fieles que están a vuestro cuidado que es
esencial a la naturaleza de toda sociedad humana, la obediencia a la autoridad
legítimamente constituida; que nada puede cambiarse en los
preceptos del Señor, que anuncian las Sagradas Letras: pues está escrito: Estad
sumisos a toda humana criatura por respeto a Dios; ya sea al rey, como que está
sobre todos; ya a los gobernadores como puestos por Él para castigo de
los malhechores, y alabanza de los buenos. Puesta es la voluntad de Dios, que
obrando bien tapéis la boca a la ignorancia de los hombres necios: como libres,
mas no cubriendo la malicia con capa de libertad, sino como siervos de Dios
(13). Más aún: Toda persona esté sujeta a las
potestades superiores; porque no hay potestad que no provenga de Dios,
y Dios es el que ha establecido las que hay: por lo cual quien resiste a las
potestades, a la ordenación de Dios resiste. De consiguiente los que
resisten, ellos mismos se acarrean su condenación. (Pío IX. Encíclica Nostis et nobiscum,
n. 10, 8 de diciembre de 1849)
Se han divulgado doctrinas que encienden la antorcha de la rebelión
Gregorio XVI
Sabiendo
Nos que se
han divulgado, en escritos que corren por todas partes, ciertas
doctrinas que niegan la
fidelidad y sumisión debidas a los príncipes, que por doquier encienden la
antorcha de la rebelión, se ha de trabajar para que los pueblos
no se aparten, engañados, del camino del bien. Sepan todos que, como dice el
Apóstol, toda potestad viene de Dios y todas las cosas son ordenadas por el
mismo Dios. Así, pues, el que resiste a la potestad,
resiste a la ordenación de Dios, y los que resisten se condenan a sí mismos.
Por ello, tanto las leyes divinas como las humanas se levantan contra quienes
se empeñan, con vergonzosas conspiraciones tan traidoras como sediciosas, en
negar la fidelidad a los príncipes y aun en destronarles. (Gregório XVI. Encíclica Mirari Vos,
n. 13, 15 de agosto de 1832)
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