EL CAMINO: "YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, NADIE VA AL PADRE SINO POR MÍ". (JUAN 14:6)

"BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, Y TODO LO DEMÁS SE OS DARÁ POR AÑADIDURA". (MATEO 6:33)

"Y EN NINGÚN OTRO HAY SALVACIÓN, PORQUE NO HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO DADO A LOS HOMBRES, EN EL CUAL PODAMOS SER SALVOS". (HECHOS 4:12)

martes, 14 de julio de 2015

Las características del verdadero cristiano


“Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio distinto... ¡sea anatema!” (Ga 1,6)


La concepción de Cristo como revolucionario es incompatible con la Iglesia

Juan Pablo II

De vosotros, Pastores, los fieles de vuestros países esperan y reclaman ante todo una cuidadosa y celosa transmisión de la verdad sobre Jesucristo. Esta se encuentra en el centro de la evangelización y constituye su contenido esencial: “No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (ib., 22).

Del conocimiento vivo de esta verdad dependerá el vigor de la fe de millones de hombres. Dependerá también el valor de su adhesión a la Iglesia y de su presencia activa de cristianos en el mundo. De este conocimiento derivarán opciones, valores, actitudes y comportamientos capaces de orientar y definir nuestra vida cristiana y de crear hombres nuevos y luego una humanidad nueva por la conversión de la conciencia individual y social (cf. ib., 18).

(…)Hemos pues de confesar a Cristo ante la historia y ante el mundo con convicción profunda, sentida, vivida, como lo confesó Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16).

Esta es la Buena Noticia en un cierto sentido única: la Iglesia vive por ella y para ella, así como saca de ella todo lo que tiene para ofrecer a los hombres, sin distinción alguna de nación, cultura, raza, tiempo, edad o condición. Por eso “desde esa confesión (de Pedro), la historia de la Salvación sagrada y del Pueblo de Dios debía adquirir una nueva dimensión” (Homilía de Juan Pablo II en el comienzo solemne del Pontificado, 22 de octubre de 1978)
Este es el único Evangelio y “aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio distinto... sea anatema!”, como escribía con palabras bien claras el Apóstol (Ga 1,6).

Ahora bien, corren hoy por muchas partes —el fenómeno no es nuevo— “relecturas” del Evangelio, resultado de especulaciones teóricas más bien que de auténtica meditación de la Palabra de Dios y de un verdadero compromiso evangélico. Ellas causan confusión al apartarse de los criterios centrales de la fe de la Iglesia y se cae en la temeridad de comunicarlas, a manera de catequesis, a las comunidades cristianas.

En algunos casos o se silencia la divinidad de Cristo, o se incurre de hecho en formas de interpretación reñidas con la fe de la Iglesia. Cristo sería solamente un “profeta”, un anunciador del reino y del amor de Dios, pero no el verdadero Hijo de Dios, ni sería por tanto el centro y el objeto del mismo mensaje evangélico.

En otros casos se pretende mostrar a Jesús como comprometido políticamente, como un luchador contra la dominación romana y contra los poderes, e incluso implicado en la lucha de clases. Esta concepción de Cristo como político, revolucionario, como el subversivo de Nazaret, no se compagina con la catequesis de la Iglesia. (Juan Pablo II. Discurso en la inauguración de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, n. I. 4, 28 de enero de 1979)

Los cristianos deben profundizar su fe y vivir en coherencia con ella

Benedicto XVI

Para el futuro de la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe es importante que los cristianos profundicen y asuman el estilo de vida propio de los discípulos de Jesús: sencillo y alegre, con una fe sólida arraigada en lo más íntimo de su corazón y alimentada por la oración y los sacramentos. En efecto, la fe cristiana se nutre sobre todo de la celebración dominical de la Eucaristía, en la cual se realiza un encuentro comunitario, único y especial con Cristo, con su vida y su palabra. […] De modo especial, los frecuentes fenómenos de explotación e injusticia, de corrupción y violencia, son una llamada apremiante para que los cristianos vivan con coherencia su fe y se esfuercen por recibir una sólida formación doctrinal y espiritual, contribuyendo así a la construcción de una sociedad más justa, más humana y cristiana. (Benedicto XVI. Discurso a los participantes en la plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina, 20 de enero de 2007)


Necesitamos una fe orante y adorante que se manifiesta en la moral de vida

Juan Pablo II

El doctor místico [San Juan de la Cruz], superando esos escollos, ayuda con su ejemplo y doctrina a robustecer la fe cristiana con las cualidades fundamentales de la fe adulta, como pide el Concilio Vaticano II: una fe personal, libre y convencida, abrazada con todo el ser, una fe eclesial, confesada y celebrada en la comunión de la Iglesia; una fe orante y adorante, madurada en la experiencia de comunión con Dios; una fe solidaria y comprometida, manifestada en coherencia moral de vida y en dimensión de servicio. Esta es la fe que necesitamos y de la que el santo de Fontiveros nos ofrece su testimonio personal y sus enseñanzas siempre actuales. (Juan Pablo II, Carta Apostólica Maestro en la fe, n. 7, 14 de diciembre de 1990)

 

La adhesión a Cristo debe ser robustecida por la coherencia de vida y la fidelidad al Evangelio

Juan Pablo II

Mi pensamiento va, asimismo, a San Luis Gonzaga, co-patrono de la diócesis [de Mantua]. Este joven apasionado por Cristo nos dirige también hoy a todos nosotros una apremiante exhortación a la coherencia y a la fidelidad al Evangelio, recordándonos que Dios debe ocupar el primer lugar en nuestra existencia. […]
Tras las huellas de tantos santos y beatos, los cristianos mantuanos deben proseguir en su camino de fe, confirmando cada día su adhesión a Cristo y consolidando los vínculos de una unión fraterna robustecida por la inquebrantable fidelidad al Evangelio. (Juan Pablo II. Mensaje al Obispo de Mantua, n. 3, 10 de junio de 2004)



La Iglesia necesita almas que no dejen de cantar alabanzas a la Trinidad

Juan Pablo II

En este período de grandes cambios y transformaciones, Croacia necesita hombres y mujeres de fe viva, que sepan dar testimonio del amor de Dios a los hombres y mostrarse disponibles a poner sus energías al servicio del Evangelio. Vuestra nación necesita apóstoles, que vayan a la gente para llevarle la buena nueva; necesita almas orantes, que no dejen de cantar las alabanzas a la Santísima Trinidad y eleven súplicas a ‘Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad’ (1 Tm 2, 4). (Juan Pablo II. Mensaje a los miembros de la conferencia episcopal de Croacia, n. 3, 4 de octubre de 1998)


¡Sed cristianos convencidos!

Juan Pablo II


¿Cuál ha sido la fuerza interior que formó a vuestros santos y, por tanto, sigue siendo válida para construir el auténtico cristiano? La respuesta es sencilla: ¡La convicción de la fe!

Los Santos fueron, y son, personas totalmente convencidas del valor absoluto, determinante y exclusivo del mensaje de Cristo. La convicción les llevó a abrazarlo y seguirlo, sin titubeos, sin incertidumbres, sin inútiles retrocesos, aun luchando y sufriendo, con la ayuda de la gracia de Dios, siempre invocada y jamás rechazada.

¡La convicción! ¡He ahí la gran palabra! ¡He ahí el secreto y la fuerza de los Santos! Los Santos obraron en consecuencia. Y así debe obrar todo cristiano siempre, pero especialmente hoy en nuestro tiempo, exigente y crítico, en el que, si faltan convicciones lógicas y personalizadas, la fe se debilita y finalmente cede. […] Carísimos fieles de Umbría: Esta es la exhortación que quiero haceros, junto con vuestros obispos, en el siempre vivo recuerdo de vuestros Santos: ¡Sed cristianos convencidos! (San Juan Pablo II, Discurso a una peregrinación de la región de Umbría, n. 2-3, 17 de mayo de 1980)

 El verdadero cristiano vive según los principios eternos de la justicia

Pio XI


De suerte que el verdadero cristiano, fruto de la educación cristiana, es el hombre sobrenatural, que piensa, juzga y obra constantemente y coherentemente, según la recta razón iluminada por la luz sobrenatural de los ejemplos y de la doctrina de Cristo: o, por decirlo con el lenguaje ahora en uso, el verdadero y cumplido hombre de carácter. Pues no constituye cualquiera coherencia y tenacidad de conducta, según principios subjetivos, el verdadero carácter, sino solamente la constancia en seguir los principios eternos de la justicia, como lo reconoce hasta el poeta pagano, cuando alaba, inseparablemente, al hombre justo y constante en su propósito (cf. Tertuliano, Apología, n. 42) y por otra parte, no puede existir completa justicia sino dando a Dios lo que se debe a Dios, como lo hace el verdadero cristiano. (Pío XI. Encíclica Divini illus magistri, n. 82, 31 de deciembre de 1929)


La fe debe sostener la norma y la disciplina de las costumbres

León XIII


Se puede muy propiamente decir que nada alimenta mejor el espíritu de la justicia que la fe cristiana, la más apta también para la salvación. El justo vive de la fe (Ga 3, 11).Sin la fe es imposible agradar a Dios (He 11,6). Así pues, el implantador y padre de la fe, y el que en nuestras almas la mantiene, no es otro que el mismo Jesucristo y Él es quien sustenta y conserva en nosotros la vida moral, y esto de un modo muy principal por medio del ministerio de la Iglesia. Y con benigno y providentísimo parecer entregó a ésta todos los medios aptos para engendrar esta vida de fe de que hablamos, y, una vez engendrada, la conservaran y defendieran, y la hiciesen renacer si por acaso se extinguía. Pero toda esta fuerza procreatiz y conservadora de las virtudes se estrella si la norma y disciplina de las costumbres se apartan de la fe divina, y es cosa manifiesta que pretenden despojar al hombre de su altísima dignidad, despojándole de la vida sobrenatural y haciéndole revolver en los horrores de naturalismo grosero, los que intentan o quieren enderezar las costumbres hacia la honestidad por medio del magisterio único de la razón. (León XIII, Encíclica Tamesti Futura, n. 24, 1 de noviembre de 1900)




“Si escuchas la voz del Señor, tu Dios, y te empeñas en practicar todos los mandamientos que hoy te prescribo, él te pondrá muy por encima de todas las naciones de la tierra”. 

 

Los que resisten a la autoridad legítima atraen su propia condenación

Sagradas Escrituras


Que todos se sometan a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios y las que hay han sido constituidas por Dios. De modo que quien se opone a la autoridad resiste a la disposición de Dios; y los que le resisten atraen la condena sobre sí. (Rom 13, 1-3)

Los católicos deben leal obediencia a la autoridad constituida

Pablo VI

La presencia de los católicos en todos los Estados quiere representar un elemento constructivo de activa colaboración y de leal obediencia a la Autoridad constituida; quiere ser un elemento activo de seguro progreso dentro del orden y del amor. (Pablo VI. Discurso al Presidente de la República de Somalia, 7 de octubre de 1963)


Obedecer a la autoridad es obedecer a Dios, su fuente última
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia

La autoridad que gobierna según la razón pone al ciudadano en relación no tanto de sometimiento con respecto a otro hombre, cuanto más bien de obediencia al orden moral y, por tanto, a Dios mismo que es su fuente última. Quien rechaza obedecer a la autoridad que actúa según el orden moral “se rebela contra el orden divino” (Rom 13, 2). Análogamente la autoridad pública, que tiene su fundamento en la naturaleza humana y pertenece al orden preestablecido por Dios (Gaudium et spes, n. 74) si no actúa en orden al bien común, desatiende su fin propio y por ello mismo se hace ilegítima. (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 389, 29 de junio de 2004)

 Desde hace siglos los cristianos se distinguen por el cumplimiento de sus deberes

Congregación para la Doctrina de la Fe

El compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil años de historia, se ha expresado en diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participación en la acción política: Los cristianos, afirmaba un escritor eclesiástico de los primeros siglos, ‘cumplen todos sus deberes de ciudadanos’. (Congregación para la Doctrina de la Fe. Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, n. 1, 24 de noviembre de 2002)


Es necesario disipar la atmósfera de independencia y de excesiva libertad

Pío XII

Desarrollad, en las almas de los niños y de los jóvenes, el espíritu jerárquico, que no niega a cada edad su debido desenvolvimiento, para disipar, en lo posible, ese atmósfera de independencia y de excesiva libertad que en nuestros días respira la juventud y que la llevaría a rechazar toda autoridad y todo freno, procurando suscitar y formar el sentido de la responsabilidad y recordando que la libertad no es el único entre todos los valores humanos, aunque se cuente entre los primeros, sino que tiene sus límites intrínsecos en las normas ineludibles de la honestidad y extrínsecos en los derechos correlativos de los demás, tanto de cada uno en particular cuanto de la sociedad tomada en su conjunto. (Pío XII. Radiomensaje al Congreso interamericano de Educación Católica, 6 de octubre de 1948)

 Los enemigos de la fe rechazan la obediencia a cualquier autoridad

Pío X

 Efectivamente, ¿qué fundamentos a la fe ponen estos osados que esparcen tantos errores por doquier, con los que la fe misma queda vacilante en muchos? Niegan en primer lugar que el hombre haya caído en pecado y que en algún tiempo haya permanecido derrocado de su situación. […] A esto se añade la actividad común a todos los enemigos de la fe, sobre todo en este momento, para desarraigar más fácilmente la fe de las almas: rechazan, y proclaman que debe rechazarse, la obediencia reverente a la autoridad no solo de la Iglesia sino de cualquier poder civil. De aquí surge el anarquismo: nada más funesto y más nocivo tanto para el orden natural como para el sobrenatural. (Pío X. Encíclica Ad Diem illud Laetissimum, n. 22, 2 de febrero de 1904)

 Desobedecer al poder constituido es resistir a la ordenación de Dios

Pío IX

Inculcad al pueblo cristiano la obediencia y sujeción debidas a los príncipes y poderes constituidos, enseñando, conforme a la doctrina del Apóstol (Rm 12, 1-2) que toda potestad viene de Dios, y que los que no obedecen al poder constituido resisten a la ordenación de Dios y se atraen su propia condenación, y que, por lo mismo, el precepto de obedecer a esa potestad no puede ser violado por nadie sin falta, a no ser que mande algo contra la ley de Dios y de la Iglesia (Rom 12, 1-2). (Pío IX. Encíclica Qui pluribus, n. 13, 9 de noviembre de 1846)


Práctica esencial a la naturaleza de toda sociedad humana

Pío IX

Advertid, pues a los fieles que están a vuestro cuidado que es esencial a la naturaleza de toda sociedad humana, la obediencia a la autoridad legítimamente constituida; que nada puede cambiarse en los preceptos del Señor, que anuncian las Sagradas Letras: pues está escrito: Estad sumisos a toda humana criatura por respeto a Dios; ya sea al rey, como que está sobre todos; ya a los gobernadores como puestos por Él para castigo de los malhechores, y alabanza de los buenos. Puesta es la voluntad de Dios, que obrando bien tapéis la boca a la ignorancia de los hombres necios: como libres, mas no cubriendo la malicia con capa de libertad, sino como siervos de Dios (13). Más aún: Toda persona esté sujeta a las potestades superiores; porque no hay potestad que no provenga de Dios, y Dios es el que ha establecido las que hay: por lo cual quien resiste a las potestades, a la ordenación de Dios resiste. De consiguiente los que resisten, ellos mismos se acarrean su condenación. (Pío IX. Encíclica Nostis et nobiscum, n. 10, 8 de diciembre de 1849)

 Se han divulgado doctrinas que encienden la antorcha de la rebelión

Gregorio XVI

Sabiendo Nos que se han divulgado, en escritos que corren por todas partes, ciertas doctrinas que niegan la fidelidad y sumisión debidas a los príncipes, que por doquier encienden la antorcha de la rebelión, se ha de trabajar para que los pueblos no se aparten, engañados, del camino del bien. Sepan todos que, como dice el Apóstol, toda potestad viene de Dios y todas las cosas son ordenadas por el mismo Dios. Así, pues, el que resiste a la potestad, resiste a la ordenación de Dios, y los que resisten se condenan a sí mismos. Por ello, tanto las leyes divinas como las humanas se levantan contra quienes se empeñan, con vergonzosas conspiraciones tan traidoras como sediciosas, en negar la fidelidad a los príncipes y aun en destronarles. (Gregório XVI. Encíclica Mirari Vos, n. 13, 15 de agosto de 1832)



No hay comentarios:

Publicar un comentario