Para el amor de Dios, nada es imposible. Es en el atardecer de la vida,
que seremos juzgados según el amor. Los Evangelios nos cuentan la historia de
Magdalena. Una pecadora que tanto admiró y amó a Nuestro Señor Jesucristo que
no sólo fue perdonada sino que de ella dijo el Señor: “Les aseguro que allí
donde se proclame esta Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en
su memoria lo que ella hizo”. (Mat. 26, 13)
Quien escucha el nombre
“María Magdalena”, en la mayoría de las ocasiones, se acuerda de la mujer
pecadora y de mala vida del Evangelio. Pocos se acuerdan que de ella fueron
sacados siente demonios (Luc. 8,2) y que ella fue perdonada de sus muchos
pecados (Luc. 7,47- Mar. 16,9).
Muchos ignoran que ella
se arrepintió del mal que practicó. Se olvidan que ella vivió una vida de
penitencia, que fue una gran Santa. Y que se santificó por amar intensamente a
Dios. Nadie comenta que fue de Ella que Nuestro Señor dijo: “Les aseguro que
allí donde se proclame esta Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también
en su memoria lo que ella hizo”. (Mat. 26,13)
Y… ¿quién tiene en ella
un ejemplo de virginidad y pureza? Conozcamos un poco la historia de Santa
María Magdalena.
El Papa San Gregorio
Magno celoso reformador de la Iglesia, fue quien estableció reglas para el
canto y las ceremonias litúrgicas en la Iglesia y es conocido como el creador
del Calendario Gregoriano. Además de esto, fue también un gran estudioso de la
vida de los santos y de las Sagradas Escrituras.
San Gregorio afirma que María Magdalena, María de Betania y María la pecadora, citadas en el evangelio, son la misma persona. Por esta razón es que Santa María Magdalena es, entre las mujeres, la que más tiene su nombre citado en los Santos Evangelios.
San Gregorio afirma que María Magdalena, María de Betania y María la pecadora, citadas en el evangelio, son la misma persona. Por esta razón es que Santa María Magdalena es, entre las mujeres, la que más tiene su nombre citado en los Santos Evangelios.
María Magdalena enjugó los pies de Jesús con sus
propios cabellos; los besó y por último, los ungió con el más precioso perfume.
Ella nació en Magdala y
vivió en el siglo I. Conoció a Nuestro Señor, fue contemporánea de Nuestra
Señora, de los Apóstoles, de los primeros cristianos. “Y Lázaro (…) era su
hermano”. (Juan 11, 1-2) . Ella era hermana de Santa Marta y de Lázaro, a quien
el Divino Maestro resucitó. “Lázaro había caído enfermo en Betania donde
estaban María y su hermana Marta. María era quien ungiría al Señor con los
óleos perfumados y le enjuagaría los pies con sus cabellos” durante un banquete
del cual Jesús participaba.
“Jesús caminaba por las
ciudades y aldeas anunciando la buena nueva del Reino de Dios. Los doce estaban
junto a Él, así como algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus
malignos y curadas de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual había
salido siete demonios”. (Luc. 8,2)
Magdalena fue la mujer
a quien Jesús exorcizó. (Mar. 16,9). Después de esto, ella acompañaba a Jesús,
agradecida, contemplando su divinidad, amando a Dios y santificándose. Santa
María Magdalena tenía un alma admirativa, y por esta razón, era una persona
capaz de contemplar. En las principales citas que el Evangelio trae sobre ella,
su admiración por Nuestro Señor es destacada. Y contemplar a Dios en la Persona
de Nuestro Señor Jesucristo fue uno de los dos puntos altos de su vida.
Sin duda, ella ejercía
tareas que estaban destinadas a las Santas Mujeres, con todo, en sus
actividades ella buscaba dar más importancia al “Dios de las obras que a las
obras de Dios”: ella había escogido la mejor parte…
Esta afirmación está
contenida en los Evangelios, son palabras del propio Nuestro Señor: “Yendo
ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en
su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del
Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos
quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me
deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor:
«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de
pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será
quitada.” (Luc 10, 38-42)
Incluso aunque era una
pecadora, ella ya había dado muestras de su preferencia por la admiración contemplativa.
Eso se hizo evidente en aquel banquete donde otras personas estaban con Jesús y
no veían en Él al Hijo de Dios, solamente un hombre inteligente, experto, tal
vez predestinado y, a lo máximo, un profeta:
“Uno de los fariseos le
pedía que comiera con él; y entrando en la casa del fariseo, se sentó a la
mesa. Y he aquí que había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se
enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco
de alabastro con perfume; y poniéndose detrás de Él a sus pies, llorando,
comenzó a regar sus pies con lágrimas y los secaba con sus cabellos, besaba sus
pies y los ungía con el perfume. (Luc. 7, 36-38)
¡En la Vía Dolorosa, en el Calvario…, a los pies de la cruz,
con la Virgen María!
con la Virgen María!
María Magdalena discípula
fiel
Esta mujer
contemplativa estuvo en el Calvario. “Había allí algunas mujeres (…) que habían
seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas María Magdalena” (Mat.
27, 55-56) Es seguro que durante la peregrinación en la vía dolorosa Santa
María Magdalena estuvo al lado de la Virgen Madre de Dios, Nuestra Señora, a
quien ella admiraba y veneraba afectuosamente y que en aquél momento era quien
más sufría espiritualmente los dolores por los cuales su Divino Hijo pasaba
para la salvación de los hombres. Y esa, sin duda, fue una ocasión oportuna que
aquélla que mucho había pecado encontró para consolar a quien nunca pecó. En el
Calvario, cuando todos huyeron, “junto a la cruz de Jesús estaban de pie su
Madre, la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás, y…María Magdalena.”
(Juan 19,25).
El amor contemplativo
de María Magdalena le rindió los mejores frutos. Y estos frutos no fueron sólo
el perdón de sus pecados y la gracia de su insigne y ejemplar arrepentimiento.
Otras gracias espirituales le fueron concedidas por causa de su admiración y
amorosa contemplación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad encarnada
en la Humanidad Santísima de Nuestro Señor Jesucristo.
Tal vez la mayor de las
gracias recibidas por ella haya sido dada por ocasión de la Resurrección del
Divino Salvador: “Y después de haber resucitado, muy temprano el primer día de
la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado
fuera siete demonios.” (Mar. 16-9)
Su amor a Nuestro Señor
ya había hecho con que ella, después de la muerte del Salvador estuviese junto
a Él también en su entierro. Y, después que la piedra fue movida, “Y estaban
allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.” (Mat.
27,61). ¿En qué pensaba ella ahí sentada? Nadie lo sabe. La seguridad que tenemos
es que no pensaba en sí misma, pues, Su Señor era siempre el centro de sus
pensamientos.
¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabuní!”, (Juan 20,16)
Se terminó el viernes y
se pasó el sábado.
“Después del sábado,
cuando amanecía el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María
fueron a ver el sepulcro” (Mat. 28,1). Ella encontró el túmulo vacío y escuchó
dos seres angélicos que anunciaban la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Ella sería el primer testimonio de la Resurrección del Señor y la primera en
ver a Cristo más tarde en ese mismo día cuando el Maestro dio a ella el mensaje
para ser entregado a los demás discípulos (Juan 20: 1,18).
Y después de haber resucitado, muy temprano el
primer día de la semana,
Jesús se apareció primero a María Magdalena.
Después de esto, ¿qué
sentido tendría continuar viviendo en esta Tierra? Después de haber sido curada
y que los demonios habían sido expulsados por Jesús, María Magdalena se puso al
servicio del Reino de Dios, haciendo un camino cómo discípula, siguiendo a
Nuestro Señor en el amor y en el servicio.
A partir de este
encuentro con Jesús Resucitado, María Magdalena, la discípula fiel, continuó
viviendo entre los apóstoles y discípulos, siendo un ejemplo vivo de las
gracias que el Señor dispensó a ella, llevando una vida de testimonio y de
lucha por una santidad mayor.
La Historia de
una Virgen
La tradición nos cuenta
que junto con la Virgen María y el Apóstol Juan, ella fue a evangelizar en
Efeso. Otra historia, que es muy común en Occidente, dice que ella viajó a
Provenza, en Francia, junto a sus hermanos Marta y Lázaro y otros tantos
discípulos para evangelizar Gaul. En este lugar pasó 30 años de su vida en la
caverna de La Saint-Baume, en los Alpes Marítimos. Fue milagrosamente
transportada, poco antes de su muerte, para la Capilla de Saint-Maximin, donde
recibió los últimos sacramentos de la Santa Iglesia. Ella fue enterrada en Aix.
En Vazelay, en Francia, todos afirman que sus reliquias se encuentran allí
desde el siglo XI.
En Occidente, el culto
a Santa María Magdalena se propagó a partir del Siglo XII. En el arte litúrgico
de la Iglesia ella es representada con largos cabellos, sosteniendo una jarra
propia para guardar óleos perfumados. Su fiesta es celebrada el día 22 de
julio. Cuando rezamos la letanía de Todos los Santos encontramos el nombre de
Santa María Magdalena como la primera de las invocaciones de las Santas
Vírgenes.
Esto no es motivo de
espanto para quien sabe que a Dios nada le es imposible. Es la belleza de la
contrición y del perdón. Aquél que es capaz de “transformar las piedras brutas
en Hijos de Abraham”, puede perfectamente devolver la integridad a una pecadora.
Y esto, especialmente si ella se arrepintió mucho, admiró mucho, amó mucho.
Como fue su caso.
Oración a Santa María
Magdalena
María Magdalena, te pido me ayudes a reconocer a
Cristo en mi vida evitando las ocasiones de pecado. Ayúdame a lograr una
verdadera conversión de corazón para que pueda demostrar con obras, mi amor a
Dios. Amén.
Santa María
Magdalena, ¡ruega por nosotros!
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