Sta. Brígida de Suecia (1302-1373)
Madre, viuda, fundadora de la Orden del Santísimo Salvador
Mística, Patrona de Suecia
Proclamada por Juan Pablo II: Patrona de Europa
Fiesta: 23 de Julio
Madre, viuda, fundadora de la Orden del Santísimo Salvador
Mística, Patrona de Suecia
Proclamada por Juan Pablo II: Patrona de Europa
Fiesta: 23 de Julio
Jesús le dice:
“Brígida, te hablo no solamente a ti sino también a todos los cristianos. Tú serás mi esposa... y por medio de ti hablaré al mundo. Mi espíritu permanecerá en ti hasta tu muerte.”
“Brígida, te hablo no solamente a ti sino también a todos los cristianos. Tú serás mi esposa... y por medio de ti hablaré al mundo. Mi espíritu permanecerá en ti hasta tu muerte.”
Sta. Brígida:
"La verdadera sabiduría, entonces consiste en obras, no en grandes talentos que el mundo admira; pues los sabios en la estima del mundo son necedad que hacen nada de la voluntad de Dios, y no saben cómo controlar sus pasiones."
"La verdadera sabiduría, entonces consiste en obras, no en grandes talentos que el mundo admira; pues los sabios en la estima del mundo son necedad que hacen nada de la voluntad de Dios, y no saben cómo controlar sus pasiones."
Santa
Brígida era hija de Birgerio, gobernador de Uplandia, la principal provincia de
Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg; era hija del gobernador de Gotlandia
oriental. Ingerborg murió hacia 1315 y dejó varios hijos. Brígida, que tenía
entonces doce años aproximadamente, fue educada por una tía suya en Aspenas. A
los tres años, hablaba con perfecta claridad, como si fuese una persona
mayor, y su bondad y devoción fueron tan precoces como su lenguaje. Sin
embargo, la santa confesaba que de joven había sido inclinada al orgullo y
la presunción.
La
Pasión: centro de su vida. A los siete años tuvo una visión de la Reina de los
cielos. A los diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo que la impresionó
mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz y oyó estas palabras:
"Mira en qué estado estoy, hija mía." "¿Quién os ha hecho eso,
Señor?", preguntó la niña. Y Cristo respondió: "Los que me desprecian
y se burlan de mi amor." Esa visión dejó una huella imborrable
en Brígida y, desde entonces, la Pasión del Señor se convirtió en el centro de
su vida espiritual.
Matrimonio
Antes de cumplir catorce años, la joven contrajo matrimonio con Ulf Gudmarsson, quien era cuatro años mayor que ella. Dios les concedió veintiocho años de felicidad matrimonial. Tuvieron cuatro hijos y cuatro hijas, una de las cuales es venerada con el nombre de Santa Catalina de Suecia. Durante algunos años, Brígida llevó la vida de la época, como una señora feudal, en las posesiones de su esposo en Ulfassa, con la diferencia de que cultivaba la amistad de los hombres sabios y virtuosos.
En la Corte
Hacia
el año 1335, la santa fue llamada a la corte del joven rey Magno II para
ser la principal dama de honor de la reina Blanca de Namur. Pronto
comprendió Brígida que sus responsabilidades en la corte no se limitaban al
estricto cumplimiento de su oficio. Magno era un hombre débil que se
dejaba fácilmente arrastrar al vicio; Blanca tenía buena voluntad, pero era
irreflexiva y amante del lujo. La santa hizo cuanto pudo por cultivar las
cualidades de la reina y por rodear a ambos soberanos de buenas influencias.
Pero, aunque Santa Brígida se ganó el cariño de los reyes, no consiguió
mejorar su conducta, pues no la tomaban en serio.
Las Visiones
La
santa empezó tener por entonces las visiones que habían de hacerla
famosa. Estas versaban sobre las más diversas materias, desde la necesidad de
lavarse, hasta los términos del tratado de paz entre Francia e Inglaterra.
"Si el rey de Inglaterra no firma la paz -decía-- no tendrá éxito en
ninguna de sus empresas y acabará por salir del reino y
dejar a sus hijos en la tribulación y la angustia." Pero tales visiones no
impresionaban a los cortesanos suecos, quienes solían preguntar con
ironía: "¿Qué soñó Doña Brígida anoche?"
Problemas familiares y
peregrinaciones
Por
otra parte, la santa tenía dificultades con su propia familia. Su hija mayor se
había casado con un noble muy revoltoso, a quien Brígida llamaba "el
Bandolero" y, hacia 1340, murió Gudmaro, su hijo menor. Por esa pérdida la
santa hizo una peregrinación al santuario de San Olaf de Noruega, en Trondhjem.
A su regreso, fortalecida por las oraciones, intentó con más ahinco que
nunca volver al buen camino a sus soberanos. Como no lo lograse, les pidió
permiso de ausentarse de la corte e hizo una peregrinación a Compostela
con su esposo. A la
vuelta del viaje, Ulf cayó gravemente enfermo en Arras y recibió los
últimos sacramentos ya que la muerte parecía inminente. Pero Santa Brígida, que
oraba fervorosamente por el restablecimiento de su esposo, tuvo un sueño
en el que San Dionisio le reveló que no moriría. A raíz de la curación de Ulf,
ambos esposos prometieron consagrarse a Dios en la vida religiosa.
Viuda, vida religiosa,
aumentan las visiones
Según
parece, Ulf murió en 1344 en el monasterio cisterciense de Alvastra,
antes de poner por obra su propósito. Santa Brígida se quedó en Alvastra
cuatro años apartada del mundo y dedicada a la penitencia. Desde
entonces, abandonó los vestidos lujosos, solo usaba lino para el velo y
vestía una burda túnica ceñida con una cuerda anudada. Las visiones y
revelaciones se hicieron tan insistentes, que la santa se alarmó, temiendo
ser víctima de ilusiones del demonio o de su propia imaginación. Pero en
una visión que se repitió tres veces, se le ordenó que se pusiese
bajo la dirección del maestre Matías, un canónigo muy sabio y
experimentado de Linkoping, quien le declaró que sus visiones procedían de
Dios. Desde entonces hasta su muerte, Santa Brígida comunicó todas sus visiones
al prior de Alvastra, llamado Pedro, quien las consignó por escrito en latín.
Ese período culminó con una visión en la que el Señor ordenó a la santa que
fuese a la corte para amenazar al rey Magno con el juicio divino; así
lo hizo Brígida, sin excluir de las amenazas a la reina y a los nobles. Magno se
enmendó algún tiempo y dotó liberalmente el monasterio que la santa había
fundado en Vadstena, impulsada por otra visión.
En
Vadstena había sesenta religiosas. En un edificio contiguo habitaban trece
sacerdotes (en honor de los doce apóstoles y de San Pablo), cuatro
diáconos (que representaban a los doctores de la Iglesia) y ocho hermanos
legos. En conjunto había ochenta y cinco personas. Santa Brígida redactó
las constituciones; según se dice, se las dictó el Salvadoren una visión.
Pero ni Bonifacio IX con la bula de canonización, ni Martín V, que
ratificó los privilegios de la abadía de Sión y confirmó la canonización,
mencionan ese hecho y sólo hablan de la aprobación de la regla por la
Santa Sede, sin hacer referencia a ninguna revelación privada.
En
la fundación de Santa Brígida, lo mismo que en la orden de Fontevrault, los
hombres estaban sujetos a la abadesa en lo temporal, pero en lo espiritual, las
mujeres estaban sujetas al superior de los monjes. La razón de ello es que la
orden había sido fundada principalmente para las mujeres y los
hombres sólo eran admitidos en ella para asegurar los ministerios espirituales.
Los conventos de hombres y mujeres estaban separados poruna clausura
inviolable; tanto unos como las otras, asistían a los oficios en la misma
iglesia, pero las religiosas se hallaban en una galería superior, de
suerte que ni siquiera podían verse unos a otros.
El
monasterio de Vadstena fue el principal centro literario de Suecia en el siglo
XV. A raíz de una visión; Santa Brígida escribió una carta muy enérgica a
Clemente VI, urgiéndole a partir de Aviñón a Roma y establecer
la paz entre Eduardo III de Inglaterra y Felipe IV de Francia.
El Papa se negó a partir de Aviñón pero, en cambio envió a Hemming, obispo
de Abo, a la corte del rey Felipe, aunque la misión no tuvo éxito. Entre
tanto, el rey Magno, que apreciaba más las oraciones que los consejos de
Santa Brígida, trató de hacerla intervenir en una cruzada contra
los paganos letones y estonios. Pero en realidad se trataba
de una expedición de pillaje. La santa no se dejó engañar y trató de
disuadir al monarca. Con ello perdió el favor de la corte, pero no le
faltó el amor del pueblo, por cuyo bienestar se preocupaba
sinceramente durante sus múltiples viajes por Suecia.
En Roma e Italia
Había todavía
en el país muchos paganos, y Sarta Brígida ilustraba con milagros la
predicación de sus capellanes. En 1349, a pesar de que la "muerte negra"
hacía estragos en toda Europa, Brígida decidió ir a Roma con
motivo del jubileo de 1350. Acompañada de su confesor, Pedro de
Skeninge y otros, se embarcó en Stralsund, en medio de las
lágrimas del pueblo, que no había de volver a verla. En efecto, la santa
se estableció en Roma, donde se ocupó de los pobres de la ciudad, en la espera
de la vuelta del Pontífice a la Ciudad Eterna. Asistía diariamente a
misa a las cinco de la mañana, se confesaba todos los días y comulgaba
varias veces por semana (según era permitido en aquella época). El brillo
de su virtud contrastaba con la corrupción de costumbres que
reinaba entonces en Roma: el robo y la violencia hacían estragos, el vicio era
cosa normal, las iglesias estaban en ruinas y lo único que interesaba al pueblo
era escapar de sus opresores. La austeridad de la santa, su devoción a los
santuarios, su severidad consigo misma, su bondad con el
prójimo, su entrega total al cuidado de los pobres y los enfermos, le
ganaron el cariño de muchos. Santa Brígida atendía con particular
esmero a sus compatriotas y cada día daba de
comer a los peregrinos suecos en su casa que estaba situada en las
cercanías de San Lorenzo in Damaso.
Pero
su ministerio apostólico no se reducía a la práctica de las buenas obras ni a
exhortar a los pobres y a los humildes. En cierta ocasión, fue al gran monasterio
de Farfa para reprender al abad, "un hombre mundano que no se
preocupaba absolutamente por las almas". Hay que decir que, probablemente,
la reprensión de la santa no produjo efecto. Más éxito tuvo su celo por la
reforma de otro convento de Bolonia. Allí se hallaba Brígida cuando fue
a reunirse con ella su hija, Santa Catalina, quien se quedó a su lado y, fue su
fiel colaboradora hasta el fin de su vida. Dos de las iglesias romanas más
relacionadas con nuestra santa son la de San Pablo extramuros y
la de San Francisco de Ripa. En la primera se conserva todavía el
bellísimo crucifijo, obra de Cavallini, ante el que Brígida acostumbraba orar y
que le respondió más de una vez; en la segunda iglesia se le apareció San
Francisco y le dijo: "Ven a beber conmigo en mi celda". La
santa interpretó aquellas palabras como una invitación para ir a Asís. Visitó
la ciudad y de allí partió en peregrinación por los principales santuarios de
Italia, durante dos años.
Profecías y revelaciones
Las
profecías y revelaciones Santa Brígida se referían a las cuestiones
más candentes de su época. Predijo, por ejemplo, que el Papa y el
emperador se reunirían amistosamente en Roma. Al poco tiempo así lo
hicieron (El Papa Beato Urbano V y Carlos IV, en 1368). La
profecía de que los partidos en que estaba dividida la Ciudad Eterna
recibirían el castigo que merecían por sus crímenes, disminuyeron un tanto la popularidad
de la santa y aún le atrajeron persucuciones. Brígida fue arrojada de su casa y
tuvo que ir con su hija a pedir limosna al convento de las Clarisas. Por otra
parte, ni siquiera el Papa escapaba a sus severas admoniciones proféticas.
El
gozo que experimentó la santa con la llegada de Urbano a Roma fue de corta
duración, pues el Pontífice se retiró poco después a Viterbo, luego a
Montesfiascone y aun se rumoró que se disponía a volver a Aviñón.
Al
regresar de una peregrinación, a Amalfi, Brígida tuvo una visión en
la que Nuestro Señor la envió a avisar al Papa que se acercaba la hora de su
muerte, a fin de que diese su aprobación a la regla del convento de Vadstena.
Brígida había ya sometido la regla a la aprobación de
Urbano V, en Roma, pero el Pontífice no había dado respuesta alguna.
Así pues, se dirigió a Montefiascone montada en su mula blanca. Urbano
aprobó, en general, la fundación y la regla de Santa Brígida, que completó
con la regla de San Agustín. Cuatro meses más tarde, murió el Pontífice. Santa Brígida escribió
tres veces a su sucesor, Gregorio XI, que estaba en Aviñón, conminándole a
trasladarse a Roma. Así lo hizo el Pontífice cuatro años después de la muerte
de la santa.
En 1371, a
raíz de otra visión, Santa Brígida emprendió una peregrinación a
los Santos Lugares, acompañada de su hija Catalina, de sus hijos Carlos y Bingerio,
de Alfonso de Vadaterra y otros personajes. Ese fue el último de sus viajes.
La expedición comenzó mal, ya que en Nápoles, Carlos se enamoró de la reina
Juana I, cuya reputación era muy dudosa. Aunque la esposa de Carlos vivía
aún en Suecia y el marido de Juana estaba en España; ésta quería contraer matrimonio
con él y la perspectiva no desagradaba a Carlos. Su madre, horrorizada ante
tal posibilidad, intensificó sus oraciones. Dios resolvió la dificultad del modo más inesperado y trágico, pues
Carlos enfermó de una fiebre maligna y murió dos semanas después en
brazos de su madre. Santa Brígida prosiguió su viaje a Palestina
embargada por la más profunda pena. En Jaffa estuvo a punto de perecer
ahogada durante un naufragio Sin embargo durante, la accidentada
peregrinación la santa disfrutó de grandes consolaciones espirituales y de visiones
sobre la vida del Señor.
A
su vuelta de Tierra Santa, en el otoño de 1372, se detuvo en Chipre, donde clamó
contra la corrupción de la familia real y de los habitantes de Famagusta quienes
se habían burlado de ella cuando se dirigía a Palestina. Después pasó a
Nápoles, donde el clero de la ciudadleyó desde el púlpito las profecías de Santa
Brígida, aunque no produjeron mayor efecto entre el pueblo.
La
comitiva llegó a Roma en marzo de 1373. Brígida, que estaba
enferma desde hacía algún tiempo, empezó a debilitarse rápidamente, y falleció
el 23 de julio de ese año, después de recibir los últimos sacramentos de manos
de su fiel amigo, el Padre Pedro de Alvastra. Tenía entonces setenta
y un años. Su cuerpo fue sepultado provisionalmente en la iglesia de San
Lorenzo in Panisperna. Cuatro meses después, Santa Catalina y Pedro de Alvastra
condujeron triunfalmente las reliquias a Vadstena, pasando por Dalmacia, Austria,
Polonia y el puerto de Danzig.
Santa
Brígida, cuyas reliquias reposan todavía en la abadía por ella fundada, fue
canonizada en 1391 y es la patrona de Suecia.
Visiones y escritos
Uno de
los aspectos más conocidos en la vida de Santa Brígida, es el de las
múltiples visiones con que la favoreció el Señor, especialmente las que se
refieren a los sufrimientos de la Pasión y a ciertos acontecimientos de su
época. Por orden del Concilio de Basilea, el Juan de Torquemada, quien fue
más tarde cardenal, examinó el libro de las revelaciones de la santa y
declaró que podía ser muy útil para la instrucción de los fieles; pero tal
aprobación encontró muchos opositores. Por lo demás; la declaración
de Torquemada significa únicamente que la doctrina del libro es ortodoxa y que
las revelaciones no carecen de probabilidad histórica. El Papa Benedicto XIV,
entre otros, se refirió a las revelaciones de Santa Brígida en los siguientes
términos: "Aunque muchas de esas revelaciones han sido aprobadas, no
se les debe el asentimiento de fe divina; el crédito que merecen es
puramente humano, sujeto al juicio de la prudencia, que es la que
debe dictarnos el grado de probabilidad de que gozan para que
crearnos píamente en ellas."
Santa
Brígida, con gran sencillez de corazón, sometió siempre sus
revelaciones a las autoridades eclesiásticas y, lejos de gloriarse por gozar de
gracias tan extraordinarias, las aprovechó como una ocasión para manifestar su
obediencia y crecer en amor y humildad. Si sus revelaciones la han hecho
famosa, ello se debe en gran parte a su virtud heroica, consagrada por el
juicio de la Iglesia.
El
libro de sus revelaciones fue publicado por primera vez en 1492. Las
brigidinas tienen unas lecciones de maitines tomadas de sus revelaciones sobre
las glorias de María, conocidas con el nombre de "Sermo Angelicus",
en recuerdo de las palabras del Señor a la santa: "Mi ángel te comunicará
las lecciones que las religiosas de tus monasterios deben leer en maitines, y
tú las escribirás tal como él te las dicte".
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