EL CAMINO: "YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, NADIE VA AL PADRE SINO POR MÍ". (JUAN 14:6)

"BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, Y TODO LO DEMÁS SE OS DARÁ POR AÑADIDURA". (MATEO 6:33)

"Y EN NINGÚN OTRO HAY SALVACIÓN, PORQUE NO HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO DADO A LOS HOMBRES, EN EL CUAL PODAMOS SER SALVOS". (HECHOS 4:12)

viernes, 19 de marzo de 2021

San José, Patrón de la Iglesia

"En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas...Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro y no errará en el camino" (Santa Teresa de Jesús)

SAN JOSÉ, PATRÓN DE LA IGLESIA
La presencia de San José en la Iglesia de Dios, tan fuertemente destacada por San Mateo, canonizada por el Espíritu Santo de varón justo, Esposo verdadero de María y Padre singular y virginal de Jesús, por quien de algún modo pasan los designios de Dios sobre la humanidad salvada, quedó silenciada en los primeros siglos de su existencia, como silencioso fue siempre él el Santo del silencio, de quien no se nos conserva ni una sola palabra. Es su persona la que es palabra decidora y potentísima. Con el correr de los siglos esa presencia fue despertando y abriéndose camino, como él se merece. No es posible ni siquiera señalar las fechas destacadas de la aparición de esa presencia, que se ha ido haciendo también silenciosa pero irresistible. Baste recordar que uno de esos momentos cumbres, en que aparece pujante y arrolladora la presencia de San José en la Iglesia, fue Santa Teresa de Jesús.
Para ensalzar la fuerza de la presencia de San José en la Iglesia, podíamos pasar revista a las muchas familias religiosas a él consagradas; a los sermones y libros a él dedicados; a los cientos de templos erigidos en su honor, y rara es la iglesia donde no está presente San José en una escultura o alguna pintura; a los millares de personas que han paseado y pasean su nombre por este mundo; a las muchas cofradías, fundadas bajo su nombre y alentadas por su patrocinio; a las serie de textos de los Papas exaltando su figura; a los millares de páginas josefinas de tantos santos y autores espirituales, que formarían un magnífico enchiridion josefino. Baste recordar, como último eslabón de una larga historia josefina en la Iglesia, su presencia y actuación en el Concilio Vaticano II, que tanta repercusión ha tenido y sigue teniendo en la vida eclesial. Juan XXIII en la Constitución apostólica, "Humanae Salutis", con que convoca el concilio, se lo confía a San José. Y en el discurso de clausura del último período del Concilio expresa esa misma confianza: "Esté siempre con nosotros la Inmaculada Virgen María; de igual modo San José, su castísimo Esposo, Patrono del Concilio ecuménico, cuyo nombre desde hoy brilla en el canon de la Misa,nos acompañe en el camino, el que fue dado por Dios como compañero y auxiliador de la familia nazaretana"(1). Culminación de esta trayectoria es la Exhortación Apostólica de Juan Pablo II, "Redemptoris Custos", sobre la figura y misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia, del 15 de agosto de 1989.

SAN JOSÉ EN EL EVANGELIO
El evangelio enseña claramente que José es quien transmite a Cristo su ascendencia y genealogía y con ello la descendencia de Abraham con todo lo que ello significa, y, sobre todo, la descendencia de David y las promesas del reino mesiánico y eterno. Ese es el significado y la importancia de la genealogía de José, desposado con María, de la nace Cristo (Mt 1, 1-16).
San José en los planes de Dios juega un papel de capital importancia; sin él no hubiese existido el descendiente de David, el Mesías. José da su consentimiento a esta transmisión. El Señor le pide que tome a María como esposa, porque en los planes de Dios el Mesías tenía que nacer de una virgen, pero desposada, casada con un hombre justo; y este hombre es José. Y José con su silencio dijo SI a la embajada de Dios, recibiendo a María en su casa. Es todo el valor capital del anuncio a José (Mt 1, 18-24).
José es el varón justo, cabal, perfecto, y como tal ha obrado en el momento transcendental de la Encarnación del Verbo, totalmente entregado a la voluntad de Dios con una fe ciega y absoluta en El. Se desposa con María por voluntad de Dios Es un matrimonio preparado por el Espíritu Santo, en el que sólo interviene Este de una manera especialísima (Mt 1, 19a).
Por razón de su matrimonio con María, José es padre de Jesús, padre virginal. El evangelio le da el título de padre sin más: "He aquí que tu padre y yo te buscábamos" (Lc 2, 48); porque en todo el contexto del relato evangélico se comprende fácilmente el contenido de la paternidad.
Paternidad que encuentra su realización materializada en el nacimiento de Jesús en Belén. San José pone los actos previos al nacimiento de Jesús. Como esposo justo y fiel lleva a la madre, próxima al alumbramiento, a Belén; le busca una posada digna entre amigos y conocidos, y, al no hallarla, se instala con ella en un establo de bestias, esperando el santo advenimiento. Acompaña a María en el momento de dar a luz al hijo que el cielo les ha regalado a los dos, dice San Agustín. Ha llegado ya el fruto de su matrimonio virginal con María; ha visto colmada su paternidad por obra y gracia del Espíritu Santo, aceptando que fuese de aquel modo concreto, en pobreza y abandono del mundo (Lc 2, 4-7).
José, como padre del recién nacido, le circuncida al octavo día y le impone el nombre de Jesús, que era un derecho inherente a la misión del padre; así San José ejerce su dominio sobre el hijo y, de alguna manera le marca su personalidad. Al imponerle el nombre de Jesús le incluye con todo derecho en la descendencia davídica. Es un acto de dominio y de sabiduría porque el nombre responde a la sustancia de la persona (Lc 2, 21; Mt 1, 20-21. 25).
José y María, según San Lucas, presentan al niño Jesús en el templo como sacerdote y como sacrificio. Acto que representa el reconocimiento por los padres de la especial consagración a Dios de aquel Niño que ya recibió el nombre de Jesús, que quiere decir Salvador, por especial inspiración de un ángel (Lc 2, 22-24).
En su calidad de padre de Jesús recibe del cielo la orden de llevarle a Egipto para liberarle de las iras exterminadoras de Herodes y de volverle, a su debido tiempo, a Palestina (Mt 2, 13-23).
Y en su calidad de padre, José es obedecido por Jesús y le está sujeto (Lc 2, 51).
Los sentimientos de paternidad para con Jesús en José son tan fuertes que cuando los pastores cantan las maravillas de la aparición de los ángeles, su padre y su madre escuchan maravillados lo que se dice del Niño (Lc 2, 33); y cuando se pierde en el templo, le buscan por espacio de tres días con gran dolor; Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote (Lc 2, 48).

EL PODER DE INTERCESIÓN DE SAN JOSÉ
El poder de intercesión de San José es único, después del de María. Las razones teológicas de la misma las recogió Santa Teresa en su panegírico josefino del capítulo 6 de la Vida: porque es Padre de Jesús y Esposo de María. Si San José mandaba a Jesús como a hijo en la tierra y Este le obedecía, como a hijo sigue mandándole en el cielo; sus peticiones son mandatos. Como dice Juan Gersón: San José no pide, manda; no ruega, ordena; porque la petición del marido a la mujer y del padre al hijo se considera un mandato.
Este poder de intercesión no es sólo en algunas necesidades sino en todas, pues se trata del poder ante Jesús, de quien todo depende; es Santo poderoso no sólo para algunos sino para todos, para toda la Iglesia, que cree y confía en ese poder. Esa fe la expresó Pío IX declarándole Patrono de la Iglesia Universal el 8 de diciembre de 1870. Y si bien la fiesta fue suprimida más tarde a nivel de iglesia universal, es siempre verdadero que San José es Patrono y Protector singular de la Iglesia, ya que, como Padre de la misma, en la línea que es Padre de Jesús, Cabeza de esta Iglesia, le corresponde este patronato y protección, proporcionalmente a como le corresponde a María, por ser Madre de la Iglesia el título de Patrona y Protectora de la misma.

GRAN DEVOCIÓN DE SANTA TERESA DE JESÚS A SAN JOSÉ
Santa Teresa de Jesús, se encomendó siempre a san José, y habló mucho de él. Cuenta Ana de San Bartolomé, la fiel enfermera de la Santa, que se goza de que por la Santa Madre San José sea más conocido en España "que casi no le conocían".

Santa Teresa entra enseguida en el catálogo de los grandes apóstoles y propagadores de la devoción a San José. Lo que la Santa escribe sobre su personal y particular experiencia josefina, tan sencilla y vitalmente expuesto, tiene una finalidad: proyectarlo en los demás, quiere que todos sean devotos de San José y se encomienden a él. Y lo ha logrado plenamente. No es posible leer las páginas, en que la Santa describe sus experiencias josefinas y quedarse indiferente. Santa Teresa, cuyas palabras sobre San José caben en muy pocas páginas, se ha convertido en un apóstol de primera magnitud del Santo por la naturalidad, calor y amor con que las escribe. 

Fue gran devota de este Santo; devoción que se fragua ya desde niña. "Con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ser devotos de Nuestra Señora y de algunos santos" (V l,l). Y para la Santa no se puede pensar en la Virgen sin ver a su lado a San José. Una devoción, hecha experiencia, que es el compuesto de afecto, entrega, veneración, confianza, amor, que le lleva a encomendarse muchas veces a él. Y el resultado de esta actitud múltiple, vivida día a día y con más intensidad en momentos de necesidad espiritual o corporal, es que se da cuenta que ha elegido a un santo lleno de bondad y de poder, experimenta que se relaciona con un Padre y Señor. Vio claro, tuvo por experiencia, como otras personas tenían también por experiencia, a quienes ella se lo recomendaba, la benéfica y universal ayuda con que San José le correspondía, sacándola con más bien que ella le sabía pedir.

La larga experiencia de la devoción a San José, con el tiempo se madura y se transforma en una experiencia sobrenatural, sin perder su carácter habitual de experiencia a nivel de gracia ordinaria, aunque muy fuerte. Esto sucede cuando la Santa comenzó a tener una manera nueva de experimentar las realidades sobrenaturales. También la devoción a San José queda tocada suave y fuertemente de esos vientos místicos que han entrado en su alma. 

La experiencia sobrenatural de San José en la fundación del primer monasterio es un punto culminante en la carrera de esas experiencias de su padre y señor San José, que comienza con la curación milagrosa de su gravísima enfermedad, y que marca un momento fundamental y decisivo en sus relaciones con el Santo Patriarca, en el que le experimenta -vi claro- como padre y señor omnipotente en todas las necesidades. La experiencia josefina ya no se corta y se prolonga a lo largo de toda su vida. Su existencia se desarrolla bajo el signo de San José. Isabel de la Cruz en su dicho para la beatificación de la Santa en el Proceso de Salamanca, la expresa con estos términos: "Era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado"(6). Hay muchos datos y momentos en su vida en que siente esta experiencia de San José, además de los mencionados. Basta recoger estos tres. Un día que comulgaba había visto que venían alumbrando al Santísimo Sacramento el bendito San José de una parte y Lorenzo de Cepeda, su hermano, de otra. Así se lo cuenta a su sobrino Francisco, hijo de Lorenzo (7). Petronila Bautista habla de un arrobamiento muy grande que tuvo el día del bienaventurado San José, estando oyendo misa en la reja del coro de San José de Avila (8).

No, por conocido, es menos de ponderar el hecho de la aparición de San José cuando iban camino de Beas de Segura para una nueva fundación en aquella villa. Lo cuenta Ana de Jesús (Lobera), testigo del hecho como una de las ocho religiosas que acompañaban a la Madre en dicha fundación.

según escribe el doctor Ribera, puso sobre la portería de todos sus monasterios que fundó a nuestra Señora y al gloriosa San José; y en todas las fundaciones llevaba consigo una imagen de bulto de este glorioso santo, que ahora está en Avila, llamándole fundador de esta Orden.

Para la Santa Madre los conventos que va fundando, a imagen del primero, son casas del señor San José, son su casa. Por eso procura que la mayoría lleve hasta el nombre y título de San José. De los diez y siete palomarcitos de la Virgen, fundados por ella, once están bajo el título de San José: Avila (1562), Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Toledo (1569), Salamanca (1570), Segovia (1574), Beas de Segura (1575), Sevilla (1576), Caravaca (1576), Palencia (1580), Burgos (1582). Con esta particularidad, que a partir de la fundación de Beas, San José va asociado ingeniosamente a otros títulos.

Si no todas las fundaciones de la Madre Teresa llevan el título de San José, no hay ninguna donde no esté presidiendo y amparando la imagen de San José. Es notable, a este respecto, el dato que llevaba consigo en todas sus fundaciones una imagen de bulto de San José, que recibía el título de "San José del Patrocinio", y, cuando el P. Pedro Fernández la nombró Priora del convento de la Encarnación en 1571, y ella supo de la terrible negativa de la mayoría de las monjas para recibirla, llevó consigo esta imagen y el día de la toma de posesión, al tiempo que colocaba la imagen de la Virgen en la silla prioral, la acomodó en la silla subprioral; esta imagen luego le parlaría todo lo que las monjas hacían, que por eso se le llamó el Parlero, y de tanto hablar quedó con la boca abierta milagrosamente.

Como dice un autor francés, Lucot: "Los Papas encontraron un auxiliar poderoso para la propagación del culto de nuestro Santo en la célebre Reformadora del Carmelo. Gersón había hecho mucho por él, Teresa hizo mil veces por sí misma, por los religiosos de su Reforma y por las religiosas de su Carmelo. San José le es deudor, sobre todo, de su gloria sobre la tierra.

Imagen de San José "El Parlero".


SELECCIÓN DE PÁRRAFOS ESCRITOS
DE SANTA TERESA SOBRE SAN JOSÉ

1-Y tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido (V 6,6).
2-Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, y de los peligros de que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece que les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; pero a este glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuánto le pide.
3-Y esto lo han comprobado algunas personas, a quienes yo decía que se encomendasen a él, también por experiencia; y aún hay muchas que han comenzado a tenerle devoción, habiendo experimentado esta verdad (V 6, 6)
4-Procuraba yo celebrar su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad que de espíritu, queriendo que se hiciese bien y con muchos detalles, aunque con buena intención (V 6, 7).
5-Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido a nadie que le tenga verdadera devoción y le haga particulares servicios, que no lo vea más aprovechado en la virtud; pues ayuda mucho a las almas que a él se encomiendan (V 6, 7).
6-Creo que ya hace algunos años que el día de su fiesta le pido una cosa y siempre la veo cumplida; si la petición va algo torcida, él la endereza para más bien mío (V 6, 7).
7-Quien no hallare maestro que le enseñe a orar, tome a este glorioso Santo por maestro y no errará el camino. No quiera el Señor que haya yo errado atreviéndome a hablar de él; porque, aunque publico que soy devota suya, en servirle y en imitarle siempre he fallado. Pues él hizo, como quien es, que yo pudiera levantarme y no estar tullida; y yo, como quien soy, usando mal de esta merced (V 6, 8).
8-No me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso Padre mío san José, que me pareció que él lo había traído, porque fray Pedro era Comisario General de la Custodia de san José, a quien me encomendaba mucho, y a nuestra Señora (V 3, 7).
9-Un día, después de comulgar, Su Majestad me mandó con mucha insistencia que lo intentara con todas mis fuerzas, y me hizo grandes promesas de que se haría el monasterio, y que Dios se glorificaría mucho en él, y que su título fuese de san José, que él nos ampararía en una puerta y nuestra Señora en la otra (V 32, 11).
10-Una vez estaba en un apuro del que no sabía cómo salir, pues no tenía dinero para pagar a unos albañiles, y se me apareció san José, mi verdadero padre y señor, y me dijo que no faltaría dinero y que los contratara; y así lo hice, sin un céntimo. Y el Señor de modo maravilloso que asombraba a los que lo oían, me proveyó (V 33, 12).
11-Al glorioso san José no vi con tanta claridad, aunque vi muy bien que estaba allí, como en las visiones que he dicho que no se ven (V 33, 15).
12-Mas ¡ay, hijas!, encomiéndenme a Dios y sean devotas de san José, que puede mucho (Cc 28ª).
13-Ya entonces yo oraba mucho a nuestro Señor, suplicándole que no me fuese sin dejarles casa (en Sevilla), y hacía que las hermanas se lo pidiesen y al glorioso san José, y hacíamos muchas procesiones (F 25, 3).
14-Las hermanas habían pedido mucho a san José que para su día tuviese casa (en Burgos), y sin pensar que la tendrían tan pronto, se lo cumplió (F 31, 36).
15-Los días primeros de pascua, u otros días de solemnidad, podrán cantar Laudes, en especial el día del glorioso de san José (Const 1, 3).
16-Aunque tenga muchos santos por abogados, tengan particularmente a san José, que alcanza mucho de Dios (Av 65).


SAN JOSÉ PROTECTOR DE LA IGLESIA
(Importante rezar por la Iglesia que le vienen muchas tribulaciones)

Bendito José, casto esposo de la Virgen María, permanece con nosotros en este día. Tú que protegiste a la Virgen; y amaste al Niño Jesús como a tu propio Hijo, le rescataste del peligro de muerte. Defiende la Iglesia, la casa de Dios, comprada por la sangre de Cristo.

Guardián de la Familia Santa, permanece con nosotros en nuestras pruebas. Que tus oraciones nos obtengan la fuerza para huir del error y luchar contra los poderes de la corrupción de manera que en esta vida crezcamos en santidad y después de la muerte nos regocijemos con la corona de victoria. Amén.


ORACIÓN A SAN JOSÉ POR TODA LA IGLESIA
(Importante rezar por la Iglesia que le vienen muchas tribulaciones)

Oh glorioso San José, tú fuiste escogido para ser el padre adoptivo del Señor Jesús, el esposo de María nuestra Madre, siempre Virgen, y la cabeza de la Santa Familia.

Tú has sido también escogido por el Vicario de Cristo como el Patrono celestial y protector de la Santa Iglesia fundada por Cristo.

Protege al Supremo Pontífice y a todos los obispos y sacerdotes en comunión con él. Sé tú el protector de todos los que trabajan por los fieles en medio de las pruebas y tribulaciones de este mundo; y concede a todos los hombres ser dóciles a la Iglesia fuera de la cual no hay salvación.

Querido San José, acepta esta ofrenda que te hago. Sé mi padre, protector y guía en el camino de la salvación. Obtenme la pureza de corazón y el amor para fortalecer mi vida espiritual.

Que, siguiendo tu ejemplo, todas mis acciones sean ofrecidas para mayor gloria de Dios, en unión con el Divino Corazón de Jesús y de María. Finalmente, ruega para que pueda yo compartir la paz y el gozo de tu santa muerte. Amén.


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