"En especial personas de
oración siempre le habían de ser aficionadas...Quien no hallare maestro que le
enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro y no errará en el
camino" (Santa Teresa de Jesús)
SAN JOSÉ,
PATRÓN DE LA IGLESIA
La
presencia de San José en la Iglesia de Dios, tan fuertemente destacada por San
Mateo, canonizada por el Espíritu Santo de varón justo, Esposo verdadero de
María y Padre singular y virginal de Jesús, por quien de algún modo pasan los
designios de Dios sobre la humanidad salvada, quedó silenciada en los primeros
siglos de su existencia, como silencioso fue siempre él el Santo del silencio,
de quien no se nos conserva ni una sola palabra. Es su persona la que es
palabra decidora y potentísima. Con el correr de los siglos esa presencia fue
despertando y abriéndose camino, como él se merece. No es posible ni siquiera
señalar las fechas destacadas de la aparición de esa presencia, que se ha ido
haciendo también silenciosa pero irresistible. Baste recordar que uno de esos
momentos cumbres, en que aparece pujante y arrolladora la presencia de San José
en la Iglesia, fue Santa Teresa de Jesús.
Para ensalzar la fuerza de la presencia de San José en la Iglesia,
podíamos pasar revista a las muchas familias religiosas a él consagradas; a los
sermones y libros a él dedicados; a los cientos de templos erigidos en su
honor, y rara es la iglesia donde no está presente San José en una escultura o
alguna pintura; a los millares de personas que han paseado y pasean su nombre
por este mundo; a las muchas cofradías, fundadas bajo su nombre y alentadas por
su patrocinio; a las serie de textos de los Papas exaltando su figura; a los
millares de páginas josefinas de tantos santos y autores espirituales, que
formarían un magnífico enchiridion josefino. Baste recordar, como último
eslabón de una larga historia josefina en la Iglesia, su presencia y actuación
en el Concilio Vaticano II, que tanta repercusión ha tenido y sigue teniendo en
la vida eclesial. Juan XXIII en la Constitución apostólica, "Humanae
Salutis", con que convoca el concilio, se lo confía a San José. Y en el
discurso de clausura del último período del Concilio expresa esa misma
confianza: "Esté siempre con nosotros la Inmaculada Virgen María; de igual
modo San José, su castísimo Esposo, Patrono del Concilio ecuménico, cuyo nombre
desde hoy brilla en el canon de la Misa,nos acompañe en el camino, el que fue
dado por Dios como compañero y auxiliador de la familia nazaretana"(1).
Culminación de esta trayectoria es la Exhortación Apostólica de Juan Pablo II,
"Redemptoris Custos", sobre la figura y misión de San José en la vida
de Cristo y de la Iglesia, del 15 de agosto de 1989.
SAN JOSÉ EN EL EVANGELIO
El
evangelio enseña claramente que José es quien transmite a Cristo su ascendencia
y genealogía y con ello la descendencia de Abraham con todo lo que ello
significa, y, sobre todo, la descendencia de David y las promesas del reino
mesiánico y eterno. Ese es el significado y la importancia de la genealogía de
José, desposado con María, de la nace Cristo (Mt 1, 1-16).
San
José en los planes de Dios juega un papel de capital importancia; sin él no
hubiese existido el descendiente de David, el Mesías. José da su consentimiento
a esta transmisión. El Señor le pide que tome a María como esposa, porque en
los planes de Dios el Mesías tenía que nacer de una virgen, pero desposada,
casada con un hombre justo; y este hombre es José. Y José con su silencio dijo
SI a la embajada de Dios, recibiendo a María en su casa. Es todo el valor
capital del anuncio a José (Mt 1, 18-24).
José
es el varón justo, cabal, perfecto, y como tal ha obrado en el momento
transcendental de la Encarnación del Verbo, totalmente entregado a la voluntad
de Dios con una fe ciega y absoluta en El. Se desposa con María por voluntad de
Dios Es un matrimonio preparado por el Espíritu Santo, en el que sólo
interviene Este de una manera especialísima (Mt 1, 19a).
Por
razón de su matrimonio con María, José es padre de Jesús, padre virginal. El
evangelio le da el título de padre sin más: "He aquí que tu padre y yo te
buscábamos" (Lc 2, 48); porque en todo el contexto del relato evangélico
se comprende fácilmente el contenido de la paternidad.
Paternidad
que encuentra su realización materializada en el nacimiento de Jesús en Belén.
San José pone los actos previos al nacimiento de Jesús. Como esposo justo y
fiel lleva a la madre, próxima al alumbramiento, a Belén; le busca una posada
digna entre amigos y conocidos, y, al no hallarla, se instala con ella en un
establo de bestias, esperando el santo advenimiento. Acompaña a María en el
momento de dar a luz al hijo que el cielo les ha regalado a los dos, dice San
Agustín. Ha llegado ya el fruto de su matrimonio virginal con María; ha visto
colmada su paternidad por obra y gracia del Espíritu Santo, aceptando que fuese
de aquel modo concreto, en pobreza y abandono del mundo (Lc 2, 4-7).
José,
como padre del recién nacido, le circuncida al octavo día y le impone el nombre
de Jesús, que era un derecho inherente a la misión del padre; así San José
ejerce su dominio sobre el hijo y, de alguna manera le marca su personalidad.
Al imponerle el nombre de Jesús le incluye con todo derecho en la descendencia
davídica. Es un acto de dominio y de sabiduría porque el nombre responde a la
sustancia de la persona (Lc 2, 21; Mt 1, 20-21. 25).
José
y María, según San Lucas, presentan al niño Jesús en el templo como sacerdote y
como sacrificio. Acto que representa el reconocimiento por los padres de la
especial consagración a Dios de aquel Niño que ya recibió el nombre de Jesús,
que quiere decir Salvador, por especial inspiración de un ángel (Lc 2, 22-24).
En
su calidad de padre de Jesús recibe del cielo la orden de llevarle a Egipto
para liberarle de las iras exterminadoras de Herodes y de volverle, a su debido
tiempo, a Palestina (Mt 2, 13-23).
Y
en su calidad de padre, José es obedecido por Jesús y le está sujeto (Lc 2,
51).
Los
sentimientos de paternidad para con Jesús en José son tan fuertes que cuando
los pastores cantan las maravillas de la aparición de los ángeles, su padre y
su madre escuchan maravillados lo que se dice del Niño (Lc 2, 33); y cuando se
pierde en el templo, le buscan por espacio de tres días con gran dolor; Mira
que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote (Lc 2, 48).
EL PODER DE INTERCESIÓN DE SAN
JOSÉ
El poder de intercesión de San José es único, después del de
María. Las razones teológicas de la misma las recogió Santa Teresa en su
panegírico josefino del capítulo 6 de la Vida: porque es Padre de Jesús y
Esposo de María. Si San José mandaba a Jesús como a hijo en la tierra y Este le
obedecía, como a hijo sigue mandándole en el cielo; sus peticiones son
mandatos. Como dice Juan Gersón: San José no pide, manda; no ruega, ordena;
porque la petición del marido a la mujer y del padre al hijo se considera un
mandato.
Este poder de intercesión no es sólo en algunas necesidades
sino en todas, pues se trata del poder ante Jesús, de quien todo depende; es
Santo poderoso no sólo para algunos sino para todos, para toda la Iglesia, que
cree y confía en ese poder. Esa fe la expresó Pío IX declarándole Patrono de la
Iglesia Universal el 8 de diciembre de 1870. Y si bien la fiesta fue suprimida
más tarde a nivel de iglesia universal, es siempre verdadero que San José es
Patrono y Protector singular de la Iglesia, ya que, como Padre de la misma, en
la línea que es Padre de Jesús, Cabeza de esta Iglesia, le corresponde este
patronato y protección, proporcionalmente a como le corresponde a María, por
ser Madre de la Iglesia el título de Patrona y Protectora de la misma.
GRAN DEVOCIÓN DE SANTA TERESA DE
JESÚS A SAN JOSÉ
Santa
Teresa de Jesús, se encomendó siempre a san José, y habló mucho de él. Cuenta Ana de San Bartolomé, la fiel enfermera de la Santa, que se goza de que
por la Santa Madre San José sea más conocido en España "que casi no le
conocían".
Santa Teresa entra enseguida en el
catálogo de los grandes apóstoles y propagadores de la devoción a San José. Lo que la Santa
escribe sobre su personal y particular experiencia josefina, tan sencilla y
vitalmente expuesto, tiene una finalidad: proyectarlo en los demás, quiere que
todos sean devotos de San José y se encomienden a él. Y lo ha logrado
plenamente. No es posible leer las páginas, en que la Santa describe sus
experiencias josefinas y quedarse indiferente. Santa Teresa, cuyas palabras
sobre San José caben en muy pocas páginas, se ha convertido en un apóstol de
primera magnitud del Santo por la naturalidad, calor y amor con que las
escribe.
Fue
gran devota de este Santo; devoción que se fragua ya desde niña. "Con
el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ser devotos de Nuestra Señora
y de algunos santos" (V l,l). Y para la Santa no se puede pensar en la
Virgen sin ver a su lado a San José.
Una devoción, hecha experiencia, que es el compuesto de
afecto, entrega, veneración, confianza, amor, que le lleva a encomendarse
muchas veces a él. Y el resultado de esta actitud múltiple, vivida día a día y
con más intensidad en momentos de necesidad espiritual o corporal, es que se da
cuenta que ha elegido a un santo lleno de bondad y de poder, experimenta que se
relaciona con un Padre y Señor. Vio claro, tuvo por experiencia, como otras
personas tenían también por experiencia, a quienes ella se lo recomendaba, la
benéfica y universal ayuda con que San José le correspondía, sacándola con más
bien que ella le sabía pedir.
La larga experiencia de la
devoción a San José, con el tiempo se madura y se transforma en una experiencia
sobrenatural, sin perder su carácter habitual de experiencia a nivel de gracia
ordinaria, aunque muy fuerte. Esto sucede cuando la Santa comenzó a tener una
manera nueva de experimentar las realidades sobrenaturales. También la devoción
a San José queda tocada suave y fuertemente de esos vientos místicos que han
entrado en su alma.
La experiencia sobrenatural de San
José en la fundación del primer monasterio es un punto culminante en la carrera
de esas experiencias de su padre y señor San José, que comienza con la curación
milagrosa de su gravísima enfermedad, y que marca un momento fundamental y
decisivo en sus relaciones con el Santo Patriarca, en el que le experimenta -vi
claro- como padre y señor omnipotente en todas las necesidades. La experiencia
josefina ya no se corta y se prolonga a lo largo de toda su vida. Su existencia se desarrolla bajo el
signo de San José. Isabel de la Cruz en su dicho para la beatificación de la
Santa en el Proceso de Salamanca, la expresa con estos términos: "Era
particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces
y andaba a su lado"(6). Hay muchos datos y momentos en su vida en que
siente esta experiencia de San José, además de los mencionados. Basta recoger
estos tres. Un día que comulgaba había visto que venían alumbrando al Santísimo
Sacramento el bendito San José de una parte y Lorenzo de Cepeda, su hermano, de
otra. Así se lo cuenta a su sobrino Francisco, hijo de Lorenzo (7). Petronila
Bautista habla de un arrobamiento muy grande que tuvo el día del bienaventurado
San José, estando oyendo misa en la reja del coro de San José de Avila (8).
No, por conocido, es menos de
ponderar el hecho de la aparición de San José cuando iban camino de Beas de
Segura para una nueva fundación en aquella villa. Lo cuenta Ana de Jesús
(Lobera), testigo del hecho como una de las ocho religiosas que acompañaban a
la Madre en dicha fundación.
según escribe el doctor Ribera,
puso sobre la portería de todos sus monasterios que fundó a nuestra Señora y al
gloriosa San José; y en todas las fundaciones llevaba consigo una imagen de
bulto de este glorioso santo, que ahora está en Avila, llamándole fundador de
esta Orden.
Para la Santa Madre los conventos
que va fundando, a imagen del primero, son casas del señor San José, son su
casa. Por eso procura que la mayoría lleve hasta el nombre y título de San
José. De los diez y siete
palomarcitos de la Virgen, fundados por ella, once están bajo el título de San
José: Avila (1562), Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Toledo (1569),
Salamanca (1570), Segovia (1574), Beas de Segura (1575), Sevilla (1576),
Caravaca (1576), Palencia (1580), Burgos (1582). Con esta particularidad, que a
partir de la fundación de Beas, San José va asociado ingeniosamente a otros
títulos.
Si no todas las fundaciones de la
Madre Teresa llevan el título de San José, no hay ninguna donde no esté
presidiendo y amparando la imagen de San José. Es notable, a este respecto, el
dato que llevaba consigo en todas sus fundaciones una imagen de bulto de San
José, que recibía el título de "San José del Patrocinio", y, cuando
el P. Pedro Fernández la nombró Priora del convento de la Encarnación en 1571,
y ella supo de la terrible negativa de la mayoría de las monjas para recibirla,
llevó consigo esta imagen y el día de la toma de posesión, al tiempo que
colocaba la imagen de la Virgen en la silla prioral, la acomodó en la silla
subprioral; esta imagen luego le parlaría todo lo que las monjas hacían, que
por eso se le llamó el Parlero, y de tanto hablar quedó con la boca abierta
milagrosamente.
Como dice un autor francés, Lucot:
"Los Papas encontraron un auxiliar poderoso para la propagación del culto
de nuestro Santo en la célebre Reformadora del Carmelo. Gersón había hecho
mucho por él, Teresa hizo mil veces por sí misma, por los religiosos de su
Reforma y por las religiosas de su Carmelo. San José le es deudor, sobre todo,
de su gloria sobre la tierra.
Imagen de San José "El Parlero".
SELECCIÓN
DE PÁRRAFOS ESCRITOS
DE
SANTA TERESA SOBRE SAN JOSÉ
1-Y
tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad
como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me
libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle
suplicado nada que no me lo haya concedido (V 6,6).
2-Es
cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este
bienaventurado santo, y de los peligros de que me ha librado, así de cuerpo
como de alma; que a otros santos parece que les dio el Señor gracia para
socorrer en una necesidad; pero a este glorioso santo tengo experiencia de que
socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo
sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le
podía mandar, así en el cielo hace cuánto le pide.
3-Y
esto lo han comprobado algunas personas, a quienes yo decía que se encomendasen
a él, también por experiencia; y aún hay muchas que han comenzado a tenerle
devoción, habiendo experimentado esta verdad (V 6, 6)
4-Procuraba
yo celebrar su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad
que de espíritu, queriendo que se hiciese bien y con muchos detalles, aunque
con buena intención (V 6, 7).
5-Querría
yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran
experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido a nadie
que le tenga verdadera devoción y le haga particulares servicios, que no lo vea
más aprovechado en la virtud; pues ayuda mucho a las almas que a él se
encomiendan (V 6, 7).
6-Creo
que ya hace algunos años que el día de su fiesta le pido una cosa y siempre la
veo cumplida; si la petición va algo torcida, él la endereza para más bien mío
(V 6, 7).
7-Quien
no hallare maestro que le enseñe a orar, tome a este glorioso Santo por maestro
y no errará el camino. No quiera el Señor que haya yo errado atreviéndome a
hablar de él; porque, aunque publico que soy devota suya, en servirle y en
imitarle siempre he fallado. Pues él hizo, como quien es, que yo pudiera
levantarme y no estar tullida; y yo, como quien soy, usando mal de esta merced
(V 6, 8).
8-No
me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso Padre mío san José, que me
pareció que él lo había traído, porque fray Pedro era Comisario General de la
Custodia de san José, a quien me encomendaba mucho, y a nuestra Señora (V 3,
7).
9-Un
día, después de comulgar, Su Majestad me mandó con mucha insistencia que lo
intentara con todas mis fuerzas, y me hizo grandes promesas de que se haría el
monasterio, y que Dios se glorificaría mucho en él, y que su título fuese de
san José, que él nos ampararía en una puerta y nuestra Señora en la otra (V 32,
11).
10-Una
vez estaba en un apuro del que no sabía cómo salir, pues no tenía dinero para
pagar a unos albañiles, y se me apareció san José, mi verdadero padre y señor,
y me dijo que no faltaría dinero y que los contratara; y así lo hice, sin un
céntimo. Y el Señor de modo maravilloso que asombraba a los que lo oían, me
proveyó (V 33, 12).
11-Al
glorioso san José no vi con tanta
claridad, aunque vi muy bien
que estaba allí, como en las visiones que he dicho que no se ven (V 33, 15).
12-Mas
¡ay, hijas!, encomiéndenme a Dios y sean devotas de san José, que puede mucho
(Cc 28ª).
13-Ya
entonces yo oraba mucho a nuestro Señor, suplicándole que no me fuese sin dejarles casa (en Sevilla),
y hacía que las hermanas se lo pidiesen y al glorioso san José, y hacíamos
muchas procesiones (F 25, 3).
14-Las
hermanas habían pedido mucho a san José que para su día tuviese casa (en
Burgos), y sin pensar que la tendrían tan pronto, se lo cumplió (F 31, 36).
15-Los
días primeros de pascua, u otros días de solemnidad, podrán cantar Laudes, en
especial el día del glorioso de san José (Const 1, 3).
16-Aunque
tenga muchos santos por abogados, tengan particularmente a san José, que
alcanza mucho de Dios (Av 65).
SAN
JOSÉ PROTECTOR DE LA IGLESIA
(Importante rezar por la Iglesia que le vienen muchas tribulaciones)
Guardián de la Familia Santa, permanece con nosotros en nuestras pruebas. Que tus oraciones nos obtengan la fuerza para huir del error y luchar contra los poderes de la corrupción de manera que en esta vida crezcamos en santidad y después de la muerte nos regocijemos con la corona de victoria. Amén.
ORACIÓN
A SAN JOSÉ POR TODA LA IGLESIA
(Importante rezar por la Iglesia que le vienen muchas tribulaciones)
Tú has
sido también escogido por el Vicario de Cristo como el Patrono celestial y
protector de la Santa Iglesia fundada por Cristo.
Protege al Supremo Pontífice y a todos los obispos y sacerdotes en comunión con él. Sé tú el protector de todos los que trabajan por los fieles en medio de las pruebas y tribulaciones de este mundo; y concede a todos los hombres ser dóciles a la Iglesia fuera de la cual no hay salvación.
Querido
San José, acepta esta ofrenda que te hago. Sé mi padre, protector y guía en el
camino de la salvación. Obtenme la pureza de corazón y el amor para fortalecer
mi vida espiritual.
Que,
siguiendo tu ejemplo, todas mis acciones sean ofrecidas para mayor gloria de
Dios, en unión con el Divino Corazón de Jesús y de María. Finalmente, ruega
para que pueda yo compartir la paz y el gozo de tu santa muerte. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario