¡Manifiéstanos,
Señor, tu misericordia y danos tu salvación! (Sal. 86, 5).
Del
Diario de Santa Faustina:
“La Divina Misericordia en mi Alma”
“Nadie puede negar que Dios es infinitamente misericordioso; Él desea que todos lo sepan; antes de volver como Juez, desea que las almas lo conozcan como Rey de Misericordia”.
“Escribe esto para las almas afligidas: Cuando el alma ve y reconoce la gravedad de sus pecados, cuando se descubre ante sus ojos todo el abismo de miseria en que ha caído, no se desespere sino que se arroje con confianza en los brazos de mi Misericordia, como un niño entre los brazos de su madre amadísima”.
“Las almas que acudan al Tribunal de la Misericordia encontrarán los más sorprendentes milagros, pues cuando te acerques a confesar, debes saber que Yo mismo te espero en el confesionario, oculto en el Sacerdote”.
“La Divina Misericordia en mi Alma”
“Nadie puede negar que Dios es infinitamente misericordioso; Él desea que todos lo sepan; antes de volver como Juez, desea que las almas lo conozcan como Rey de Misericordia”.
“Escribe esto para las almas afligidas: Cuando el alma ve y reconoce la gravedad de sus pecados, cuando se descubre ante sus ojos todo el abismo de miseria en que ha caído, no se desespere sino que se arroje con confianza en los brazos de mi Misericordia, como un niño entre los brazos de su madre amadísima”.
“Las almas que acudan al Tribunal de la Misericordia encontrarán los más sorprendentes milagros, pues cuando te acerques a confesar, debes saber que Yo mismo te espero en el confesionario, oculto en el Sacerdote”.
*****
“Y
tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis
mandamientos”. (Núm. 14,18).
¿Podemos nosotros practicar la Misericordia y de qué modo? Podemos y debemos: “Obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe.” (Gálatas 6:10).
¿Podemos nosotros practicar la Misericordia y de qué modo? Podemos y debemos: “Obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe.” (Gálatas 6:10).
LAS OBRAS DE MISERICORDIA
¿Cuál es el primero y más importante de los
mandamientos?: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
ti mismo.
Al amar al prójimo desde Dios, hay un flujo de gracia invisible, que viene de Dios y que va más allá de la ayuda misma que se está dando.
La relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo.
Cuando piensas en amar al prójimo, en hacer caridad, en ayudar a los demás, ¿qué ideas te vienen a la cabeza? ¿Cómo amar al prójimo?
¿En qué parte de la Biblia hay una especie de lista sobre cómo mostrar nuestro amor al prójimo en algunos aspectos materiales?
En la descripción del Juicio Final que el mismo Jesucristo nos da en el Evangelio de San Mateo.
“Tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; forastero y me recibieron en su casa; sin ropas y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”. (Mt. 25, 35-36)
La Iglesia nos ha dado un listado bastante completo, basado en este texto bíblico, que nos sirve de guía en nuestro amor al prójimo. ¿Lo conocen? Son las llamadas Obras de Misericordia: Corporales y Espirituales.
¿Cuántas y cuáles son las Obras de Misericordia?
En total son 14: 7 Corporales y 7 Espirituales.
1-Dar de comer al hambriento.
2-Dar de beber al sediento.
3-Dar posada al necesitado.
4-Vestir al desnudo.
5-Visitar al enfermo.
6-Socorrer a los presos.
7-Enterrar a los muertos.
Al amar al prójimo desde Dios, hay un flujo de gracia invisible, que viene de Dios y que va más allá de la ayuda misma que se está dando.
La relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo.
Cuando piensas en amar al prójimo, en hacer caridad, en ayudar a los demás, ¿qué ideas te vienen a la cabeza? ¿Cómo amar al prójimo?
¿En qué parte de la Biblia hay una especie de lista sobre cómo mostrar nuestro amor al prójimo en algunos aspectos materiales?
En la descripción del Juicio Final que el mismo Jesucristo nos da en el Evangelio de San Mateo.
“Tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; forastero y me recibieron en su casa; sin ropas y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”. (Mt. 25, 35-36)
La Iglesia nos ha dado un listado bastante completo, basado en este texto bíblico, que nos sirve de guía en nuestro amor al prójimo. ¿Lo conocen? Son las llamadas Obras de Misericordia: Corporales y Espirituales.
¿Cuántas y cuáles son las Obras de Misericordia?
En total son 14: 7 Corporales y 7 Espirituales.
OBRAS CORPORALES DE MISERICORDIA
1-Dar de comer al hambriento.
2-Dar de beber al sediento.
3-Dar posada al necesitado.
4-Vestir al desnudo.
5-Visitar al enfermo.
6-Socorrer a los presos.
7-Enterrar a los muertos.
OBRAS ESPIRITUALES DE MISERICORDIA
2-Dar buen consejo al que lo necesita.
3-Corregir al que está en error.
4-Perdonar las injurias.
5-Consolar al triste.
6-Sufrir con paciencia los defectos de los demás.
7-Rogar a Dios por vivos y difuntos.
Y ¿de dónde sale la
lista de las Espirituales?
La lista de las Obras de Misericordia Espirituales la ha tomado la Iglesia de otros textos que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Cristo: el perdón, la corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, etc.
Antes de analizar cada una de las Obras de Misericordia tenemos que tener en cuenta algo muy importante: primero hay que amar a Dios.
La lista de las Obras de Misericordia Espirituales la ha tomado la Iglesia de otros textos que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Cristo: el perdón, la corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, etc.
EL AMOR A DIOS VIENE ANTES DEL AMOR AL PRÓJIMO
Antes de analizar cada una de las Obras de Misericordia tenemos que tener en cuenta algo muy importante: primero hay que amar a Dios.
El
amor al prójimo es el FRUTO de nuestro amor a Dios.
No podemos dejar de amar al prójimo, pero no podemos poner lo segundo de primero, ni lo primero de segundo. Como dice el dicho: la carreta no puede ir delante de los caballos. Primero es Dios y después el prójimo.
La prueba de que amamos a Dios, es que amamos al prójimo, pero:
Nuestro amor al prójimo debe ser un reflejo de nuestro amor a Dios.
Si pretendemos primero amar a los demás sin antes amar a Dios, estamos siendo altruístas, filántropos, benefactores. Eso no está mal, pero eso lo puede hacer y de hecho lo hace cualquiera que no sea cristiano y que no lo haga por ser cristiano. Lo puede hacer, por ejemplo, un buen gobernante o cualquier que pertenezca a una ONG nacional o internacional.
El Católico tiene que amar al prójimo desde Dios. El resultado de la ayuda que se brinde puede aparentar ser el mismo: se resuelve un problema personal o social, pero no es igual para nuestra alma, tampoco es igual para quien recibe la ayuda.
Al amar al prójimo desde Dios, hay un flujo de gracia invisible, que viene de Dios y que va más allá de la ayuda misma que se está dando.
Se
ha comparado el doble mandamiento del amor a los maderos de una cruz, a los
parales que forman la Cruz de Cristo, la cruz del cristiano: El madero vertical representa
nuestro amor a Dios, pues va en sentido hacia arriba, hacia el Cielo. El madero horizontal representa el amor a
los demás, a los semejantes, a los que están a nuestra altura, pues va en
sentido lateral.
Veamos... ¿Cuál de los dos maderos es el primero? ¿Cuál de los dos no puede sostenerse solo? Es clara la comparación ¿no? El Amor a Dios es lo que sostiene nuestro amor al prójimo. No puede haber amor al prójimo sin amor a Dios. Al amar a los demás, tenemos que ser portadores de Dios... aunque no lo digamos, porque no tenemos que estar pregonando que aquí venimos en nombre de Dios. Eso no hay que hacerlo, por supuesto. Nuestro amor a Dios que es la fuente de nuestro amor al prójimo no hay que pregonarlo.
El ejemplo más claro de cómo funciona el Amor es la Santísima Virgen María en su visita a su prima Santa Isabel. La Virgen fue portadora de Dios, pues llevaba a Dios recién encarnado en su seno. Y Santa Isabel lo supo de inmediato, pues San Juan Bautista (que estaba en el vientre de Isabel) lo hizo saber con grandes saltos de alegría. (ver Lc. 1, 39-44).
Así debe ser nuestro amor por los demás: llevándoles a Dios que habita en nosotros. Aunque el auxiliado no lo exprese igual que San Juan Bautista y Santa Isabel, la persona va a recibir muchas gracias del Señor, muchas más que las que cree estar necesitando, muchas más de las que nosotros creamos estar aportando con nuestro auxilio.
El ejercicio de las Obras de Misericordia comunica gracias a quien las ejerce.
Veamos cómo nos beneficia a nosotros el hacer Obras de Misericordia...
Quien ejerce el amor al prójimo desde el amor a Dios recibe gracias, pues con las obras de misericordia, está haciendo la Voluntad de Dios. Den y se les dará (Lc. 6, 38).
Decíamos que una manera de ir borrando la pena purificante que merecen nuestros pecados ya perdonados (Purgatorio) es mediante obras buenas. Obras buenas son, por supuesto, las Obras de Misericordia. Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia (Mt.5, 7), es una de las Bienaventuranzas.
Además las Obras de Misericordia nos van ayudando a avanzar en el camino al Cielo. Es como si ahorráramos para el Cielo. No se hagan tesoros en la tierra, dice el Señor, Acumulen tesoros en el Cielo (Mt. 6, 19 y 20). Al seguir esta máxima del Señor cambiamos los bienes temporales por los eternos, que son los que valen de verdad.
¿Qué sucede si ayudamos a alguien como un mero acto de filantropía?
Si la ayuda la damos independientemente del amor a Dios, no tiene ningún mérito para nuestra vida espiritual. Es filantropía o altruismo. Se resuelve el problema y la necesidad de alguien, pero no merecemos en nada para nuestra vida espiritual.
Cuando actuamos por filantropía, efectivamente la persona recibe la ayuda que requiere. Pero al ayudar desde nosotros mismos y no desde el amor a Dios, siempre se presenta el riesgo de yo ser portador de mí mismo y no de Dios. Eso no es amor cristiano, es ayuda; no es que sea mala, pero no es lo que Dios nos pide.
Bien lo dice Jesús en sus Diálogos a Santa Catalina de Siena, santa seglar de la Orden de Santo Domingo: Quiera o no quiera, el hombre se ve precisado a ejercer la caridad (la ayuda) con su prójimo. Aunque, si no la ejercita por amor a Mí, no tiene aquel acto ningún valor sobrenatural.
OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES
No podemos dejar de amar al prójimo, pero no podemos poner lo segundo de primero, ni lo primero de segundo. Como dice el dicho: la carreta no puede ir delante de los caballos. Primero es Dios y después el prójimo.
La prueba de que amamos a Dios, es que amamos al prójimo, pero:
Nuestro amor al prójimo debe ser un reflejo de nuestro amor a Dios.
Si pretendemos primero amar a los demás sin antes amar a Dios, estamos siendo altruístas, filántropos, benefactores. Eso no está mal, pero eso lo puede hacer y de hecho lo hace cualquiera que no sea cristiano y que no lo haga por ser cristiano. Lo puede hacer, por ejemplo, un buen gobernante o cualquier que pertenezca a una ONG nacional o internacional.
El Católico tiene que amar al prójimo desde Dios. El resultado de la ayuda que se brinde puede aparentar ser el mismo: se resuelve un problema personal o social, pero no es igual para nuestra alma, tampoco es igual para quien recibe la ayuda.
Al amar al prójimo desde Dios, hay un flujo de gracia invisible, que viene de Dios y que va más allá de la ayuda misma que se está dando.
AMOR A DIOS Y AMOR LA PRÓJIMO,
COMO LOS MADEROS DE LA CRUZ
Veamos... ¿Cuál de los dos maderos es el primero? ¿Cuál de los dos no puede sostenerse solo? Es clara la comparación ¿no? El Amor a Dios es lo que sostiene nuestro amor al prójimo. No puede haber amor al prójimo sin amor a Dios. Al amar a los demás, tenemos que ser portadores de Dios... aunque no lo digamos, porque no tenemos que estar pregonando que aquí venimos en nombre de Dios. Eso no hay que hacerlo, por supuesto. Nuestro amor a Dios que es la fuente de nuestro amor al prójimo no hay que pregonarlo.
El ejemplo más claro de cómo funciona el Amor es la Santísima Virgen María en su visita a su prima Santa Isabel. La Virgen fue portadora de Dios, pues llevaba a Dios recién encarnado en su seno. Y Santa Isabel lo supo de inmediato, pues San Juan Bautista (que estaba en el vientre de Isabel) lo hizo saber con grandes saltos de alegría. (ver Lc. 1, 39-44).
Así debe ser nuestro amor por los demás: llevándoles a Dios que habita en nosotros. Aunque el auxiliado no lo exprese igual que San Juan Bautista y Santa Isabel, la persona va a recibir muchas gracias del Señor, muchas más que las que cree estar necesitando, muchas más de las que nosotros creamos estar aportando con nuestro auxilio.
El ejercicio de las Obras de Misericordia comunica gracias a quien las ejerce.
Veamos cómo nos beneficia a nosotros el hacer Obras de Misericordia...
Quien ejerce el amor al prójimo desde el amor a Dios recibe gracias, pues con las obras de misericordia, está haciendo la Voluntad de Dios. Den y se les dará (Lc. 6, 38).
Decíamos que una manera de ir borrando la pena purificante que merecen nuestros pecados ya perdonados (Purgatorio) es mediante obras buenas. Obras buenas son, por supuesto, las Obras de Misericordia. Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia (Mt.5, 7), es una de las Bienaventuranzas.
Además las Obras de Misericordia nos van ayudando a avanzar en el camino al Cielo. Es como si ahorráramos para el Cielo. No se hagan tesoros en la tierra, dice el Señor, Acumulen tesoros en el Cielo (Mt. 6, 19 y 20). Al seguir esta máxima del Señor cambiamos los bienes temporales por los eternos, que son los que valen de verdad.
¿Qué sucede si ayudamos a alguien como un mero acto de filantropía?
Si la ayuda la damos independientemente del amor a Dios, no tiene ningún mérito para nuestra vida espiritual. Es filantropía o altruismo. Se resuelve el problema y la necesidad de alguien, pero no merecemos en nada para nuestra vida espiritual.
Cuando actuamos por filantropía, efectivamente la persona recibe la ayuda que requiere. Pero al ayudar desde nosotros mismos y no desde el amor a Dios, siempre se presenta el riesgo de yo ser portador de mí mismo y no de Dios. Eso no es amor cristiano, es ayuda; no es que sea mala, pero no es lo que Dios nos pide.
Bien lo dice Jesús en sus Diálogos a Santa Catalina de Siena, santa seglar de la Orden de Santo Domingo: Quiera o no quiera, el hombre se ve precisado a ejercer la caridad (la ayuda) con su prójimo. Aunque, si no la ejercita por amor a Mí, no tiene aquel acto ningún valor sobrenatural.
OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES
1-DAR DE COMER AL HAMBRIENTO
2-DAR DE BEBER AL SEDIENTO
2-DAR DE BEBER AL SEDIENTO
Estas
dos primeras son complementarias y se refieren a la ayuda que podemos dar en
alimento o en dinero a los necesitados.
Los bienes que poseemos, ¡si son bien habidos!, también nos vienen de Dios. Y debemos responder a Dios por estos y por el uso que le hayamos dado.
Dios nos exigirá de acuerdo a lo que nos ha dado: Parábola de los Talentos (Mt. 25,14-30). Por cierto, no es por casualidad, que viene contada en el Evangelio de San Mateo, justamente antes de la escena del Juicio Final, donde habla de las Obras de Misericordia.
A quien mucho se le da, mucho se le exigirá (Lc. 12, 48).
Esta exigencia se refiere tanto a lo espiritual, como a lo material.
Podemos dar de lo que nos sobra. Esto está bien. Pero podemos dar de lo que no nos sobra. Por supuesto, el Señor ve lo último con mejores ojos. Recordemos a la pobre viuda muy pobre que dio para el Templo las últimas dos moneditas que le quedaban. No es una parábola, es un hecho real que nos relata el Evangelio. Cuando Jesús vio lo que daban unos y otros hizo notar esto: Todos dan a Dios de lo que les sobra. Ella, en cambio, dio todo lo que tenía para vivir (Lc. 21, 1-4).
Esta viuda recuerda otra historia del Antiguo Testamento sobre la viuda de Sarepta, en tiempos del Profeta Elías. Ella alimentó al Profeta Elías con lo último que le quedaba para comer ella y su hijo, en un tiempo de una hambruna terrible. Y ¿qué sucedió? Que no se le agotó ni la harina y ni el aceite con que preparó el pan para el Profeta. (Ver 1 Reyes 17, 7-16).
Sobre dar de beber al sediento, la mejor historia de la Biblia es la de la Samaritana a quien el Señor le pide de beber. (Ver Jn. 4, 1-45)
3-DAR POSADA AL NECESITADO
En la antigüedad el dar posada a los viajeros era un asunto de vida o muerte, por lo complicado y arriesgado de las travesías. No es el caso hoy en día. Pero, aún así, podría tocarnos recibir a alguien en nuestra casa, no por pura hospitalidad de amistad o familia, sino por alguna verdadera necesidad.
Y no sabemos a quién ayudamos. Algunos han ayudado a Ángeles bajo formas humanas: A Abraham y Lot les sucedió esto. Esto lo recuerda posteriormente San Pablo: No dejen de practicar la hospitalidad, pues algunos dieron alojamiento a Ángeles sin saberlo.
Los bienes que poseemos, ¡si son bien habidos!, también nos vienen de Dios. Y debemos responder a Dios por estos y por el uso que le hayamos dado.
Dios nos exigirá de acuerdo a lo que nos ha dado: Parábola de los Talentos (Mt. 25,14-30). Por cierto, no es por casualidad, que viene contada en el Evangelio de San Mateo, justamente antes de la escena del Juicio Final, donde habla de las Obras de Misericordia.
A quien mucho se le da, mucho se le exigirá (Lc. 12, 48).
Esta exigencia se refiere tanto a lo espiritual, como a lo material.
Podemos dar de lo que nos sobra. Esto está bien. Pero podemos dar de lo que no nos sobra. Por supuesto, el Señor ve lo último con mejores ojos. Recordemos a la pobre viuda muy pobre que dio para el Templo las últimas dos moneditas que le quedaban. No es una parábola, es un hecho real que nos relata el Evangelio. Cuando Jesús vio lo que daban unos y otros hizo notar esto: Todos dan a Dios de lo que les sobra. Ella, en cambio, dio todo lo que tenía para vivir (Lc. 21, 1-4).
Esta viuda recuerda otra historia del Antiguo Testamento sobre la viuda de Sarepta, en tiempos del Profeta Elías. Ella alimentó al Profeta Elías con lo último que le quedaba para comer ella y su hijo, en un tiempo de una hambruna terrible. Y ¿qué sucedió? Que no se le agotó ni la harina y ni el aceite con que preparó el pan para el Profeta. (Ver 1 Reyes 17, 7-16).
Sobre dar de beber al sediento, la mejor historia de la Biblia es la de la Samaritana a quien el Señor le pide de beber. (Ver Jn. 4, 1-45)
3-DAR POSADA AL NECESITADO
En la antigüedad el dar posada a los viajeros era un asunto de vida o muerte, por lo complicado y arriesgado de las travesías. No es el caso hoy en día. Pero, aún así, podría tocarnos recibir a alguien en nuestra casa, no por pura hospitalidad de amistad o familia, sino por alguna verdadera necesidad.
Y no sabemos a quién ayudamos. Algunos han ayudado a Ángeles bajo formas humanas: A Abraham y Lot les sucedió esto. Esto lo recuerda posteriormente San Pablo: No dejen de practicar la hospitalidad, pues algunos dieron alojamiento a Ángeles sin saberlo.
4-VESTIR AL DESNUDO
Esta obra de misericordia se nos facilita con las recolecciones de ropa que se hacen en Parroquias y otros centros de recolección. Recordar que, aunque demos ropa usada, no es dar lo que está ya como para tirar o para convertir en trapos de limpieza. En esto también podemos dar de lo que nos sobra o ya no nos sirve, pero también podemos dar de lo que aún es útil.
Esta obra de misericordia se nos facilita con las recolecciones de ropa que se hacen en Parroquias y otros centros de recolección. Recordar que, aunque demos ropa usada, no es dar lo que está ya como para tirar o para convertir en trapos de limpieza. En esto también podemos dar de lo que nos sobra o ya no nos sirve, pero también podemos dar de lo que aún es útil.
5- VISITAR AL ENFERMO
No se trata de visitas sociales, por cumplir. Se trata de una verdadera atención a los enfermos y ancianos, tanto en cuido físico, como en compañía. Y la atención más importante en casos de vejez y enfermedades graves es la atención espiritual.
El mejor ejemplo de la Sagrada Escritura es el de la Parábola del Buen Samaritano, que curó al herido y, al no poder continuar ocupándose directamente, confió los cuidados que necesitaba a otro a quien le ofreció pagarle. (Ver Lc. 10, 30-37).
El visitar al enfermo incluye el auxilio a los heridos.
No se trata de visitas sociales, por cumplir. Se trata de una verdadera atención a los enfermos y ancianos, tanto en cuido físico, como en compañía. Y la atención más importante en casos de vejez y enfermedades graves es la atención espiritual.
El mejor ejemplo de la Sagrada Escritura es el de la Parábola del Buen Samaritano, que curó al herido y, al no poder continuar ocupándose directamente, confió los cuidados que necesitaba a otro a quien le ofreció pagarle. (Ver Lc. 10, 30-37).
El visitar al enfermo incluye el auxilio a los heridos.
6- SOCORRER A LOS
PRESOS
Esto implica visitar a los presos y darles ayuda material y muy especialmente, asistencia espiritual (para ayudarlos a enmendarse y ser personas útiles y de bien cuando terminen el tiempo asignado por la justicia).
Significa también rescatar a los inocentes y secuestrados. En la antigüedad los cristianos pagaban para liberar esclavos o se cambiaban por prisioneros inocentes. Hoy en día este mandato es relevante con prisioneros inocentes y secuestrados ¿no?
7- ENTERRAR A LOS MUERTOS
El más famoso muerto enterrado y en una tumba que no era propia fue el mismo Jesucristo. José de Arimatea facilitó una tumba de su propiedad para el Señor. Pero no sólo eso, sino que tuvo que tener valor para presentarse a Pilato y pedir el cuerpo de Jesús. Y también participó Nicodemo, quien ayudó a sepultarlo. (Jn. 19, 38-42)
Esto de enterrar a los muertos parece un mandato superfluo, porque de hecho todos son enterrados. Pero, por ejemplo, en tiempo de guerra, puede ser un mandato muy exigente. En Venezuela hay la foto que dio vuelta al mundo, pues ganó un Premio Pulitzer, de un Sacerdote, bien identificado con sotana, en medio de un tiroteo en Puerto Cabello en los años 60, sosteniendo un soldado casi muerto ya.
¿Por qué es importante dar digna sepultura al cuerpo humano?
Porque el cuerpo humano ha sido alojamiento del Espíritu Santo. Somos templos del Espíritu Santo. (1 Cor 6, 19).
Pero... ¿saben que está sucediendo hoy en día con los cuerpos cremados, hechos cenizas?
Se está irrespetando a lo que ha sido templo del Espíritu Santo, porque la gente esparce las cenizas por donde se le ocurre, no dándole una sepultura digna. ¡Hasta se hacen colgantes para guardar el recuerdo del difunto! O se tienen las cenizas expuestas en la casa.
Esto implica visitar a los presos y darles ayuda material y muy especialmente, asistencia espiritual (para ayudarlos a enmendarse y ser personas útiles y de bien cuando terminen el tiempo asignado por la justicia).
Significa también rescatar a los inocentes y secuestrados. En la antigüedad los cristianos pagaban para liberar esclavos o se cambiaban por prisioneros inocentes. Hoy en día este mandato es relevante con prisioneros inocentes y secuestrados ¿no?
7- ENTERRAR A LOS MUERTOS
El más famoso muerto enterrado y en una tumba que no era propia fue el mismo Jesucristo. José de Arimatea facilitó una tumba de su propiedad para el Señor. Pero no sólo eso, sino que tuvo que tener valor para presentarse a Pilato y pedir el cuerpo de Jesús. Y también participó Nicodemo, quien ayudó a sepultarlo. (Jn. 19, 38-42)
Esto de enterrar a los muertos parece un mandato superfluo, porque de hecho todos son enterrados. Pero, por ejemplo, en tiempo de guerra, puede ser un mandato muy exigente. En Venezuela hay la foto que dio vuelta al mundo, pues ganó un Premio Pulitzer, de un Sacerdote, bien identificado con sotana, en medio de un tiroteo en Puerto Cabello en los años 60, sosteniendo un soldado casi muerto ya.
¿Por qué es importante dar digna sepultura al cuerpo humano?
Porque el cuerpo humano ha sido alojamiento del Espíritu Santo. Somos templos del Espíritu Santo. (1 Cor 6, 19).
Pero... ¿saben que está sucediendo hoy en día con los cuerpos cremados, hechos cenizas?
Se está irrespetando a lo que ha sido templo del Espíritu Santo, porque la gente esparce las cenizas por donde se le ocurre, no dándole una sepultura digna. ¡Hasta se hacen colgantes para guardar el recuerdo del difunto! O se tienen las cenizas expuestas en la casa.
NORMAS
DE LA IGLESIA SOBRE CREMACION Y CENIZAS
"La Iglesia permite la incineración cuando con ella no se cuestiona la fe en la resurrección del cuerpo" (Catecismo de la Iglesia Católica # 2301).
Aunque la Iglesia claramente prefiere y urge que el cuerpo del difunto esté presente en los ritos funerales, estos ritos pueden celebrarse también en presencia de los restos incinerados del difunto.
Cuando por razones válidas no es posible que los ritos se celebren en presencia del cuerpo del difunto, debe darse a los restos incinerados el mismo tratamiento y respeto debido al cuerpo humano del cual proceden.
Este cuidado respetuoso significa el uso de un recipiente digno para contener las cenizas; debe expresarse en la manera cuidadosa en que sean conducidos y en el sitio de su colocación final. Los restos incinerados deben ser sepultados en una fosa o en un mausoleo o en un columbario (nicho).
La práctica de esparcir los restos incinerados en el mar, desde el aire o en la tierra, o de conservarlo en el hogar de la familia del difunto, no es la forma respetuosa que la Iglesia espera y requiere para sus miembros. (Orden de Funerales Cristianos, Apéndice No. 2, Incineración, No. 417)
OBRAS DE MISERICORDIA
ESPIRITUALES
1-ENSEÑAR AL QUE NO SABE
Consiste en enseñar al ignorante sobre temas religiosos o sobre cualquier otra cosa de utilidad. Esta enseñanza puede ser a través de escritos o de palabra, por cualquier medio de comunicación o directamente.
Quien instruye a muchos para que sean justos, brillarán como estrellas en el firmamento. (Dan. 12, 3b)
2-DAR BUEN CONSEJO AL QUE LO
NECESITA
Aquí es bueno destacar que el consejo debe ser ofrecido, no forzado. Y, la mayoría de las veces es preferible esperar que el consejo sea requerido.
Asimismo, quien pretenda dar un buen consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios. Sólo así su consejo podrá ser bueno. No se trata de dar opiniones personales, sino de verdad aconsejar bien al necesitado de guía.
Los guías espirituales brillarán como resplandor del firmamento. (Dan. 12, 3a).
Aquí es bueno destacar que el consejo debe ser ofrecido, no forzado. Y, la mayoría de las veces es preferible esperar que el consejo sea requerido.
Asimismo, quien pretenda dar un buen consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios. Sólo así su consejo podrá ser bueno. No se trata de dar opiniones personales, sino de verdad aconsejar bien al necesitado de guía.
Los guías espirituales brillarán como resplandor del firmamento. (Dan. 12, 3a).
3-CORREGIR AL QUE ESTA EN ERROR
No se trata de estar corrigiendo cualquier tipo de error. Esta obra se refiere sobre todo al pecado. Otra manera de formular esta Obra de Misericordia es así: Corregir al pecador. Es de suma importancia seguir los pasos de la corrección fraterna que Jesús nos dejó muy bien descritos: Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea (o a los superiores). (Mt. 19, 15-17).
Debemos corregir a nuestro prójimo con mansedumbre y suma consideración. Una corrección ruda puede tener el efecto contrario. No podemos convertirnos en gendarmes de la gente; es decir en estar pendientes de todo lo que haga la gente. Sin embargo, corregir al errado en fe y moral es un consejo del Señor. Así termina el Apóstol Santiago su Carta: Sepan esto: el que endereza a un pecador de su mal camino, salvará su alma de la muerte y consigue el perdón de muchos pecados. (St. 5, 20).
No se trata de estar corrigiendo cualquier tipo de error. Esta obra se refiere sobre todo al pecado. Otra manera de formular esta Obra de Misericordia es así: Corregir al pecador. Es de suma importancia seguir los pasos de la corrección fraterna que Jesús nos dejó muy bien descritos: Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea (o a los superiores). (Mt. 19, 15-17).
Debemos corregir a nuestro prójimo con mansedumbre y suma consideración. Una corrección ruda puede tener el efecto contrario. No podemos convertirnos en gendarmes de la gente; es decir en estar pendientes de todo lo que haga la gente. Sin embargo, corregir al errado en fe y moral es un consejo del Señor. Así termina el Apóstol Santiago su Carta: Sepan esto: el que endereza a un pecador de su mal camino, salvará su alma de la muerte y consigue el perdón de muchos pecados. (St. 5, 20).
4- PERDONAR LAS INJURIAS
Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, es un punto del Padre Nuestro, que el Señor aclara un poco más en San Mateo, al final del Padre Nuestro: Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. (Mt. 6, 14-15).
Perdonar las ofensas significa que no buscamos vengarnos, ni tampoco conservamos resentimiento al respecto. Significa tratar a quien nos ha ofendido de manera amable. No significa que tenemos que renovar una antigua amistad, sino llegar a un trato aceptable.
El mejor ejemplo de perdón en el Antiguo Testamento es el de José, que perdonó a sus hermanos el que hubieran tratado de matarlo y luego hayan decidido venderlo. No se apenen ni les pese por haberme vendido, porque Dios me ha enviado delante de ustedes para salvarles la vida. (Gen. 45, 5).
Y el mayor perdón del Nuevo Testamento: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lc. 23, 34).
Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, es un punto del Padre Nuestro, que el Señor aclara un poco más en San Mateo, al final del Padre Nuestro: Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. (Mt. 6, 14-15).
Perdonar las ofensas significa que no buscamos vengarnos, ni tampoco conservamos resentimiento al respecto. Significa tratar a quien nos ha ofendido de manera amable. No significa que tenemos que renovar una antigua amistad, sino llegar a un trato aceptable.
El mejor ejemplo de perdón en el Antiguo Testamento es el de José, que perdonó a sus hermanos el que hubieran tratado de matarlo y luego hayan decidido venderlo. No se apenen ni les pese por haberme vendido, porque Dios me ha enviado delante de ustedes para salvarles la vida. (Gen. 45, 5).
Y el mayor perdón del Nuevo Testamento: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lc. 23, 34).
5- CONSOLAR AL TRISTE
El consuelo
para el triste o deprimido se asemeja al cuido de un enfermo. Y es muy
necesario, pues las palabras de consuelo en la aflicción pueden ser
determinantes.
Aquí pueden entrar la atención de conversación con los ancianos, que tanto nos han dado y que en su vejez requieren que alguien les oiga, les converse, los distraiga.
6- SUFRIR CON PACIENCIA LOS DEFECTOS DE LOS DEMÁS
La tolerancia y la paciencia ante los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia. Sin embargo, hay un consejo muy útil: cuando el soportar esos defectos causa más daño que bien, no se debe ser tolerante. Con mucha caridad y suavidad, debe hacerse la advertencia.
7- ORAR POR VIVOS Y DIFUNTOS
La oración por los demás, estén vivos y muertos, es una obra buena. San Pablo recomienda orar por todos, sin distinción, también por gobernantes y personas de responsabilidad, pues Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. (Ver 1 Tim 2, 2-3).
Los difuntos que están en el Purgatorio dependen de nuestras oraciones. Es una buena obra rezar por estos para que sean libres de sus pecados. (Ver 2 Mac. 12, 46)
Aquí pueden entrar la atención de conversación con los ancianos, que tanto nos han dado y que en su vejez requieren que alguien les oiga, les converse, los distraiga.
6- SUFRIR CON PACIENCIA LOS DEFECTOS DE LOS DEMÁS
La tolerancia y la paciencia ante los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia. Sin embargo, hay un consejo muy útil: cuando el soportar esos defectos causa más daño que bien, no se debe ser tolerante. Con mucha caridad y suavidad, debe hacerse la advertencia.
7- ORAR POR VIVOS Y DIFUNTOS
La oración por los demás, estén vivos y muertos, es una obra buena. San Pablo recomienda orar por todos, sin distinción, también por gobernantes y personas de responsabilidad, pues Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. (Ver 1 Tim 2, 2-3).
Los difuntos que están en el Purgatorio dependen de nuestras oraciones. Es una buena obra rezar por estos para que sean libres de sus pecados. (Ver 2 Mac. 12, 46)
Fuentes: Diario de santa Faustina, Catholic.net, Biblia
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