“¡Basta de
silencios!¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo
está podrido!” Santa Catalina de Siena
SEPARADO DE MI PARROQUIA POR DECIR LA VERDAD SOBRE FRANCISCO
“Y
si se apartare el justo de su justicia, cometiendo maldad, y poniéndole Yo una
trampa delante de él cayese por no haberle tú amonestado, morirá en su pecado,
y no se recordarán las obras buenas que hubiere hecho, pero Yo te demandaré a
ti su sangre.” (Ez 3, 20)
“Mas
si, habiendo tú amonestado al malvado, no se convierte él de su maldad y de sus
perversos caminos, él morirá en su iniquidad, pero tú habrás salvado tu alma”
(Ez 3, 19)
S i
nuestro oficio es buscar nuestra salvación y santificación, sin perder de vista
las obligaciones del cristiano, es precisamente éste, uno de los caminos que he
elegido para salvar mi alma; el camino ingrato y nada sencillo de la denuncia
del error (“¿Busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿Acaso busco
agradar a los hombres?” Gál. 1, 10); camino que no es el mismo que el de
“juzgar al otro y arrojar la piedra” como se le ha querido presentar por
aquellos a quienes conviene que callemos, por aquellos que nos quieren como
simples espectadores, tibios y cobardes, mientras destruyen nuestra santa
Iglesia católica sin que nadie les plante cara.
¿Acaso
por el hecho de que san Pablo le resistiera en su misma cara a san Pedro porque
se había hecho reprensible (Gál 2, 11), se le puede acusar de haber negado su
autoridad o de haber insinuado que Nuestro Señor se equivocó eligiendo a un
hombre imperfecto como Pedro? ¿Acaso puede decirse que San Pablo dejó de ser
católico por denunciar el error? Al elegir a San Pedro, quiso Nuestro Señor
advertirnos que su representante en la tierra podría equivocarse y hacerse
reprensible, recordándonos que, la Iglesia militante estaría, no sólo en el
derecho sino en el deber de manifestar a los Pastores y a los demás fieles su
opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia (Cann. 212). Nuestro
Señor bien pudo haber elegido a san Juan desde el principio, santo apóstol de
una lealtad e infalibilidad inquebrantables; y sin embargo eligió a Pedro,
quien se hizo reprensible.
Si
alguien cree que debemos callar ante el error, incluso del Papa, debería
considerar, como dijo san Pablo a los corintios, “¿pues qué a mí juzgar a los
de fuera? ¿No es a los de dentro a quienes os toca juzgar? Dios juzgará a los
de fuera; vosotros extirpad el mal de entre vosotros mismos.” (1 Cor 5, 12-13)
… Pregunto a nuestros pastores, ¿acaso los laicos ya no somos el Cuerpo de la
Iglesia?, no sólo hemos sido desprovistos por nuestros propios pastores de
nuestro carácter como Ecclesiae Militantis, sino que ahora se nos dicta
sentencia de “no católicos” mediante juicio particular, o mejor dicho, y en
comunión con la nueva pastoral, mediante “discernimiento particular” tan de
moda en este Año de la Misericordia. “Calla, observa, pero no denuncies so pena
de excomunión”.
“¿Me
he hecho, pues, enemigo vuestro por deciros la verdad?” (Gál. 4, 16).
Si
los Cardenales son los únicos que deben y pueden examinar el obrar del Papa, y
hacerle las observaciones adecuadas, nos preguntamos entonces, ¿y dónde están?,
¿es que acaso “no pasa nada”? ¿acaso los vemos actuar públicamente y con
firmeza “en la preservación y aumento de la fe y de la moral, así como en la
observancia y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica” (Cann. 342)?, y si
nuestros pastores fallan y callan, por temor o por interés ajeno a Cristo,
¿acaso los laicos hemos de cruzarnos de brazos y mirar hacia otro lado?, “No
sabéis que hemos de juzgar aún a los ángeles? Pues mucho más a las cosas de
esta vida. Cuando tengáis diferencias sobre estas cosas de la vida, poned por
jueces a los más despreciables de la Iglesia” (1 Cor 6, 3-4); que como
despreciable me estimo, pecador inmundo que soy, muy lejos de poder compararme
a un Cardenal, príncipe de la Iglesia, a quienes parece que nuestros pastores
les han concedido la exclusividad o el monopolio del juicio o discernimiento
ante el obrar del Papa; Cardenales príncipes, los más dignos de entre los
fieles, que sin embargo han olvidado el significado del escarlata de su
vestimenta; escarlata que nosotros, simples laicos, no llevamos en nuestro
atuendo pero de la que Nuestro Señor impregnó nuestra sangre, lista para ser
derramada en defensa de la fe… “En este Año de la Misericordia, discierne
respecto al poder comulgar indignamente, incluso si eres luterano; más nunca se
te ocurra discernir respecto al obrar del papa Francisco”.
“Pero
nadie protesta, nadie reprende. También contra vosotros me querello, ¡oh
sacerdotes!… Perece mi pueblo por falta de conocimiento” (Oseas 4, 4-6) …
“porque ésos no sirven a nuestro Señor Cristo, sino a su vientre, y con
discursos y lisonjas seducen los corazones de los incautos”. (Rom 16, 18)
Si
el papa Liberio, que cedió ante los arrianos y excomulgó a san Atanasio (año
357), firmando él mismo una de las formulaciones que apoyaban la herejía
arriana. Y así como san Hilario de Poitiers, quien fue el único obispo que se
atrevió a reprender severamente al papa Liberio por estos actos; el que mi
comunidad parroquial me juzgue indigno de considerarme católico, y decretando
al mismo tiempo que más me valdría abandonar la iglesia católica y volverme protestante,
es nada comparado a lo que tuvieron que soportar estos hombres santos; y aun
así, todo se hace nada, consciente de que seré juzgado por Dios, y no por una
Conferencia Episcopal, mucho menos por una comunidad parroquial que ha
desconocido el Evangelio, el cual de sí ya desconocían y que persisten en
desconocer; pues si en verdad conocieran las Sagradas Escrituras, estarían
horrorizados ante el “nuevo evangelio” y ante las “novedades del espíritu” del
papa Francisco; ¿o es que no se enteran?
¿Acaso
el Espíritu Santo se ha posado sobre el papa Francisco para anunciarnos un
evangelio nuevo abandonando en la obsolescencia el que nos dejó Cristo mismo?
Palabra de Dios, ley inconmutable. ¿Acaso el Espíritu Santo, Persona de
la Santísima Trinidad, puede contradecir a Cristo, segunda Persona de Ésta? El
desconocimiento de nuestra fe, como laicos de una nueva Iglesia circunstante o
meramente espectadora, nos ha hecho olvidar que nuestra santa Iglesia católica
ha tenido que enfrentarse con anterioridad a papas que sostienen el error; tal
es el caso del papa Virgilio, excomulgado por el segundo concilio de
Constantinopla en el año 553; o el del papa Honorio I, condenado como hereje
por el sexto concilio general en el año 680.
Me
reconozco pecador, y soy consciente de que habré de responder ante Dios por mis
pecados y por mis debilidades, merecedoras de su justo castigo; pero al menos
me evitaré la vergüenza de presentarme ante Nuestro Señor y decirle que callé
por ser “políticamente correcto”; que ciertamente vi que anunciaban un
evangelio diferente del suyo y que no dije nada; que toleré que su Vicario
dijera que todos los caminos llevaban a la salvación, y que acepté y aplaudí (e
incluso obedecí) el anuncio de que Nuestro Señor ya no era el único camino ni
la única verdad, “Ego Sum Ostium” (Jn 10, 9), sino que, en
obediencia al Papa, acepté que Nuestro Señor Jesucristo era una opción más en
este nuevo “camino de la reconciliación y de la cultura del encuentro con miras
a un mundo más humano”, según el Vicario de Cristo, Francisco.
“No
tendrás más Dios que a mí.” (Ex. 20, 3; Dt. 5, 7)
“No
adores otro Dios que, a mí, porque Yavé se llama celoso, es un Dios celoso.”
(Ex 34, 14)
Me
evitaré la vergüenza de confesarle que no protesté por temor a ser rechazado
por mi comunidad parroquial, y que callé cuando su Vicario negó su Santísima
Trinidad al decir que todos, judíos, cristianos, musulmanes y budistas, todos,
“somos hijos de un mismo Dios” … ¿es que acaso puede amarse a una Persona de la
Trinidad y aborrecer a las otras dos?… “El que me aborrece a mí, aborrece
también a mi Padre” (Juan 15, 23) … “El que no cree en mí, ya está juzgado
(condenado), porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios” (Jn. 3,18)
… Me evitaré la vergüenza de decirle: “Señor te negué y no te defendí porque no
lo consideré necesario, porque el Papa no se equivoca y mi pastor me lo
confirmó”; justificado por una falsa y ciega obediencia. “Señor, un talento me
diste, pero te olvidaste de hacerme Cardenal para poder discernir, y tus
pastores tuvieron a bien el recordarme el que no me era lícito hacer trabajar
el talento que me diste; por tal lo enterré, mismo talento que aquí te devuelvo”
… Creo que ya todos conocemos cuál será la respuesta de Nuestro Señor (Mt 25,
26-30).
Si
los santos hubieran esperado a considerarse a sí mismos como santos y
espiritualmente perfectos en la gracia para poder hablar y denunciar, en su
humildad jamás habrían denunciado el error… ¡cuánto más debe esperar entonces
un perfecto pecador como yo para poder denunciar que están destruyendo nuestra
única, santa y católica Iglesia! ¡Para poder gritar lo que nuestros pastores
callan!
“Os
digo que, si ellos callasen, gritarán las piedras”. (Lc 19, 40)
Ante
el inminente crecimiento de una Iglesia de simples espectadores, y la salvación
garantizada y por escrito, “decretada” en la reciente exhortación apostólica Amoris
Laetitia del papa Francisco, o de Mons. “Tucho” Fernández, ya no se sabe;
así como con la “anulación” por decreto papal de la Iglesia purgante y la
obsolescencia de la Iglesia militante; hemos dado paso a una nueva Iglesia
circunstante de la mano de la Iglesia triunfante, un nuevo dúo lleno de
misericordia papal… Lo que hay que ver en estos días con “las novedades del
espíritu” del papa Francisco… Querido sacerdote y laico, reflexiona y discierne
bien, ¿a quién conviene que la Iglesia militante calle?, ¿a quién conviene
nuestro silencio y que nos crucemos de brazos? Ciertamente a Cristo no, sino a
aquel, padre de la mentira y príncipe de este mundo, quien busca destruir su
Creación y su santa Iglesia… “El que no está conmigo está contra mí, y el que
conmigo no recoge, desparrama” (Mt 12, 30)
Querido
sacerdote, ¿por qué me pides obediencia a quien me dice que la caridad fraterna
es la primera ley de los cristianos (Amoris Laetitia, cap.8, 306). ¿Acaso hemos
olvidado que la primera ley de los cristianos es “amarás a Dios sobre todas las
cosas”? (Lc. 10, 26-27).
Querido
sacerdote, ¿por qué me pides obediencia a quien me dice que el anuncio del
Evangelio es proselitismo y una solemne tontería sin sentido, para hacer a un
lado el gran mandato de Nuestro Señor Jesucristo, quien nos ordenó “…Id por
todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere
bautizado, se salvará, más el que no creyere se condenará”. (Mc. 16, 15 – 16)
Querido
sacerdote, ¿por qué me pides que acepte la autoridad de quien que me dice que,
nosotros cristianos, y aquellos que niegan la Santísima Trinidad (judíos,
musulmanes, budistas. Jn. 8, 44) “somos hijos de, y rezamos a un mismo Dios”?
¿Por qué debo aceptar la autoridad de quien cree que “no hay un Dios
católico”? (Entrevista con Scalfari 1º de octubre de 2013). Un Dios
católico en su Santísima Trinidad, ¿acaso el credo es opcional, así como
olvidar que adoramos a un solo Dios, Uno y Trino? Parece que olvidamos que, tal
ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio
unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la
comunión católica y fuera de la Iglesia a cualquiera que se separe en lo más
mínimo de la doctrina enseñada por el magisterio auténtico. San Epifanio, san
Agustín, Teodoreto, han mencionado un gran número de herejías de su tiempo. San
Agustín hace notar que otras clases de herejías pueden desarrollarse, y que, si
alguno se adhiere a una sola de ellas, por ese mismo hecho se separa de la
unidad católica. (Satis Cognitum, punto 17, del Sumo Pontífice León XIII)
(Cann. 194 y 1364).
Querido
sacerdote, ¿acaso me instas a respaldar la negación de la Santísima Trinidad en
aras de la obediencia al Papa? ¿El Papa en verdad es infalible?
Y
en todo caso, ¿qué importa ya?, si Nadie puede ser condenado para siempre,
porque esa no es la lógica del Evangelio (Amoris Laetitia, cap.8, 297). Si ya
no seremos arrojados al horno de fuego (Mt 13, 50), al fuego eterno (Mt 25, 41)
… ¿Qué importa? si “ya soy salvo”; si soy objeto de una misericordia
“inmerecida, incondicional y gratuita” (Amoris Laetitia, cap.8, 297). En
obediencia al Papa y en reconocimiento a su autoridad, ¿por qué habría de
preocuparme entonces de ir allí donde habrá llanto y crujir de dientes (Lc
13, 28)? si esa no es la lógica del Evangelio, según Francisco.
Querido
sacerdote, me dices que debo buscar mi salvación y santificación, pero al mismo
tiempo me pides obediencia y reconocimiento a quien me dice que puedo recorrer
la viacaritatis, en cualquier circunstancia, si es que tengo dificultades
para vivir plenamente la ley divina (AmorisLaetitia, capítulo VIII, 306).
“Me
maravillo de que tan pronto, abandonando al que os llamó en las gracias de
Cristo, os hayáis pasado a otro evangelio. No es que haya otro; lo que hay es
que algunos os turban y pretenden pervertir el Evangelio de Cristo” (Gál 1,
6-7)
Resistirme,
en objeción de consciencia, a obedecer y reconocer la autoridad de quien me
anuncia un evangelio diferente, no significa que no reconozca que Francisco es
Papa. Y con seguridad mi llamamiento no obtendría nunca un Imprimatur, es
verdad, como incluso tampoco lo obtendría esta página web de cara a la “nueva
pastoral de la misericordia”, tolerante con todos menos con quienes nos
atrevemos a denunciar. Mas no olvidemos que ante el silencio cómplice de
nuestros pastores y, en virtud del bautismo y de la confirmación, los laicos,
como todos los demás fieles, estamos destinados por Dios al apostolado, y
tenemos la obligación general, y gozamos del derecho tanto personal como
asociadamente, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido
y recibido por todos los hombres en todo el mundo; obligación que nos apremia
todavía más en aquellas circunstancias en las que sólo a través de nosotros,
laicos, pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a Jesucristo. (Cann.
225).
Y
ciertamente, siendo que comulgar indignamente no es cosa de juego, cuidemos más
bien de no incurrir en ello al respaldar algún error del actual Vicario de
Cristo en funciones. Sabemos que todo habrá de cumplirse según está escrito,
pero al menos no responderé por el alma de ningún hombre por haber callado… “Si
autem tu annuntiaveris impio, et ille non fuerit conversus ab impietate sua, et
a via sua impia ipse quidem in iniquitate sua morietur; tu autem animam tuam
liberasti.”
Un
Feligrés Mexicano
Visto
en Adelante la Fe
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