Una noche
tranquila y un fin perfecto
nos conceda el Señor omnipotente. Amén.
(Bendición
de la oración de Completas).
Queridos
hermanos, quién no se ha ido a dormir con intranquilidad, o se ha levantado con
pesadez y con ideas extrañas, o bien, ha tenido pesadillas durante la noche.
Nos vamos a dormir con todo lo acontecido en el día, y muy especialmente con lo
vivido unas horas antes, televisión, internet redes sociales, quizá enfados y
disputas… Hemos dejado abierta una puerta al demonio. El maligno, que no
duerme, entra en el sueño y nos induce a pesadillas, a cosas malas, ideas
desconcertantes… También, y en especial, los niños se ven tentados en el sueño,
o, antes de él, con miedos nocturnos y pesadillas.
No
siempre está en nuestra mano tener un sueño reparador por las noches, porque es
cuando los demonios que nos han estado tentando y acechando a lo largo del día,
aprovechan para intentar batirnos. Es cuando nuestro cuerpo descansa, cuando
nos atacan más duramente. ¿No sucede algunas veces, que nos levantamos con una
idea retorcida que ha surgido durante la noche y desconocemos el por qué? Los
malos espíritus no descansan, no necesitan dormir, están siempre vigilantes y
aprovechan cualquier momento para inducirnos al mal.
¿Qué
sucede durante la noche en nuestro cuerpo? Muchas veces sueños carnales, o
violentos, desagradables, todo por no haber vencido la batalla de la carne, la
batalla corporal durante el día. Los Padres del desierto nos han
legado una importante y sabia colección de sentencias, denominadas apotegmas,
es decir, dichos breves que contienen una enseñanza moral que pretende
aleccionar. Veamos algunas de estas sentencias:
Es
bueno huir de las cosas corporales. Pues mientras uno está enfrascado en la
lucha corporal, se parece al hombre que permanece de pie junto a un lago muy
profundo: el enemigo le precipitará en él fácilmente en el momento que lo
estime conveniente. Pero cuando se está lejos de las cosas corporales, se
parece al hombre lejos del pozo; si el enemigo le arrastra para precipitarle en
él, mientras tira de él con violencia, Dios le envía su ayuda.
Esta
sentencia es ilustrativa: si toda nuestra actividad y preocupación está en las
cosas corporales y carnales, el alma y el cuerpo estarán durante la noche a
merced de los malos espíritus. Hay que acostarse con la mente en el Señor,
libre de cualquier otro pensamiento o inquietud, hay que prepararse para una
noche tranquila en el Señor.
La
manera de fortalecer el sueño y tenerlo en el Señor empieza desde que nos
levantamos, desde el primer minuto. Si nuestro primer impulso diurno es un acto
de amor a Dios, nuestra jornada empezará mirándolo a Él y depositando en el
Señor toda nuestra vida. Si esas faltas de caridad contenidas, que no salieron
de nuestra boca, pero dañaron nuestra alma, las llevamos de inmediato al
confesionario, estaremos fortaleciendo nuestro interior. Pero, si no hemos
cumplido correctamente en nuestro trabajo, si no hemos sido fieles al Señor
acudiendo a la Santa Misa, a nuestra visita al Sagrario, en la oración diaria,
esa inquietud ya ha quedado dentro de nosotros.
Cuántas
cosas que sin darnos cuenta van entrando y ensuciando el alma, que debería ser
un espejo sin mácula, todas esas faltas, por la noche, son motivo para que el
maligno se cebe en ellas y las amplíe y multiplique.
¿Quién
no ha llorado, quien no ha gritado, quien no se ha despertado angustiado? Es
cierto que, aún siguiendo una gran disciplina diaria, la noche puede ser
tormentosa, pero cuanto más entrenados estemos, menos dura será la batalla.
Antes
de cerrar los ojos, debemos de hacer oración y esto no se puede limitar a
cinco minutos, tiene que ser una oración que brote del alma, repasando nuestro
día, viendo aquello en lo que no obramos correctamente y que debemos mejorar o
reparar, pidiéndole perdón al Señor de inmediato por nuestras torpezas. La
noche es un momento ideal para leer un pasaje bíblico y meditarlo y
dormirnos pensando en ello, en la vida de Jesús. ¿Por qué no volver a rezar
el Santo Rosario antes de dormir? Apenas nos ocupa media hora, media hora
que tantas veces se pierde viendo un programa de televisión que no nos aporta
nada y hace que nos acostemos enfadados, acalorados, perturbados. No hay nada
mejor que dormir pensando en el Señor, pensando que Él nos protege y vela por
nosotros mientras descansamos. Nos presta una gran ayuda, nuestro Ángel de la
guarda, al que tantas veces, al pasar a la edad adulta, se le deja de lado.
El Ángel
de la guarda como buen guerrero, vigila el castillo y protege a su
señor, si le hemos rezado las oraciones, no nos desasistirá. ¿Y la Santísima
Virgen? Si a lo largo del día hemos puesto nuestro corazón en Ella, con el rezo
de oraciones piadosas, como buena Madre acariciará nuestra cabeza mientras
dormimos.
¿Qué hacer para
prepararnos para una noche en el Señor? Empezar con el examen de conciencia todas las noches, pero no justo antes de
dormir, bastante antes. Pensar en lo que hemos hechos mal y bien, vaciar, en
una palabra, del alma todo lo que haya ofendido al Señor, con un firme
propósito de confesión. Seguir con el Yo
pecador –Confiteor– para pedir perdón por nuestras faltas y pecados,
con el firme propósito de no volver a caer en ellos. Determinación de confesión lo antes posible, si es
necesario. Poco antes de dormir, recogerse
en oración con el Señor. Leer un pasaje bíblico. Algo muy hermoso y olvidado es dar gracias a Dios por la Sagrada Comunión,
si se ha asistido a la Santa Misa en el día, y pensar en el Santo Sacrificio del día siguiente. Rezar a la
Santísima Virgen María y al Ángel
de la guarda.
Con
todo lo anterior tenderemos un sueño reparador en el Señor, habremos cerrado
cualquier posibilidad al demonio de tentarnos y afectar nuestro sueño
con pesadillas e ideas extrañas y perturbadoras. Es conveniente, también, tener agua bendita en casa y santiguarse
con ella antes de dormir.
¿Qué ocurre si me
despierto durante la noche angustiado? Llamar al Señor para que venga en
nuestra ayuda, pensar el Señor en el Sagrario o pensar en la cita bíblica leída antes de
dormir. Tener el Santo Rosario en la
mano, con solo tocarlo nos recuerda que el Señor está ahí con
nosotros.
Queridos
hermanos, si nos damos cuenta tenemos a nuestro lado toda una legión capitaneada
por el Señor, que cuida nuestras almas durante el sueño, pero para ello se
exige nuestro esfuerzo. Igual que el atleta se entrena para la carrera, así
debemos de hacer nosotros a lo largo del día, entrenarnos para la noche.
Puede
haber excepciones, porque así
Dios lo dispone. Me refiero a almas
especiales por su vida de santidad, o por especial designio del Señor, serán atacadas hasta el final, por el deseo del maligno de poseer las
almas puras. Pero de ocurrir esto, estas
almas no han de temer, no han de acostarse con miedo, sería darle la
victoria antes de tiempo. Al igual que los monjes, conocedores de esto,
interrumpen el sueño y se levantan en la noche para orar al Señor, impidiendo
al enemigo colarse por ninguna rendija, estas almas pueden hacer lo mismo, o
bien, en caso de no interrumpir el sueño voluntariamente, prestarse a la lucha
en caso de ser perturbados por el espíritu maligno.
Lo
que obremos, bueno o malo, en nuestra jornada, será o nuestra vitamina o
nuestro sobrepeso a la hora de cerrar los ojos.
Ave
María Purísima.
Padre Juan Manuel
Rodríguez de la Rosa.
Visto en: Adelante la Fe.
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