EL CAMINO: "YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, NADIE VA AL PADRE SINO POR MÍ". (JUAN 14:6)

"BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, Y TODO LO DEMÁS SE OS DARÁ POR AÑADIDURA". (MATEO 6:33)

"Y EN NINGÚN OTRO HAY SALVACIÓN, PORQUE NO HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO DADO A LOS HOMBRES, EN EL CUAL PODAMOS SER SALVOS". (HECHOS 4:12)

sábado, 15 de octubre de 2016

Santa Teresa de Jesús, enseñanzas

“Ya que Dios tiene tantos enemigos y tan pocos amigos,
que esos fueran buenos”.
(Santa Teresa de Jesús)

“¡Oh, cristianos! Tiempo es de defender a vuestro Rey y de acompañarle en tan grande soledad, que son muy pocos los vasallos que le han quedado y mucha la multitud que acompaña a Lucifer; y lo que es peor, es que se muestran amigos en lo público y véndenle en lo secreto; casi no halla de quien se fiar”. (Santa Teresa de Jesús)

Santa Teresa de Ávila sobre los luteranos:

“En la fe me hallo, a mi parecer, con mucha mayor fortaleza. Me parece que me pondría yo sola contra todos los luteranos a hacerles entender su error. Siento mucho la perdición de tantas almas. Veo muchas que conozco claramente que Dios ha querido que se hayan aprovechado por mi medio...”. (Cc 3ª, 8)
  
“Y ya que su santo Hijo nos dio un medio tan bueno para que le podamos ofrecer en sacrificio muchas veces, que valga tan precioso don para que se detenga tan grandísimo mal y tantas profanaciones como se hacen entre los luteranos en los lugares sagrados donde moraba este santísimo Sacramento, dejando deshechas las iglesias, perdidos tantos sacerdotes y suprimidos los sacramentos. (C 35, 3)”.

El fin para que se fundó esta Orden y el celo con que la Madre Teresa la fundó fue para resistir a los herejes y convertir a los gentiles e infieles a la fe.

El deseo de Teresa de hacer mucho por la Iglesia:

Oración e inmolación por los sacerdotes, es carisma específico de la carmeli­ta. Un grupo de mujeres en marcha desde el monasterio de san José de Ávila, primera fundación de Teresa. Los luteranos de Francia la fuerzan a clamar al cielo. La herejía de Lutero se había extendido en Francia y, acaudillada por Calvino, más feroz y tenaz que Lutero, dio origen a los hugonotes, que se ensañaron con los católicos franceses, profanaron sus lugares de culto, desvalijaron sagrarios y persiguieron a los sacerdotes...

Teresa de Jesús, sentía la enorme necesidad de hacer mucho por una Iglesia que sufría tiempos difíciles, y así escribe en el Libro Camino de Perfección Capitulo 1: “En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Dime gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Creo que estaría dispuesta a dar mil vidas por salvar una sola alma de las muchas que allí se perdían”. Y determinada ella en; “seguir los consejos evangélicos con toda la perfección… y  confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo….y contentar en algo al Señor, y ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tornar ahora a la cruz estos traidores y que no tuviese adonde reclinar la cabeza”.


“Ví almas que caían al infierno como hojas que caen en el otoño".
(Santa Teresa de Jesús)

“Y se va notando que crece el temor y el amor de Dios, porque no cometen pecados mortales y por nada del mundo cometerán un pecado venial con advertencia; y los mortales los temen como el fuego”. (Santa Teresa de Jesús)


Santa Teresa de Ávila:  En su autobiografía describe una visión divina sobre los castigos y penas del Infierno:

“Un día, mientras estaba en oración, de repente me encontré sumida en el Infierno. Me di cuenta de que el Señor me quería llevar a dar un vistazo sobre a donde conduce una vida de pecado. (…) La entrada al infierno parecía un largo, estrecho callejón o un horno bajo y oscuro. El suelo estaba cubierto de barro sucio que emitía un hedor nocivo. Había un enjambre de bichos repugnantes”.

“Pero a continuación tuve una visión de cosas espantosas, entre ellas el castigo de algunos vicios. Al verlos, me parecían mucho más terribles […]. Oír hablar del infierno no es nada, como tampoco el hecho de que haya meditado algunas veces sobre los distintos tormentos que procura (aunque pocas veces, pues la vía del temor no está hecha para mi alma) y con las que los demonios torturan a los condenados y sobre otros que he leído en los libros; no es nada, repito, frente a esta pena, es una cosa bien distinta. Es la misma diferencia que hay entre un retrato y la realidad; quemarse en nuestro fuego es bien poca cosa frente al tormento del fuego infernal. Me quedé espantada y lo sigo estando ahora mientras escribo, a pesar de que hayan pasado casi seis años, hasta el punto de sentirme helar de terror aquí mismo, donde estoy” […]. 

“Esta visión me procuró también una grandísima pena ante el pensamiento de las muchas almas que se condenan, especialmente las de los luteranos que por el bautismo eran ya miembros de la Iglesia, y un vivo impulso de serles útil, estando, creo, fuera de dudas de que, por liberar a una sola de aquellos tremendos tormentos, estaría dispuesta a afrontar mil muertes de buen grado” […].

“Buen castigo se han ganado con sus propias manos y bien se han merecido por sus deleites fuego eterno. ¡Allá se lo hayan!”. (C 1, 4)


Santa Teresa de Jesús cuenta en una de sus visiones:

“Un día murió cierta persona, que había vivido harto mal y por muchos años. Murió sin confesión, mas con todo esto no me parecía a mí que se había de condenar. Estando amortajando el cuerpo, vi muchos demonios tomar aquel cuerpo y parecía que jugaban con él... Cuando echaron el cuerpo en la sepultura, era tanta la multitud de demonios, que estaban dentro para tomarle, que yo estaba fuera de mí de verlo y no era menester poco ánimo para disimularlo.

Consideraba qué harían de aquel alma, cuando así se enseñoreaban del triste cuerpo. Ojalá el Señor hiciera ver esto que yo ví a todos los que están en mal estado, que me parece fuera gran cosa para hacerlos vivir bien”. (Vida 38,24)

Santa Teresa de Ávila advierte sobre la obstinación en el pecado mortal: 

“De pecado con plena advertencia por pequeño que sea Dios nos libre. Yo no sé cómo nos atrevemos a enfrentarnos con tan gran Señor, aunque sea en muy poca cosa. Tanto más cuanto no hay cosa pequeña contra una tan gran Majestad y sabiendo que nos está mirando. Esto es lo que yo entiendo por pecado deliberado, y es como si le dijéramos: "Señor, aunque no os guste haré tal cosa; ya sé que lo veis y sé que no queréis que lo haga, pero prefiero seguir mi capricho y gusto que vuestra voluntad”. (C 41, 3)

“Cuando un mundano está muy tranquilo estando metido en grandes pecados y sosegado en sus vicios y la conciencia no le remuerde de nada, esta paz ya es señal de que el demonio y él son amigos”. (Mdt C 2, 1) 

“Aunque el mismo sol que le daba tanto resplandor y hermosura todavía está en el centro del alma, para recibir su luz y hermosura es como si allí no estuviese, siendo tan capaz el alma de gozar de Su Majestad, como lo es el cristal para que resplandezca en él el sol. Nada le aprovecha. Y por eso todo lo que haga estando en pecado mortal es de ningún fruto para alcanzar gloria. Porque al no proceder las buenas obras de aquel principio que es Dios de donde nuestra virtud es virtud, no pueden ser agradables a sus ojos pues, en fin, la intención del que hace un pecado mortal no es contentarle sino agradar al demonio que, como es las mismas tinieblas, así la pobre del alma queda hecha una misma tiniebla”. (I M 2, 1)

“¡Oh, que no entendemos que el pecado es una guerra campal contra Dios de todos nuestros sentidos y potencias del alma!; el que más puede más traiciones inventa contra su Rey”. (E 14)

“Entendí bien cuán más obligados están los sacerdotes a ser buenos que otros, y cuán recia cosa es tomar este Santísimo Sacramento indignamente, y cuán señor es el demonio del alma que está en pecado mortal”. (Santa Teresa de Jesús. Libro de la Vida)

"El amor de Dios no ha de ser fabricado en nuestra imaginación,
sino probado por obras".
(Santa Teresa de Jesús)

“Este tener luz para guardar la ley de Dios con perfección es todo nuestro bien; sobre esto asienta bien la oración; sin este cimiento fuerte, todo el edificio se construye en falso”. (Santa Teresa de Jesús)

En la enseñanza teresiana hay una llamada constante a la fidelidad a la voluntad de Dios:

El Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Cardenal D. Antonio Cañizares Llovera, que fue Obispo de Ávila entre 1992 y 1996 presidió en la capilla del Monasterio de San José la solemne Misa con motivo de los 450 años de la Fundación por Santa Teresa de Ávila de dicho monasterio y el inicio de la Reforma. En su intervención, con motivo de esta celebración, el cardenal se ha expuesto que en la enseñanza teresiana hay una llamada constante a la fidelidad a la voluntad de Dios, diciendo lo siguiente:

“La gracia de haber sido segregadas del mundo, para «una vida oculta con Cristo en Dios», impone como exigencia una entrega al apostolado oculto, o sea, el llamamiento a la soledad implica una exigencia de cooperación, de manera generosa y ardiente, a la extensión del Reino de Dios. Se trata sencillamente de la exigencia de vivir en Cristo, es decir, vivir con determinación las palabras que Él nos enseñó: «Hágase tu voluntad». Cristo vino a hacer la voluntad del Padre. Con ello nos expresa claramente la ligazón que hay entre la voluntad de Dios y el ser y vivir cristiano. Teresa de Jesús lo comprendió perfectamente; lo aplica a su vida y lo enseña con vigor. En la enseñanza teresiana hay una llamada constante a la fidelidad a la voluntad de Dios, porque en ello estriba la máxima perfección, y tanto más se progresa en la unión con Dios, cuanto mayor es su conformidad con su voluntad, manifestada en su Hijo «humanado». Es básico, dirá la santa, «rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo y que el concierto de nuestra vida sea lo que su Majestad (Dios) ordenare de ella, y no queramos nosotros que se haga nuestra voluntad, sino la suya». No pide otra cosa la santa al Señor que su voluntad esté siempre sujeta a no salir de la de Él. Y esto con la veracidad y radicalidad propias del estilo teresiano, «porque un alma en manos de Dios —son palabras de Teresa de Jesús—, no se le da más que digan bien que mal, si ella entiende bien entendido que no tiene nada de sí».

La suma perfección radica en «estar nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad y tan alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo entendiendo que lo quiere su Majestad» divina. Que nadie tema, al contrario, decir con Santa Teresa: «Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?». Ahí está el logro, la felicidad y la vida. Sólo por Cristo, con Él y en Él, se llega a tal perfección, que entraña siempre renovación profunda y total del hombre. Para esto hay un camino, el «camino de la perfección», inseparable de la oración. En esta espiritualidad, que es en su núcleo la de la santa de Ávila, encontramos «una luz segura para descubrir que por Cristo llega al hombre la verdadera renovación de su vida» (Benedicto XVI, Mensaje pontificio para la celebración del 24 de agosto, 1).


La determinada determinación de Teresa:

Teresa de Jesús, nos ha dejado una frase hermosa en su libro Camino de Perfección, Capitulo 21, La “Determinada Determinación”, y ella es determinada con toda determinación a ser toda de Dios. Y así es como Teresa de Jesús, habiendo comprendido que Él la quería para la reforma, comienza con aspiración perseverante a construir los cimientos que sirvan de apoyo y los hace en unión e intimidad con Cristo.

El camino ni subsiste ni es animoso si no lo comenzamos con determinación. Hay que determinarse a “ser siervos del amor”. “Dios es amigo de ánimas animosas”. “Importa el todo tener una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar” (Camino de perfección 21,2). Una gran ayuda y Teresa lo enseña muy bien, es la fortaleza de la oración, y que no hay oración auténtica sin vida cristiana, y ésta se representa en unas virtudes evangélicas transparentes, pues lo más escondido de la persona es donde el hombre se juega las grandes ganancias de la vida.

Durante 20 años, (1562-1582), la Santa Madre Teresa de Jesús, estuvo fundando conventos, parece algo sencillo, pero son muchas jornadas de “andariega” y pasar por muchas situaciones difíciles, pero ella sabía que no hay camino que dure si no lo emprendía con determinación. Sin embargo, Teresa sabe de fracasos y sabe que no hay en nosotros determinaciones sinceras de voluntad que logren penetrar las capas profundas de la persona. “No nos damos a Dios con la determinación con que Él se da a nosotros”. (Camino de Perfección 16,9) 

Para quien se decide, Teresa nos propone objetivos concretos: “no tornar atrás”. (Camino de Perfección 23,1) Y la decisión de reservar para la oración un tiempo de cada jornada. Dárselo “con toda determinación de nunca jamás tornárselo a tomar”. (Camino de Perfección 23,2)

Tener que determinarse con toda determinación fue, en su vida, un drama en muchos actos. Experimentó miedos y debilidades ante la llamada a “darse del todo a Dios”. Nuestra determinación profunda tiene un componente de gracia. Dios no falla. Él es fiel a la palabra dada. “Es gran cosa haber experimentado eso...” (C 23,5-6), haber experimentado cómo trata Dios a quienes se determinan. Alegato final: “Esto es sin falta. Yo lo sé. Y a las de vosotras que lo sabéis por experiencia, por la bondad de Dios, puedo presentar por testigos”. (C 23,6)

Las razones de Teresa las comenta en el mismo capítulo del Libro Camino de Perfección, la primera, ante todo, la exigencia del amor: a quien nos ama y nos da tanto y tan continuamente, no es razonable que nosotros le demos o nos demos a medias. Otra cosa sería burla (C 23,2).  La segunda razón es de estrategia defensiva. Un espíritu decidido es menos vulnerable. Vale contra la cobardía, contra los miedos. La determinación es una coraza contra la propia fragilidad. El denodado se crece. Y el demonio tiene “gran miedo de ánimas animosas” (C 23,4). Y la tercera razón es la eficacia combativa. “Pelea con más ánimo”. (C 23,5) “Nos va la vida en vencer”. (C 23,5)




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