El
Libro de la Revelación es un libro profético en el sentido de que lo que
sucedió a la Iglesia en la época de Juan, continuará sucediendo en y a la
Iglesia hasta el fin de los tiempos.
En
efecto, la Iglesia actual está plagada de los mismos cuatro problemas que
aquejaron a la Iglesia en la época de Juan:
1-tibieza,
2-ataques
calumniosos,
3-falsas
doctrinas,
4-complacencia.
«En
una hora trágica de tinieblas y confusión, cuando la nave del estado portugués
había perdido el rumbo del curso de sus tradiciones y como anegada en la tempestad
anticristiana y antinacional parecía sucumbir sin salvación posible en un
naufragio inevitable, el cielo intervino en Fátima con su poder. De la
oscuridad brotó una luz deslumbradora, de la tormenta retornó el silencio del
mar, y Portugal pudo atar de nuevo los hilos separados de sus tradiciones
perdidas». (PÍO XII, Discurso
radiado, 31-10-1942)
Portugal,
país clásicamente católico, pero en la época de las manifestaciones a los
pastores (1917), estaba conducido por un gobierno comuno-masón, que quiso
frenar, desviar y apagar las revelaciones de la Señora a los niños Lucía,
Francisco y Jacinta, dificultando asimismo las manifestaciones de piedad en los
lugares consagrados por la manifestación de María Santísima.
Afirmó
el Papa Pío XII que el Mensaje de Fátima constituye una de las mayores
intervenciones del Cielo en la historia del mundo a través de María.
«Las
fuerzas de la Masonería (y de sus simpatizantes, los comunistas) conspiraron
para impedir que el Mensaje de Fátima alcanzara su cumplimiento en Portugal. Se
insinuó que el Mensaje era un fraude o una ilusión infantil; los propios
videntes fueron perseguidos y hasta amenazados de muerte. Tal era el odio de
esas fuerzas contra la Iglesia Católica y contra la Virgen Madre de Dios.
Lo
mismo ocurre con estas fuerzas, que hoy actúan libremente en todo el mundo. No
es preciso sumirse en los delirios cenagosos de las teorías de la conspiración,
para saber que, hasta 1960, los Papas publicaron más condenaciones y
advertencias sobre las maquinaciones de los masones y de los comunistas contra
la Iglesia, que sobre cualquier otro tema en la Historia de la Iglesia». (GRUNER, NICOLÁS, La última batalla del diablo, cap.
5)
El
Siervo de Dios Fulton J. Sheen, habló del contento de los enemigos de Dios y
del pesimismo de sus amigos.
«En la Carta
de las Naciones Unidas no figura el nombre de Dios ni se menciona su Ley
moral». (SHEEN, Mons.
FULTON J., La Virgen y el sol)
Recordaba
el gran arzobispo que los enemigos del Salvador clamando No queremos que
este hombre sea nuestro rey lo crucificaron como un vulgar delincuente, disparando
sus injurias que sonaban a vanagloria de triunfo y a completa derrota del Señor,
mientras los amigos de Jesucristo se habían desmoralizado y caído en el
pesimismo.
Nietzsche
se jactaba de que «Dios había muerto. A partir de lo cual, los enemigos de los
derechos de Dios, dieron pasos largos: el comunismo ateo, había echado raíces
en Rusia, y desde ese país el comunismo había roído las entrañas del mundo
subyugando a decenas de países y millones de seres, prohibiendo la difusión del
Evangelio, persiguiendo, encarcelando y eliminando a los seguidores del Señor,
y esparciendo sus errores por todo el mundo, “extendió sus tentáculos para
entenebrecer las inteligencias, contaminar la verdad, transformándola en
mentira y llamando luz a la oscuridad».
Los derechos
de Dios:
Son inalienables,
es decir, no pueden ser enajenados por Dios, Fuente Suprema y Único Ser
Necesario.
Son imprescriptibles,
es decir, que subsisten en el tiempo y en la eternidad.
Son irrenunciables,
que quiere decir que Dios no puede renunciar a que sus criaturas actúen y
respeten sus Derechos Divinos.
Finalmente,
son indiscutibles, es decir, que por nuestra absoluta dependencia de Él en
todo y por ser criaturas a Su Imagen y Semejanza, no podemos siquiera ponerlos
en duda ni menos discutir sobre ellos.
(Cf.: Caballero de a Inmaculada)
«En
realidad, el problema radical del universo está ya fundamentalmente resuelto y
se apoya en la importante disyuntiva que jamás se había planteado a la libertad
humana: con Dios o contra Dios. Esta es la elección que hoy planea sobre
el destino de la humanidad». (BOHR,
OTTO, Roma Moscú Fátima)
Una
década antes a los eventos de Fátima en 1917, San Pío X escribió en la
encíclica Pascendi:
«Ellos
traman la ruina de la Iglesia, no desde afuera, sino desde adentro; en nuestros
días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas
venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto
más a fondo conocen la Iglesia».
«Satanás
ha llegado hasta los más altos puestos, y logrará introducirse hasta las más
altas cumbres de la Iglesia… los cardenales se opondrán a los cardenales, los
obispos a los obispos y los sacerdotes contra los sacerdotes. Satanás se
introducirá dentro de sus filas. En Roma misma habrá grandes cambios… la
Iglesia será oscurecida, y el mundo precipitado en la confusión». (Extracto diplomático según las
palabras que la Virgen de Fátima le reveló a Lucía el día del Milagro del Sol,
publicadas en el periódico Nueva Europa de
Stuttgart, Alemania, bajo el título, el Porvenir
de la Humanidad)
El
Papa Pío XII vaticinó la crisis de la Iglesia basándose en el mensaje de
Fátima:
«Me
preocupan los mensajes de la Santísima Virgen a Lucía de Fátima. Esa
persistencia de María sobre los peligros que amenazan a la Iglesia es
un aviso del Cielo contra el suicidio que significa modificar la Fe en su Liturgia, en
su Teología, en su propia alma. (…) Oigo a mi alrededor
innovadores que desean desmantelar el Santuario, apagar la
llama universal de la Iglesia, rechazar sus ornamentos y hacer que se
sienta culpable por Su pasado histórico». (Cf.: GRUNER, NICOLÁS, La última batalla del diablo, cap.
7)
«Siento
en mi entorno a los innovadores que quieren desmantelar el Sacro Santuario,
destruir la llama universal de la Iglesia, rechazar sus ornamentos, ¡Hacerla
sentir remordimiento de su pasado heroico! Bien, mi querido amigo, estoy
convencido que la Iglesia de Pedro tiene que hacerse cargo de su pasado, o ella
cavará su propia tumba (…) Llegará un día en que el mundo civilizado renegará
de su Dios, en el que la Iglesia dude como dudó Pedro. Será tentada a creer que
el hombre se ha convertido en Dios, que Su Hijo es meramente un símbolo, una
filosofía como tantas otras, y en las iglesias, los cristianos buscarán en vano
la lámpara roja donde Dios los espera, como la pecadora que gritó ante la tumba
vacía: ¿dónde lo han puesto?». (ROCHE,
Mons. GEORGES, Pius XII devant
l’histoire)
Para
salvar almas:
«Dios
quiere establecer en el mundo la devoción a Mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo
que les digo se salvarán muchas almas y tendrán paz».
El
P. José de Sainte Marie, OCD, resume el Mensaje de Fátima en estos cuatro
puntos:
Una
advertencia inicial de peligro que amenaza al mundo debido al pecado.
La
verdad evangélica subyacente en el llamado de nuestra Señora; Ella es la única
Mediadora que nos puede preservar del pecado y sus consecuencias.
La
súplica misma: Vayan a María, practiquen esta devoción.
La
promesa de un resultado feliz: Por fin Mi Corazón Inmaculado triunfará.
Nuestra
Señora dijo:
«Con
el fin de prevenir la guerra, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi
Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados de mes».
Lo
pidió a Lucía en 1925, 1926 y 1929.
En
junio de 1988, el Cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, dio un juicio definitivo en favor de
las apariciones de Akita, considerando auténticos y dignos de crédito los mensajes.
También dijo: «El mensaje de Akita es el mensaje de Fátima». Previamente habían
sido declaradas «de origen sobrenatural» por el Obispo de Niigata,
Monseñor John Shojiro Ito.
«Lo
que predije en Fátima está en proceso de cumplirse. La obra del diablo se
infiltrará incluso al interior de la Iglesia de tal modo que se verán
cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me
veneren serán despreciados y opuestos por sus colegas… las iglesias y los
altares serán saqueados, la Iglesia estará llena de aquellos que aceptarán
concesiones y el demonio presionará a muchos sacerdotes y almas consagradas a
dejar el servicio del Señor. El demonio será especialmente implacable con las
almas consagradas a Dios. El pensar en la pérdida de tantas almas es la causa
de mi tristeza». (La
Santísima Virgen a la M. Agnes Sasagawa en Akita, Japón, 13 de octubre del 1973)
Lo
que está aconteciendo especialmente en estos días, parece ser el escenario
donde se desarrolla la profecía.
«¡Señor!
¿Hasta cuándo?»
Germán
Mazuelo-Leytón
Visto
en Adelante la Fe
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