¡San Ignacio de Loyola, ruega por nosotros!
SOBRE EL MATRIMONIO Y EL DIVORCIO
En primer lugar, refresquemos la memoria y veamos qué nos dice nuestro
Señor en el Evangelio, que es su Palabra, y, por lo tanto, inspirado por el Espíritu
Santo; es la misma Palabra de Dios, que todos los santos dicen que hay que leer
de forma literal.
«Después
que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán.
Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les
estuvo enseñando una vez más. Se
acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta
cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?".
Él les
respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos
dijeron: "Moisés
permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
Entonces
Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la
dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y
mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y
se unirá a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una
sola carne. Que el hombre no separe lo que
Dios ha unido".
Cuando
regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo:
"El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio
contra aquella; y si una mujer se
divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio"». (Marcos 10: 1-12)
«Ustedes
han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero
yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella
en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y
arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y
no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. Y si tu mano derecha es para ti una
ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda
uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena». (Mateo 5: 27-30)
Jesucristo nos habló en otras ocasiones sobre el
mismo tema, y, obviamente, en el mismo tono en Mateo 5: 31-32; Mateo 19:1-9;
Marcos 9:43-47; Lucas 16:18.
EXTRACTOS DE LA ENTREVISTA CONCEDIDA POR
ARTURO SOSA ABASCAL,
GENERAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
Entrevista al
nuevo superior general de la Compañía de Jesús, el venezolano Arturo Sosa
Abascal, que ha
concedido al vaticanista suizo Giuseppe Rusconi para el blog Rossoporpora y el
"Giornale del Popolo" de Lugano.
He aquí algunos de los pasajes más pertinentes al
caso. Huelgan los comentarios.
P. – El cardenal Gerhard L. Müller, prefecto de la
congregación para la doctrina de la fe, ha dicho a propósito del matrimonio que
las palabras de Jesús son muy claras y que "ningún poder en el cielo y
en la tierra, ni un ángel ni el Papa, ni un concilio ni una ley de los obispos,
tiene la facultad de modificarlas".
R. – Antes que nada, sería necesario
comenzar una buena reflexión sobre lo que verdaderamente dijo Jesús. En esa
época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras. Lo que se sabe
es que las palabras de Jesús hay que ponerlas en contexto, están
expresadas con un lenguaje, en un ambiente
concreto, están dirigidas a alguien determinado.
P. – Pero
entonces, si hay que examinar todas las palabras de Jesús y reconducirlas a su
contexto histórico significa que no
tienen un valor absoluto.
R. – En el
último siglo han surgido en la Iglesia muchos estudios que intentan entender
exactamente qué quería decir Jesús... Esto no es relativismo, pero certifica
que la palabra es relativa, el Evangelio está escrito por seres humanos,
está aceptado por la Iglesia que, a su vez, está formada por seres humanos…
¡Por lo tanto, es verdad que nadie puede cambiar la palabra de Jesús, pero es
necesario saber cuál ha sido [esa palabra]!
P. – Entonces, ¿también es discutible la
afirmación en Mateo 19, 3-6: "Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe
el hombre?”.
R. – Me
identifico con lo que dice el “Papa” Francisco. No se pone en duda, se pone en
discernimiento…
P. – Pero
el discernimiento es valoración, es elección entre distintas opciones. Ya no
hay la obligación de seguir una única interpretación…
R. – No, la
obligación existe siempre, pero de seguir los resultados del discernimiento.
P. – Pero
la decisión final se funda sobre un juicio en relación a distintas hipótesis.
Por lo tanto, toma en consideración también la hipótesis de que la frase
"pues lo que Dios ha unido…" no sea exactamente como aparece. En
resumen, pone en duda la palabra de Jesús.
R. – No la
palabra de Jesús, sino la palabra de Jesús tal como nosotros la hemos
interpretado. El discernimiento no elige entre distintas hipótesis, pero se
pone a la escucha del Espíritu Santo que, como Jesús prometió, nos ayuda a
entender los signos de la presencia de Dios en la historia humana.
P. - Pero, ¿cómo se discierne?
R. – El “Papa”
Francisco discierne siguiendo a San Ignacio, como toda la Compañía de Jesús:
hay que buscar y encontrar la voluntad de Dios, decía San Ignacio. No es una
búsqueda en broma. El discernimiento lleva a una decisión: no se debe sólo
valorar, sino que hay que decidir.
P. – ¿Y quién debe decidir?
R. – La
Iglesia ha confirmado siempre la prioridad de la conciencia personal.*
P. – Por lo
tanto, si la conciencia, después del discernimiento, me dice que puedo hacer la
comunión, aunque la norma no lo prevea…
R. – La
Iglesia se ha desarrollado a lo largo de los siglos, no es un pedazo de
hormigón. Nació, ha aprendido, ha cambiado. Por esto se hacen los concilios
ecuménicos, para intentar centrar los desarrollos de la doctrina. Doctrina
es una palabra que no me gusta mucho, lleva consigo la imagen de la dureza
de la piedra. En cambio, la realidad humana es mucho más difuminada,
no es nunca blanca o negra, está en un desarrollo continuo.
P. – Me
parece entender que para usted la praxis del discernimiento tiene prioridad
sobre la doctrina.
R. – Sí, pero la doctrina forma parte
del discernimiento. Un verdadero discernimiento no puede prescindir de la
doctrina.
P. – Pero puede llegar a conclusiones distintas a
la doctrina.
R. – Esto
sí, porque la doctrina no sustituye al discernimiento, como tampoco al Espíritu
Santo.
En
realidad, hay exegetas católicos que han interpretado las palabras de Jesús
sobre matrimonio y divorcio como una admisión del repudio y las segundas
nupcias.
Es el caso
del monje camaldulense Guido Innocenzo Gargano, biblista y patrólogo de
renombre, docente en las pontificias universidades Gregoriana y Urbaniana.
Su exégesis
ha sido publicada íntegramente en www.chiesa el 16 de enero de 2015:
Para los "duros de corazón" vale siempre la ley de Moisés. Es una exégesis que, es obvio, puede no ser compartida y
de hecho ha sido contestada desde
la raíz.
Pero tiene
el valor de la transparencia y la "parresía", que falta en quienes
cambian las palabras de Jesús sin manifestarlo y sin dar razón de ello.
Por Sandro
Magister
*¿LA IGLESIA HA CONFIRMADO SIEMPRE
LA PRIORIDAD DE LA CONCIENCIA PERSONAL?
Mons Schneider: La idea (herética) de la conciencia como juez supremo proviene del subjetivismo del protestantismo.
De
la entrevista a Mons Schneider (Adelante la Fe)
-Monseñor, algunos obispos y cardenales han declarado en días recientes que, la sola conciencia basta para recibir la comunión. ¿Es posible decir que quien se sienta en paz con su conciencia puede acercarse a recibir la santa comunión?
-MS: No. Esta
declaración está en contra de la constante enseñanza y de la tradición de la
Iglesia. Es el
principio del subjetivismo, en última instancia de Lutero, del
protestantismo. En las
comunidades protestantes existe este método de que la conciencia es el juez supremo. ¡Y no! la
conciencia no es el juez, ésta debe escuchar la voz de Dios. Esta es la verdadera conciencia, cuando
escucha. Y existe el mandamiento de Dios de manera clara, y la enseñanza de la Iglesia. El no cometer adulterio y estar en estado de
gracia incluso de manera objetiva no sólo subjetiva, y de esta manera recibir
la santa comunión porque los sacramentos no son acciones privadas de cada
individuo, los sacramentos son públicos, son las acciones
más públicas de la Iglesia. Por lo tanto, debe haber un criterio
objetivo. Tal y como san Pablo nos lo dijo ya en la primera carta a los
corintios, y esto es palabra de Dios inspirada por el Espíritu Santo, por lo tanto,
la conciencia individual no puede ser en este caso el juez sino la
Palabra de Dios y la tradición constante de la Iglesia.
¿HAY QUE REINTERPRETAR DE NUEVO
LA PALABRA DE JESUCRISTO?
"Estoy
maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia
de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay
algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun
nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que
os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo
repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea
anatema. Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de
agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo
de Cristo". (1ª de Gálatas 6-10)
¿Qué relación existe entre la
Tradición y la Sagrada Escritura?
La Tradición y la Sagrada Escritura
están íntimamente y profundamente vinculadas. Ambas vuelven presente y fecundo el misterio
de Cristo en la Iglesia y brotan de la misma fuente divina: constituyen el sagrado depósito de la fe, del cual la
Iglesia extrae la propia certeza sobre todas las verdades reveladas.
¿En qué sentido los Evangelios son
libros inspirados?
“Las verdades reveladas por Dios, que
se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. la santa
Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros
enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu
Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a
la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a
hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que
obrando Él en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y
sólo lo que Él quería” (Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 11).
¿Por qué los Evangelios enseñan la
verdad?
Porque
Dios mismo es su autor.
Por ello enseñan sin error las
verdades que son necesarias para nuestra salvación. “Pues, como todo lo
que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado
por el Espíritu Santo, hay que confesar
que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error,
la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra
salvación. Así, pues, “toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para
enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que
el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena” (2 Tim., 3,16-17).”
(Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 11).
¿VERDADES INCÓMODAS O MENTIRAS
RECONFORTANTES?
Tema VII
MENTIRA RECONFORTANTE:
Existen hombres pecadores -los divorciados en
adulterio (después la norma se ampliará a otros)- que a pesar de querer les es
imposible cumplir con los mandamientos de Dios, a ellos el Señor los perdona,
pueden confesar y comulgar a pesar de no tener propósito de enmienda y
mantenerse en su pecado.
VERDADES INCÓMODAS:
"Si alguno dijere que los
mandamientos de Dios son imposibles de guardar, aun para el hombre justificado
y constituido bajo la gracia, SEA ANATEMA". (Canon 18 sobre la
Justificación del Concilio DOGMÁTICO de Trento).
"Si alguno dijera que el
hombre justificado y cuan perfecto se quiera, no está obligado a la guarda de
los mandamientos de Dios y de la Iglesia, sino solamente a creer, como si
verdaderamente el Evangelio fuera simple y absoluta promesa de vida eterna, sin
la condición de observar los mandamientos, SEA ANATEMA". (Canon 20 sobre
la Justificación del Concilio DOGMÁTICO de Trento).
La disciplina de la Iglesia no
puede estar divorciada de la doctrina enseñada por Cristo (Mc X, 11-12) sobre
el adulterio ni de las enseñanzas de san Pablo que divinamente inspirado enseña
que quien comulga en pecado mortal "come y bebe su propia
condenación" (1a. Cor XI, 27-29). ¿O acaso san Juan hubiese podido
permitir a Herodes vivir conyugalmente con su ilegítima mujer?
Visto en Catolicidad
¡Señor, ten piedad de nosotros! ¡Ven pronto!
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