“Cuando te encuentres más apurada y
más débil, ven aquí a buscar fortaleza”.
Jesús a sor Josefa, refiriéndose a su
Sagrado Corazón.
Jesús
a Sor Josefa Menéndez:
Vengo a descansar en ti: ¡Soy tan poco amado de los
hombres!
¡Siempre buscando amor,
no encuentro más que ingratitud!
¡Qué pocas son las almas que me aman de verdad!
Quiero que estés dispuesta a consolar mi Corazón siempre
que te lo pida, pues el consuelo que me
da un alma fiel compensa la amargura
de que me colman las almas frías
e indiferentes.
A
veces sentirás la angustia de mi
Corazón en el tuyo, pero de este modo
me aliviarás. No temas; Yo estoy contigo.
Cuando te dejo tan fría, tomo tu ardor
para calentar otras almas. Cuando te hago
sentir tanta angustia es para no
descargar mi cólera sobre las almas… Cuando
estás insensible y me dices que me
amas, es cuando más consuelas mi Corazón.
Un
solo acto de amor, cuando te sientas
desamparada, repara muchas ingratitudes de otras
almas. Mi Corazón los cuenta y los
recibe como bálsamo precioso. Quiero que me
des almas. Y para ello no te pido
más que amor en todos tus actos.
Hazlo todo por amor: sufre por amor,
trabaja por amor, sobre todo, abandónate al
amor.
Cuando
te hago sentir angustia y soledad,
recíbelo por amor. Quiero valerme de ti
como una persona cansada se sirve de
un báculo para apoyarse. Quiero poseerte,
rodearte, consumirte toda.
Escucha esta palabra: el oro se purifica en el fuego, así tu alma se purifica y fortalece en la tribulación y el tiempo de la tentación es de gran provecho para ti y para otras almas. Entra en mi Corazón y estudia el celo que lo devora por la gloria de mi Padre. No temas sufrir si con el sufrimiento, en algún modo, puedes aumentar mi gloria y salvar almas. ¡Valen tanto las almas!… Por un alma hay que sufrir mucho. ¿No sabes que la Cruz y Yo somos inseparables?
Si
me ves a Mí verás la Cruz, y
cuando encuentres mi Cruz me encontrarás a
Mí.
El
alma que me ama, ama la Cruz, y
el que ama la Cruz, me ama a
Mí. Nadie poseerá la vida eterna sin
amar la Cruz y abrazarla de buena
voluntad por mi amor. El camino de
la virtud y de la santidad se
compone de abnegación y de sufrimiento; el
alma que generosamente acepta y abraza la
Cruz, camina guiada por la verdadera
luz y sigue la senda recta y segura,
sin temor de resbalar en las pendientes,
porque no las hay… La Cruz es la
puerta de la verdadera vida y el
alma que la acepta y la ama tal
cual que Yo se la he dado, entrará
por ella en los resplandores de le
vida eterna.
¿Comprendes ahora cuán preciosa es mi Cruz? No la
temas…
Este Corazón es el que da vida al mundo, pero se la da desde la Cruz. Así es necesario que las almas escogidas como víctimas para ayudarme a dar luz y vida al mundo se dejen clavar en esta Cruz, con gran sumisión, a ejemplo de su Salvador y Maestro.
La
mayor recompensa que puedo dar a un alma es hacerla víctima de mi amor, de mi
misericordia, porque la hago semejante a Mí que soy Víctima Divina por los
pecadores.
¿Sabes
cómo me puedes consolar? Amándome, sufriendo por las almas, no rehusándome
nada.
No
me rehúses nada, recuerda que necesito almas que continúen mi Pasión, para
contener la ira divina. Yo te sostendré.
Cuando
un alma ruega por un pecador con deseo ardiente de que se convierta, mi Corazón
encuentra en esta súplica reparación por la ofensa recibida, y la mayor parte
de las veces esta alma obtiene lo que pide aunque sea en el último momento.
De
todos modos, la oración nunca se pierde, porque repara la injuria que me causa
el pecador, y si no éste, otros mejor dispuestos alcanzarán misericordia y
recibirán el fruto de esta oración.
Hay
almas que durante su vida y también por toda la eternidad están llamadas a
darme la gloria que les pertenece darme y la que me hubieran debido dar otras
almas que se han perdido...; de este modo mi gloria no sufre mengua, pues un
alma justa puede reparar los pecados de otras muchas.
Es
tan grande el amor que tengo a las almas, que sufro como un martirio cuando se
alejan de Mí, no por la gloria que me quitan, sino por la desgracia que se
atraen sobre sí mismas.
Muchas
almas corren a su perdición y mi Sangre es inútil para ellas; pero las almas
que aman, y se inmolan y se consumen como víctimas de reparación atraen la
misericordia de Dios. Esto es lo que salva al mundo.
Busco
almas que reparen tantas ofensas, pues mi Corazón se consume en deseos de
perdonar. ¡Pobres pecadores! ¡Qué ciegos están!
Yo
no deseo más que perdonarlos y ellos no piensan más que en ofenderme... Yo voy
tras los pecadores, como la Justicia tras los criminales; pero la Justicia los
busca para castigarlos, y Yo, para perdonarlos.
El
mundo corre precipitadamente a abismarse en los placeres, y es tanta la
multitud de los pecados que se cometen, que mi Corazón está anegado en un
torrente de amargura y de tristeza.
¿Dónde
encontraré alivio a mi dolor?
Ofrece
todo tu ser para reparar tantas ofensas y satisfacer a la Divina Justicia. Si
tu indignidad y tus pecados son grandes, ven a sumergirte en el torrente de
Sangre de mi Corazón y deja que ella te purifique.
Después,
acepta generosamente todos los sufrimientos que mi Voluntad te envía para
ofrecerlos a mi Padre Celestial. Deja que tu alma se abrase en deseos de
desagraviar a un Dios ultrajado y toma mis méritos para reparar tantos pecados.
Dime:
¿Dónde hay un corazón que ame más que el mío y que sea menos correspondido?
¿Qué corazón hay que se consuma en mayores deseos de perdonar? Y en pago de
tanto amor, recibo las mayores ofensas.
¡Pobres
almas! Vamos a pedir perdón y reparar por ellas: ¡Oh, Padre mío, tened piedad
de las almas, no las castigues como merecen, sino tened misericordia con ellas
como lo pide vuestro Hijo!
“Un
llamamiento al Amor”.
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