Estos ofrecimientos y
oraciones fueron enseñados por Nuestro Señor a Sor Josefa Menéndez, extraídos del libro "Un llamamiento al Amor".
¡Padre
eterno! ¡Padre misericordioso! ¡Recibid la Sangre de vuestro Hijo! ¡Tomad sus
Llagas, recibid su Corazón por estas almas! Mirad su cabeza traspasada de
espinas. No permitáis que una vez más esta Sangre sea inútil. Mirad la sed que
tengo de daros almas... Padre mío, no permitáis que estas almas se pierdan...
Salvadlas para que os glorifiquen eternamente.
* * *
¡Padre
eterno! Mirad estas almas bañadas con la Sangre de vuestro Hijo, víctima que se
ofrece sin cesar; esta Sangre que purifica, consume y abrasa, ¿no tendrá
eficacia bastante para ablandar estas almas?
* * *
Dios
santo, Dios justo... Padre de infinita bondad y clemencia, que por amor habéis
creado al hombre y por amor le habéis constituido heredero de bienes eternos,
si por debilidad os ha ofendido y merece castigo, recibid los méritos de
vuestro Hijo, que se ofrece a Vos como Víctima de expiación. Por esos méritos infinitos
perdonadle y ponedle de nuevo en estado de recibir la herencia celestial. ¡Oh
Padre mío! ¡Piedad y misericordia para las almas!
* * *
Oh
Dios infinitamente Santo... Padre infinitamente misericordioso. Os adoro.
Quisiera reparar los ultrajes que recibís de los pecadores en todos los lugares
de la tierra y en todos los instantes del día y de la noche. Quisiera
especialmente, Padre mío, reparar los pecados que se cometen durante esta hora,
y para ello, os ofrezco todos los actos de adoración y reparación que os
tributan las almas que os aman. Os ofrezco, sobre todo, el holocausto que
continuamente os presenta vuestro Divino Hijo, inmolándose en el altar en todos
los puntos de la tierra y en todos los momentos de esta hora.
¡Oh
Padre infinitamente bueno y compasivo! Recibid esta Sangre purísima en
reparación de los ultrajes de los hombres. Perdonadles sus pecados y tened
misericordia de ellos.
* * *
¡Oh
Padre mío!, ¡oh Padre celestial! Mirad las llagas de vuestro Hijo y dignaos
recibirlas para que las almas se abran a los toques de la gracia. Que los
clavos que taladraron sus manos y sus pies traspasen los corazones
endurecidos..., que su Sangre los ablande y los mueva a hacer penitencia. Que
el peso de la Cruz sobre los hombros de vuestro Divino Hijo mueva a las almas a
descargar el peso de sus delitos en el tribunal de la penitencia.
Os
ofrezco. ¡oh Padre celestial!, la Corona de espinas de vuestro amado Hijo. Por
este dolor os pido que las almas se dejen traspasar por una sincera contrición.
Os
ofrezco el desamparo que vuestro Hijo padeció en la Cruz. Su ardiente sed y
todos los demás tormentos de su agonía a fin de que los pecadores encuentren
paz y consuelo en el dolor de sus culpas.
En
fin, ¡oh Dios compasivo y lleno de misericordia!, por aquella perseverancia con
que Jesús vuestro Hijo, rogó por los mismos que lo crucificaban, os ruego y os
suplico concedáis a las almas un ardiente amor a Dios y al prójimo y la
perseverancia en el bien.
Y
así como los tormentos de vuestro Hijo terminaron con la eterna
bienaventuranza, así los sufrimientos de los arrepentidos y penitentes sean
también coronados eternamente con el premio de vuestra gloria.
* * *
¡Oh
Padre amadísimo, Dios infinitamente bueno! Ved aquí a vuestro Hijo Jesucristo
que, poniéndose entre vuestra justicia divina y los pecados de las almas,
implora perdón.
¡Oh
Dios de misericordia!, apiadaos de la debilidad humana, iluminad los espíritus
oscurecidos para que no se dejen engañar y caigan en los más terribles
pecados... Dad fuerza a las almas para rechazar los peligros que les presenta
el enemigo de su salvación y para que vuelvan a emprender con nuevo vigor el
camino de la virtud.
¡Oh
Padre eterno! Mirad los padecimientos que Jesucristo, vuestro Divino Hijo,
sufrió durante la Pasión. Vedle delante de Vos presentándose como Víctima para
obtener luz, fuerza, perdón y misericordia en favor de las almas.
¡Dios
santísimo!, en cuya presencia ni los ángeles ni los santos son dignos de permanecer,
perdonad todos los pecados que se cometen por pensamiento y por deseo. ¡Recibid
como expiación de estas ofensas la cabeza traspasada de espinas de vuestro
Divino Hijo! ¡Recibid la Sangre purísima que de ella sale con tanta
abundancia!...
Purificad
los espíritus manchados..., iluminad los entendimientos oscurecidos, y que esta
Sangre divina sea su fuerza, su luz y su vida.
Recibid,
¡oh Padre Santísimo!, los sufrimientos y los méritos de todas las almas que,
unidas a los méritos y sufrimientos de Jesucristo, se ofrecen a Vos con Él y
por Él para que perdonéis al mundo.
¡Oh
Dios de misericordia y amor!, sed la fortaleza de los débiles, la luz de los
ciegos y el amor de todas las almas.
* * *
Padre
eterno, que por amor a las almas habéis entregado a la muerte a vuestro Hijo
único, por su Sangre, por sus méritos y por su Corazón, tened piedad del mundo
y perdonad los pecados de los hombres.
Recibid
la humilde reparación que os tributan vuestras almas consagradas. ¡Unidlas a
los méritos de vuestro Divino Hijo, para que sus actos sean todos de gran
eficacia! ¡Oh Padre eterno!
Tened
piedad de las almas y no olvidéis que aún no ha llegado el tiempo de la
justicia, sino el de la misericordia.
ORACIÓN
POR LAS ALMAS SACERDOTALES
¡Oh
Jesús mío! Por vuestro Corazón amantísimo os suplico inflaméis en el fuego de
vuestro amor y de vuestra gloria a todos los sacerdotes del mundo, a todos los
misioneros, a todas las personas encargadas de predicar vuestra divina palabra,
para que, encendidas en santo celo, conquisten las almas y las conduzcan al asilo
de vuestro Corazón, donde sin cesar os glorifiquen. Así sea.
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