“María es el enemigo más
terrible que Dios ha hecho
contra el demonio”.
(San Luis María Grinion de Montfort)
En
el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, San Luis María
Grignion de Montfort nos enseña que la Virgen María nos liderará en la
lucha contra Satanás, para batallar en contra del ejercito del anticristo;
formado por herejes apóstatas cismáticos, impíos, idolatras y
mahometanos.
6.º
María debe resplandecer más que nunca en misericordia, en poder y en gracia, en
estos últimos tiempos; en misericordia, para reducir y acoger amorosamente a
los pobres pecadores y extraviados, que se convertirán y volverán a la Iglesia
Católica; en poder, contra los enemigos
de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e incrédulos
endurecidos, quienes se revolverán terriblemente para seducir y hacer caer
por promesas y amenazas a todos los que sean contrarios, y, finalmente, debe
resplandecer en gracia, para animar y sostener a los soldados valientes y
fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por sus intereses.
7.º
María, en fin, debe ser terrible al demonio y a sus secuaces como un ejército
ordenado en batalla, principalmente en estas últimas edades; porque sabiendo
Satanás que le queda poco tiempo, y menos que nunca, para perder almas,
redoblará diariamente sus esfuerzos y sus combates; suscitará inmediatamente
nuevas persecuciones, y tenderá terribles emboscadas a los servidores fieles y
a los verdaderos hijos de María, a quienes vence más difícilmente que a los
demás.
51.
De estas últimas y crueles persecuciones del demonio, que se aumentarán
diariamente hasta el reino del Anticristo, debe principalmente entenderse
aquella primera y célebre predicción y maldición de Dios, lanzada contra la
serpiente en el paraíso terrestre, que aquí es oportuno explicar para gloria de
la Santísima Virgen, salvación de sus hijos y confusión de Satanás.
“Enemistades
pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje; ella quebrantará tu
cabeza, y tú pondrás asechanzas a su calcañar”. (Gen. 3,14).
52.
Dios no ha hecho más que una enemistad, pero ésta es irreconciliable; durará y
crecerá hasta el fin del mundo, y es entre María su Santísima Madre, y el
demonio; entre los hijos y servidores de la Virgen, y los hijos y súbditos de
Lucifer; de modo que el más terrible de los enemigos de Satán que Dios ha
suscitado es María, su Santísima Madre, a la que dio, desde el mismo paraíso
terrestre, aunque todavía no estuviese más que en su idea, tanto aborrecimiento
a este maldito enemigo de Dios, tanto arte para descubrir la malicia de esta
antigua serpiente, tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a este orgulloso
monstruo, que la teme más que a todos los ángeles y a todos los hombres, y en
cierto sentido más que al mismo Dios.
No es que la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, toda vez que las perfecciones de María son limitadas, sino porque:
1.º,
siendo Satanás muy orgulloso, sufre infinitamente más al ser vencido y
castigado por una pequeña y humilde esclava de Dios, y su humildad le humilla
más que el poder divino;
2.º,
porque Dios ha dado a María tan gran poder contra los demonios, que tienen más miedo
(como se han visto ellos mismos obligados frecuentemente a confesarlo, a pesar
suyo, por boca de los poseídos por ellos) a uno solo de los suspiros de María
en favor de cualquier alma, que, a las oraciones de todos los Santos, y temen
más a una sola de sus amenazas contra ellos, que a todos los demás tormentos.
53.
Lo que Lucifer perdió por el orgullo, María lo ha ganado por humildad; lo que
Eva hizo digno de condenación y perdición por desobediencia, María lo ha
salvado por la obediencia. Eva, obedeciendo a la serpiente, perdió consigo a
todos sus hijos y los entregó a Satanás; María, siendo perfectamente fiel a
Dios, ha salvado a todos sus hijos y servidores con Ella y los ha consagrado a
la Majestad divina.
54.
Dios no puso solamente una enemistad, sino que puso enemistades entre María y
Lucifer, y no sólo las puso entre María y Lucifer, sino entre la raza de la
Virgen y la raza del demonio; es decir, Dios
ha formado enemistades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos
y siervos de María y los hijos y esclavos del diablo, de modo que no se
aman ellos nada unos a otros, ni tienen correspondencia interior entre sí.
Los hijos de Belial, los esclavos de Satanás, los amigos del mundo (que es la misma cosa) han perseguido siempre y perseguirán ahora más que nunca a los que pertenezcan a la Santísima Virgen, como en otro tiempo persiguió Caín a su hermano Abel, y Esaú a su hermano Jacob, que son las figuras de los réprobos y los predestinados; pero la humilde María alcanzará siempre victoria sobre el orgulloso Satanás, y será ésta tan grande, que llegará a aplastarle la cabeza, en que reside su orgullo; María descubrirá siempre la malicia de la infernal serpiente y sus tramas infernales; desvanecerá sus diabólicos consejos y librará a sus fieles servidores, hasta el fin de los tiempos, de sus crueles garras.
Empero, el poder de María sobre todos los demonios, resplandecerá particularmente en los últimos tiempos en que Satanás pondrá asechanzas a su calcañar, es decir, a los humildes esclavos y a los pobres hijos que María suscitará para hacer guerra al infierno.
Pequeños y pobres serán los hijos de la Virgen según el mundo, y abatidos, hollados y oprimidos como el calcañar lo está respecto de los demás miembros del cuerpo; pero en cambio, serán ricos en gracia de Dios, que María les distribuirá abundantemente; grandes y realzados en santidad delante de Dios, superiores a toda criatura por su celo fervoroso, y tan perfectamente asistidos del divino socorro, que con la humildad de su pie, en unión de María, aplastarán la cabeza de la serpiente infernal y harán que Jesucristo triunfe.
55.
En fin, Dios quiere que su Santísima Madre sea ahora más conocida, más amada,
más honrada que lo ha sido jamás. Y será así sin duda si los predestinados
entran en la gracia y en la luz del Espíritu Santo, en la práctica interior y
perfecta que yo les manifestaré luego; entonces verán con aquella claridad
compatible con la fe esta hermosa estrella de la mar, y llegarán a buen puerto
a pesar de las tempestades y de los piratas que los persigan; conocerán las
grandezas de esta Virgen Soberana y se consagrarán completamente a su servicio
como súbditos suyos y esclavos de su amor; saborearán sus dulzuras y sus
bondades maternales, y la amarán con la ternura de hijos muy amados; conocerán
las misericordias de que está llena María y las necesidades para las que han
menester su socorro, y recurrirán a Ella en todo como a la mejor abogada y
mediadora para con Jesucristo; sabrán que María es el medio más seguro, más
fácil, más corto y el más perfecto camino para ir a Jesucristo, y se entregarán
a Ella en cuerpo y alma, sin partición, para ser suya del mismo modo que de
Jesucristo.
56.
Pero ¿a qué se podrá comparar a estos servidores, esclavos e hijos de María?
Serán como brasas encendidas en medio de los ministros del Señor y pondrán el
fuego del amor divino en todas partes, y como flechas en mano poderosa, flechas
agudas en la mano de la poderosa María para herir a los enemigos de Dios (Ps.
126,4).
Serán hijos de Leví, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones, y bien unidos a Dios, que llevarán el oro del amor en el corazón, el incienso de la oración en el espíritu, y la mirra de la mortificación en el cuerpo, y que por todas partes serán el buen olor de Jesucristo para los pobres y para los pequeños, mientras que serán mensajeros de muerte para los grandes, para los ricos y para los orgullosos del mundo (Malaq. 3,3; 2 Cor. 2,15-16).
57.
Serán nubes aterradoras y ligeras que volarán por los aires al menor soplo del
Espíritu Santo, y sin adherirse a nadie,
ni espantarse de nadie, ni apenarse por nada, esparcirán la lluvia de la
palabra de Dios y de la vida eterna; tronarán
contra el pecado, bramarán contra el mundo, y ministros fieles de Dios,
vencerán al diablo y a sus súbditos, y herirán de parte a parte, para la vida o
para la muerte, con la espada de dos
filos de la palabra de Dios a todos aquellos a quien sean enviados de parte
del Altísimo (Isai. 60,8; Eph. 6,17; Hebr. 4,12).
58.
Serán verdaderos apóstoles de los últimos tiempos a quienes el Señor de las
virtudes dará la palabra y la fuerza para obrar maravillas y ganar gloriosos
despojos a sus enemigos; dormirán sin oro ni plata, y lo que es más, sin
cuidado alguno ni miedo a nadie, y sin embargo, serán como las plateadas alas
de la paloma para ir con la pura intención de la gloria de Dios y de la
salvación de las almas a donde los llame el Espíritu Santo, y no dejarán tras
sí donde hayan predicado más que el oro de la caridad, que es el cumplimiento
de toda la ley.
59.
En fin, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo, que, marchando
sobre las trazas de la pobreza, humildad, desprecio del mundo y caridad, enseñarán el camino derecho de Dios y de la
verdad, según el Santo Evangelio, y no según las máximas del mundo, sin
apenarse por nada, sin hacer acepción de
personas, sin cuidarse de nadie, ni escuchar, ni temer a ningún mortal, por
poderoso que sea.
Tendrán en sus labios la
espada de doble filo de la palabra de Dios; llevarán sobre sus espaldas el
estandarte ensangrentado de la Cruz, el Crucifijo en la mano derecha, el
rosario en la izquierda, los nombres sagrados de Jesús y de María en el corazón
y la modestia y mortificación de Jesucristo en toda su conducta. Ved los grandes hombres que vendrán;
pero María estará allí por orden
del Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y
mahometanos. ¿Cuándo y cómo sucederá esto?... Dios sólo lo sabe: a
nosotros sólo nos toca callar, orar, suspirar y esperar. Esperare confiadamente
(Ps. 39,1).
“María estará allí por orden del Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y mahometanos”.
(San Luis María Grinion de Montfort)
LAS
DEFORMACIONES EN EL CULTO
A
LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
por San Luis María
Grignion de Montfort:
El demonio, como falso acuñador de moneda y
ladrón astuto y experimentado, ha
engañado y hecho caer ya a muchas almas por medio de falsas devociones a la Santísima
Virgen y cada día utiliza su experiencia diabólica para engañar a muchas
otras, entreteniéndolas y adormeciéndolas en el pecado, so pretexto de algunas
oraciones mal recitadas y de algunas
prácticas exteriores inspiradas por él.
Como
un falsificador de moneda no falsifica ordinariamente sino el oro y la plata
muy rara vez los otros metales, porque no valen la pena, así el espíritu
maligno no falsifica las otras devociones tanto como las de Jesús y María, la
devoción a la Santísima Comunión y la devoción a la Virgen, porque son entre
las devociones, lo que el oro y la plata entre los metales.
Debemos
de Conocer las falsas devociones para evitarlas y las verdaderas para
abrazarlas.
Falsa
devociones:
Los
devotos exteriores... Se inscriben en todas las cofradías marianas, pero sin
enmendar su vida, sin vencer sus pasiones, ni imitar las virtudes de la
Santísima Virgen.
Los
devotos presuntuosos son pecadores aletargados en sus pasiones o amigos de lo
mundano.
Bajo
el hermoso nombre de cristianos y devotos de la Santísima Virgen, esconden el
orgullo, la avaricia, la lujuria, la embriaguez, el perjurio, la maledicencia o
la injusticia, etc.; duermen en sus costumbres perversas, sin hacerse mucha violencia
para corregirse, confiados en que son
devotos de la Santísima Virgen; se prometen a sí mismos que Dios les perdonará,
que no morirán sin confesión ni se condenarán, porque rezan el Rosario, ayunan
los sábados, pertenecen a la cofradía del santo Rosario, a la del escapulario u
otras congregaciones, llevan el hábito o la cadenilla de la Santísima Virgen,
etc.
Cuando
se les dice que su devoción no es sino ilusión diabólica y perniciosa
presunción, capaz de llevarlos a la ruina, se resisten a creerlo. Responden que Dios es bondad y misericordia;
que no nos han creado para la perdición; que no hay hombre que no peque; que
basta un buen “¡Señor, pequé!” a la hora de la muerte.
Nada, en el
cristianismo, es tan perjudicial a las gentes como esta presunción diabólica. Porque, ¿cómo puede alguien
decir con verdad que ama y honra a la Santísima Virgen, mientras con sus
pecados hiere, traspasa, crucifica y ultraja despiadadamente a Jesucristo, su
Hijo? Si María se obligara a salvar por
su misericordia a esta clase de personas, ¡autorizaría el pecado y ayudaría a
crucificar a su Hijo! Y esto, ¿quién osaría siquiera pensarlo?
Protesto
que abusar así de la devoción a la Santísima Virgen, devoción que después de la
que se tiene al Señor en el Santísimo Sacramento es la más santa y sólida de
todas, constituye un horrible sacrilegio: el mayor y menos digno de perdón después
de la comunión sacrílega.
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