El viernes 12 de mayo,
en la Capilla de las Apariciones de Fátima, Francisco ofreció la siguiente "catequesis" sobre "María":
“Peregrinos
con María… ¿Qué María? ¿Una maestra de vida espiritual, la primera que
siguió a Cristo por el «camino estrecho» de la cruz dándonos ejemplo, o más
bien una Señora «inalcanzable» y por
tanto inimitable? ¿La
«Bienaventurada porque ha creído» siempre y en todo momento en la palabra
divina (cf. Lc 1,45), o más bien una «santita», a la que se acude para conseguir gracias baratas? ¿La
Virgen María del Evangelio, venerada por la Iglesia orante, o más bien una
María retratada por sensibilidades subjetivas, como deteniendo el brazo justiciero de Dios listo para castigar: una
María mejor que Cristo, considerado como juez implacable; más misericordiosa
que el Cordero que se ha inmolado por nosotros?”.
La
Santísima Virgen María a Melania y Maximino en La Salette:
“Si mi pueblo no quiere someterse, me veré obligada a dejar
caer el brazo de mi Hijo; es ya tan fuerte y tan pesado, que no puedo
contenerlo más”.
*****
La Virgen María detiene el brazo de la Justicia Divina
Proclama mi alma la grandeza
del señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la
humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su
nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación para los que le temen.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acodándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres- a
favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Magnificat (Lc.1 46-55).
La Virgen María intercesora ante Justicia de Dios
Queridos hermanos, que la
Santísima Virgen María detiene el brazo de la Justicia de Dios es una verdad
vivida en la tradición de la Iglesia, en modo alguno se puede pensar que es una
sensibilidad subjetiva; negar esta realidad sí es una actitud totalmente
subjetiva, que desprecia y no tiene en cuenta la rica tradición de la Iglesia.
Es la verdad de la Virgen María, Medianera e Intercesora, ante la Justicia
divina. Las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima confirman tal verdad,
que nunca hemos de olvidar y tener siempre muy presente. La Santísima Virgen se
apareció para avisarnos.
Sin ser exhaustivos vamos a ver algunos
ejemplos –párrafos de oraciones- que hacen referencia al brazo de la
justicia de Dios, a la intercesión de la Santísima Virgen, a la Ira de Dios.
-Oración de S.S. Pío XII para
Aplacar a Dios ofendido por las blasfemias proferidas contra Él y los
Santos: Detened, oh Señor, el
brazo de vuestra justicia, que podría reducir a la nada a aquellos que se
atreven a hacerse reos de tanta impiedad.
-De las oraciones de San
Alfonso María de Ligorio para cada día de la semana, para el sábado: No temo a mi mismo Juez, Jesús, porque ante
una súplica vuestra – Santísima Virgen- se aplacará.
-Súplica para el mediodía del 8
de mayo y el primer domingo de octubre, a la Santísima Virgen del Rosario de
Pompeya: Oh Madre, detened el
brazo de la justicia de vuestro Hijo indignado, y venced con la clemencia, el
corazón de los pecadores.
-Oración a la Santísima Virgen
para cada día de la semana, para el día miércoles: ¡Oh Madre de Dios, María Santísima, cuántas veces he merecido el
infierno por mis pecados! Tal vez la sentencia de mi primer pecado se hubiera
ejecutado, si vuestra piadosa mano no hubiese detenido la divina justicia.
-Misal Romano
tradicional: Oh Virgen de Dios,
cuando os halléis en la presencia del Señor, acordaos de hablar a favor
nuestro, para que aleje de nosotros su indignación.
-Acto de reparación por las
blasfemias contra la Santísima Virgen María: ¡Oh, cómo ofenden -las blasfemias contra la Santísima Virgen- estas
voces impías la infinita majestad de Dios y de su unigénito Hijo Jesucristo!
¡Cómo provocan su indignación y de qué manera hacen temer los terribles efectos
de su venganza!
-Oración
a Dios Padre: Padre Eterno, os ofrezco el Sacrificio que vuestro amado Hijo
Jesús hizo de sí mismo en la cruz y ahora renueva en este altar… para aplacar
vuestra justicia irritada por tantos pecados y daros por ellos digna
satisfacción…
-Oración para una buena
muerte: Heme aquí humildemente postrado ante vuestra tremenda majestad,
resignado y sometido a esta ley de vuestra justicia.
-Oración en tiempo de
terremoto: Alejados enteramente los peligros de todo temblor de tierra,
convertid los terrores de vuestra ira divina en remedios para la salvación de
los hombres.
-Oración en tiempo de
tribulación: Oh Dios, refugio y virtud nuestra, mirad propicio al pueblo
que a Vos clama y alejad los azotes de vuestra ira, que merecemos por nuestros
pecados.
Con estos variados ejemplos, en
el tiempo y en las intenciones de las peticiones, podemos comprobar que no
estamos ante sensibilidades subjetivas cuando hablamos de la justica, o la
ira de Dios y la intercesión de la Santísima Virgen. Es una verdad vivida en la
tradición y una verdad que conforta el alma y la estremece a obrar el bien, a
pedir perdón por los pecados, a reparar y a no pecar.
María Santísima Ventana de cristal, por donde se comunica la luz
divina
De las maravillosas cosas que
se han dicho de nuestra Santísima Madre, una de ellas es que es Ventana de cristal, por donde se
comunica la luz divina. Viene a decir este apelativo que, así como por la
ventana de la casa o del templo de la iglesia entra la luz del día, también
entra la tempestad y la lluvia, más si hay vidriera, sólo entra la luz del sol.
María Santísima es la vidriera que permite entre sólo el Sol de Justicia, que,
aunque alumbra también castiga a los pecadores; pero María, Ventana de cristal, dejando pasar la
misericordia divina de la luz divina, impide la lluvia y tempestad del castigo
de la justicia de Dios. Hermosísima verdad que nos llena de gozo indescriptible
el corazón al ver la grandeza de la Virgen María, de su poder de intercesión y
mediación ante el tribunal de la divina justicia; y todo ello por la infinita
sabiduría e inescrutables designios de la Santísima Trinidad.
El infinito Amor de Dios Uno y
Trino ha puesto a nuestro cuidado maternal a la misma Madre de Dios. ¿Cómo la
Madre de Dios no tendrá un especial poder de intercesión? Ella, Medianera,
Intercesora y Corredentora, es la Ventana
de cristal, hermosísima, que nos hace llegar la misericordia de Dios
frenando la santa ira divina que merecen nuestros horribles pecados y ofensas.
Si el hombre temiera la justicia de Dios, al menos por el temor al castigo no
pecaría como lo hace.
El mundo sufre por sus propios
pecados, porque se ha alejado de Dios, porque desprecia la Ley de Dios. El
mundo vive de espaldas a los Mandamientos de Dios, único camino y medio de paz.
Si la Iglesia no cumple los Mandamientos y no los predica, entonces cuando
habla de paz no habla de la verdadera paz que sólo Dios, Uno y Trino puede dar.
Habla de la falsa paz del mundo, de la que habla del mundo que desprecia la
cruz de Cristo.
Centrémonos en esta gran verdad
que anima este artículo: La Virgen María detiene la Justicia
divina.
La Virgen María detiene el brazo de la Justicia divina
Tomo lo siguiente de un
precioso sermón de la Virgen María (Despertar
Christiano Marial. José de Barcia y Zambrana. Obispo de Cádiz y
Algeciras. Año 1727. Sermón XXXVII) donde se nos ilustra sobre la razón de ser
de María como freno del brazo de
la justicia de Dios. Tras hacer unas consideraciones propias, el autor
pasa a comentar las palabras del Cardenal Cayetano (1469-1534. Maestro general
de los dominicos) sobre el Magnificat, que nos dará luz para comprender el
sentido de esta frase y su origen.
María entonó aquel admirable
cántico del Magnificat,
diciendo estas misteriosas palabras: Exultavit spiritus meus in Deo salutari meo: Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador.
Sigue diciendo: Fecit potentiam in brachio suo: (Él hace proezas con su brazo) En su
brazo mostró el eterno poder, lo grande de su poder.
Supongamos que la Santísima
Virgen llama aquí Salvador, y también brazo a su dilectísimo Hijo. Pero, ¿quién no repara en la
diferencia con que le llama uno y otro? Cuando le llama Salvador, dice que es
suyo: Salutari meo. Mi salvador; más
cuando le llama brazo, no
dice que es suyo, sino del eterno Padre; In brachio suo. Con su brazo. ¿Por qué esta
diferencia? Si le llama brazo del
Padre es porque en su Hijo hizo ostentación de su poder infinito; ¿por qué
también no le llama salud, pues hizo en su Hijo demostración de su amor? Así
vemos le llamó la madre de Samuel: Laetata sum in salutari suo. Porque esperé de él la salvación. (1
Sam. 2,1). Y si llama a Jesucristo salvación suya, ¿por qué no le llama brazo suyo? Pero, ¿brazo del Padre, y salvación
suya? ¿Es porque es su verdadero Redentor, su Salvador y su salvación? Pero
también lo fue del todo el linaje humano, aunque de María por modo superior.
¿Por qué le llama salvación suya?
Dice el cardenal Cayetano: El
llamar María Santísima salvación suya a Jesucristo nuestro Señor, no es porque
excluya, que fue, y es salvación de los demás, sino para dar a entender que ser
suyo Jesucristo es para los demás salvación –Salutari meo. Salvador mío-. Fue como si María
Santísima dijera: Hay en mi Hijo
santísimo el ser poderoso brazo para destruir y castigar pecadores como justo,
y hay el ser Salvador benigno para perdonarlos y favorecerlos como
misericordioso. Pues sepan para su consuelo los hombres, que el
ser brazo poderoso, y
justo que castiga, lo tiene el Hijo de su eterno Padre: Fecit potentiam in
brachio suo. Él hizo
proezas con su brazo; pero el usar con los hombres de piedad como
Salvador Misericordioso, lo tiene por ser Hijo: Salutari meo. Mi Salvador. De mí nació mi
Hijo Salvador, y salvación, dice María Santísima; porque mi piedad detiene su poderoso brazo, para que no use,
como lo piden las culpas, de severidad y rigor, sino de misericordia y
piedad: Salutari meo. Mi
Salvador.
Queridos hermanos, hermosa
explicación que nos hace ver la realidad de que la Virgen María detiene el brazo de la justicia divina.
Todo está en el canto del Magníficat. Concluye el cardenal Cayetano: dice
María en el Magnificat que en Jesucristo está el poder de su brazo para
castigar a los pecadores como justo que es, y el ser Salvador benigno para
perdonarles como misericordioso que es también.
El brazo poderoso que castiga
lo tiene Jesucristo por ser Hijo del Eterno Padre, pero el ser Salvador
misericordioso lo tiene por ser Hijo de María, pues de Ella nació el Salvador.
¡Cuánto debemos a la Santísima
Virgen María, pues lo que podemos esperar de los merecidos castigos de la
divina Justicia, lo podemos esperar, por su medio, de los favores de su
misericordia! María es la Ventana
cristalina de nuestra esperanza, que no deja entrar la tempestad de
los castigos; pero hay que advertir que al que está confiado en la calle le
llueve encima la tempestad, y es necesario dejar la calle y recogerse al amparo
de la ventana, para que ésta le libre del granizo. Para el que no quiera dejar
la calle de los vicios, no es esperanza de amparo la Ventana de María: huyan de
esta calle al amparo de la Ventana, para experimentar que es medio su
intercesión para hallar benigna luz de Jesucristo: Ego sum lux mundi.
Oh
Madre, detened el brazo de la justicia de vuestro Hijo indignado, y venced con
la clemencia el corazón de los pecadores.
Ave
María Purísima.
Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa
Visto en adelante la
Fe
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