Queridos amigos, basta profundizar un poco en
la historia de las apariciones y en la vida de Francisco y Jacinta, para darse
cuenta de lo evidente a todas luces: las apariciones influyeron de tal forma en
sus vidas que estas quedaron absolutamente transformadas hasta el día en que
Dios los llamó a su seno. Su santidad es consecuencia directa de las
apariciones. Es consecuencia absoluta de lo que vieron, de lo que la Santísima
Virgen les enseñó, de la visión espantosa y terrorífica del infierno, del
conocimiento de cuánto es ofendido Dios por los pecadores, de la severidad de
la Justicia de Dios. Los santos niños comprendieron el horror del pecado y sus
consecuencias de castigo eterno. Tal conocimiento en unos niños de nueve y
siete años transformó su vida radicalmente.
¿A tanto de qué su deseo insaciable de
penitencias y sacrificios, que ni los adultos somos capaces de hacer? Se
privaban de beber y comer, usaban cilicio y se flagelaban con ortigas. ¿Cómo
unos niños de tan corta edad pueden llegar a tal extremo de penitencias si no
fue por el impacto tan grande en sus vidas de lo que vieron y pudieron
comprender durante las apariciones? Lo que vieron transformó sus vidas; porque
vieron la realidad de las almas pecadoras empedernidas: la condenación eterna,
el infierno. La visión del infierno cambió sus vidas de tal forma que ya no
pudieron ser los niños que eran, si no que a pesar de su corta edad fueron unos
gigantes de la santidad a través del sufrimiento, penitencia y reparación.
Insistimos, lo que la Santísima Virgen les
mostró transformó por completo sus vidas. Jacinta quedó impresionadísima con la
visión del infierno. Francisco lo que más le impresionaba y absorbía eran Dios,
al Santísima Trinidad, en esa luz inmensa que penetraba a los videntes en lo
íntimo del alma. Francisco fue un verdadero confidente del Sagrario, que le
llevó a sacrificarse generosamente a no faltar a su cita con Jesús
sacramentado. Fuerte y discreto en el sufrimiento, apóstol durante su
enfermedad.
Uno de los rasgos del perfil espiritual de
Jacinta, más evidentes a medida que su enfermedad se apoderaba de su vida, era
su amor la Santísima Eucaristía. El encuentro con el Ángel marcó para siempre
el amor de Jacinta a la Sagrada Eucaristía al igual que a su hermano Francisco.
Tenía un verdadero amor al Inmaculado Corazón de María y al Santo Padre. Tenía
el firme propósito de no perder cualquier oportunidad de mortificarse.
Es muy importante tener en cuenta que la
santidad de Francisco y Jacinta tiene su fundamento en las apariciones, porque
las enseñanzas vividas por ellos son enseñanzas permanentes para la Iglesia y
el mundo. Son enseñanzas de total y absoluta actualidad para la Iglesia. Son
enseñanzas para hoy como lo fueron para entonces, Y desde ahora con la
canonización de Francisco y Jacinta, serán enseñanzas que siempre irán unidas a
la devoción de los nuevos santos.
No desliguemos jamás la santidad de los
videntes del contenido de las apariciones, es un grandísimo error y una
falsedad de la realidad. Fátima sigue hablando a través de los nuevos santos.
La Santísima Virgen sigue advirtiendo al mundo de las consecuencias del pecado
y de los efectos de la Justicia de Dios. La Santísima Virgen nos dice los
medios para la paz en el mundo, muy distinto a los medios de los que la Iglesia
habla. Sólo habrá paz cuando el mundo deje de pecar y ofender a Dios, al único
Dios verdadero; Aquel de la que la Virgen María es Medianera e Intercesora.
Nunca habrá paz si no se expande en el mundo entero la devoción a su Inmaculado
Corazón. Los medios para la paz en el mundo ya se han dicho en Fátima hace 100
años. Ahora 100 años después la Virgen sigue diciendo lo mismo. El hombre, ayer
como hoy, sigue desoyendo la advertencia de la Misericordia de Dios.
Desligar la santidad de Francisco y Jacinta
de las apariciones es querer relegar a un segundo plano, sino al olvido, las
mismas apariciones y su contenido. Es querer olvidar las razones
misericordiosas de las apariciones en Fátima. La advertencia sigue en pie. El
castigo de Dios sigue pendiente sobre la tierra y la Santísima Virgen sigue
deteniendo el brazo de la justicia de Dios.
Francisco y Jacinta son modelos de vida
cristiana porque, transformados por los contenidos de las revelaciones, fueron
fieles a las advertencias y avisos de la Santísima Virgen. Ellos indican a la
Iglesia que también ella ha de quedar transformada por los contenidos las
apariciones: la devoción y respeto grandísimo a la Sagrada Eucaristía, horror
al pecado, temor de Dios de ofenderle, conocimiento del castigo eterno para los
pecadores, devoción al Inmaculado corazón de María. Las apariciones son
enseñanzas para la Iglesia, son una advertencia para ella, para los pecadores,
para los que ofenden a Dios al creer en otros dioses, y despreciar a la Madre
de Dios. Fátima se dirige a la Iglesia para que extienda la devoción al
Inmaculado Corazón de María, la práctica de los primeros sábados.
Fátima se dirige a la Iglesia para que
evangelice al mundo y le recuerde que Dios va a castigarlo por sus pecados;
para que evangelice y recuerde a los fieles la existencia del infierno para los
pecadores que no se arrepientan. Esto es Fátima. Esta es la verdad de Dios a
través de la reina del Cielo y tierra. Fátima es la Misericordia de Dios a su
Iglesia y al mundo. Sólo queda aceptar la Misericordia, o bien rechazarla y
sustituirla por otra a gusto de los pecadores.
Francisco y Jacinta están el Cielo porque se
sacrificaron por la conversión de los pecadores y obedecieron el mandato divino.
Ave María Purísima.
Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa.
Visto en Adelante la Fe
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