¿POR QUÉ NOS OLVIDAMOS DE
VENERAR LA PRECIOSA SANGRE?
Por Mary
O’Regan. CATHOLIC HERALD.
Los
católicos modernos son muy propensos a pensar que la Pasión de Nuestro Señor y
el Don Divino de Su Preciosa Sangre es algo encerrado en el pasado.
Como
católicos, nos estamos privando a nosotros mismos y a nuestros seres amados al
no generar la Preciosa Sangre con más fervor y reverencia sincera. Ahora que
estamos en Julio, el mes dedicado a la Preciosísima Sangre, debemos sumergirnos
en la verdad impresionante de que el ofrecimiento de la Preciosa Sangre es un
medio poderoso de intercesión por las almas de nuestros seres queridos, y por
las almas de personas que nos han ofendido.
Sobre
la Cruz, Nuestro Señor derramó Su Sangre para pagar por nuestros pecados.
Debemos nuestra redención al sacrificio de sangre de Nuestro Señor.
‘Que
esta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos para
remisión de los pecados’ (Mt.
26, 28).
Si Nuestro Señor estableció una
Nueva Alianza por Su Sacrificio en la Cruz, el más grande sacrificio de la
Vieja Ley fue el ofrecimiento del Cordero Pascual. Moisés tomó la sangre de los
animales sacrificiales, la asperjó al pueblo y dijo:
‘Esta
es la sangre de la alianza que pactó con vosotros’ (Éxodo 24, 8).
En la nueva alianza, Nuestro Señor,
como Hijo del Padre, es el Cordero de Dios que se ofreció a sí mismo en el
altar de la Cruz para redimir a la humanidad de su pecado y limpiar los pecados
del mundo con Su Sangre.
Los
católicos modernos son demasiado propensos a pensar que la Pasión de Nuestro
Señor y el Regalo Divino de Su Preciosa Sangre es algo encerrado en el pasado,
olvidado y empolvado, y no podemos ver que es un poderoso medio de ayudar a las
almas para llegar al Cielo en nuestros tiempos. Cuando, de hecho, nosotros
pobres erizos podemos ofrecer la Sangre Preciosa a Dios Padre. Parece una
contradicción que los pecadores puedan participar en algo tan glorioso. El
libro del Padre Frederick William Faber, La Preciosa Sangre, describe las
experiencias de los santos a quienes se les dieron visiones especiales para ver
cómo un pecador puede beneficiarse al ofrecer la Preciosa Sangre.
La santa carmelita, Santa
María Magdalena de Pazzi, cuando en un rapto, vio que “cada vez que un ser
humano ofrece la Sangre por la cual fue redimido, ofrece un don de valor
infinito, que no puede ser igualado por ningún otro. Inspirada por su visión,
Santa María Magdalena de Pazzi ofreció la Preciosa Sangre cincuenta veces por
las almas de los vivos y los muertos, y entonces Dios la recompensó con
visiones de las multitudes de almas que habían sido salvas de la perdición o
liberadas del Purgatorio. La oración que podemos usar es de La
Raccolta: “Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de
Jesucristo, en satisfacción de mis pecados, en súplica por las santas almas en
el Purgatorio y por las necesidades de la Santa Iglesia (nombra un alma)”.
El Cura de Ars, San Juan Ma. Vianney
se inspiró en la manera más perfecta de ofrecer la Sangre Preciosísima:
pidió a Nuestra Señora que la ofreciera por él, y dijo que nunca dejaba de
obtener para él la gracia o el favor que buscaba. He aquí esta ofrenda mariana
de la Preciosa Sangre: “Inmaculado Corazón de María, ofrece al Padre Eterno la
Sangre Preciosísima de Nuestro Señor Jesucristo, para la conversión de los
pecadores, sobre todo, (nombra el alma).” Santo Domingo de hecho tuvo una
visión de Nuestra Señora rociando a los fieles devotos en su congregación con
la Preciosa Sangre.
En
la Santa Misa, durante la Consagración, podemos pedir a Nuestra Señora que
ofrezca la Preciosa Sangre por la conversión de las personas que viven malas
vidas y hacen daño a sí mismas y a los demás, por las almas del Purgatorio y
por la renovación en la Iglesia. El último punto y quizás el más olvidado, si
queremos que la Santa Madre Iglesia conozca el rejuvenecimiento en virtud de
tener líderes y laicos que lleven una vida limpia de esos caminos pecaminosos,
debemos ofrecer por ellos la Preciosa Sangre. Aquí en Gran Bretaña, tenemos un
recordatorio constante para ofrecer la Preciosa Sangre por la santidad tanto de
los líderes como de los laicos, porque la Catedral de Westminster, la iglesia
madre de Inglaterra y Gales fue dedicada a la Sangre Preciosísima en 1895.
[Traducción
de R. Linares. Dominus Est. Artículo
original]
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