EL QUINTO MANDAMIENTO: NO
MATARÁS (PARTE II Y FINAL)
3.- FORMAS DE
DAÑAR LA VIDA CORPORAL DEL PRÓJIMO
3.1.- EL HOMICIDIO
Por el que el
hombre usurpa el derecho que sólo Dios tiene sobre la vida humana, destruye la
seguridad del trato humano y suprime el mayor bien natural que hay sobre la
tierra. El homicidio puede también acarrear la “muerte” del alma del asesinado.
El quinto mandamiento condena como gravemente pecaminoso el homicidio directo y
voluntario. El que mata y los que cooperan voluntariamente con él cometen un
pecado que clama venganza al cielo (Gen 4:19). También “prohíbe hacer algo con
intención de provocar indirectamente la muerte de una persona. La ley moral
prohíbe exponer a alguien sin razón grave a un riesgo mortal, así como negar la
asistencia a una persona en peligro”.
3.2.- EL ABORTO
El aborto provocado del feto, a partir del momento de su concepción, es un
homicidio especialmente grave, porque, además de la vida corporal, priva con
seguridad a la criatura inocente de la gracia de Dios: la Iglesia castiga ese
crimen con la pena de excomunión. “La vida es sagrada desde el primer momento
de su concepción”.
“El aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un
desorden moral grave en cuanto eliminación deliberada de un ser humano
inocente”. Está castigado con la excomunión latae sententiae tanto
para el que lo practica como para todos aquellos que participan en el mismo.
El canon 1398
del Código de Derecho canónico menciona que “una persona que realiza un aborto
exitoso, incurre en la excomunión automática” (latae sententiae). Esto
significa que en el mismo momento en que el aborto es consumado exitosamente,
la mujer y todos los participantes son excomulgados.
El aborto se
define como “el asesinato del feto, de cualquier manera o en cualquier momento,
desde el momento de la concepción” (Pontificio Consejo para la Interpretación
de los Textos Legislativos, publicado en las “Actas de la Sede Apostólica” vol.
80(1988),(1818)). Esta definición aplica a cualquier significado, incluyendo
drogas, por medio de la cual un ser humano en el vientre de la madre es
sacrificado. Cuando una mujer está consciente de estar en estado, la muerte
intencional de la nueva vida en ella, no es solamente asesinato sino una ofensa
sujeta a excomunión. Una mujer que sospecha que está esperando, tiene una grave
responsabilidad y debe averiguar y proteger la posible vida en ella. Cualquier
acción para terminar una “posible” vida, aunque probablemente no sea materia de
excomunión, si refleja una gran indiferencia por la vida y es materia de pecado
grave.
Todos aquellos
que colaboran en llevar a cabo el aborto, son considerados conspiradores y
sujetos a ser excomulgados. Esto incluye sin duda a los médicos y las
enfermeras que participaron directamente, a los esposos, familiares y otros que
con cuyo consejo colaboraron en hacerlo moralmente posible para la mujer
afectada, y también todos los que la apoyaron en llevarlo a cabo. (Llevando a
la clínica, financiando el aborto etc.)
Claramente hablando, aquellos que piensan que la posibilidad de tener
abortos químicos solucionaría el problema, se engañan a sí mismos. Solamente
ampliaría el grupo sujeto a la excomunión y culpables de falta grave,
incluyendo entonces a los fabricantes de las medicinas, farmaceutas y médicos
familiares. También debe de tomarse en consideración que actualmente muchas
píldoras anticonceptivas son abortivas. Teóricamente el uso y conocimiento de
las características abortivas de estas pastillas podría causar la excomunión.
Los fabricantes de estas pastillas han estado considerando últimamente la
peligrosa responsabilidad que comparten.
“Ninguna
circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer
lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de
Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón y
proclamada por la Iglesia”. El respeto de la vida debe ser reconocido como el
confín que ninguna actividad individual o estatal puede superar. El derecho
inalienable de toda persona humana inocente a la vida es un elemento constitutivo
de la sociedad civil y de su legislación y como tal debe ser reconocido y
respetado tanto por parte de la sociedad como de la autoridad política.
Así, podemos afirmar que “el derecho a mandar constituye una exigencia del
orden espiritual [moral] y dimana de Dios. Por ello, si los gobernantes
promulgan una ley o dictan una disposición cualquiera contraria a ese orden
espiritual y, por consiguiente, opuesta a la voluntad de Dios, en tal caso ni
la ley promulgada ni la disposición dictada pueden obligar en conciencia al
ciudadano (…); más aún, en semejante situación, la propia autoridad se
desmorona por completo y se origina una iniquidad espantosa” (Juan XXIII, Encíclica
Pacem in terris, 51). Tanto es así que “leyes de este tipo no sólo no crean
ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una
grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de
conciencia” (Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitae, 73). “Puesto
que debe ser tratado como una persona desde la concepción, el embrión deberá
ser defendido en su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de
lo posible, como todo otro ser humano” (CEC, 2274).
3.3.- EL DUELO
Participa de la
malicia del homicidio y del suicidio, pues es la lucha concertada de antemano
entre personas con armas propias para matar o herir gravemente. Además del
pecado mortal que cometen los duelistas y sus cómplices, la Iglesia castiga a
unos y otros con severas penas canónicas.
3.4.- MUTILACIONES, CAMBIOS DE SEXO
Y MANIPULACIÓN EMBRIONARIA
Son consideradas también formas de dañar el propio cuerpo: las mutilaciones
(ligadura o sección de las trompas de Falopio para evitar los embarazos),
los cambios de sexo, la manipulación genética y embrionaria que
no tenga fines curativos.
Exceptuados los
casos de prescripciones médicas de orden estrictamente terapéutico, las
amputaciones, mutilaciones o esterilizaciones directamente voluntarias de
personas inocentes son contrarias a la ley moral. Por lo tanto, no son
contrarias a la ley moral aquéllas que se siguen de una acción terapéutica
necesaria para el bien del cuerpo tomado en su totalidad, y que no se quieren
ni como fin ni como medio, sino que se sufren y se toleran.
3.5.- LAS LESIONES
Las lesiones
están también, lógicamente, prohibidas por este mandamiento, que, además de dar
muerte, prohíbe golpear, herir o hacer cualquier otro daño al prójimo en el
cuerpo, ya por sí, ya por otros. Como también agraviarle con palabras
injuriosas o quererle mal.
4.- OTROS
PECADOS CONTRA EL QUINTO MANDAMIENTO SE COMETEN DAÑANDO LA CONVIVENCIA
Además de los pecados por falta del amor y respeto debido
al prójimo, se puede quebrantar la caridad para con el prójimo con los
siguientes pecados, que presentan aspectos internos de este mandamiento, que
liga también los pensamiento y los afectos.
4.1.- EL ODIO
El odio que es desear el mal del prójimo. “El que tiene odio a su
hermano es un homicida” (1 Jn 3:15). Se da cuando la ira no encuentra
un decidido freno en la voluntad. El hombre cegado por este afán malsano lleva
camino de incurrir en todo género de pecados; continuamente cae en juicios
temerarios y siniestros, en iras, envidias, detracciones, y, especialmente,
en una sed de venganza, que le lleva a buscar la ocasión para resarcirse de las
injurias recibidas, tomando la justicia por su mano. Los pecados internos
contra el quinto mandamiento comienzan justamente en esos repentinos enconos
que —aunque retenidos en el corazón— enfrentan al hombre con sus semejantes; y
puede ser pecado grave sí se da de ellos alguna señal. Por eso es preciso
moderar siempre el ímpetu de la pasión, sin permitir que deje algún rastro de
rencor.
El corazón del
hombre vengativo se encuentra en el extremo opuesto de la mansedumbre y de la
paz que predicó Jesús en el sermón de la Montaña (Mt 5: 4-9), que puso como
norma de conducta para todos los cristianos.
4.2.- LA ENVIDIA
Del latín “invidĭa”. La envidia es el deseo de obtener
algo que posee otra persona y que uno carece. Se trata, por lo tanto, del
pesar, la tristeza o el malestar por el bien ajeno. En este sentido, la envidia
constituye el resentimiento (el sujeto no quiere mejorar su posición sino que
desea que al otro le vaya peor).
La envidia es
uno de los sietes pecados capitales, ya que supone la fuente de otros pecados.
El envidioso desea tener algo a costa de privar a otra persona de dicha
posesión.
Esta doble
condición de desear algo que no se tiene y pretender obtenerlo a partir de lo
que otro tiene hace que la envidia cause infelicidad y dolor a aquel que
experimenta el sentimiento. El envidioso no se conforma con obtener algo, sino
que quiere producir mal a la persona que tiene lo que él envidia.
4.3.- LA DISCORDIA, que es la disensión de voluntades en lo tocante al
bien de Dios y del prójimo, y que no se desea superar.
4.4.- LA RIÑA, que procede muchas veces de la discordia y consiste en
la pelea verbal, o con golpes y heridas, contra el prójimo.
4.5.- LA VIOLENCIA CONTRA LA
SOCIEDAD, que, como la guerra, se opone directamente al bien de
la comunidad.
5.- PECADOS
CONTRA LA VIDA ESPIRITUAL
Pecan también
contra el quinto mandamiento los que atentan contra la vida o salud espiritual
del prójimo. Los cristianos, como consecuencia del amor que debemos tener a
todos, estamos obligados a ayudar a los demás para que se acerquen a Dios, con
la comprensión, alabando lo bueno, sabiendo aconsejar y animar en sentido
siempre positivo y optimista, corrigiendo al que yerra cuando sea oportuno y
llenando todos los ambientes de la convivencia humana de paz y de alegría.
EL ESCÁNDALO
A la caridad
que exige el quinto mandamiento, se opone de un modo directo el pecado de
escándalo, es decir, las palabras, hechos u omisiones que inducen al prójimo a
ofender a Dios:
– Es pecado
grave porque pretende destruir la obra más grande de Dios, que es la
Redención, provocando la pérdida de las almas. Nuestro Señor
nos advirtió claramente de la gravedad de este pecado.
El escándalo
directo puede ser causado por odio —entonces es diabólico— o por pasión.
Pretende directamente el pecado ajeno.
Se puede también provocar escándalo indirectamente, cuando se
obra de modo ligero e imprudente y, con el debido cuidado, se hubiera podido prever
y evitar las consecuencias malas.
El escándalo
indirecto es el más corriente, y se evita con la buena formación de la
conciencia. Existen muchas maneras y campos de la vida social en que es fácil
provocar escándalo: comentarios poco justos, de palabra y por escrito; ciertos
espectáculos; la distribución de libros y revistas; las modas, los nuevos
medios comunicación; etc.
6- LA
REPARACIÓN
Hay obligación
de reparar de manera proporcionada a los que se haya perjudicado en el cuerpo o
en el alma. Es decir, no es bastante que uno se confiese: ha de reparar el mal
que ha hecho, resarciendo los daños producidos, retractándose de los errores
que enseñó, dando buen ejemplo, etc.
7.- EL PERDÓN
Se debe
procurar no odiar al enemigo y renunciar a la venganza, que son los límites
negativos que impone el quinto mandamiento: el que los traspasa mata de raíz la
caridad fraterna, contenido positivo del precepto.
Para saber
perdonar las ofensas e injurias debemos tener presente que:
-Las injurias, aunque pueden pecar los que las hacen, las permite Dios, y
pueden servirnos para nuestra purificación personal: “Bienaventurados
los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt
5:9);
-si perdonamos las ofensas ajenas, Dios nos perdonará las nuestras, y nos
ennoblecemos al asemejarnos a Dios que nos perdonó y sigue perdonando a los
pecadores;
-si guardamos odio o rencor contra los que nos ofenden, este pecado se
acabará clavando tan profundamente en nuestro corazón, que nos apartará de Dios
y nos llevará a cometer otros muchos pecados.
Para no admitir
en nosotros el odio o el rencor, nos conviene:
-Contemplar la
Pasión sufrida por Nuestro Señor con objeto de recibir el castigo merecido por
nuestros pecados;
-pensar en el
juicio que sigue a la muerte, en el que necesitaremos de mucha misericordia de
Dios.
8.- LA
MISERICORDIA
La caridad
lleva necesariamente a buscar el bien de los demás y a remediar sus miserias
como si fueran propias. En esto consiste justamente la misericordia.
Es propio de
Dios tener misericordia y perdonar; ya que su misericordia se derrama
constantemente sobre nuestra indigencia. De ahí que, para seguir sus pisadas y
querer de verdad a Dios y a los demás por Dios, debamos ejercitar las obras de
misericordia, tanto corporales como espirituales.
Santo Tomás
estudia la misericordia como uno de los efectos interiores del amor, acto
principal de la virtud de la caridad.
El Señor nos ha dicho: “Sed misericordiosos como también vuestro
Padre es misericordioso” (Lc 6:36); “cuanto hicisteis con uno de
estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”(Mt 25:40), y “Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5:7).
La Iglesia ha
codificado tradicionalmente las manifestaciones de la misericordia en siete
obras espirituales y siete corporales.
Hay catorce
obras de misericordia: siete corporales y siete espirituales.
OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES:
1) Visitar a los enfermos.
2) Dar de comer al hambriento.
3) Dar de beber al sediento.
4) Dar posada al peregrino.
5) Vestir al desnudo.
6) Visitar a los presos.
7) Enterrar a los difuntos.
2) Dar de comer al hambriento.
3) Dar de beber al sediento.
4) Dar posada al peregrino.
5) Vestir al desnudo.
6) Visitar a los presos.
7) Enterrar a los difuntos.
OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES:
1) Enseñar al que no sabe.
2) Dar buen consejo al que lo necesita.
3) Corregir al que se equivoca.
4) Perdonar al que nos ofende.
5) Consolar al triste.
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
2) Dar buen consejo al que lo necesita.
3) Corregir al que se equivoca.
4) Perdonar al que nos ofende.
5) Consolar al triste.
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Las obras de
misericordia corporales, en su mayoría surgen de una lista hecha por Jesucristo
en su descripción del Juicio Final. La lista de las obras de misericordia
espirituales la ha tomado la Iglesia de otros textos que están a lo largo de la
Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Cristo: el perdón, la corrección
fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, etc.
Todas son
importantes, porque el hombre está hecho de carne y espíritu, y como tal ha de
dar gloria a Dios. Sin embargo, las espirituales alcanzan de modo más inmediato
el fin de la caridad, y guardan cierta preeminencia sobre las corporales, ya
que el don espiritual siempre es mejor.
Junto a eso,
cada uno ha de procurar poner remedio según su capacidad a las necesidades
materiales de los demás, principalmente ejerciendo la propia profesión y los
derechos y deberes de ciudadano con el pensamiento puesto en los demás, con
espíritu de justicia y de misericordia; así podrá contribuir de manera eficaz a
resolver los problemas y miserias de la sociedad, tanto materiales como
espirituales. De ahí que la preocupación por socorrer al prójimo en las
necesidades del alma, deba estar presente en todas las circunstancias de la
vida del cristiano.
Padre Lucas Prados
Visto en Adelante la Fe
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