SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS
— Existencia.
—
Continuos servicios que nos prestan los Ángeles Custodios.
—
Tratarlos como a amigos entrañables.
1.ÁNGELES DEL SEÑOR, BENDECID AL SEÑOR, ENSALZADLO
CON HIMNOS POR LOS SIGLOS.
Los Ángeles aparecen frecuentemente en la Sagrada Escritura como
ministros ordinarios de Dios. Son las criaturas más perfectas de la Creación,
penetran con su inteligencia donde nosotros no podemos, y contemplan cara a
cara a Dios, como criaturas ya glorificadas.
En los momentos más importantes de la historia humana, un ángel,
manifestándose a veces en forma corpórea, ha sido embajador de Dios para
anunciar sus designios, para señalar un camino, para comunicar la voluntad
divina. Los vemos constantemente actuar como mensajeros del Altísimo,
iluminando, exhortando, intercediendo, preservando del peligro, castigando. El
mismo significado de la palabra Ángel
enviado expresa su función de mensajero de Dios ante los hombres.
Siempre recibieron veneración y respeto en el Pueblo elegido. ¿Acaso no son todos ellos espíritus destinados
al servicio, enviados para asistir a los que han de heredar la salvación?
La fe en esta misión protectora de los ángeles, vinculados a personas
particulares, es lo que hizo exclamar a Israel, en el momento de bendecir a sus
nietos, los hijos de José: que el Ángel
que me ha librado de todo mal, bendiga a estos niños. Y la Primera lectura de la Misa recoge
las palabras del Señor a Moisés, que hoy podemos ver como dirigidas a cada uno
de nosotros: Yo mandaré un Ángel ante ti
para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto.
Y el Profeta Eliseo dirá a su sirviente, asustado al ver los enemigos que les
rodeaban por todas partes: Nada temas,
que los que están con nosotros son más que los que están con ellos. Eliseo oró
y dijo: ¡Oh Yahvé!, ábrele los ojos para que vea. Y Yahvé abrió los ojos del
siervo, y vio la montaña llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a
Eliseo. ¡Qué seguridad nos tiene que dar la presencia en nuestra vida de
los Ángeles Custodios! Ellos nos consuelan, nos iluminan, pelean en favor
nuestro: en lo más duro del combate se
le aparecieron en el cielo a los adversarios cinco varones resplandecientes,
montados en caballos con frenos de oro, que poniéndose a la cabeza de los
judíos y tomando dos de ellos en medio al Macabeo, le protegían con sus armas,
le guardaban incólume y lanzaban flechas y rayos contra el enemigo, que, herido
de ceguera y espanto, caía. De formas y modos muy diferentes, los santos
ángeles intervienen todos los días en nuestra vida corriente. ¡Qué providencia
tan singular y llena de bondad y cuánta solicitud la de Dios con nosotros, sus
hijos, a través de estos santos protectores! Busquemos en ellos fortaleza en la
lucha ascética ordinaria y ayuda para que enciendan en nuestros corazones las
llamas del Amor de Dios.
II. DELANTE DE LOS ÁNGELES TAÑERÉ PARA TI, DIOS
MÍO.
La vida y la enseñanza de Jesús está poblada de la
presencia ministerial de los ángeles. Gabriel comunica a María que va a ser
Madre del Salvador. Un ángel ilumina y serena el alma de José; también hay
ángeles que anuncian el Nacimiento de Jesús a los pastores de Belén. La huida a
Egipto, las tentaciones del Señor en el desierto, los sufrimientos de
Getsemaní, la Resurrección y la Ascensión son presenciadas igualmente por estos
servidores de Dios, que, a su vez, velan constantemente por la Iglesia y por
cada uno de sus miembros, como atestiguan los Hechos
de los Apóstoles y la Tradición primitiva. En
verdad os digo que veréis abrirse los cielos y a los ángeles de Dios subiendo y
bajando sobre el Hijo del Hombre.
Muchos santos y muchas almas que han estado muy cerca
de Dios se distinguieron en su vida aquí en la tierra por su amistad con su
Ángel Custodio, al que acudían muy frecuentemente. San Josemaría Escrivá tuvo
una particular devoción a los Ángeles Custodios. Y precisamente en la fiesta
que hoy celebra la Iglesia, el Señor le hizo ver con toda claridad la fundación
del Opus Dei, a través del cual resonaría en gentes de toda condición humana y
social la llamada a la santidad en el mundo, en medio de sus quehaceres, a
través de las circunstancias en las que se desarrolla una vida normal. Trataba
a su Ángel Custodio y saludaba al de la persona con la que conversaba, decía
del Ángel Custodio que era «un gran cómplice» en las tareas apostólicas, y le
pedía también favores materiales. En una época de su vida, le llamó en alguna
ocasión mi relojerico, pues su reloj
se le paraba con frecuencia y, careciendo del dinero necesario para arreglarlo,
le encargaba que lo pusiera en marcha. Dedicaba un día de la semana el martes a
tratarle con más empeño. En cierta ocasión, viviendo en Madrid, en medio de un
ambiente de persecución religiosa, difícil y agresivamente anticlerical, se le
abalanzó en la calle un sujeto de mal aspecto con clara intención de agredirle.
De improviso, se interpuso inexplicablemente otra persona, que repelió al
agresor. Fue cosa de un instante. Ya a salvo, su protector, acercándose, le
dijo quedamente al oído: «¡burrito sarnoso, burrito sarnoso!», palabras con las
que San Josemaría Escrivá se definía a sí mismo, con humildad, en la intimidad
de su alma, y que solo conocía su confesor. La paz y el gozo de reconocer la
visible intervención de su Custodio le llenaron el alma. «Te pasmas escribía
más tarde- porque tu Ángel Custodio te ha hecho servicios patentes. Y no debías
pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti». Hoy puede ser un día para
reafirmar nuestra devoción al Ángel Custodio, pues es mucha la necesidad que
tenemos de él: Oh Dios, que en tu
providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a tus santos
ángeles le decimos al Señor con una oración de la Liturgia de la Misa, concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos
siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía.
III. A SUS ÁNGELES HA DADO ORDEN PARA QUE TE
GUARDEN EN TUS CAMINOS...
Y comenta San Bernardo en
una de las lecturas de la Liturgia de
las Horas de hoy: «Estas palabras deben inspirarte una gran
reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza.
Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia,
confianza por su custodia. Porque ellos estarán junto a ti, y lo están para tu
bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo
están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos de estarles menos
agradecidos, pues cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras
necesidades, que son tan grandes».
Te llevarán en sus manos
para que no tropiece tu pie en piedra alguna. Nos sostienen en sus manos
como un preciado tesoro que Dios les ha encomendado. Como los hermanos mayores
cuidan de los pequeños, así los ángeles nos asisten a nosotros hasta
introducirnos felizmente en la casa paterna. Entonces habrán cumplido su misión.
Nuestro trato con el Ángel Custodio ha de tener un carácter amistoso, que
reconozca a la vez su superioridad en naturaleza y gracia. Aunque su presencia
sea menos sensible que la de un amigo de la tierra, su eficacia es mucho mayor.
Sus consejos y sugerencias vienen de Dios y penetran más profundamente que la
voz humana. Y, a la vez, su capacidad para oírnos y comprendernos es muy
superior a la del amigo más fiel; no solo porque su permanencia a nuestro lado
es continua, sino porque entra más hondo en nuestras intenciones, deseos y
peticiones. El Ángel puede llegar a nuestra imaginación directamente sin
palabra alguna, suscitando imágenes, recuerdos, impresiones, que nos señalan el
camino a seguir. ¡Cuántas veces nos habrán ayudado a continuar nuestro camino
como a Elías que, perseguido por Jezabel, se disponía a morir, tal era su
cansancio, bajo un arbusto del trayecto! Es bien seguro que nuestro Ángel, como
el de Elías, se acercará a nosotros y nos hará entender: levántate y come porque te queda todavía mucho
camino.
Nunca nos sentiremos solos si nos acostumbramos a
tratar a ese amigo fiel y generoso, con el que podemos conversar familiarmente.
Él, además, une su oración a la nuestra y la presenta a Dios. Es necesario, sin
embargo, que mentalmente le hablemos, porque no puede penetrar en nuestro
entendimiento como lo hace Dios. Y entonces, él podrá deducir de nuestro
interior más de lo que nosotros mismos somos capaces. «No podemos tener la
pretensión de que los Ángeles nos obedezcan... Pero tenemos la absoluta
seguridad de que los Santos Ángeles nos oyen siempre». Ya es suficiente.
Nuestro Ángel Custodio nos acompañará hasta el final del camino y, si
somos fieles, con él contemplaremos a Nuestra Señora, Reina
de los ángeles, a quien todos alaban en una eternidad sin fin. A ese coro
angélico, con la ayuda de la gracia, nos uniremos también nosotros.
La devoción a los Ángeles Custodios está atestiguada desde los mismos
comienzos del Cristianismo. La fiesta con carácter universal para toda la
Iglesia fue instituida por el Papa Clemente X en el siglo xvii.
Los Ángeles Custodios son los mensajeros del Señor encargados de velar por cada
uno de nosotros, protegiendo nuestro camino en la tierra y compartiendo con los
cristianos el afán apostólico de acercar las almas a Dios.
Visto en Hablar con Dios
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