Y presentándose con
aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de
cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en
los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo
es el Señor". Filipenses 2:5-11.
Benedicto XVI: “¿el diálogo puede sustituir a la
misión?”
Fuente consultada (Infocatólica 22/10/14).
El Arzobispo Prefecto de la Casa Pontificia y secretario personal del papa emérito, Mons. Georg Gaensewein, fue el responsable de compartir el mensaje en la nueva "Aula Magna Benedicto XVI" de la universidad.
Cientos de alumnos de la Pontificia Universidad Urbaniana, escucharon
con atención el mensaje que el Sumo Pontífice Emérito, Benedicto XVI, ha
enviado con ocasión de la inauguración de un aula magna que lleva su nombre. El
papa emérito ha advertido que el diálogo
no puede sustituir a la misión evangelizadora y ha advertido que «aunque la
renuncia a la verdad parece real y útil para la paz entre las religiones del
mundo. Y, aun así, sigue siendo letal para la fe». Además, ha señalado que «el
hombre se hace más pequeño, no más grande, cuando no hay espacio para la mirada
dirigida a Dios».
Renuncia a la verdad, letal para la fe
El papa emérito ha arremetido contra la idea de que todas las
religiones son iguales y la teoría de que el diálogo puede sustituir
la misión de predicar el evangelio:
¿Pero todavía sirve? Se preguntan
muchos hoy dentro y fuera de la Iglesia ¿de verdad la misión sigue siendo algo
de actualidad? ¿No sería más apropiado encontrarse en el diálogo entre
las religiones y servir juntos la causa de la paz en el mundo? La contra-pregunta
es: ¿El diálogo puede sustituir a la misión? Hoy muchos, en efecto,
son de la idea de que las religiones deberían respetarse y, en el diálogo entre
ellos, hacerse una fuerza común de paz. En este modo de pensar, la mayoría de
las veces se presupone que las distintas religiones sean una variante de una
única y misma realidad, que ‘religión’ sea un género común que asume formas
diferentes según las diferentes culturas, pero que expresa una misma realidad.
La cuestión de la verdad, esa que en un principio movió a los cristianos más
que a nadie, viene puesta entre paréntesis. Se presupone que la auténtica
verdad de Dios, en un último análisis es alcanzable y que en su mayoría se
pueda hacer presente lo que no se puede explicar con las palabras y la variedad
de los símbolos. Esta renuncia a la verdad parece real y útil para la
paz entre las religiones del mundo. Y aun así sigue siendo letal para la fe.
Buscamos
transmitir la alegría
Por otra parte, Benedicto XVI ha recordado que «no anunciamos a
Jesucristo para que nuestra comunidad tenga el máximo de miembros posibles, y
ni mucho menos por el poder. Hablamos de Él porque sentimos el deber de
transmitir la alegría que nos ha sido donada».
«Cuando Andrés encontró a Cristo, no pudo hacer otra cosa que decirle a
su hermano: ‘Hemos encontrado al Mesías’. Y Felipe, al cual se le donó el mismo
encuentro, no pudo hacer otra cosa que decir a Bartolomé que había encontrado a
aquél sobre el cual habían escrito Moisés y los profetas», explicó.
Benedicto
XVI recordó que: «Estas reflexiones, quizá un poco
difíciles, deberían mostrar que hoy, en un modo profundamente mutuo, sigue siendo razonable el deber de
comunicar a los otros el Evangelio de Jesucristo.
Todavía hay un segundo modo, más simple, para justificar hoy
esta tarea. La alegría
exige ser comunicada. El amor exige ser comunicado. La verdad exige ser
comunicada. Quien ha recibido una gran alegría, no puede guardársela solo para sí
mismo, debe transmitirla. Lo mismo vale para el don del amor, para el don del
reconocimiento de la verdad que se manifiesta».
Además, indicó que «seremos anunciadores creíbles de Jesucristo
cuando lo encontremos realmente en lo profundo de nuestra existencia,
cuando, a través del encuentro con Él, nos sea donada la gran experiencia de la
verdad, del amor y de la alegría».
«Hemos conocido y creído el amor: esta frase expresa la auténtica
naturaleza del cristianismo. El amor, que se realiza y se
refleja de muchas maneras en los santos de todos los tiempos, es la
auténtica prueba de la verdad del cristianismo», concluyó.
*****
Algunas
consideraciones bíblicas
Partiendo
de la base de que la filiación divina no se consigue sino por el Bautismo,
nadie va al Padre sino por Jesucristo y su única Iglesia, es la Iglesia
católica. Y vendrá a juzgar a las naciones, a vivos y muertos.
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie va al
Padre, sino por Mí” (Juan 14, 6).
“El que no está conmigo está contra mí, y el que conmigo no recoge,
desparrama” (Mt 12, 30).
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda
criatura. El que creyere y fuere
bautizado, se salvará, más el que no creyere se condenará”
(Mc 16, 15-16).
“El que me odia a mí, odia también a mi Padre” (Jn
15, 23).
“Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado;
pero ahora no tienen excusa de su pecado” (Jn 15, 22).
“Vosotros (judíos) tenéis por padre al diablo, y queréis
hacer los deseos de vuestro padre. Él es homicida desde el principio y no se
mantuvo en la verdad porque la verdad no estaba en él” (Jn 8, 44).
“El que es de Dios oye las palabras de Dios; por eso vosotros
no las oís, porque no sois de Dios” (Jn 8, 47).
“No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos” (Mt 7, 21).
¿Qué han dicho otros papas al
respecto?
En Mortalium Animos, el
papa Pío XI nos dice:
“convencidos
de que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso,
parecen haber visto en ello esperanza de que no será difícil que los pueblos,
aunque disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente
en la profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida
espiritual. Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y
conferencias, con no escaso número de oyentes e invitar a discutir allí
promiscuamente a todos, a infieles de todo género, de cristianos y hasta a
aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia
niegan la divinidad de su Persona o misión”. Y, continúa el Santo Padre Pío XI: ”Tales tentativas no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de
los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan
que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues,
aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el
ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos
obedientemente su imperio”. ”Cuantos sustentan esta
opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera
religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al
naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a
tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por
Dios”.
Juan XXIII en su Carta Encíclica Ad Petri
Cathedram, nº 10-11 apunta:
“Tampoco faltan los
que, si bien no impugnan de propósito la verdad, adoptan, sin embargo, ante ella una actitud de negligencia y sumo
descuido, como si Dios no les hubiera dado la razón para buscarla y
encontrarla. Tan reprobable modo de actuar conduce, como por
espontáneo proceso, a esta absurda afirmación:
todas las religiones tienen igual valor, sin diferencia alguna entre lo
verdadero y lo falso. “Este principio —para
usar las palabras de nuestro mismo predecesor— lleva
necesariamente a la ruina todas las religiones, particularmente la católica, la cual, siendo entre todas la única
verdadera, no puede ser puesta al mismo nivel de las demás sin grande injuria”. Por
lo demás, negar la diferencia que existe entre cosas tan contradictorias entre
sí, derechamente conduce a la nefasta conclusión de no admitir ni practicar
religión alguna”.
Pío XII, Enciclica Orientalis Ecclesiae, 9 de
abril de 1944:
“No es lícito, ni
siquiera con el pretexto de hacer más fácil la concordia, disimular siquiera un
solo dogma; pues, como advierte el patriarca
de Alejandría: ‘Desear la paz es ciertamente primero y mayor
bien, pero no si debe por tal motivo permitir que venga a menos la virtud de la
piedad en Cristo (Epis. 61).
Pío XII. Enciclica Mysteci Corporis Christi sobre
el Cuerpo Místico de Cristo, 29 de junio 1943:
“También a aquellos que no pertenecen al organismo visible de la
Iglesia Católica, […] nada Nos preocupa más, sino que tengan vida y
la tengan con mayor abundancia. Esta Nuestra solemne afirmación deseamos
repetirla por medio de esta Carta Encíclica, en la cual hemos cantado las
alabanzas del grande y glorioso Cuerpo de Cristo, implorando oraciones de toda
la Iglesia para invitar, de lo más íntimo del corazón, a todos y a cada uno de ellos
a que, rindiéndose libre y espontáneamente a los internos impulsos de la gracia
divina, se esfuercen por salir de ese estado, en el que no pueden estar
seguros de su propia salvación eterna.
León XIII, Encíclica Sapientieae Christianae, nº
14, 10 de enero de 1890:
“Pero cuando la necesidad apremia no sólo deben guardar
incólume la fe los mandan, sino que cada uno esté obligado a propagar la fe
delante de los otros, ya para instruir y confirmar a los demás fieles,
ya para reprimir la audacia de los infieles. Ceder el puesto al enemigo, o callar
cuando de todas partes se levanta incesante clamoreo para oprimir a la verdad, propio es, o de hombre cobarde o de quien duda estar en posesión de las verdades que profesa. Lo uno y lo otro es vergonzoso e injurioso a
Dios; lo uno y lo otro, contrario a la salvación del individuo y de la sociedad: ello
aprovecha únicamente a los enemigos del nombre cristiano, porque
la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos”.
Callar es propio del
cobarde o de quien duda de la verdad,
y es injurioso a Dios (Papa
León XIII)
La filiación divina no
se puede lograr sin el bautismo
“Aunque Jesucristo murió por todos, no todos participan del beneficio
de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunican los méritos de su
pasión. […] En las palabras mencionadas se insinúa la descripción de la
justificación del pecador: de suerte que es tránsito del
estado en que nace el hombre hijo del primer Adán, al estado de gracia y de
adopción de los hijos de Dios por el segundo Adán Jesucristo nuestro Salvador.
Esta traslación, o tránsito no se puede lograr, después de promulgado el
Evangelio, sin el bautismo, o sin el deseo de él; según está
escrito: “No puede entrar en el reino de los cielos sino el que haya renacido
del agua, y del Espíritu Santo”. (Concilio de Trento, cap. II, sesión VI.
Celebrada en enero de 1547)
“El Pueblo de Dios tiene características que le
distinguen claramente de todos los grupos religiosos,
étnicos, políticos o culturales de la Historia:
– Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en
propiedad a ningún pueblo. Pero Él ha adquirido para sí un pueblo de aquellos
que antes no eran un pueblo: “una raza elegida, un sacerdocio real, una nación
santa.
– Se llega a ser miembro de este
cuerpo no por el nacimiento físico, sino por el “nacimiento de arriba”, “del
agua y del Espíritu” (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo”.
(Catecismo de la Iglesia Católica, 782).
“¡Ojalá fueras frío o caliente!
Así, porque eres tibio,
y ni caliente ni frío,
voy a vomitarte de mi boca”.
(Apocalipsis 3, 16)
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