Se despejó
la duda, Bergoglio mismo lo hizo en el avión de regreso de su viaje a Lesbos a
instancias del periodista, Francis Rocca, que le preguntó sin rodeos: “Algunos
sostienen que nada ha cambiado, en relación a la disciplina que rige el acceso
a los Sacramentos para los divorciados y los recasados, y que la ley y la
práctica pastoral, del mismo modo que la doctrina, continúan igual; otros
sostienen, por el contrario, que mucho ha cambiado, y que hay una serie de
nuevas aperturas y posibilidades. La pregunta es la de una persona, un católico
que quiere saber: ¿hay nuevas posibilidades concretas, que no existían antes de
la publicación de la Exhortación, o no?”
La respuesta de Bergoglio
fue muy clarificadora en esta ocasión: Yo puedo decirle que sí, y listo. (“Io
posso dire sí. Punto”) Pero sería una respuesta que es demasiado
corta. Le recomiendo que lea la presentación del cardenal Schönborn,
que es un gran teólogo. Fue secretario de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, y sabe bien sobre la doctrina de la fe también. En esa
presentación, su pregunta encontrará una respuesta.
El
cardenal cardenal Schönborn, al presentar el texto en la “Sala Stampa” del
Vaticano, no teme afirmar que el documento viene a superar “la artificiosa,
exterior, neta división entre [uniones] «regulares» e «irregulares»”. Más o
menos como si el papa pudiese derogar alguno de los mandamientos, o inventar un
nuevo sacramento. Y el cardenal valido, en una interpretación libre a la que
nos tienen acostumbrados últimamente, aplicada a una frase de S. Pablo sobre
otro asunto totalmente diferente: “Dios encerró todos los hombres en la
rebeldía para usar con ellos de misericordia” (Rm 11, 32). Un error de
interpretación que no se permitiría en el primer curso de teología de un
seminario; y más un seminario dominico (en el cual Schönborn estudió). ¡Nada
que ver! Nos recuerda ciertos pastores protestantes, con los que hemos tenido
que “dialogar”, para los cuales cualquier frase vale en cualquier sentido sin
relación con nada. Porque el Magisterio multisecular para ellos no existe; ni
la interpretación auténtica dada por la Iglesia a lo largo de veinte siglos. Y
eso parece que tampoco existe para Schönborn, glosando a Bergoglio.
Para el cardenal privado
del pontífice, con el nuevo texto “hay en primer lugar un suceso lingüístico…
algo ha cambiado en el discurso eclesial”. ¿Qué ha cambiado?
El
periódico de la Conferencia Episcopal Italiana, “Avvenire” declara con euforia, a respecto del “Evangelio
apócrifo bergogliano”: “Cuando el cardenal Kasper habló del «documento más
importante en la historia de la Iglesia en el último milenio» algunos pensaron
que fuese exagerado… Ahora con el texto delante, debemos decir: el texto de
Francisco tiene el sabor de un texto fuerte y revolucionario”. Dejando de lado
los errores de redacción, que no pasarían en un curso elemental (repetición de
palabras, uso impropio, etc.), el sentido es claro: hay un cambio de 180 grados
en la doctrina familiar bergogliana, en relación a la doctrina familiar
católica. Un cambio “revolucionario”, como no existió en los últimos 1.000
años. Kasper fue más lejos, en los últimos 17 siglos. El mismo uso del
calificativo “revolucionario” indica que Francisco ha querido revolver,
producir una mudanza muy radical, instaurar un nuevo estado de cosas contrario
a un orden existente; podemos usar la expresión italiana “revolución
copernicana”, es decir poniendo boca abajo, patas arriba lo que estaba erguido
según la ley humana y divina. En el caso, el matrimonio como fue querido e
instituido por Dios.
Y
Socci comenta acertadamente: “la exhortación apostólica es un gesto claro de
desafío a dos mil años de magisterio católico. Y en los ambientes católicos
(traumatizados) domina un silencioso desconcierto”.
Pero es en una pequeña nota, a pie de página, la 351, casi
pasando inadvertida, en donde se encuentra el quid clarificador de la cuestión.
En el apartado del que se habla de las situaciones “irregulares” esta nota
apunta lo siguiente:
“En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los
sacramentos. Por eso, «a los sacerdotes les recuerdo que el
confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia
del Señor»: Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 44: AAS 105
(2013), 1038. Igualmente destaco que la Eucaristía «no es un premio para los
perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (ibíd, 47:
1039).”
Pero esta
nota no tiene entidad jerárquica alguna frente a dos artículos del Catecismo,
el 1650 y el 1756 sobre el adulterio. Veamos qué dicen esos numerales del
Catecismo de la Iglesia Católica:
1650 Hoy son
numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen también
civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de
Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio
contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete
adulterio": Mc 10,11-12), que no puede reconocer
como válida esta nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los
divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que
contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la
comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no
pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante
el sacramento de la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se
arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo
y que se comprometan a vivir en total continencia.
1756 Es,
por tanto, erróneo juzgar de la moralidad de los actos humanos considerando
sólo la intención que los inspira o las circunstancias (ambiente, presión
social, coacción o necesidad de obrar, etc.) que son su marco. Hay actos que,
por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias y de las
intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto; por
ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio. No está
permitido hacer el mal para obtener un bien.
Más todos
los artículos de todo un Catecismo que están relacionados también con el
adulterio:1853,1856, 2052, 2055, 2196, 2336, 2380-81, 2384, 2400, 2517, 2528.
Dios no se
muda, es el mismo antes, ahora y siempre. No se puede cambiar ahora ni su
Palabra, ni sus Leyes, ni el magisterio de dos mil años de la Santa Iglesia Católica
de forma torticera.
Qué Dios y
la Santísima Virgen nos proteja.
Fuentes:
Firmes en Cristo, Catolicidad, Dezinger-Bergoglio, Evangelio, Catecismo de la
Iglesia Católica.
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