Para que después de la muerte vayamos
directamente al cielo sin pasar por el purgatorio es preciso obtener una
indulgencia plenaria. Las indulgencias plenarias pueden aplicarse a uno mismo o
a las almas del purgatorio. Actualmente, la Iglesia permite ganar sólo una
indulgencia plenaria al día. ¿Qué es la indulgencia plenaria? Cancelar la pena
temporal debida por nuestros pecados. Es decir, una vez que los pecados han
sido perdonados por la confesión sacramental, quedan los restos o consecuencias
de los pecados cometidos, que hay que purificar, sanar o cancelar en el
purgatorio. Si se consigue una indulgencia plenaria quiere decir que todas las
deudas debidas por nuestros pecados quedan canceladas y con el alma totalmente
limpia, podemos ir directamente al cielo.
¿Cómo conseguirlo? Primero,
confesando bien y pidiendo en el último día de la vida al sacerdote que nos dé
la bendición apostólica a la cual va aneja una indulgencia plenaria. Ahora
bien, uno puede pensar que podría no tener tiempo de nada, pues podría morir de
infarto o de accidente o simplemente por una enfermedad que no le permita darse
cuenta de nada o quizás estando en coma.
En estos casos, si hemos cumplido
la devoción de los nueve primeros viernes, tenemos la seguridad y la promesa de
Jesús de que no morirán en mi desgracia ni sin haber recibido los
sacramentos.
Esto quiere decir que Dios hará
que, al menos, se pueda recibir el sacramento de la unción de los enfermos con
la absolución de los pecados y la bendición apostólica (a la que acompaña la
indulgencia plenaria). Todo ello se puede recibir, aunque estemos
inconscientes. Pero probablemente Dios nos dará la vida hasta poder recibir
conscientemente los últimos sacramentos de la Iglesia, sobre todo, si a lo
largo de la vida le hemos pedido esta gracia por medio de san José, el patrón
de la buena muerte; y, si hemos rezado con devoción el avemaría,
diciendo: Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte. Amén.
Sí estamos conscientes en los últimos momentos, podemos nosotros mismos aplicarnos la indulgencia plenaria, aunque no hubiera sacerdote, dándonos la bendición apostólica, si estamos arrepentidos de nuestros pecados, y pidiendo la gracia de la indulgencia plenaria. La única condición que ponía el Papa Pablo VI es con tal de que durante la vida hubieran rezado habitualmente algunas oraciones. Y recomendando que se use una cruz o un crucifijo para darse la bendición.
Sí estamos conscientes en los últimos momentos, podemos nosotros mismos aplicarnos la indulgencia plenaria, aunque no hubiera sacerdote, dándonos la bendición apostólica, si estamos arrepentidos de nuestros pecados, y pidiendo la gracia de la indulgencia plenaria. La única condición que ponía el Papa Pablo VI es con tal de que durante la vida hubieran rezado habitualmente algunas oraciones. Y recomendando que se use una cruz o un crucifijo para darse la bendición.
Con toda seguridad, Dios nos va a cuidar en esos últimos momentos y nos concederá la gracia de tener un sacerdote para prepararnos al viaje del más allá. Esto lo he podido comprobar personalmente y era voz común entre nuestros misioneros agustinos recoletos de la Prelatura de Chota. Se daban casos muy claros en los que el enfermo llevaba agonizando varios días o semanas. Y el mismo día que llegaba el sacerdote a su caserío, alejado de la parroquia, ese mismo día, después de recibir la absolución y la unción de los enfermos con la bendición apostólica, moría a las pocas horas con mucha paz.
En este
sentido, es bueno que los familiares no descuiden, por temor, el llamar al
sacerdote, cuando el enfermo está muy grave, para que le dé los últimos
sacramentos y muera en paz.
Y no se
olviden de rezar por el agonizante la Coronilla de la Divina Misericordia.
Jesús ha prometido gracias inmensas.
Le decía a santa Faustina Kowalska el 11 de diciembre de 1936: En la hora de la muerte defenderé como
a mi Gloria a cada alma que rece esta coronilla y, si otros la rezan cerca
del agonizante, obtendrán para el agonizante el mismo perdón. Cuando se reza la
coronilla por un agonizante, se aplaca la ira de Dios y la inescrutable
misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de mi misericordia
por la dolorosa Pasión.
CÓMO
LLEVAR RÁPIDAMENTE AL CIELO A LOS DIFUNTOS
Hemos hablado de la indulgencia plenaria aplicada a uno
mismo y especialmente recibirla en el momento de la muerte para ir directamente
al cielo. Ahora bien, cuando muere un ser querido o una persona a quien
queremos ayudar, es bueno ofrecer
por él misas, sacrificios y obras buenas para aliviarle en el purgatorio,
adonde todos debemos ir, a no ser los muy santos o quienes
consiguen en el último momento la absolución y la indulgencia plenaria.
Pero nosotros podemos aplicarles
una indulgencia plenaria, que Dios nos regala por los méritos de Jesucristo y
la intercesión de la Iglesia. Se puede conseguir de la manera más fácil, de
modo que normalmente en dos días el alma de nuestro ser querido esté en el
cielo, aunque hubiera debido de pasar 40 años en el purgatorio por sus pecados.
En el Manual (Enchiridion) de indulgencias, establecido
después de la magistral Constitución apostólica del Papa Pablo
VI Indulgentiarum doctrina (doctrina sobre las indulgencias) del 1 de
enero de 1967, se dice que se
puede ganar una indulgencia plenaria con las siguientes condiciones:
-Tener el alma
totalmente limpia, sin tener afecto ni siquiera al pecado venial.
-Confesarse (aunque
puede hacerse unos días antes), pues, según el documento, con una sola
confesión se pueden conseguir varias indulgencias plenarias.
-Comulgar ese día.
-Rezar por las
intenciones del Papa, al menos, un padrenuestro y avemaría.
-Y cumplir la obra
correspondiente para ganar la indulgencia con intención de ganarla para el alma
del purgatorio.
¿Y
QUÉ HACE FALTA CUMPLIR PARA GANARLA?
1-Se
puede rezar el rosario (una parte del rosario o cinco decenas de avemarías,
meditando en los misterios) delante del Santísimo sacramento en una iglesia o
capilla pública. Se puede rezar, incluso mentalmente, si resulta fatigoso para
un enfermo o rezarlo alternando las avemarías con otros.
2-Rezar
el rosario en familia, en Comunidad religiosa o en un grupo de personas de una
Asociación piadosa.
3-Leer
la Palabra de Dios durante media hora delante del Santísimo sacramento.
4-Hacer una visita de adoración y compañía a Jesús
sacramentado durante media hora.
5-Rezar el Vía crucis ante las 14 estaciones,
caminando a cada una, a no ser que lo haga el que lo dirige; en cuyo caso, lo
podemos rezar desde nuestro lugar.
Ahora
bien, es prácticamente imposible que no tengamos ningún afecto a los
pecados veniales, o sea, que tengamos el alma ciento por ciento limpia. Por
ello, si no podemos ganar en un día la indulgencia plenaria, quizás la podemos
ganar en dos días. Pero es algo realmente asombroso poder pensar que en dos
días podemos llevar a nuestro ser querido al cielo. ¡Vale la pena hacer
cualquier esfuerzo!
Por supuesto que el mandar celebrar misas y ofrecer rosarios
u obras buenas es bueno y eficaz, pero más rápido y sencillo es conseguir la
indulgencia plenaria en un par de días. Lo cual no quiere decir que no debamos
seguir rezando por el difunto para manifestarle nuestro recuerdo y nuestro
amor.
Eso vale mucho ante Dios, quien, si el difunto está ya en el
cielo, ofrecerá nuestras oraciones a otros difuntos necesitados. La oración
siempre es eficaz y nunca se pierde.
MADUREZ
ESPIRITUAL
Evidentemente, no basta con que vayamos al cielo lo antes
posible. Esta vida es una oportunidad que Dios nos da para aprender a amar,
para santificarnos más y más, para crecer en su amor y en el amor a los
demás. Nuestro cielo será tan grande como la medida de nuestro amor. De
acuerdo a la capacidad de amor, que hemos conseguido en este mundo, así será
nuestra felicidad eternamente. No
todos serán igualmente felices en el cielo. Por ello, es necesario que
aprovechemos bien el tiempo de nuestra vida y procuremos, no solamente
santificarnos más cada día, sino ayudar a los demás en el camino de Dios, en el
camino del amor. No podemos vivir encerrados en nosotros mismos. Ser cristiano
es ser misionero y debemos evangelizar y ayudar a los demás.
Para crecer espiritualmente, el
mejor medio es la Misa. La Misa es la acción más grande y
sublime que se realiza en la tierra, porque es obra de Cristo. Alguien ha dicho
que la misa es el cielo en la tierra. Y el Papa Juan Pablo II decía que la misa
es una misteriosa participación en la liturgia celestial. Es
verdaderamente un resquicio del cielo, que se abre sobre la tierra. (Discurso
del Angelus del 3 de noviembre de 1996.)
Por eso,
al momento de celebrar la misa se hacen presentes todos los santos y todos los
ángeles en unión con María. De ahí que no puede haber nada más efectivo como
medio de santificación que la misa y comunión diarias.
También
nos ayudará mucho la confesión, al menos, mensual; la visita diaria a Jesús
sacramentado, el rezo del rosario; leer la Palabra de Dios y la oración
personal. También tener un director espiritual, que nos aconseje en nuestras
dudas y problemas, será muy eficaz para adelantar con más seguridad y más
rápidamente en el camino de Dios.
Y no hay
que olvidar el hacer apostolado. Uno se siente feliz al compartir
la fe. Y todos debemos iluminar el camino de nuestros hermanos y ser misioneros
con ellos. Debemos conseguir muchos adoradores que visiten a Jesús
sacramentado. Debemos comprometer a muchos enfermos para que ofrezcan sus
sufrimientos como enfermos misioneros, y alentar a todos a que pertenezcan a
algún grupo espiritual que puede ayudarles en su crecimiento. Puede ser
cualquier grupo aprobado por la Iglesia.
-del libro del P. ÁNGEL PEÑA O.A.R: El
medio más fácil y más rápido para obtener la salvación eterna.
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